Guerra de los Seis Días. Itzjak Rabin (izquierda) Moshe
Dayan, Uzi Narkis (derecha) entrando en Jerusalén, junio de 1967
Publicado el 06/06/2015 por losotrosjudios
“A veces algunos líderes israelíes dicen la verdad”
Por Alan Hart.
Aún
hoy en día, a 48 años, existen relativamente pocas personas que conocen toda la
verdad sobre cómo Israel preparó el camino para la guerra de junio de 1967, con
el objetivo de apoderarse de más tierra árabe. El evento decisivo que hizo que
la guerra fuera inevitable sucedió el jueves 1º de junio, cuatro días antes de
que Israel lanzara sus ataques. ¿Cuál fue?
Ese
día hubo un golpe organizado y llevado a cabo por los generales israelíes más
importantes y otros jefes de seguridad sin que hubiera ni un tiro. Estos le
exigieron al primer ministro Levi Eshkol que formara un gobierno de unidad y
nombrara ministro de Defensa al adalid tuerto de la guerra: el general Moshe
Dayan. Hasta ese momento, Eshkol había sido primer ministro y ministro de
Defensa y Dayan había estado en el ostracismo político durante dos años,
dedicando su tiempo a la arqueología. En efecto, a Eshkol lo despojaron de su
dominio sobre la máquina de guerra de Israel.
Guerra
premeditada
El
problema con Eshkol para el establishment
militar y de la seguridad de Israel era que él no quería ir a la guerra porque
conocía las afirmaciones de sus halcones: era pura propaganda decir que los
árabes estaban por atacar (más información en seguida). Él también entendió y
aceptó el consejo que le dio a su ministro de Relaciones Exteriores, Abba Eban,
el presidente francés Charles de Gaulle. En una conversación con Eban en París,
de Gaulle dijo que Israel no debía ir a la guerra porque, si lo hacía, crearía
un nacionalismo palestino que no desaparecería nunca más. (En mi opinión, es el
mejor consejo que alguien le ha dado a Israel.)
Y,
todavía más importante, era el hecho de que Eshkol creía que Israel no debía
apropiarse de más tierra árabe y debía prepararse para firmar la paz con base
en las fronteras del Estado sionista así como estaban.
Y esa
fue la razón principal por la cual los halcones, del ejército y la política,
querían a Dayan como ministro de Defensa. Ellos sabían que Dayan llevaría
Israel a una guerra para completar el asunto sin terminar de 1948: apoderarse
de más tierra árabe, lo que incluía, especialmente, Cisjordania.
Otro
aspecto importante de toda la verdad sobre cómo se preparó la guerra de junio
de 1967 es que Israel le tendió una trampa al presidente Nasser de Egipto. Y la
clave para entender esto es el hecho de que el 4 de noviembre de 1966 Egipto y
Siria firmaron un acuerdo de defensa, con la esperanza por parte de Nasser de
que esto le permitiría impedir la guerra.
El
problema para Nasser de ahí en adelante era que si Israel atacaba Siria, él
tendría que elegir entre ser visto como el que acudía en defensa de un Estado
árabe bajo ataque o no hacer nada y perder la credibilidad como líder del
(llamado) mundo árabe revolucionario.
La
trampa
Fue
después de firmar el acuerdo de defensa entre Egipto y Siria que Israel comenzó
a tenderle la trampa a Nasser al provocar tiroteos en la frontera con Siria.
Estas provocaciones tuvieron su clímax el 7 de abril de 1967 cuando, en el
curso de una batalla de siete horas, los Mirage israelíes derribaron seis MIG
21 sirios. Dos de ellos fueron abatidos sobre Damasco y los restos cayeron en
las afueras de la ciudad. Para los líderes sirios fue una humillación pública.
Después
de esto, Israel hizo un esfuerzo extraordinario para que el mundo árabe y la
Unión Soviética creyeran que Israel iba a invadir Siria cuando así lo
decidiera. (Cuento toda la historia de este gran engaño en “America Takes
Sides, War With Nasser Act II and the Creation of Greater Israel”, Capítulo 1
of “Conflict Without End?” – el subtítulo del Volumen Tres de mi libro Zionism: The Real
Enemy of the Jews).
En
realidad, el verdadero propósito de las provocaciones de Israel en el frente
sirio y su propaganda de apoyo fue obligar a que Nasser hiciera un movimiento
militar que los halcones de Israel pudieran presentar como prueba de que los
árabes tenían la intención de atacar Israel y que su existencia estaba en
peligro.
Cuando
Nasser expulsó las fuerzas de paz de la ONU, puso dos divisiones en el Sinaí
hasta el límite con Israel y cerró el estrecho de Tiran, Nasser ya había caído
en la trampa de Israel. Pero lo hizo con los ojos abiertos. Él sabía que la
administración de Johnson sabía que ni él ni ningún otro líder árabe tenía
intención de atacar Israel y que las acciones y despliegues que había hecho
eran para guardar las apariencias. Nasser también depositó su esperanza en la
idea de que Estados Unidos haría que la creciente crisis fuera resuelta a
través de la diplomacia. Pero los halcones de Israel nunca permitirían que eso
ocurriese.
Volvamos
al secuestro de Dayan de la política de defensa/guerra de Israel.
Maestro
del engaño
Desde
el momento en que asumió como ministro de Defensa, demostró que era el maestro (no, un maestro) del engaño.
El 2
de junio, el segundo día de Dayan como ministro de Defensa,de repente la playa
y las calles de Tel Aviv (donde muchos corresponsales extranjeros tenían como
base dos hoteles) se llenaron de soldados que volvían de la línea de frente.
Nadaban, jugaban en la playa, paseaban y tomaban algo en las terrazas de los
cafés de la calle Dizengoff. Esto era evidencia –hasta una prueba– de que,
después de todo, Israel no iba a la guerra. Contra todas las expectativas,
Dayan abandonó el ejército israelí. Ahora que tenía la gran responsabilidad de
la seguridad de Israel, quería que vieran que le daba una oportunidad a la
diplomacia. Las dos semanas de espera desde que Nasser cerrara el estrecho de
Tirán terminaban con un anticlímax. Mensaje: no habría guerra. De algún modo el
“paloma” Eshkol se había salido con la suya. O eso parecía.
La
mayoría de los corresponsales extranjeros fueron engañados. Algunos pidieron la
cuenta tras presentar sus historias de “no hay guerra”, reservaron el primer
vuelo disponible que dejara Israel. Llamaban otros campos de batalla.
Hubo
dos motivos por los cuales creí que la retirada de muchos de los soldados
israelíes de la línea de frente fue una brillante estrategia de engaño
pergeñada por Dayan.
El
primero fue el comentario que el propio Dayan me hizo. Debido a que yo tenía
una fuente que tenía el más alto acceso al ejército y otros servicios de
seguridad de Israel yo supe dos días antes de que aconteciera que Dayan le
sería impuesto a Eshkol. El día anterior a su nombramiento, mi colega
camarógrafo de ITN y yo esperamos a Dayan para hablar con él. Si le hubiera
preguntado si la guerra estaba cerca, él me hubiera ignorado y se hubiera ido
sin decirme nada. Entonces lo dejé en “¿Qué le parece que depara el futuro?”.
Él se
detuvo, dio una amplia sonrisa e hizo un gesto con el dedo índice de la mano
derecha que reafirmó sus palabras. La respuesta fue: “El desierto está
llamando”.
Me
dije a mí mismo y después a mi equipo de ITN: “Eso quiere decir que la guerra está
muy cerca”.
Esa
evaluación se confirmó en mi mente por lo que presencié cuando antes de la
medianoche del sábado 3 de junio, di una vuelta por una de las principales
zonas residenciales del centro de Tel Aviv. Lo que vi es lo siguiente.
Movilización
silenciosa
Lejos
de las luces de las calles tranquilas y vacías, había buses estacionados
estratégicamente a oscuras. La única señal de vida era el brillo del cigarrillo
de un conductor. Luego, en el momento justo y siguiendo el guion que Dayan
había escrito, se abrieron las puertas de los departamentos. Los últimos besos
y abrazos habían sido, obviamente, dados dentro. No hubo despedidas en las
puertas. Solo una ráfaga de luz interior cuando una puerta se abría y volvía a
cerrar. En silencio, de a uno o de a dos, como fantasmas, los soldados que
habían venido el jueves estaban retornando a sus posiciones en el frente. A
medida que se acercaban a sus buses asignados, los individuos o parejas se
transformaban en grupos. No se decían ni una palabra. Mis “shaloms” no
obtuvieron respuesta.
La
tarde siguiente, el domingo 4 de junio, me senté a mi máquina de escribir en
nuestra habitación en el último piso del Hotel Dan e compuse un texto para voz
de 40 segundos para el boletín principal de la noche de ITN. Mi historia tenía
que ser corta porque era solo el pensamiento de un periodista, una
especulación, y el boletín del domingo a la noche duraba menos de ocho minutos
incluyendo la apertura, los créditos y la cortina de cierre. Cuarenta segundos
significaba que yo solo tenía 120 palabras –tres por segundo– para contar la
historia. Mi introducción fue: Por
algunos motivos que puedo informar, por otros que no, creo que la guerra va a
empezar mañana. Alan Hart, ITN, Tel Aviv, en la víspera de la guerra.
No
creía que la censura militar me dejaría decir “Israel irá a la guerra mañana a
la mañana”, pero como estaba en Israel, obviamente eso era lo que quería decir.
La
oficina del censor estaba en un edificio cerca del Ministerio de Defensa. Al
final de tarde de las dos últimas semanas, se convertía en un manicomio porque
un montón de corresponsales se peleaban por obtener la autorización de sus
copias para poder vencer las fechas límite alrededor del mundo. No tenía
sentido perder la calma con los censores militares israelíes, aun pensando que
sus decisiones eran disparatadas o estúpidas. Pero eso no impedía que muchos
periodistas les gritaran. Esa tarde en especial no había periodistas –no hay
guerra, no hay periodistas– y solo había en servicio un censor en vez de los
habituales tres o cuatro.
Era
un coronel. Estaba sentado atrás de un mostrador tipo oficina de correos
revisando la copia en hebreo de los diarios israelíes del lunes. No le prestó
atención ni a mi llegada ni al saludo. No levantó la vista. Se limitó a
levantar la mano para agarrar mi copia. La leyó, selló, firmó y me la devolvió.
Aprobada. Sin borrar nada. Yo estaba sorprendido y le dije: “¿Está seguro de
que puedo emitir esto sin tener problemas con sus superiores?”.
Por
primera vez el coronel levantó la vista. Había arrogancia en sus ojos y
desprecio en su voz. “Usted tiene que saber que esto es una democracia, no
censuramos opiniones. Su historia es su opinión. Es libre para expresarla. Solo
censuramos los asuntos de naturaleza militar que pueden ser útiles para
nuestros enemigos”, dijo.
Poco
después me senté en una pequeña cabina y entregué mi texto a través de un
micrófono para que fuera grabado por ITN en Londres. El informe oral sería
presentado con una foto mía y material de archivo. Una de las cosas buenas de
ITN era que confiaban en los juicios de sus periodistas en el campo de acción.
Pero tarde esa noche recibí el siguiente cable de Hans Verhoven, el editor de
internacionales, al que le había gustado mucho mi apreciación. “Lamento no se
haya usado tu buena historia especulativa. Stop. Descartado por las
circunstancias. Stop.”
“Descartado”
significaba que tenían la intención de ponerla al aire. Se habían preparado
para respaldar mi apreciación, a pesar de que todos los otros periodistas y
diplomáticos en las capitales más importantes del mundo decían “No hay guerra”.
Pero dos aviones de pasajeros habían chocado –uno en Inglaterra y otro en
Francia. Desde ambos lugares hubo miles de informes dramáticos (imágenes
conmovedoras en todos los sentidos de la palabra) del accidente y familiares
desconsolados de las víctimas. Mi especulación no había tenido chance en el
breve boletín de domingo a la noche.
A las
7:45 de la mañana siguiente, Israel fue a la guerra. El destino me había negado
la primicia de la vida de un corresponsal de guerra.
Confesiones
israelíes de posguerra
La
justificación inmediata de Israel para sus acciones fue que había sido atacado
por Egipto. Cuando rápidamente se hizo evidente para los que se interesaban en
este asunto en las principales capitales del mundo que Israel estaba mintiendo,
la historia cambió. Israel había sido obligado a realizar una acción preventiva
porque los árabes iban a atacar. Eso, también, era pura propaganda .
Para
terminar, daré más detalles sobre el titular de este artículo.
Si la
declaración de que los árabes no tenían intención de atacar Israel y su
existencia no estaba en peligro, los sionistas podrían haber descartado esto,
calificado de conjetura antisemita. De hecho, la verdad ha sido admitida por algunos
actores israelíes clave. Les presento un resumen de algunas confesiones
israelíes de posguerra pertinentes.
En
una entrevista publicada en Le
Monde el 28 de febrero de 1968, el jefe de Estado israelí
Rabin dijo:
No
creo que Nasser quisiera la guerra. Las dos divisiones que mandó al Sinaí el 14
de mayo no habrían sido suficientes para desatar una ofensiva contra Israel. Él
lo sabía y nosotros lo sabíamos.
El 14
de abril de 1971, un informe en el diario israelí Al-Hamishmar contenía la siguiente declaración
de Mordechai Bentov, un miembro del gobierno nacional en época de guerra.
Cada
detalle de la historia del peligro de exterminio fue inventado y exagerado para
justificar la anexión del nuevo territorio árabe.
El 4
de abril de 1972, el diario israelí Maariv contenía
la siguiente declaración del general Haim Bar-Lev, predecesor de Rabin como
jefe de Estado.
No
estábamos amenazados con un genocidio en la víspera de la Guerra de los Seis
Días, y nunca pensamos en semejante posibilidad.
En el
mismo diario israelí, el mismo día, el general Ezer Weizmann, jefe de
operaciones durante la guerra y sobrino de Chaim Weizmann, fue citado diciendo
lo siguiente.
Nunca
hubo ningún peligro de aniquilamiento. Esta hipótesis jamás ha sido considerada
en ninguna reunión seria.
En la
primavera de 1972, el general Matetiyahu Peled, jefe del comando de logística
durante la guerra y uno de los 12 miembros del Estado Mayor, se dirigió a un
club literario político en Tel Aviv. Dijo:
La
tesis de que el peligro de genocidio nos acechaba en junio de 1967, y debido a
la que Israel luchaba por su existencia física, no fue otra cosa que un engaño
que nació y fue alimentado después de la guerra.
Y, en
un debate por radio, Peled dijo:
Israel
nunca estuvo en verdadero peligro y no hubo ninguna prueba de que Egipto
tuviera intención de atacar Israel. La inteligencia israelí sabía que Egipto no
estaba preparado para la guerra.
En el
mismo programa, el general Chaim Herzog (exdirector de inteligencia militar,
futuro embajador israelí ante la ONU y presidente de su país) dijo:
“No
había peligro de aniquilación. Ni el cuartel general israelí ni el Pentágono
–como lo probaron las memorias del presidente Johnson– creían en este peligro”.
El 3
de de junio de 1972 Peled fue todavía más explícito en un artículo que escribió
para Le Monde.
Dijo:
Todas
esas historias sobre el enorme peligro que enfrentábamos a causa del tamaño
pequeño de nuestro territorio, argumento utilizado cuando terminó la guerra,
nunca fueron consideradas en nuestros cálculos. Mientras procedíamos hacia la
completa movilización de nuestras fuerzas, nadie en su sano juicio podía pensar
que toda esta fuerza era necesaria para nuestra ‘defensa’ de la amenaza
egipcia. Esta fuerza era para aplastar a los egipcios de una vez por todas en
el nivel militar y a sus amos soviéticos en el nivel político. Fingir que las
fuerzas egipcias concentradas en nuestras fronteras eran capaces de amenazar la
existencia de Israel no solo era un insulto para la inteligencia de cualquier
persona capaz de analizar este tipo de situación, sino que es básicamente un
insulto al ejército israelí.
La
elección de algunos generales de decir la verdad después del evento provocó una
suerte de debate en Israel, pero tuvo vida corta. Si hubiera sido por algunos
periodistas israelíes, los generales no habrían abierto la boca. Weizmann fue
uno de los que quería hablar y se le acercaron con la sugerencia de “no ejercer
el inalienable derecho a la libre expresión si esto ponía a la opinión mundial
y a la diáspora judía en contra de Israel”.
No es
de sorprenderse que el debate en Israel se haya cerrado antes de que llevara a
un examen de conciencia serio sobre la naturaleza del Estado y si este debería
continuar viviendo en la mentira y bajo la espada. Pero es más que notable,
creo, que casi medio siglo después de los eventos, la prensa occidental siga
prefiriendo la mitología sionista a la realidad de lo que sucedió en 1967 y por
qué. Cuando la mayoría de los periodistas y comentaristas hoy en día tienen que
referirse a la Guerra de los Seis Días, todavía lo hacen según lo que los
sionistas dijeron que pasó en vez de decir cómo fue realmente. Obviamente,
todavía hay límites en relación de hasta dónde los grandes medios están
dispuestos a llegar para desafiar la narrativa sionista de la historia, pero
también puede existir el factor del periodismo ignorante y perezoso.
Para
aquellos periodistas y políticos occidentales que todavía pueden tener dudas
sobre quién planteó y comenzó la Guerra de los Seis Días, aquí tienen una cita de
lo que el primer ministro Menachem Begin dijo en un momento espontáneo en
público, en 1982.
En
junio de 1967 teníamos opción. Las concentraciones del ejército egipcio en el
Sinaí no probaban que Nasser realmente estaba por atacarnos. Tenemos que ser
honestos con nosotros mismos. Nosotros decidimos atacar.
Otra
forma de decirlo y que es totalmente verdadera es que lo que sucedió en junio
de 1967 fue una guerra de agresión brutal por parte de Israel, no fue
autodefensa.
Y el
monstruoso Estado sionista todavía no ha sido llamado a responsabilizarse por
ese crimen.
Traducción:
Tali Feld Gleiser.
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