Fragmentos del discurso del Papa Francisco en
Bolivia
Empecemos reconociendo que necesitamos un cambio.
Quiero aclarar, para que no haya malos entendidos, que hablo de los problemas
comunes de todos los latinoamericanos y, en general también de
toda la humanidad. Problemas que tienen una matriz global y que hoy ningún
Estado puede resolver por sí mismo. Hecha esta aclaración, propongo que nos
hagamos estas preguntas:
- ¿Reconocemos que las cosas no andan bien en un
mundo donde hay tantos campesinos sin tierra, tantas familias sin techo, tantos
trabajadores sin derechos, tantas personas heridas en su dignidad?
- ¿Reconocemos que las cosas no andan bien cuando
estallan tantas guerras sin sentido y la violencia fratricida se adueña hasta
de nuestros barrios? ¿Reconocemos que las cosas no andan bien cuando el suelo,
el agua, el aire y todos los seres de la creación están bajo permanente
amenaza?
Entonces, digámoslo sin miedo: necesitamos y
queremos un cambio.
Ustedes –en sus cartas y en nuestros encuentros– me
han relatado las múltiples exclusiones e injusticias que sufren en cada
actividad laboral, en cada barrio, en cada territorio. Son tantas y tan
diversas como tantas y diversas sus formas de enfrentarlas. Hay, sin embargo,
un hilo invisible que une cada una de esas exclusiones, ¿podemos reconocerlo?
Porque no se trata de cuestiones aisladas. Me pregunto si somos capaces de
reconocer que estas realidades destructoras responden a un sistema que se ha
hecho global. ¿Reconocemos que este sistema ha impuesto la lógica de las
ganancias a cualquier costo sin pensar en la exclusión social o la destrucción
de la naturaleza?
Si esto así, insisto, digámoslo
sin miedo: queremos un cambio, un cambio real, un cambio de estructuras. Este
sistema ya no se aguanta, no lo aguantan los campesinos, no lo aguantan los
trabajadores, no lo aguantan las comunidades, no lo aguantan los Pueblos… Y
tampoco lo aguanta la Tierra, la hermana Madre Tierra como decía San Francisco.
Se está castigando a la tierra, a los pueblos y las
personas de un modo casi salvaje. Y detrás de tanto dolor, tanta muerte y
destrucción, se huele el tufo de eso que Basilio de Cesarea llamaba «el
estiércol del diablo». La ambición desenfrenada de dinero que gobierna. Ese
es el estiércol del diablo. El servicio para el bien común queda relegado.
Cuando el capital se convierte en ídolo y dirige las opciones de los seres
humanos, cuando la avidez por el dinero tutela todo el sistema socioeconómico,
arruina la sociedad, condena al hombre, lo convierte en esclavo, destruye la
fraternidad interhumana, enfrenta pueblo contra pueblo y, como vemos, incluso
pone en riesgo esta nuestra casa común.
No quiero extenderme describiendo los efectos
malignos de esta sutil dictadura: ustedes los conocen. (…)
Ustedes, los más humildes, los explotados, los pobres
y excluidos, pueden y hacen mucho. Me atrevo a decirles que el futuro de la
humanidad está, en gran medida, en sus manos, en su capacidad de organizarse y
promover alternativas creativas, en la búsqueda cotidiana de «las tres T» ¿De
acuerdo? (trabajo, techo, tierra) y también, en su participación
protagónica en los grandes procesos de cambio, Cambios nacionales, cambios regionales
y cambios mundiales. ¡No se achiquen!
(…)
Quisiera, sin embargo, proponer tres grandes tareas
que requieren el decisivo aporte del conjunto de los movimientos populares:
3.1. La primera tarea es poner la economía al
servicio de los Pueblos: Los seres humanos y la naturaleza no deben estar al
servicio del dinero. Digamos NO a una economía de exclusión e inequidad donde
el dinero reina en lugar de servir. Esa economía mata. Esa economía excluye.
Esa economía destruye la Madre Tierra.
La economía no debería ser un mecanismo de
acumulación sino la adecuada administración de la casa común. Eso implica
cuidar celosamente la casa y distribuir adecuadamente los bienes entre todos.
Su objeto no es únicamente asegurar la comida o un “decoroso sustento”. Ni
siquiera, aunque ya sería un gran paso, garantizar el acceso a «las tres T» por
las que ustedes luchan. Una economía verdaderamente comunitaria (…)
3.2. La segunda tarea, eran 3, es
unir nuestros Pueblos en el camino de la paz y la justicia.
Los pueblos del mundo quieren ser artífices de su
propio destino. Quieren transitar en paz su marcha hacia la justicia. No
quieren tutelajes ni injerencias donde el más fuerte subordina al más débil.
Quieren que su cultura, su idioma, sus procesos sociales y tradiciones
religiosas sean respetados.
Ningún poder fáctico o constituido tiene derecho a
privar a los países pobres del pleno ejercicio de su soberanía y, cuando lo
hacen, vemos nuevas formas de colonialismo que afectan seriamente las
posibilidades de paz y de justicia porque «la paz se funda no sólo en el
respeto de los derechos del hombre, sino también en los derechos de los pueblos
particularmente el derecho a la independencia» (3)
(…)
Digamos NO entonces a las viejas y nuevas formas de
colonialismo. Digamos SÍ al encuentro entre pueblos y culturas. Felices los que
trabajan por la paz.
(…)
3. 3. Y la tercera tarea, tal vez la más importante
que debemos asumir hoy, es defender la Madre Tierra.
La casa común de todos nosotros está siendo
saqueada, devastada, vejada impunemente. La cobardía en su defensa es un pecado
grave. Vemos con decepción creciente como se suceden una tras otra cumbres
internacionales sin ningún resultado importante. Existe un claro, definitivo e
impostergable imperativo ético de actuar que no se está cumpliendo. No se puede
permitir que ciertos intereses –que son globales pero no universales– se
impongan, sometan a los Estados y organismos internacionales, y continúen
destruyendo la creación.
(…)
4. Para finalizar, quisiera decirles nuevamente: el
futuro de la humanidad no está únicamente en manos de los grandes dirigentes,
las grandes potencias y las élites. Está fundamentalmente en manos de los
Pueblos; en su capacidad de organizar y también en sus manos que riegan con
humildad y convicción este proceso de cambio.
Fuente: Discurso del Papa Francisco en el encuentro con los
movimientos populares en Bolivia, Santa
Cruz - Bolivia, 09 Jul. 2015
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