Hola a todos:
A continuación transcribo un valioso artículo de
Fernando Martínez Heredia que fue publicado el 14 de junio de 2013 en la web
cubana CubaDebate, en el que el autor expone importantísimos puntos de
vista sobre la construcción del socialismo y duras críticas del revolucionario
argentino-cubano Ernesto Guevara de la Serna al llamado “socialismo realmente
existente” en la URSS y Europa Oriental, contenidos en sus libros Apuntes
críticos a la Economía Política y Retos de la transición
socialista en Cuba (1961 – 1965), publicados por la Editorial de
Ciencias Sociales del Instituto Cubano del Libro, en el 2006 y el 2009,
respectivamente.
Ya en los primeros años posteriores al triunfo de la
Revolución Socialista Cubana el Che Guevara advertía graves deformaciones en la
economía y en el socialismo en la URSS, provenientes de la época del
establecimiento de la NEP, así como también en la forma en que el Estado y las
empresas planificaban, a tal punto que el Che consideraba que en la URSS y
otros países de Europa Oriental se estaba regresando al capitalismo; como
señala Martínez, esta previsión del Che se confirmó 25 años después.
Antes de referirse a los aportes del Che a la teoría
del socialismo y a la construcción del socialismo, Fernando Martínez explica
cuál fue el contexto ideológico del que surgió el proceso revolucionario
dirigido por Fidel, pues desde los años 30 del Siglo XX existían en Cuba dos
formas ideológicas de socialismo: el socialismo proveniente del movimiento
comunista internacional y el socialismo cubano; valora cómo triunfó la
Revolución Cubana, rompiendo los esquemas de la primera vertiente señalada.
Saludos:
Wilder Sánchez
23.10.2015
Véase el artículo con las fotos en:
CUBADEBATE: http://www.cubadebate.cu/opinion/2013/06/14/el-che-y-la-critica-desde-el-socialismo-cubano/#.VfTZjRF_Okp
El Che y la
crítica desde el socialismo cubano
En este
artículo: Cuba, Ernesto Che
Guevara, Fernando
Martínez Heredia, Revolución
cubana,Socialismo
14 junio 2013
Ernesto Che Guevara es uno de los nombres fundamentales en la historia del
pensamiento revolucionario cubano. Y es uno de los más prominentes marxistas
que participaron desde el Tercer Mundo en el proceso de universalización de esa
concepción teórica revolucionaria. Los dos títulos que se presentan aquí hoy
son de una enorme importancia para el conocimiento de la concepción
revolucionaria marxista del Che.
He analizado su pensamiento en numerosos escritos e
intervenciones desde hace décadas. Entonces, dedicaré la mayor parte de mis
palabras a un aspecto de la concepción teórica del Che que está muy
desarrollado en Apuntes críticos a la Economía Política, pero también está siempre presente en Retos de la transición socialista en Cuba (1961-1965).
No es
posible valorar ni sacarle mucho provecho a un pensamiento específico sin
conocer en alguna medida sus presupuestos ―tanto en lo concerniente al mundo en
que se elaboró como a la persona que lo hizo— y el lugar que ocupó ese
pensamiento respecto a las situaciones y los problemas fundamentales de su
época. Enumero cuatro aspectos del momento histórico al que pertenecen estos
dos libros: el triunfo del socialismo cubano; el tiempo en que ese socialismo
fue retado por el estado del pensamiento existente en un país capitalista
neocolonizado en el cual comenzaba una Revolución muy profunda; las
necesidades, el desarrollo y los conflictos propios de esa Revolución en el
poder durante su primera etapa (la que va de 1959 a inicios de los años 70); y
el conjunto de sus condicionamientos internacionales.
Las tres revoluciones cubanas sucedidas entre 1868 y
1935 habían exigido complejizaciones de la hegemonía de la dominación que
permitieran su reformulación eficaz en cada etapa posrevolucionaria. Una
consecuencia importante fue la incongruencia entre la estructura
económico-social y las dimensiones política e ideológica, que llegó a ser muy
fuerte durante la segunda república burguesa neocolonial (1936-1958). Se
estableció un delicado equilibrio dirigido a que nunca más hubiera una Revolución en Cuba, pero conllevaba el riesgo de que si esta sucediera, se vería obligada
a ser muy radical. Por ejemplo, el democratismo era más influyente que el
liberalismo. Estaba muy extendida la creencia en que grandes jornadas cívicas y
la adopción de nuevas leyes podrían satisfacer las necesidades de cambios de la
sociedad. La palabra revolución era muy utilizada, pero
las organizaciones políticas ―incluida la declaradamente socialista— no se
proponían utilizar esa vía para abatir el dominio del imperialismo y el
capitalismo nacional. El movimiento revolucionario insurreccional dirigido por Fidel tuvo que abocarse en la práctica a la victoria para
que el socialismo perteneciente al movimiento comunista internacional admitiera
esa posibilidad.
La Revolución socialista de liberación nacional que
triunfó en 1959 tuvo ese carácter por la praxis organizada y conciente que lo
conquistó, no a consecuencia de características de la estructura económica y
social del país. Ese segundo choque con los principios de la teoría-ideología
del socialismo guiado por la Unión Soviética y el movimiento comunista de su
campo ―la corriente mayor y más influyente del socialismo en el mundo—, pronto
fue seguido por otros. Se fue haciendo obvio que, además de ser un evento
trascendental por su inmenso alcance y por haber sido inconcebible, que
conquistó la liberación nacional y social del país, estableció un poder popular
fortísimo y enfrentó con éxito las agresiones de EE.UU., la Revolución cubana constituía una herejía dentro
del campo de las experiencias y las ideas socialistas.
Para
comprender estos eventos y sus consecuencias es preciso reconocer la existencia
de dos formas de socialismo en Cuba, que se iniciaron desde la tercera década
del siglo XX y han tenido una historia de contradicciones y conflictos, y
también de coexistencias y colaboraciones. Esas dos formas son el socialismo
proveniente del movimiento comunista internacional y el socialismo cubano.
Fidel
consumó su liderazgo completo en las jornadas de la fase inicial de la
Revolución en el poder, y desde entonces ha sido siempre el máximo guía
político e ideológico del proceso. El Che se mantuvo siempre junto con Fidel y
siguiendo su liderazgo, y compartió con él la colosal aventura de la Revolución.
En el transcurso de aquellos años, Fidel debió asumir sobre todo las funciones
de dirigente máximo y de educador popular, y el Che, que desempeñó un cúmulo de
responsabilidades prácticas en numerosos terrenos, elaboró al mismo tiempo en
aquellos años una obra teórica que es el más importante monumento intelectual
de la Revolución en su primera etapa, obra que por su alcance ha resultado muy
trascendente para la estrategia y el proyecto cubano, hasta el día de hoy y en
el futuro que alcanzo a pensar.
El
aspecto del pensamiento del Che al que voy a referir es el de su crítica al
socialismo que llamaban “realmente existente”, crítica que evolucionó y se hizo
cada vez más dura y fundamentada. Al hacerla, el Che procedió con arreglo a su
responsabilidad militante y de dirigente cubano.
Las experiencias procedentes de las nuevas relaciones
económicas con socios tan lejanos en muchos sentidos tenían que contener
insatisfacciones, incomprensiones y prejuicios, pero también críticas
provenientes de la diferencia de posiciones respecto a las cuestiones
económicas y el socialismo. En octubre de 1963, al planear un seminario para
los cuadros del Ministerio de Industrias, Che orienta relacionar y comparar los
sistemas de dirección. Comenta que hay que estudiar las relaciones entre el
sistema de dirección y los problemas económicos y las concepciones de los
países socialistas. Encerrarse en una “falsa concepción de la ley del valor”,
dice, les hizo perder contacto con el mundo exterior. La productividad mundial
dejó atrás a los otros países socialistas que, a diferencia de laURSS,
dependían del comercio exterior.1
Se
produce una lucha continua entre los aparatos centrales y las empresas, dice el
Che, porque estas buscan tener metas menores para sobrecumplir fácilmente o no
arriesgarse a incumplimientos; su éxito consiste en obtener mayores premios.
“Se está estableciendo entre el aparato central y la Empresa una contradicción
que no es socialista, una contradicción que atenta contra el desarrollo de la
conciencia”. Los dirigentes de empresas socialistas se van convirtiendo así en
expertos en engañar al Estado, deformándose como individuos, y ante el obrero
la imagen del buen dirigente es la del que “sabe” organizar para “sobrecumplir”
siempre.
En
julio de 1964, mientras culmina el debate económico público, Che ofrece una
visión de conjunto del problema a sus compañeros de Industrias. En la URSS se
prepara la reforma económica, en medio de discusiones que condujeron a la
destitución, en octubre, de Nikita Jruschov; en los países europeos de su campo
se habla mucho también de la reforma. Toma un ejemplo reciente que ha
estudiado, los análisis del 14º Congreso del partido polaco acerca de graves
deficiencias de la economía y cómo enfrentarlas. La utilización del cálculo
económico en un país que ya antes había descolectivizado su agricultura no
logra evitar males de todo tipo, incluidos algunos que parecerían propios de un
modelo muy autoritario, pero “la solución que se le piensa dar a estos
problemas en Polonia es el libre fuero de la Ley del Valor, es decir, la vuelta
al capitalismo (…) el cálculo económico, cuando llega, como debe llegar, a un
callejón sin salida, conduce por la lógica de los hechos a tratar de resolverlo
por el mismo sistema, aumentar el estímulo material, la dedicación de la gente
específicamente a su interés material y por ahí al libre fuero de la Ley del
Valor. Y por ahí al surgimiento en cierta manera de categorías estrictamente capitalistas
(…) Polonia lo está probando y creo que también van a probarlo otros países
socialistas”.
Che
reclama que se eviten excesos en la crítica, y que no se subestimen la
capacidad técnica, el empeño y la voluntad de acertar de numerosos involucrados
en los países del socialismo europeo. Pero denuncia de manera categórica la
apelación a tomar “como arma para luchar contra el capitalismo, las armas del
capitalismo”. Las motivaciones de “la sociedad donde la filosofía es la lucha
del hombre contra el hombre, de los grupos contra los grupos y la anarquía de
la producción” no podrán ser despertadas y utilizadas eficazmente para servir a
una sociedad basada en el poder socialista. Esta exige control riguroso y
conciente, “la colaboración entre todos los participantes como miembros de una
gran empresa (el conjunto de la economía), en vez de ser lobitos entre sí
dentro de la construcción del socialismo”.
Opina
que en vez de ir al fondo de los problemas, la práctica y el pensamiento de
estos socialistas se dejan llevar a la seguridad aparente de acudir a lo ya
probado. Las reformas pueden relucir como “descubrimientos” que remediarían la
falta de motivaciones suficientes en los actores económicos y lograrían la
subordinación de la producción para el consumo a las demandas de sus
consumidores, relacionar la rentabilidad con la venta del producto, etcétera.
Esos experimentos y ensayos de política económica son, sin embargo, remedos de
lo que el capitalismo hace eficazmente, porque lo universaliza y porque corresponde
a las relaciones fundamentales de su sistema. Existe una lógica que caracteriza
a cada sociedad: si la olvidamos, pagaremos un precio muy caro.
Por otra parte, Che invita a
no olvidar nunca la situación concreta de la cual ha partido Cuba en su
transición socialista. No somos ilusos, advierte, estamos tratando de edificar
efectivamente el socialismo “saliendo de una etapa semicolonial… de todos los
vicios, de todas las taras que nos dejó el capitalismo, con la misma gente, con
todos nosotros con mentalidad capitalista, hace unos años pensando siempre
cuánto íbamos a ganar”. La debilidad que padece Cuba no debe atribuirse a la
utilización de un sistema financiero determinado: “son debilidades de una
economía que ha cambiado su composición, su característica”.
El Che insiste, incansable, en
desbaratar la imputación que se hace a sus ideas de mantener un desprecio
“idealista” por el interés material, un simplismo que busca devaluarlas y
rehuir la discusión. Nadie en sus cabales desconoce la fuerza y el arraigo del
interés material, instalado a lo largo de la historia de las sociedades de
dominación y multiplicado y refuncionalizado por el capitalismo. La elección
está entre utilizarlo llana y acríticamente ―aunque se lamente que sea nocivo—,
o utilizarlo como un mal necesario, sin depender de él. Ser creativo desde la
situación concreta e inevitable, y organizar un proceso de erradicación
paulatina de los comportamientos económicos egoístas e individualistas. Ir
forjando otro mundo de actuaciones y valores, que pueda reunir diferentes
estímulos, implantar la norma que en nombre del deber social reconoce o
reprocha, al mismo tiempo que retribuye o no a partir del grado de
cumplimiento, o el estímulo a la capacitación dado por su conversión en
requisito para pasar a un nivel superior. Instrumentos como los citados, dice
el Che, persiguen la toma de conciencia de tipo mecánico en el individuo; hay
que perseguir, a la vez, la toma de conciencia de tipo dinámico, una de cuyas
formas fundamentales es el trabajo voluntario.
La creación de otra realidad
desde la existente, sin lo cual no hay revolución socialista, tiene que incluir
el espíritu crítico, fomentar la independencia de los criterios y la capacidad
de pensar y valorar con cabeza propia, y aprender a distinguir los caminos, sus
implicaciones y sus resultados. Es impresionante la vitalidad y la
hondura alcanzados por aquel análisis teórico que permitía, en medio de la
tormenta de la Revolución, señalar los graves peligros de copiar mecánicamente
y no ver las deficiencias del socialismo existente, y salirle al paso a la
resignación a lo que existe, la rutina y el seguidismo. El Che aprendió ―al
mismo tiempo— a reflexionar sobre la circunstancia en curso, la actuación
inmediata, los métodos y los fines mediatos, y a teorizar acerca de los asuntos
fundamentales.
En textos
no públicos, el Che expuso más libremente sus juicios. Consideraba que la URSS
había comprometido de manera fatal el futuro de su transición socialista cuando
convirtió en permanente la Nueva Política Económica que el país se había visto
obligada a adoptar en medio de una crisis interna terrible, poco después del
final de la Guerra Civil. Esa conclusión la extrajo de sus profundos estudios del
proceso de los primeros años del poder soviético y el pensamiento de Lenin y
otros bolcheviques. En los meses que siguieron a la retirada del Congo ―el tiempo en que
permaneció en Tanzania y Praga— escribió mucho, ordenó y expuso ideas y
organizó numerosos textos. Un trabajo fundamental de ese periodo son
estos Apuntes críticos a la economía política. Más de doscientos
comentarios del Che a la más reciente edición del Manual de Economía Política, texto docente oficial soviético, constituyen el
núcleo central del libro, que reúne también un gran número de textos del Che,
casi todos procedentes de sus cuadernos de notas, su correspondencia y la
transcripción de grabaciones. La gran mayoría permanecía inédita.
El Che ―que
admiraba a Lenin tanto como el que más— entró resueltamente a analizar los
hechos y las posiciones dentro de la Revolución y la Rusia bolchevique, en
busca de las experiencias y el conocimiento. Lo cierto, escribe, es que en
1921-1922 el país fue pasando “a las relaciones de producción que configuran lo
que Lenin llamaba capitalismo de estado, pero que en realidad también puede
llamarse capitalismo premonopolista en cuanto al ordenamiento de las relaciones
económicas.” Con la muerte de Lenin, dice, “se pierde el riquísimo acervo de su
pensamiento revolucionario y queda el reflejo de su postrer impulso por el
camino de la retirada”.
La confrontación principal que
existe en el mundo no es en modo alguno la que repiten las declaraciones y los
organismos de la URSS y el movimiento comunista, con sus supuestas tres fuerzas
revolucionarias: primera, el llamado sistema socialista mundial; segunda, el
proletariado de los países capitalistas desarrollados; y tercera, las luchas
por la independencia y la democracia nacional en el Tercer Mundo. En realidad,
dice el Che, el imperialismo no agoniza: “ni siquiera ha aprovechado al máximo
sus posibilidades en el momento actual y tiene una gran vitalidad (…) La
tendencia es a invertir capitales propios en el aprovechamiento de las materias
primas o en la industria ligera de los países dependientes.” La aguda
competencia en su seno “provoca una incesante marea de innovaciones técnicas…”
De la unión entre los
proletarios a escala mundial proclamada por las declaraciones, dice: “Falso de
toda falsedad. No hay punto de contacto entre las masas proletarias de los
países imperialistas y los dependientes; todo contribuye a separarlos y crear
antagonismos entre ellos (…) el oportunismo ha ganado una inmensa capa de la
clase obrera de los países imperialistas.” Sobre las revoluciones: “También es
falso que el proletariado (…) sea el que cumpla el papel dirigente en la lucha
de liberación en la mayoría de los países semicoloniales”. Ya no se puede
admitir la idea de que la burguesía nacional sea un factor progresivo en las
luchas revolucionarias: “La lucha contra la burguesía es condición
indispensable de la lucha de liberación, si se quiere arribar a un final
irreversiblemente exitoso”.
Al salir
del Congo y verse obligado a esperar, Che se entrega a una tarea que constituye
el inicio de una nueva fase de su obra. Siente la necesidad de llegar a
conclusiones sobre el socialismo realmente existente, asunto crucial para todos
en el mundo, y también de ofrecer una alternativa desde las ideas de los
revolucionarios marxistas de los países que han sufrido o sufren el
colonialismo y el neocolonialismo, que ahora quieren pelear por la liberación
total de las naciones y de las personas, y por el avance de la revolución
mundial. “Es un grito dado desde el subdesarrollo”, escribe en “La Necesidad de
este libro”, breve introducción para los Apuntes que contiene
planteamientos trascendentales. Se refiere en ella a la obra monumental que dio
origen al marxismo, las nuevas situaciones de la época imperialista, los
aportes extraordinarios de Lenin y la detención ulterior del desarrollo de la
teoría marxista. Enseguida expone las razones por las cuales hace la crítica de
la Economía Política:
Creemos importante la tarea porque la investigación
marxista en el campo de la economía está marchando por peligrosos derroteros.
Al dogmatismo intransigente de la época de Stalin ha sucedido un pragmatismo
inconsistente. Y, lo que es trágico, esto no se refiere solo a un campo
determinado de la ciencia; sucede en todos los aspectos de la vida de los
pueblos socialistas, creando perturbaciones ya enormemente dañinas, pero cuyos
resultados finales son incalculables (…) Nuestra tesis es que los cambios
producidos a raíz de la NEP han
calado tan hondo en la vida de la URSS que han marcado con su signo toda esta
etapa. Y sus resultados son desalentadores: la superestructura capitalista fue
influenciando cada vez en forma más marcada las relaciones de producción, y los
conflictos provocados por la hibridación que significó la NEP se están resolviendo
hoy a favor de la superestructura. Se está regresando al capitalismo.
Che espera serenamente el
repudio a su posición y la acusación de anticomunismo y oportunismo, el rechazo
de los que se sentirán heridos en su cariño y su lealtad, y también el sobresalto
sincero de otros “ante este cúmulo de razones nuevas y diferentes”. Pero confía
en que muchos podrán sentirse atraídos por este “intento de retomar la buena
senda”. A ellos se dirige el libro, “y también a la multitud de estudiantes
cubanos que tienen que pasar por el doloroso proceso de aprender ‘verdades
eternas’ en las publicaciones que vienen, sobre todo, de la URSS, y observar
cómo nuestra actitud y los repetidos planteamientos de nuestros dirigentes se
dan de patadas con lo que leen en los textos”.
Un largo
camino había recorrido Ernesto Guevara en una década. La Revolución había sido
su maestra. En la guerra y desde el poder revolucionario se desarrolló su
estatura como combatiente, dirigente y pensador, y ahora él ―como reclamara
Lenin 60 años antes— debía, en justo pago, enseñarle algo a la Revolución. Y lo
logró. La aventura socialista de un pequeño país aislado producía un
pensamiento capaz de continuar el trabajo excepcional mediante el cual Carlos Marx había
encontrado ideas capaces de subvertir el control de las ideas de la sociedad
por la clase dominante. Che escribió: “nosotros aportamos nuestro modesto
granito de arena”. Y a los compañeros cercanos más estudiosos les pidió
componer un “manual” cubano. Pensó seguramente que los que compartían su
posición continuarían la campaña de difusión de las actitudes y las ideas más
revolucionarias, que con tanto ardor y sistematicidad él llevó a cabo en su última
etapa en Cuba.
El acierto y el alcance de los
planteamientos del Che acerca de la esencia y el destino del socialismo
realmente existente solo se comprobaron 25 años después. Pero cuando hacia el
final del siglo pareció que todo lo logrado por la humanidad se perdería,
incluso la esperanza, el Che regresó. Celebramos ese regreso, que evidencia la
resistencia de los pueblos y el valor permanente de las ideas y del ejemplo.
Sin embargo, el pensamiento del Che siguió encontrando escollos y ha tenido que
ir ganando espacios paulatinamente. Uno de esos avances es esta labor de
establecimiento, organización y edición tan tenaz y tan importante, que va
entregando uno tras otros textos suyos, palabras que son luces y armas para el
entendimiento y para la acción, tan necesarios frente a los desafíos actuales.
Palabras en la presentación de los libros de Ernesto Che
Guevara Apuntes críticos a la Economía Política y Retos
de la transición socialista en Cuba (1961-1965), de la Editorial de
Ciencias Sociales del Instituto Cubano del Libro, durante la 22 Feria
Internacional de Libro de La Habana, en La Cabaña, 18 de febrero de 2013. La
compilación y selección de ambas obras ―que aparecieron por primera vez en 2006
y 2009 respectivamente— estuvo a cargo de la Dra. María del Carmen Ariet
García, del Centro de Estudios Che Guevara.
1- Desde este párrafo hasta el final, el texto es una versión
muy condensada y revisada del acápite 9 del capítulo II de mi libro Las ideas y
la batalla del Che, Editorial Ciencias Sociales / Ruth Casa Editorial, La
Habana, 2010. Las referencias de todas las citas del Che que hago pueden
encontrarse allí. Una segunda edición de esa obra acaba de aparecer.
CUBADEBATE: http://www.cubadebate.cu/opinion/2013/06/14/el-che-y-la-critica-desde-el-socialismo-cubano/#.VfTZjRF_Okp
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