Daniel Eskibel
Estudia los
mecanismos mentales de búsqueda y obtención de información, las vías
sensoriales de ingreso al cerebro, los procesos de decodificación, la
construcción de juicios políticos, el papel de la motivación y las
modalidades de archivo de la información en el cerebro. El eje
central es qué hace el ciudadano con la información que recibe desde
el sistema político y cómo la procesa interiormente.
El trabajo
lo publiqué originalmente en la Revista Comunicación y Pluralismo
de la Universidad Pontificia de Salamanca (España).
Introducción a propósito de la calidad de la comunicación
política
Para que la
comunicación política realmente esté al servicio de los ciudadanos y
de los dirigentes es imprescindible que, ante todo, sea buena
comunicación. Porque la buena comunicación política facilita el
diálogo y la escucha mutua entre políticos y ciudadanos, fomentando
de ese modo el conocimiento realista del otro, de sus acciones y de
sus problemas y ayudando a una mejor gestión social de las
expectativas de unos y otros.
La política es comunicación.
Siempre. Desde un principio. Buena comunicación es buena política,
entonces. Política al servicio del ciudadano. Y un punto de partida relevante
para hacer buena comunicación es conocer mejor los mecanismos
mentales a través de los cuales se procesa la información política
dentro del cerebro del ciudadano. Si el sistema político comprende
más y mejor esos mecanismos estará en mejores condiciones de depurar
de ruidos la comunicación política y hacerla más precisa, más eficaz,
más eficiente, más abierta a la escucha,
más dialogada y más democrática.
Algunas definiciones operacionales
Conviene
precisar, ante todo, los alcances de algunos conceptos que se manejan
en este trabajo.
En primer
lugar llamaremos 'información politica' a toda información generada
por el sistema político (partidos políticos, gobiernos, candidatos,
campañas electorales y organizaciones vinculadas).
En segundo
lugar usaremos indistintamente los conceptos 'cerebro' y 'mente'.
Esto es así por razones didácticas y de claridad expositiva y además
porque a los efectos específicos de este trabajo no es relevante la
discriminación entre lo biológico y lo psicológico.
En tercer
lugar cuando nombramos el 'procesamiento de la información política'
hacemos referencia a los eventos psicológicos ocurridos entre la
búsqueda y obtención de esa información en un extremo y su
almacenamiento en el otro. No estamos abarcando ni lo que ocurre
antes de la búsqueda ni lo que ocurre después del almacenamiento.
Y en cuarto
lugar téngase presente que tampoco ingresamos a un capítulo esencial
de la comunicación política que es el de las emociones y sus efectos
en la misma.
Por último
es menester especificar que el enfoque de esta trabajo se inscribe en
la psicología política, disciplina científica cuyo cuerpo central de
conocimientos se desarrolla a partir de sus experimentaciones
específicas y de la integración de aportes provenientes tanto de
otras ramas de la psicología como de las neurociencias y las ciencias
sociales.
El cerebro como buscador activo de información
El cerebro
humano es una portentosa maquinaria rastreadora de información. Desde
el principio de los tiempos ha operado como un radar que detecta todo
lo nuevo que surge en el ambiente, operación de vital importancia
para la adaptación humana a la realidad y para la sobrevivencia
misma. No recibe la información del entorno de un modo neutro y
pasivo sino que sale a buscarla activamente.
Más que un
receptor de mensajes, el cerebro es un buscador de información. En
nuestro tiempo son tres los grandes ámbitos donde busca esa
información. A saber:
1. La realidad material, el entorno físico en el que vive y por
el que transita el ser humano
2. Los otros seres humanos con los cuales interactúa
3. Los medios de comunicación
Estos tres
ámbitos actúan como inmensos repositorios de información, una
información que se mueve, que circula, que se transmite...y que
mientras lo hace va sufriendo transformaciones, agregados,
eliminaciones, cambios, depuraciones, amplificaciones y todo un
conjunto de modificaciones. La realidad material, las otras personas
y los medios de comunicación, entonces, no son solamente repositorios
de información sino que operan como filtros que dejan pasar algunas
informaciones y otras no, y también operan como editores que
reorganizan y resignifican el material informativo.
Del otro
lado de esta triple pared, de esta triple capa de filtros editores de
información, está el sistema político. Un sistema político que es un
emisor perpetuo, incesante e incansable de información.
Ese sistema
político está integrado por un abigarrado conjunto de elementos:
partidos políticos de la más diversa orientación, dirigentes,
militantes, estructuras comunicacionales, gobiernos locales,
regionales y nacionales, legisladores, funcionarios y otras personas
y organizaciones vinculadas directamente a la actividad política.
Esta composición implica en primer lugar que la masa informativa que
produce es inmensa, dispersa y diversa. Y en segundo lugar implica
que es una masa informativa llena de contradicciones y de
informaciones que se niegan y se excluyen unas a otras.
Toda esta
abigarrada producción informativa desemboca en los repositorios ya
mencionados de la realidad material, las redes de interacción humana
y los medios de comunicación. Es sobre esa información, ya filtrada y
editada, que el cerebro va a actuar como buscador, como radar, como
detector.
Cuando
creemos ingenuamente que una persona 'recibe' información política
estamos olvidando que ese 'receptor' es activo y que su 'recepción'
es el resultado de una tarea, de una acción. Para recibir pone en
juego sus sentidos, sus habilidades cognitivas y su motivación.
Inclusive la no recepción de los mensajes políticos es una conducta
activa. En estos casos el individuo no se interesa, no atiende, no ve
ni escucha. Muchas veces ni siquiera se entera de los mensajes, y en
otras muchas se entera pero se los saltea y los deja pasar sin darse
por enterado.
En una
palabra: el cerebro busca y elige la información que va a recibir. Y
descarta activamente la que no quiere recibir.
Las vías sensoriales
El primer
contacto del individuo con la información política va a ser, siempre,
el sistema sensorial. Allí están los puntos de contacto con el mundo:
la boca, la nariz, los oídos, los ojos y la piel. Estas vías
sensoriales son como nuevos filtros moduladores por los que pasa el
mensaje político. Con la diferencia que están en el propio individuo
y son manejadas por él. No son algo externo sino que forman parte de
sus propios recursos personales.
Los seres
humanos utilizamos las vías sensoriales en un doble sentido: por un
lado para vivir la experiencia de la realidad y por otro lado para
re-presentarnos psicológicamente esa realidad. Por ejemplo: vemos un
objeto externo a nosotros (vivimos la experiencia) pero además lo
podemos visualizar en nuestra mente cuando está ausente
(re-presentamos la realidad en nuestra mente).
En
definitiva: las vías sensoriales también inciden en la forma en que
se piensa la información recibida.
A los
efectos de una simplificación práctica, podemos hablar de tres
grandes sistemas sensoriales: el sistema visual, el sistema auditivo
y el sistema cinestésico.
1. El sistema visual refiere a la mirada y la visualización,
incluyendo aspectos vinculados al espacio (formas, movimientos,
colores...)
2. El sistema auditivo refiere a la escucha exterior y al diálogo
interno, incluyendo sonidos, música, ruidos y lenguaje hablado
externo e interno
3. El sistema cinestésico refiere básicamente a las sensaciones
táctiles (tacto, temperatura, humedad...), las sensaciones
recordadas, el sentido interno del equilibrio y la conciencia del
propio cuerpo. Por razones didácticas vamos a incluir aquí también
los sentidos del gusto y del olfato.
La Programación
Neurolinguística (PNL) es una disciplina muy valiosa a la hora de
comprender estos mecanismos sensoriales vinculados a la comunicación
(O'Connor & Seymour, 1995). Como explica la PNL, si bien todos
utilizamos los tres grandes sistemas sensoriales, de todos modos
siempre hay uno que predomina en cada individuo. Entonces algunos
serán más impactados por la voz y las palabras del candidato, otros
por su sonrisa y su imagen y otros por las sensaciones casi físicas
que sienten ante él. En cada caso dependerá del sistema sensorial
predominante en cada uno.
Ahora bien,
¿es igualmente persuasiva la información ingresada por cualquiera de
las vías sensoriales? Hace ya varias décadas que Mehrabian (1981)
investigó los factores que más inciden en la comunicación persuasiva.
Y aisló tres vectores fundamentales en la persuasión:
1. la imagen visual
2. las cualidades de la voz
3. el contenido de las palabras
¿Cuánto
pesa cada factor? Según la investigación de Mehrabian, y considerando
aquellos momentos en los cuales el comunicador habla de sus emociones
o de sus actitudes, el peso relativo de cada factor sería el
siguiente:
- El factor visual pesa un 55 % (postura corporal,
gestualidad, movimientos, colores, contraste figura-fondo...)
- El factor auditivo influye un 38 % (tono y volumen de la
voz)
- Y el factor contenido de las palabras un modesto 7 %.
La vía
sensorial visual, entonces, tiene un papel especial en la búsqueda y
obtención de información llevada adelante por el cerebro. Porque esa
vía visual le va a proporcionar información altamente relevante y
sensible derivada de la decodificación de las emociones y las
actitudes de los comunicadores políticos.
Estrategias de búsqueda y selección de información política
Algunas
investigaciones han puesto énfasis en descubrir las estrategias que
el cerebro pone en práctica para buscar, seleccionar y obtener
información política. En particular se destacan los trabajos de Lau
(1992, 1995), quien nos aporta algunas pistas extremadamente
importantes.
Según Lau,
hay dos patrones básicos para la búsqueda de la información política:
- Focalizarse en un político individualmente y obtener toda
la información posible sobre él antes de pasar a informarse
sobre otro. Es la búsqueda candidato-individual.
- Focalizarse en un determinado atributo por vez y obtener
toda la información sobre ese atributo proveniente de los
distintos políticos. Es la búsqueda entre-candidatos.
Los
ciudadanos que utilizan el primer patrón de búsqueda, el
candidato-individual, buscan activamente toda la información concerniente
a un determinado político: las características de su personalidad, su
programa de gobierno, su enfoque de los temas en debate en el país,
sus declaraciones, sus propuestas...
Cada uno
hace esta búsqueda de acuerdo a sus intereses y a la profundidad de
su mirada, pero siempre apuntando a la ampliación de su información
sobre ese político. Cuando tiene un panorama relativamente claro
sobre él, recién entonces pasa a buscar información sobre otro
político.
Distinto es
el procedimiento de los ciudadanos que utilizan el segundo patrón de
búsqueda, el entre-candidatos. Ellos toman un determinado atributo
(la simpatía, la capacidad de trabajo, la actitud ante el gobierno,
la posición frente a la temática del empleo, la salud, el aborto o
cualquier otra) y comparan a los distintos políticos en función de
este atributo. Y recién después de compararlos pasan a otro atributo.
En suma: el
primer patrón se basa en los candidatos y el segundo en los
atributos. El ciudadano busca información y para ello utiliza una de
las dos estrategias antes señaladas. Ahora bien, de aquí surgen
algunas interrogantes. A saber:
- ¿La búsqueda abarca a todos los políticos o solo a una
parte de ellos?
- Cuando se busca por atributos, ¿al cerebro le bastan unos
pocos o tiene que revisarlos todos?
- ¿El cerebro busca siempre con la misma intensidad o hay
períodos más fértiles para esa búsqueda?
Un concepto
que puede ayudar a aclarar esta dinámica es lo que en psicología se
conoce como “la regla del 37 %”, una regla que surge del análisis de
la experiencia práctica de quienes trabajan en selección de personal.
La regla (no conciente pero aplicada en la práctica) establece que
cuando la persona que selecciona personal ha estudiado los perfiles
del 37 % de los aspirantes al cargo, su cerebro ya tiene casi toda la
información que necesita para decidir. Tan es así que a partir de ese
momento elige al primer aspirante que supere al mejor perfil
identificado hasta entonces.
Idéntico
resultado obtuvo el Dr. Peter Todd (1997) estudiando un tipo de
búsqueda y selección completamente diferente: la elección de pareja.
El estudio se encuadra dentro de la línea de investigación de Todd
conducente a matematizar comportamientos humanos complejos. Su modelo
fue presentado en 1997 ante la Sociedad Británica de Psicología y
describe que:
- el cerebro estima silenciosamente la cantidad de personas
que a lo largo de la vida le pueden resultar especialmente
atractivas al individuo
- cuando la persona conoce al 37 % de ese total de
potenciales parejas, entonces el cerebro analiza las características
de la mejor de ellas y construye así el perfil de pareja que
busca
- cada nueva persona atractiva que sea conocida luego de
ese primer 37 % será comparada por el cerebro con la que definió
el perfil buscado
- finalmente, cuando alguien mejore ese perfil, el cerebro
emitirá señales indicando que esa es justamente la persona
indicada que se debe elegir
Ambos
ejemplos sugieren que el cerebro humano no agota la totalidad de
opciones posibles cuando debe optar entre una multiplicidad de
alternativas, sino que se detiene en su búsqueda cuando evalúa que ya
dispone de la información suficiente como para tomar una decisión.
Una hipótesis a explorar sería si conocer al 37 % de los políticos ya
le permite al cerebro clausurar la búsqueda, y otra sería si conocer
el 37 % de atributos de un político ya le permite considerar que
tiene información suficiente acerca del mismo. La misma secuencia de
ideas permite postular la hipótesis de una mayor apertura para buscar
información política nueva durante el primer 37 % de los años de vida
de cada uno, y durante el primer 37 % del período inter-electoral, y
también durante el primer 37 % de cada campaña electoral.
¿Cómo sabe
el cerebro humano que ha llegado al 37 % de los casos posibles?
Porque opera de modo inconsciente como una gran computadora que
ingresa grandes magnitudes de información y estima a altas
velocidades la cantidad de casos posibles. La intuición o el sentimiento
de que "ya ha visto suficiente como para formarse una
opinión" se apoya sobre complejos cálculos y estimaciones que
realiza el cerebro por debajo del nivel de la conciencia.
Decodificación aberrante de la información
Finalmente
la información política está en el cerebro del votante. Recortada,
seleccionada, subrayada, fragmentada, editada, modificada...pero
ahora sí dentro del cerebro. Pero hay un nuevo problema: la
información está codificada.
Claro que
en este aspecto la información política no es original ni se
diferencia mayormente de los otros tipos de información. Ya sabemos
que todo emisor codifica sus mensajes, los subordina a ciertos
conjuntos de reglas y de significados. Cada uno tiene sus propios
códigos y subcódigos y es inevitable que utilice los mismos. Pero
luego el receptor decodifica esos mensajes, los traduce. Y para esta
tarea de decodificación utiliza no los códigos del emisor sino los
suyos propios, los que el receptor ha aprendido a lo largo de su
vida. Y las diferencias entre los códigos del emisor y los del
receptor explican una parte muy trascendente de las dificultades de
comunicación.
El nivel
socioeconómico, el perfil psicográfico y actitudinal, la formación
cultural, el género, la edad, la filiación política, las ideas religiosas,
los valores humanos...todos estos vectores implican subcódigos que
van a incidir significativamente en la codificación y decodificación
de la información. Pero además cada uno construye su peculiar
combinación de códigos y subcódigos y en función de ella surge su
"mapa" de la realidad. Este mapa es un reflejo de la
realidad pero es diferente a ella (es un modelo, al igual que el mapa
que usamos en geografía representa a un determinado territorio pero
físicamente no lo es). Y así cada uno también utiliza su propio mapa
de la realidad para encriptar la información que emite, aunque tenga
tan naturalizado el proceso que ni siquiera percibe que está
encriptando. Luego el receptor traducirá esa información en base a su
propio mapa de la realidad, el que podrá tener más o menos puntos de
contacto con el mapa del emisor.
En
definitiva, una misma información política será traducida de diversa
manera por cerebros que utilizan distintos códigos, subcódigos y
mapas de la realidad. Ello puede dar lugar a lecturas diferentes, a
interpretaciones distintas, a veces a dudas y/o confusiones y a
modificaciones de la información que ya nunca más será igual a sí
misma. Es lo que Umberto Eco (1985) llama la decodificación
aberrante.
Claro que
en la comunicación política ese fenómeno es mucho más agudo aún,
sobrecargando en mucho la tarea de traducción que debe realizar el
cerebro.
El circuito cerrado de la política
Los
políticos suelen no percibirlo, pero sus códigos, subcódigos y mapas
son muy diferentes de los del ciudadano común. ¿Por qué? Porque el
mundo político es un mundo que tiende a cerrarse sobre sí mismo, a
plegarse hacia su interior, funcionando como en un circuito cerrado
de televisión.
Quienes
forman parte de ese mundo, quienes lo integran a plenitud, constituyen
un segmento netamente minoritario de la sociedad. Son miembros del
gobierno a nivel ejecutivo, legisladores nacionales y locales,
dirigentes partidarios, periodistas especializados, militantes
activos y núcleos de ciudadanos altamente interesados en la política.
Uno de sus mayores problemas comunicacionales, justamente, es que
frecuentemente no pueden o no quieren reconocer ese carácter de
minoría que los caracteriza. No a algunos, sino al conjunto del
sistema.
¿Por qué
son minoría? Tal vez por una característica propia de la democracia
representativa: los representantes están para eso, para ocuparse de
los asuntos a los cuales sus representados no pueden o no quieren
dedicarle su tiempo. La mayoría delega determinadas responsabilidades
en ese pequeño subconjunto minoritario. Y deja para ellos la atención
cotidiana de esos asuntos. Esto no significa que los ciudadanos no
quieran saber lo que ocurre en el ámbito político. De ninguna manera.
En realidad el ciudadano de comienzos del siglo 21 quiere saber y, más
que eso, quiere opinar. Pero el matiz que debemos comprender es que
eso está muy lejos de un involucramiento en el día a día de la
política.
El sistema
político, entonces, es una minoría de la sociedad contemporánea. Así
lo certifican todas las encuestas que se realizan en cualquier lugar
del mundo occidental. Todos los estudios, con variaciones de país a
país, revelan que el subconjunto de personas muy interesadas en la
política es un fragmento bastante menor del total de ciudadanos.
Pero además
de constituir una minoría, los miembros de este segmento social
construyen su propio mundo: el lenguaje, los conceptos, los hechos,
las iniciativas, los proyectos, las polémicas, la sutileza de los
matices, las respuestas de unos a otros...todo este edificio se
levanta a partir de un seguimiento cotidiano de la política.
Seguimiento que solo esta minoría realiza, y que es particularmente
ajeno a las mayorías. Y como mundo aparte que es, su propia dinámica
le lleva a divorciarse del lenguaje, la sensibilidad y la experiencia
de los restantes segmentos sociales.
Así es que
el sistema emisor de información política funciona en circuito
cerrado: una exaltada intervención de un senador opositor estará
básicamente orientada a sus pares oficialistas, los que reaccionarán
con respuestas aludiendo a sus rivales, quienes volverán a
responder...Todos refiriéndose a hechos y más que nada a palabras
conocidas por el mundillo político, todos dando por sabidos los
antecedentes y las entrelíneas. Desde afuera, el ciudadano común
muchas veces no escucha, en otras ocasiones escucha pero no entiende,
y en otras entiende pero no comparte la trascendencia del punto. Es
otro mundo.
A veces,
solo a veces, algunos hechos y algunos mensajes políticos abren
grietas en el circuito cerrado y llegan con impacto al gran público
(ese que sigue su vida como si nada mientras los políticos se
enfrentan con fiereza). ¿Cuándo se presentan estas grietas? Solo en
tres oportunidades:
1. Ante hechos excepcionales
2. Ante políticos excepcionales
3. Ante excepcionales procedimientos de comunicación política.
Fuera de
las excepciones, fuera de las grietas en el circuito cerrado, la
decodificación que hace el cerebro de la información política es aberrante.
O sea totalmente divergente de lo esperado por el emisor. Porque el
receptor vive en otro mundo, y tiene sus propias reglas para
interpretar los mensajes.
Construcción de juicios políticos
¿Cómo
se procesa y cómo se almacena la información política en el oscuro
laberinto del cerebro?
A partir de
la información de que dispone, sometida a todas las torsiones y
distorsiones señaladas anteriormente, cada ciudadano formula juicios
respecto a los diferentes políticos. O sea que su cerebro produce
afirmaciones y negaciones respecto a algunos de ellos, sus conductas
y sus ideas. Y produce evaluaciones positivas y/o negativas a su
respecto.
El cerebro,
según las investigaciones de Huang y Price (2001), cuenta con 2
mecanismos distintos para esta tarea:
1. Procesamiento online
2. Procesamiento basado en la memoria
El juicio
online sobre el político ocurre de modo espontáneo ante el encuentro
con información relevante al respecto. Es un procesamiento “sobre la
marcha” y conducido por impresiones del momento. El cerebro lleva un
“contador de evaluaciones”, una “cuenta corriente” de juicios sobre
determinado candidato, y ese resumen se actualiza cada vez que
aparece información nueva. El episodio que motiva la actualización
del “contador” puede llegar a olvidarse con cierta facilidad, pero la
actualización de la cuenta permanece.
Un ejemplo
hipotético: ante determinada información la persona establece el
juicio de que el político X es corrupto. Luego van apareciendo a lo
largo del tiempo nuevas noticias ante las cuales la persona vuelve
una y otra vez al juicio de que X es corrupto. Llega un momento en el
que la persona posiblemente olvide mucha información concreta, pero
mantiene bien presente su juicio sobre el candidato.
En el caso
del procesamiento basado en la memoria, en cambio, el ciudadano no
almacena juicios sobre el político sino informaciones respecto al
mismo. Entonces debe evocar la información, recuperarla del archivo,
y recién a partir de allí formular un juicio. Este modo de procesar
la información política es menos frecuente que el anterior.
De manera
que tenemos juicios basados en la memoria y juicios online. Estos dos
modos de elaboración de la información se suman a la otra díada ya
explicitada anteriormente: el procesamiento de la información sobre cada
uno de los políticos y sobre la comparación de los atributos de
varios políticos. A estas variables tenemos que agregar una más: la
motivación que cada ciudadano tiene para obtener información política
y para destinarle tiempo a su evaluación.
El factor motivacional
La
motivación para la búsqueda de información política se distribuye
desigualmente en la sociedad. Los más motivados se encuentran
habitualmente entre los formadores de opinión. Su modalidad para
obtener, procesar y almacenar la información política se caracteriza
por ser un escrutinio político por político, profundizando en uno
tras otro sucesivamente.
Por otro
lado, en el extremo opuesto de la escala, están los menos motivados
de todos en materia política. Ellos tienen una recordación mucho
menor de los hechos políticos ya que su esfuerzo cognitivo para
obtener información al respecto es muy limitado. Su modalidad
predominante de búsqueda de información es la comparación de
atributos entre distintos políticos.
Archivo de la información política en la memoria
La forma en
que el cerebro archiva la información política en la memoria depende
de los factores ya señalados:
- Estrategias de obtención de información en base a
políticos o en base a atributos
- Mecanismos de formulación de juicios ya sea online o
basados en la memoria
- Grado de motivación para la obtención y el procesamiento
de la información política
La
interacción entre estos factores da lugar a diferentes modalidades de
archivo de la información política en el cerebro:
- Algunos archivos son más superficiales y otros más
profundos y completos
- Algunos ciudadanos archivan mucha más información que
otros. Y esa información está mucho más teñida de interés y de
color emocional
- Mientras unos ciudadanos archivan en distintas
"carpetas" correspondientes cada una de ellas a un
político distinto, otros archivan en “carpetas” correspondientes
cada una a un atributo diferente
- Algunos ciudadanos archivan impresiones y juicios rápidos
sobre los políticos (juicios que luego irán actualizándose ante
cada nuevo episodio que los involucre) mientras que otros
archivan una memoria más detallada de los hechos y
posicionamientos que van adoptando esos políticos.
A modo de conclusión provisoria
La
Psicología Política está produciendo conocimientos relevantes acerca
de lo que sucede con la información política que ingresa al cerebro
del ciudadano. Esos conocimientos no son definitivos ni abarcan la
totalidad del campo de estudio. Sin embargo son pistas sólidas para
seguir avanzando en la tarea de iluminar ese laberinto oscuro que por
momentos parece el cerebro, pistas para que deje de ser una caja
negra y comience a volverse más transparente.
Seguramente
varias de estas pistas son sorprendentes para el sistema politico, ya
que desafían su olfato, contradicen algunos lugares comunes e
instauran una lógica diferente. Pero del acercamiento entre sistema
político, especialistas en comunicación y expertos en psicología
política seguramente irá surgiendo una comunicación política que cada
vez esté más al servicio del ciudadano. Una comunicación
política que tendrá tanta mayor calidad y efectividad cuanto más
logre alinearse con los mecanismos mentales de procesamiento de la
información.
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