Elecciones
van Elecciones vienen
Algunas ideas sobre esta participación electoral de la Izquierda.
Saludo, Campo E Galindo – oct 21/15
La siguiente evaluación de la participación electoral de la Izquierda en
campañas electorales, no está referida a los resultados cuantitativos que se
obtengan; son unas consideraciones sobre concepciones y procesos, y no sobre
cifras; totalmente independiente del número de votos o de curules que se
alcancen. Este esbozo analítico es crítico, pero no pretende que los resultados
del domingo lo validen o invaliden. Ni me quitarán ni me darán la razón.
¿Para qué la participación electoral? Cuando
hace algunas décadas, las organizaciones de la Izquierda discutían y analizaban
sus propios asuntos, si participar o no en elecciones, el para qué y el cómo,
eran temas apasionantes que se debatían una y otra vez. Hoy, las militancias
han abandonado ese y otros debates cruciales, pues la formación política no
hace parte de sus agendas. Consecuencia de ello, hay una gran confusión entre
muchos sobre las funciones, los alcances y las posibilidades de la lucha por
representaciones dentro del estado para una estrategia transformadora.
Lo palpamos claramente en esta campaña. Todos
naturalmente quisimos “arañar” pedacitos de la administración pública, pero muy
pocos sabían para qué ni con qué posibilidades o implicaciones. Con intuición
y buena voluntad se respondían los interrogantes, si es que se hacían…
Nadie, antes de lanzar candidatos hizo un balance de lo que han sido los
gobiernos “progresistas” de América Latina, o de Bogotá, o el desempeño de
nuestros diputados y concejales actuales o anteriores. Todo lo vemos al
derecho, bello y digno de imitar, especialmente si esa es la “orientación” que
proviene de las sacrosantas direcciones nacionales.
No faltan quienes siguen creyendo que un giro es un proceso acumulativo
de toma de posiciones dentro del estado hasta que lo podamos poner al servicio
de las mayorías. Hacia allá creen marchar cuando luchan por una alcaldía o una
curul cualquiera. Como no hay debate, no se sabe si estamos ante la ignorancia,
la ingenuidad, o incluso, frente a una convicción.
Lo territorial. La literatura política
contemporánea, y la de Izquierda, se llenó en las últimas décadas de
territorio. Lo que actualmente no tenga el adjetivo “territorial” se considera
fuera de foco, incompleto o abstracto. Ello tiene razones profundas asociadas a
las resistencias mundiales contra el proyecto de la globalización neoliberal.
En nuestro medio, ese lenguaje satura nuestros planteamientos y nuestras
consignas (“la defensa del territorio” por ejemplo), pero la comprensión de lo
territorial es lamentable y se está volviendo un slogan incorporado a la fuerza
para aparentar autoridad argumentativa. En nuestras campañas electorales
funcionó así:
A pesar de que esta campaña era para elección de autoridades
departamentales, municipales y submunicipales, o sea “territoriales”, brillaron
por su ausencia los proyectos propiamente “territoriales”. Es decir, no hubo
elaboración de línea política local, y en cambio, las organizaciones
desempolvaron un repertorio de consignas desarticuladas, muy pocas enfocadas a
la situación concreta del territorio que se pretende transformar. Suele decirse
que las líneas nacionales se adaptan a lo regional y lo local, pero ello se ha
convertido en un comodín. Esa teoría de la adaptación es facilista, y
simplemente justifica la desidia mental para no acometer el estudio y la lucha
política en los planos más inmediatos, que es donde ella tiene consecuencias
prácticas y personales.
Nuestras campañas cayeron en la trampa de las causas particulares. Especializarse en la defensa de sectores o consignas específicas es válido,
mucho más si se trata de causas tan nobles como el sindicalismo, el
campesinado, la educación, la salud, el ambientalismo o minorías sociales. Pero
abandonar las causas generales, olvidarse del conjunto, negarse a los proyectos
de región y de ciudad para este evento concreto, es hacerle una concesión al
mandato neoliberal de confinarnos en los microterritorios y delegarles a sus
mandatarios el pensamiento y las actuaciones globales. Si nuestros concejales,
diputados y demás elegidos, no tienen vocación de Estado y no van a las
corporaciones públicas a pelear las orientaciones generales del municipio y el
departamento, terminarán como funcionarios del alcalde y el gobernador de
turno. Una oposición sin proyecto nunca será seria.
De manera que, la Izquierda nuestra no ha podido decirle a la ciudadanía
local cuál es la Urbe que quiere y por la cual convoca a luchar; no tiene
proyecto de ciudad; no nos cabe la ciudad en la cabeza. De igual manera ocurre
en los departamentos, las subregiones, comunas y todo aquello que llamamos
“territorialidad”. Nuestro lenguaje sobre lo territorial es un auténtico
palabrerío. Sin proyectos territoriales, no se entiende cómo hace la Izquierda
para participar en unas elecciones de autoridades locales.
La burguesía colombiana carece de “enemigo interno”. La ausencia de proyecto territorial, tanto de región como de ciudad,
imposibilita a la Izquierda local para desarrollar una oposición seria a las
élites empresariales que desde el siglo XIX hegemonizan la política, la economía
y la cultura. Las militancias locales no entienden las particularidades
sociales, históricas ni económicas de la dirigencia regional, por lo cual
practican la teoría de la “adaptación” de lo nacional a lo local de una manera
mecánica. Resultado de lo anterior, nunca dan en el blanco, o mejor dicho, su
blanco no está por estas comarcas. A la burguesía criolla, el discurso de la
Izquierda “le resbala”, no la toca.
Los Grupos Financieros y Empresariales hegemoniza como quiere la
política regional, financia las campañas electorales, es quien realmente da
avales y dirime las disputas entre los políticos regionales; es el dueño del
proyecto de región y del proyecto de ciudad hoy vigente entre nosotros, pero
nuestra Izquierda no sabe qué es el la Élite o no se interesa por saberlo ni
cómo funciona. Sobra que hablemos de las relaciones de ese monstruo
político-económico con los partidos a nivel nacional y local, con las ONGs, los
altos funcionarios, las comunidades, y de su inmensa capacidad de cooptación.
Los grupos empresariales sí podrían decir que, no tiene enemigos a la
izquierda.
Otra distorsión “territorial”. Sobre
lo territorial, hay otra distorsión más que inunda nuestros discursos. Es el
sesgo desarrollista, ambientalista y economicista que impide aterrizar ese tema
en su relación intrínseca con la lucha por el poder. Quien tiene vocación de
Estado, asocia el tema de la territorialidad primero que todo, con el del orden
público y de la seguridad, pues el orden público es ante todo un orden
territorial que rige en un país, una región o una localidad. Todo gobernante lo
sabe. Sin control territorial no hay gobierno posible; por lo tanto el problema
real del territorio, es el problema del poder político y viceversa.
Los temas del territorio y la territorialidad no empiezan por el medio
ambiente ni por el desarrollo económico. Empiezan por el orden público,
especialmente en un país como el nuestro, donde hemos vivido un conflicto
armado de más de 5 décadas cuya esencia misma, es una disputa territorial.
Siendo el orden público el tema territorial por excelencia, no se
entiende cómo una Izquierda tan “territorial” no levanta propuestas audaces
sobre ese asunto básico, y le sigue dejando el tema a las otras fuerzas
políticas, que no dejan de especializarse en las problemáticas de violencia,
convivencia e inseguridad. Nuestros relatos sobre la inseguridad, especialmente
urbana, rayan en la pobreza. Analizamos la inseguridad y los temas de la
violencia en las ciudades como un reflejo nítido del conflicto armado nacional;
como si este se trasladara mecánicamente de las áreas rurales a las urbanas.
Así nos ahorramos el esfuerzo de investigar, desentrañar la particularidad y
proponer algo propio que se salga del círculo vicioso del aumento del pie de
fuerza y las tecnologías represivas al servicio de los autoritarismos.
Debemos entender primero, que el tema de la seguridad es el tema
territorial por excelencia; y segundo, que él no es de derecha ni de izquierda;
lo que es de derecha o de izquierda es su enfoque. Termina siendo un
contrasentido enarbolar propuestas sobre medio ambiente, desarrollo económico y
paz, aunque les pongamos el adjetivo “territorial”, si no decimos nada o
decimos poco sobre orden público y seguridad ciudadana.
Voto preferente o ego preferente. El método
del voto preferente cae como anillo al dedo al fraccionamiento de la Izquierda
en nuestro medio. Muchos lo consideran muy “inteligente” porque les ahorra el
esfuerzo de discutir, acordar, planificar conjuntamente, y sobre todo, el de
renunciar a los egos y los delirios vanguardistas diseminados por todas las
organizaciones. Las “cabezas de ratón” juegan a todas sus anchas y mientras una
próxima reforma política prohíbe la metodología “inteligente”, la ratonera
devora toda posibilidad de proyecto unitario, tan urgente en esta coyuntura de
transición de la guerra a la paz en Colombia.
Un obstáculo a la unidad ha sido la ausencia de debate entre los
colectivos y al interior de ellos. Cada quien construye en silencio su propia
exclusividad y nadie se atreve a ponerla en juego. La construcción de la unidad
solo es posible en un ambiente de discusión e intercambio de puntos de vista,
que incomoda a muchos compañeros.
El otro problema, característico del espíritu de secta predominante, es
el afán de ajustar cuentas, así vengan desde el siglo pasado; el desvelo de
unos por atajar a otros; cierto ambiente de carnicería que se agudiza hacia
afuera y hacia adentro de las organizaciones cuando de certámenes electorales
se trata; una especie de “todo vale” para salirse cada cual con la suya. Nunca
la Izquierda se parece tanto a la Derecha como en unas elecciones de
autoridades locales.
La pregunta que cabe es, por el objeto de la disputa. ¿Cuál es ese
preciado trofeo que está en juego? Parece ser que es una foto en primera
página, alguna entrevista radial o televisada, el manejo de un presupuesto
público o una nómina burocrática. Todo podría ser legítimo, si por lo menos
estuviera al servicio de un proyecto debatido y conocido por todos. Pero es eso
lo que no hay: política.
Nada “despeluca” tanto a la Izquierda como una coyuntura electoral. Ella trastoca sus prioridades, mete sus principios al congelador,
colecciona enemigos, inventa alianzas espurias y al final, sale destrozada. Lo
más grave es que como estamos en un país hiper-electoral, cuando trata de
reaccionar y curar sus heridas, ha empezado la campaña siguiente. La Izquierda
en Colombia es una sobreviviente no solo de la guerra sucia contrainsurgente,
sino también de las campañas electorales.
De: galindo alvarez campo elias <cegalindo@une.net.co>
Fecha: 22 de octubre de 2015, 8:34
Asunto: El Tamaño de la Democracia
En: Campo Galindo/Verde Verde, Centro Centro
de: Clara Niño <musicolombiana@hotmail.com>
para: (…)
fecha: 3 de noviembre de 2015, 18:49
asunto: FW: 'Elecciones y lecciones' galindo alvarez campo elias.
Nota.- En Colombia se realizaron elecciones
municipales, departamentales, el 25 de Octubre del presente año.
-.o0o.-
COLECTIVO PERÚ INTEGRAL
9 de noviembre de 2015
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