23-11-2015
En
Argentina, hoy, los ciudadanos deberán elegir entre dos variantes conservadoras
y represivas de los movimientos sociales y es posible que gane un empresario
multimillonario inculto y obtuso, pro-imperialista y neoliberal declarado que,
pese a ello, tendría que aplicar una versión muy aguada del desarrollismo
estatalista y extractivista.
Ha llegado a su fase final la política suicida de
la desmovilización de los movimientos sociales, de la oposición a la
independencia política y la libre creatividad de los trabajadores, de la
concentración de las decisiones en el grupo que controla el gobierno creyendo
que tiene el poder y que maniobra en y con el Estado (que sigue siendo
capitalista). O sea, la etapa de los gobiernos llamados “progresistas” que
buscaban modernizar y reforzar al capitalismo en sus países pero, al mismo
tiempo, apelaban al distribucionismo y el asistencialismo para mejorar el nivel
de vida (y el consumo de los productos de las transnacionales). En este fin de
fase se revela también la miseria intelectual de los que siempre ignoraron que
las reformas progresistas son solamente el subproducto de una relación de
fuerzas impuesta al imperialismo y a las oligarquías por la lucha de los
trabajadores campesinos, manuales, intelectuales contra la explotación y la
dominación capitalista y no solamente por dorar y alargar las cadenas. Los que
esperaron y esperan todo de Salvadores, Líderes Máximos y gobiernos
“progresistas” sin recordar ni el proverbio popular de “a Dios rogando y con el
mazo dando” ni que “la liberación de los trabajadores será obra de los
trabajadores mismos” están anonadados. Los trabajadores más conscientes, en
cambio, se preguntan “¿y ahora, qué hacemos?” y también “¿cuál es la causa de
este nuevo desastre?”.
En Argentina, los dos candidatos burgueses, que
declaran abiertamente que reprimirán y que seguirán pagando la duda de las
empresas asumida por el Estado, no tienen grandes diferencias y reunirán más
del 95 por ciento de los votos emitidos porque los votos del Frente de Izquierda
y de los Trabajadores (FIT) se reducirán ya que muchos votarán por el “mal
menor” Daniel Scioli. Medio país se enfrentará a la otra mitad. Pero eso será
sólo en las urnas ya que ambos candidatos son peronistas de derecha, ambos se
formaron en el menemismo cínico, corrupto y neoliberal y porque la mayoría de
quienes voten por Scioli no confían en éste y lo apoyan sólo para evitar el
“mal peor”, o sea, el triunfo de Mauricio Macri mientras que quienes voten por
éste en su mayoría lo harán sin esperar mucho de él para protestar contra la
prepotencia y la corrupción gubernamentales. Ni hay millones de sciolistas ni
tampoco millones de oligarcas proimperialistas. Quien triunfe no tendrá
votantes incondicionales que le den un margen de maniobra. Por el contrario, en
plena crisis económica nacional y mundial y sin tener mayoría parlamentaria,
deberá enfrentar la oposición de medio país y también la falta de confianza de
la mitad de esa otra mitad que lo votó.
El margen de maniobra muy reducido del presidente
que hoy se elija le obligará a modificar los plazos y las formas en que pensaba
aplicar sus políticas recesivas y represivas y a negociar con los movimientos
sociales de resistencia y con sus ex adversarios políticos. Macri, por lo
tanto, no podrá prescindir del aparato estatal a pesar de sus declaraciones
antiestatales ni podrá eliminar inmediatamente los subsidios a los servicios
públicos o los planes asistenciales ni devaluar enseguida el peso sino que
preferirá contraer grandes préstamos y hacer acuerdos de inversión leoninos
para contener prioritariamente la resistencia social. La propaganda
kirchnerista antimacrista aparecería así desmentida lo que hace correr el
riesgo de reforzar algo la heterogénea banda derechista, proimperialista y
oligárquica que apoya a Macri .
El FIT, por su parte, espera desde siempre un
derrumbe del peronismo y que un caudal importante que creyó en el kirchnerismo
pase automáticamente a la izquierda. Hizo una campaña de muy bajo nivel basada
sólo sobre la similitud de los dos candidatos burgueses conservadores y se
ilusiona creyendo que será el eje de más de un millón de votos en blanco que,
en estas condiciones, representarían un paso hacia la independencia política.
Pero muchos votos al FIT posiblemente habrán votado por Scioli para que no
ganase Macri ya que el FIT se limitó a decir que ambos candidatos devaluarían,
aumentarían la deuda, traerían el ajuste y la desocupación sin definir mejor ni
quiénes están detrás de cada uno (que son diferentes y por eso hay dos
candidatos), ni qué hacer fuera de las elecciones e inmediatamente después de
las mismas, ni cuáles deben ser las ideas- fuerza y la alternativa a nivel de
cada provincia y del país teniendo en cuenta la imposibilidad de depender sólo
de la exportación de granos y de minerales, la crisis mundial y la marcha hacia
una guerra que hasta el Papa ve venir.
El FIT no une la resistencia sindical y fabril con
la lucha por crear las bases para el socialismo destinando las tierras a la
producción de alimentos y no a la exportación de monocultivos, protegiendo el
ambiente de la contaminación agroindustrial y minera, modificando los consumos
superfluos o nocivos, desarrollando polos productivos en las provincias para
evitar la concentración de todo en Buenos Aires. No une la lucha por la
democracia sindical con otra en todos los terrenos jurídicos, económicos,
culturales, contra la hegemonía política capitalista. No cree en la formación
de organismos democráticos de base en el territorio que unan a toda la
izquierda social, enseñen a practicar la democracia de base contra los acuerdos
de aparatos, construyan poderes locales. Superar el peronismo exige en cambio
objetivos creíbles, ideas superiores, soluciones sólo posibles con un cambio de
sistema y, sobre todo, eliminar el dogmatismo y el sectarismo y aspirar
claramente a dirigir el país.
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