La
Vanguardia
28-11-2015
El Presidente francés, François Hollande, despliega
estos días una enorme actividad encaminada a forjar esa “gran y única
coalición” contra el Estado Islámico que los bárbaros atentados de París le han
inspirado. El lunes recibió a David Cameron en París, el martes se encontró con
Obama en Washington, ayer cenó con Merkel en el Elíseo y hoy recibe a Matteo
Renzi antes de salir para Moscú a entrevistarse con Vladimir Putin. Esta
actividad será inútil.
El motivo es que tal ofensiva no tiene la menor
posibilidad ni intención de abordar el principal problema del momento: el
sostén al enemigo declarado por parte de los Estados amigos del Golfo y
de potencias de la OTAN, particularmente Arabia Saudita, Qatar, los Emiratos
Árabes Unidos, Kuwait y Turquía. La propia OTAN, como tal, está mucho más
preocupada por los “avances” rusos -los insólitos desafíos militares de Moscú,
primero en Ucrania y ahora en Siria- que por el Estado Islámico que
militarmente no es gran cosa.
El viernes, el Consejo de Seguridad de la ONU aprobó
por unanimidad la resolución francesa que llama a “redoblar y coordinar
esfuerzos para prevenir y suprimir los actos terroristas cometidos por el
Estado Islámico así como el Frente Al Nusra y los demás individuos, grupos,
proyectos y entidades asociados con Al Qaeda y otros grupos terroristas”. Esa
voluntad nace muerta mientras no se ponga orden en la coalición occidental. Y
el problema es que eso no puede hacerse sin desestabilizar toda la geopolítica
de occidente en la primera región energética del mundo.
En Siria hay tres fuerzas que combaten al espectro
señalado por la resolución de la ONU: el régimen de Asad, dictatorial y
sanguinario, los rebeldes kurdos y la aviación rusa. Las potencias occidentales
y sus amigos del Golfo son hostiles a los tres; el cambio de régimen en Damasco
ha sido hasta ahora la prioridad occidental, los rebeldes kurdos son
bombardeados por Turquía, y el derribo del avión ruso y los apoyos que ha
recibido en Bruselas y Washington, hablan por si solo. Y eso en la hipótesis más
optimista de que no hubiera un acuerdo previo de Turquía con la OTAN respecto
al derribo del avión.
Para quienes definen la estrategia belicista en
Bruselas y Washington -que son los mismos- que Rusia se haya metido en el
avispero sirio y que el ejercito de Asad avance posiciones gracias a ello, es
mucho peor que el Estado Islámico. Respecto a Turquía y los amigos del Golfo,
basta con echar un vistazo al documentado informe de Nafeez Ahmed, un conocido
periodista británico de The Guardian, para comprender el alcance de la
broma.
Turquía ha proporcionado miles de pasaportes falsos
al Estado Islámico, incluido a sus brigadistas europeos que entran y
salen de la UE como Pedro por su casa, como se ha demostrado trágicamente en
París. Turquía ha permitido el tránsito de columnas islamistas por su
territorio para atacar a los kurdos en la ciudad siria de Serekaniye, informó
el año pasado Newsweek. “Comandantes del Estado islámico nos decían que
no temiéramos nada porque había una plena cooperación con los turcos”, explicó
un técnico de esa organización citado por el semanario. En los tribunales y
diarios turcos, son abrumadoras las pruebas y testimonios de esa complicidad,
tanto en tráfico de armas, como de personas y de petróleo a lo largo de la
frontera. El periodista Ahu Ozyurt del diario Hurriyet ha explicado su
“conmoción” al conocer los sentimientos pro Estado Islámico de los “pesos
pesados del AKP -el partido de Erdogan- en Ankara. “Son como nosotros, luchando
contra siete grandes potencias en la guerra de independencia”, señalaba uno de
ellos. “Prefiero tener al Estado Islámico de vecino que no al PKK”, el partido kurdo,
decía otro, citado en el mencionado informe de Nafeez Ahmed.
Mientras las modernas armas antitanque occidentales
y la financiación llegan al Estado Islámico y otras franquicias integristas a
través de los amigos del Golfo, y mientras el petróleo y las personas circulan
a través de la frontera turca, en Occidente se asombran por la resistencia y la
expansión del proclamado enemigo, cuya logística y economía cuenta con
complicidades tan flagrantes como inconfesables. En el Bundestag la
vicepresidenta Claudia Roth, una partidaria de las “intervenciones militares
humanitarias” se asombra de que la OTAN haya consentido a Turquía el
entrenamiento y la transferencia de armas para los guerrilleros integristas.
Cuando en septiembre del año pasado, en la comisión militar del Senado de
Estados Unidos se le preguntó al entonces militar número uno del país si algún
Estado árabe “aceptaba” al Estado Islámico, la respuesta del General Martin
Dempsey, presidente del Estado Mayor Conjunto, fue meridiana: “conozco a grandes
Estados árabes que lo financian”.
El martes en Washington Hollande propuso a Barack
Obama que se selle la frontera turco-siria, un propósito elemental dada la
situación, pero el Presidente de Estados Unidos no estuvo nada receptivo al
respecto. Su mensaje general, además de defender el derribo del avión ruso, fue
que Rusia no puede ser un “socio fiable” mientras apoye a Bashar el Asad.
“Detrás de la idea de una “gran y única coalición”
contra el Estado Islámico que Hollande abrazó en su marcial discurso de
Versalles del día 16, “está la voluntad de los rusos de primar sobre los
americanos en Europa y dividir a la OTAN”, advierte un experto americano en
declaraciones a Le Figaro. La lógica de bloque, de hacer pagar caro a
Moscú su desafío militar -en Ucrania y en Siria- pesa en Washington mucho más
que cualquier veleidad de coalición. Ante estas señales el propio Hollande
vacila. Su visita de hoy a Moscú, significativamente la última de la serie, no
aportará nada.
Sin sus amigos, sus cómplices y sus flujos, en y
desde Turquía, Arabia Saudita y Qatar, el Estado Islámico no tendría gran cosa
que hacer. El problema de la OTAN es que no puede actuar de verdad contra el
Estado Islámico sin fortalecer a Asad y a los rusos, lo que aún incrementa más
la ambigüedad.
Un estudio de la Rand Corporation de Estados
Unidos, institución estrechamente vinculada al complejo militar-industrial,
evocaba en 2008 así el nudo de la aparente incongruencia: tras evocar la
“fuerte dependencia” que las economías de los países industrializados tienen
del petróleo de Oriente Medio, concluía que, “Estados Unidos tiene motivos para
mantener la estabilidad y buenas relaciones” con esos países. Naturalmente,
siempre y cuando estén en el cuadro de la geopolítica occidental.
No era el caso de Siria, que se alineó con un
proyecto energético ruso-iraní, negándose a firmar en 2009 el proyecto de
oleoducto para llevar crudo saudí hasta Turquía. En lugar de eso Asad firmó en
2011 un acuerdo de 10.000 millones para otro oleoducto desde Irán-Iraq hasta el
Mediterráneo (es decir hasta la Unión Europea), vía Siria, con participación de
Gazprom el gran consorcio energético ruso. Eso eran palabras mayores que
invitaban a Europa hacia una mayor autonomía internacional, algo a evitar. Hoy
el acuerdo nuclear de Occidente con Irán abre de par en par la puerta a ese
proyecto.
Fue entonces, en 2011, cuando empezaron los
problemas para Asad. 250.000 muertos después, todos bombardean un país que ya
ha dejado de existir, generando ese tipo de desolación material que es el caldo
de cultivo para nuevos y futuros monstruos.
Las víctimas de París son inseparables del más de
millón de muertos que se ha cobrado hasta ahora la desastrosa serie de guerras
emprendidas después del 11-S neoyorkino. “Formamos parte del terrorismo porque
en Oriente Medio vendemos armas y libramos guerras petroleras y gasísticas”,
dice Oskar Lafontaine. “Hasta que los Obama, Merkel y Hollande no comprendan
que las madres de Afganistán, Iraq, Siria, Yemen, y de todos los lugares en los
que la “comunidad de valores Occidental” promueve guerras, lloran a sus hijos
igual que las de París, no estaremos en situación de luchar contra el
terrorismo”, dice Lafontaine.
“La causa del terrorismo está en las guerras entre potencias para controlar una zona del mundo
en la que se produce una riqueza inmensa », dijo ayer Jean-Luc Mélenchon en el
Parlamento Europeo.
Así que, de momento, no va a ser la coalición de
Hollande contra el Estado Islámico, sino la tensión entre potencias animada por
el Imperio del Caos, lo que tiene un buen futuro en
Siria. Hasta el próximo desastre.
Fuente original: http://blogs.lavanguardia.com/paris-poch
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