Tenemos que ser más
realistas que nunca. Pero tenemos que hablar, tenemos que advertir al
imperialismo que no se haga tantas ilusiones con relación a nuestra Revolución
y con relación a la idea de que nuestra Revolución no pudiera resistir si hay
una debacle en la comunidad socialista; porque si mañana o cualquier día nos
despertáramos con la noticia de que se ha creado una gran contienda civil en la
URSS, o, incluso, que nos despertáramos con la noticia de que la URSS se
desintegró, cosa que esperamos que no ocurra jamás, ¡aun en esas circunstancias
Cuba y la Revolución Cubana seguirían luchando y seguirían resistiendo!
(APLAUSOS PROLONGADOS)
¡Cuba y la Revolución
Cubana resistirían! Lo digo, y lo digo con calma, con serenidad y con toda la
sangre fría del mundo. Es hora de hablarles claro a los imperialistas y es hora
de hablarle claro a todo el mundo. Nosotros no bromeamos.
(Fidel Castro Ruz. Discurso en
conmemoración del XXXVI Aniversario del ataque al Cuartel Moncada; Camagüey, 26
de julio de 1989).
YOUTUBE:
https://www.youtube.com/watch?v=du0fxiPpDJY
Wilder A. Sánchez Sánchez
En
el mensaje titulado “LA CRÍTICA DEL CHE GUEVARA AL SOCIALISMO EN LA URSS”
trascribí un artículo de Fernando Martínez Heredia publicado en CubaDebate, en el que refiere algunas
críticas del Che Guevara a la economía y el sistema social de la entonces Unión
de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) y de los países de Europa Oriental.
En
esta ocasión destaco la exposición de Pedro Prada, quien fuera corresponsal permanente
de Granma
(diario oficial del Partido Comunista de Cuba) en la Unión Soviética, entre
1990 - 1992 y que fue testigo de su desintegración, el 25 de diciembre de 1991. Pedro Prada, autor del libro Crónicas
del derrumbe soviético, publicado por Ocean Sur, considera que fueron
varios factores los que llevaron al derrumbe del socialismo en la URSS (entre
ellos los que había señalado el Che) y contrasta el sistema socialista que
rigió en ese país con el de Cuba, contrastando también las formas de dirección
del entonces Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS) con las del Partido
Comunista de Cuba (PCC); Pedro Prada también revela el rol que jugó Mijaíl
Gorbachov en la desintegración (¿por encargo de…?). Teniendo en cuenta las lecciones aprendidas
del derrumbe del socialismo en la URSS, Prada advierte el peligro que se cierne
para el socialismo cubano a raíz de la apertura de relaciones con Estados
Unidos, y también (aunque no es más explícito en esto) de la posibilidad de
imitar la experiencia de China.
Lea
la interesante exposición de Pedro Prada en el foro titulado ¿Por qué cayó el socialismo en Europa? y
que ha sido publicada el 9 de setiembre en la web cubana CubaDebate.
Nota:
Cuando el autor habla de los “lineamientos económico-sociales” se refiere al
proyecto titulado: Lineamientos de la Política Económica y Social que fueron
aprobados por el Buró Político del Partido Comunista de Cuba para la
actualización del modelo socialista cubano, y que desde el 10 de noviembre del
2010 fueron sometidos a consulta y debate por prácticamente todas las
organizaciones sociales del pueblo cubano en un documento de 32 páginas que
originalmente tenía 291 lineamientos.
Luego de 5 meses de debates en los que las organizaciones sociales de
base de Cuba y los comités de base del partido plantearon modificaciones y
agregados, el 18 de abril del 2011, en el VI Congreso del Partido Comunista,
fue aprobado el documento Lineamientos de la Política Económica y
Social del Partido y la Revolución; de los 291 lineamientos originales 94
se mantuvieron, 197 fueron modificados o integrados con otros y se incorporaron
36 nuevos, resultando un total de 311 lineamientos en el documento definitivo, que
tiene el propósito de “actualizar el modelo económico cubano, con el objetivo
de garantizar la continuidad e irreversibilidad del Socialismo”.
31.10.2015
¿Por qué cayó el socialismo en Europa? ¿Por qué no
cayó Cuba?
Por: Pedro Prada
9 septiembre 2015
Cuando divulgamos la convocatoria del espacio Dialogar dialogar que
conduce nuestro colaborador Elier
Ramírez Cañedo para debatir alrededor de la interrogante “¿Por qué
cayó el socialismo en Europa?” varios foristas nos solicitaron publicar lo que
allí se dijera. Elier nos ha hecho llegar las intervenciones de Pedro
Prada, uno de los tres panelistas participantes, quien fuera
corresponsal del diario Granma en la
URSS en los días finales de ese país. En la medida en que nos envíe las
demás también las publicaremos.
Cuando escribí este libro que ven aquí, sobre el derrumbe soviético, y
que la editora Abril se propone reeditar para Cuba en
los próximos meses, me propuse no agotar el relato en la autopsia del cadáver,
sino en comparar los hechos con mi propia realidad, evadiendo todo lo que
pudiera sonar a queja. Nunca olviden aquello que enseñaba Martí: “la queja es
una prostitución del carácter”. Por ello no voy a caer en el mismo error. Más
bien pretendo responder a la pregunta que nos convoca: “¿Por qué se cayó el
socialismo en Europa?” –y por extensión, en la URSS-,
con otra pregunta: “¿Por qué no se ha caído en Cuba?”
Desde mi punto de vista este enfoque es especialmente importante en
estos momentos, después de los anuncios del 17 de diciembre de 2014, que
condujeron al restablecimiento de relaciones entre Cuba y los Estados
Unidos, relaciones que hasta ahora han sido disfuncionales.
He contado a no
pocos interlocutores y de alguna manera se subraya en el texto que, más de una
vez, cuando al regreso de Moscú se me preguntaba –en tanto testigo de los años
finales del socialismo soviético- cuáles habían sido las causas del derrumbe y
yo me negaba a una respuesta única, apelando a factores multicausales que
convergieron a lo interno de la sociedad soviética.
También contaba
que, enfrentado a la contundencia de los hechos de los que era testigo en
aquellos años finales de la URSS, más de una vez me golpee en el pecho, como
hacen los que quieren pagar culpas, pero para asegurarme de que aquellas culpas
no eran las mías.
Hoy puedo
afirmar responsablemente que, con todos sus errores, imitaciones, angustias y
sobresaltos, el socialismo cubano sucumbió al derrumbe y sobrevivió a la
hecatombe por varias razones, de las cuales solo gloso algunas, con la
seguridad de que el lector podría descubrir más leyendo y estudiando la
historia y los diferentes testimonios:
Ante todo,
coloco en primer lugar su autoctonía, salvada en su carácter más puro por el
inmenso edificio ideológico y moral de José Martí y de toda la cultura cubana,
desde Varela y Heredia hasta Che y Fidel, sin cerrar ciclo, pues las nuevas
ideas “imposibles” pujan ya tan lozanas y realistas como las de sus precursores
de hace medio siglo, nacidas también desde la sensibilidad como método de
aprendizaje que nos define.
Ese formidable
resguardo, que no solo es artístico y literario, como algunos creen, fue
nuestro blindaje contra el “proletcult”, contra el realismo socialista y contra
los manuales ladrillosos, incluso en aquellos momentos grises y de enseñanza
del marxismo escolástico. Fue también nuestro escudo frente a todo lo bebido y
copiado del mundo, incluso lo mal bebido y lo mal copiado. Por eso era lo
primero a salvar en los crudísimos años noventas y deberá seguirlo siendo hoy,
cuando unos miran para China y otros para el autoproclamado “buen vecino” de
enfrente, que nos invita a ingresar a la prosperidad y a cambiar nuestro modelo
por el suyo, a fin de recuperar su hegemonía regional.
Después coloco
el carácter libertario y democrático de nuestro socialismo, aprendido del gesto
de Céspedes en la Demajagua y Guáimaro, juntos los dos: el día del grito de
independencia y de libertad hasta para los esclavos, y el día del nacimiento de
la república unitaria y democrática, que no por gusto Martí convocaba a honrar
como “Día de la Patria”. Pero levantamos una república tan exageradamente
generosa, tan empeñada en ser justa y democrática, que en la lucha contra las
persecuciones foráneas y con sus propios extremismos, a algunos deformó y
generó confusiones; pero que pese a todo, ha sido una república sin vergüenzas
indignas ni esqueletos escondidos en el escaparate de su historia.
Añado a ese socialismo
la visión de conducir el desarrollo económico y social del país en paralelo,
algo que faltó al llamado “socialismo real”, y haberlo hecho, además, con
herramientas nuevas y con altas dosis de conciencia. Si hay algo que salvó al
socialismo cubano fue seguir el consejo del Che de no hacerlo entonces, ni
hacerlo esencialmente hoy, con ladrillos ideológicos y mucho menos, con las
armas melladas del capitalismo, mientras que hay que empeñarse en educar, todos
los días, a mujeres y hombres nuevos. ¿O hay alguien aquí que renuncie al sueño
de ser como él?
Una deuda sí
tenemos: devolver el trabajo al altar que le corresponde en nuestra sociedad;
como forma de reproducción de la riqueza material y espiritual y creación de
bienestar; como factor forjador de relaciones sociales y solidaridad entre los
individuos; como expresión cultural y educacional de la sociedad que soñamos.
En eso, el libro de José Luis Rodríguez aporta conocimiento sobre algunas rutas
que nunca debemos tomar o explica por qué dejamos atrás otras que nos conducían
al fracaso.
Pueden incluir
también en esta lista esa mezcla de irreverencia y altivez que somos los
cubanos: esa disposición nuestra para el humor y el choteo, vencedores frente a
todas las trampas del destino, y, al mismo tiempo, rodillas que no tiemblan
ante las amenazas, voz que no calla ante las afrentas, dignidad que desafía
todo intento de sumisión. Gallitos kíkiri, chiquiticos y flacos, pero con
guapería, incluso cuando no haya espuelas, desafiando siempre a todos los imperios:
el español, el británico, el soviético y el estadounidense.
Recuérdense los días angustiosos de la Crisis de Octubre, en 1962; las
profundas y difíciles reflexiones de Fidel al comparecer en televisión cuando
la invasión de Checoslovaquia en 1968. Recuérdese la noticia terrible que
guardaron Fidel y Raúl durante
años, cuando Andrópov anunció en 1984 que
la revolución estaría sola para su defensa. No se olvide aquella amarga
inauguración de la VI Cumbre de los No alineados en La Habana, el 6 de septiembre
de 1979, cuando Cuba asumía la Presidencia del movimiento estremecido por la
noticia de la invasión soviética a Afganistán. Allá el que se crea que alguna
vez fuimos satélites.
Tampoco faltó a
los líderes cubanos de ayer ni a los de hoy; a los jóvenes rebeldes que tomaron
el poder en 1959 y a los veteranos curtidos que lo entregan hoy a nuevas
juventudes, eso que Fidel definió como “sentido del momento histórico”: saber
actuar con audacia y responsabilidad, medir los pasos, tantear, probar,
corregir el tiro, los tiempos, y avanzar siempre. Rebeca Chávez develaba hace
unos días un testimonio del año 57 del Presidente Raúl Castro, donde hallamos
las claves de la actitud que condujo al 17 de diciembre de 2014.
Ese espíritu
requería desarrollar una naturaleza antiburocrática. Miren, protestamos
infinitamente de los problemas y las actuaciones burocráticas en nuestro
Estado, en nuestras instituciones gubernamentales, en nuestras organizaciones y
hasta en las nuevas formas de gestión no estatal, mixtas, privadas, por cuenta
propia y cooperativas; pero todas esas protestas son minucias frente al
burocratismo que el socialismo europeo copió de los estados autocráticos y
capitalistas que le precedieron.
No lo digo como consuelo, sino para poner las cosas en su lugar. Hay que
recorrer algunas de estas páginas o leer los estudios sobre el burocratismo en
la URSS, sobre la forma en que se construyó el PCUS, que en apenas un año pasó
de 8 mil militantes a medio millón, y hay que leer, por ejemplo, en ese libro
que citaba José Luis, Mi Verdad, de Vitali Vorotnikov, el
enfoque burocrático de las discusiones y de las actas del Buró Político. Hay
que recordar cómo se construyó el Estado, que una vez muerto Lenin y con Stalin
en el poder creció monstruosamente de 100 mil a 5,8 millones de funcionarios.
Hay que estudiar a Lenin, a Trotski, a Gramsci, a Mandel. Hay que retomar a
Fidel y sobre todo al Che, con la disección formidable que hace del
burocratismo y la burocracia en El hombre y el socialismo en Cuba. Deberíamos
dar gracias siempre a San Guevara y a muchos otros más por habernos prevenido
del mal y habernos llenado de “motores revolucionarios”.
Se ha mencionado
el crucial asunto del contacto entre dirigentes y dirigidos; los vínculos entre
partido y pueblo. Les leo algo: “…cuando se dio la noticia de la convocatoria
al XXIX Congreso del Partido, a fin de adoptar un programa socialdemócrata
donde definitivamente el PCUS renunciaría a la lucha de clases, a los
principios leninistas y probablemente hasta su nombre, nadie prestó atención al
hecho relevante de que, por primera vez, en noventa y tres años de historia, el
Partido se proponía discutir su programa con el pueblo. En realidad, era una
formalidad más, pues la opinión de ese pueblo ya no contaba…”
¿Se imaginan
ustedes que los lineamientos económico-sociales hubieran sido una ocurrencia
oculta del Buró Político y que luego se nos impusieran como dogma? ¿Se les
ocurren congresos del Partido que no discuten documentos con el pueblo? ¿Habría
existido alguna forma diferente de adoptar una constitución cubana que no fuera
por un referendo popular? ¿Se habría podido aprobar de forma secreta el camino
del socialismo, mandar por obligación a la gente a la guerra y luego decirle
que habían luchado y caído por el socialismo y el internacionalismo? Haber
hecho todo lo contrario, considerar que ninguna decisión importante puede
adoptarse de espaldas al pueblo, y autocriticarse además, es lo
antiburocrático, lo libertario, lo democrático real del socialismo cubano.
Existe también
un factor crucial para que Cuba pueda existir como nación libre, independiente
y soberana que pudo hacer una opción de vida: me refiero a la unidad del pueblo
cubano. Unidad diversa, unidad polémica, unidad contradictoria, unidad
solidaria, pero siempre unidad y por ello, aspirante a ser la más amplia y más
democrática.
Nuestra historia
anterior a 1959 y la misma historia del derrumbe socialista europeo enseñan con
meridiana claridad las consecuencias de quebrar la unidad. No deseo para mi
país las sociedades fragmentadas que florecieron en Europa tras la caída del
muro de Berlín y la arriada de la bandera de la hoz y el martillo en el
Kremlin. Mucho menos quisiera verme enredado en las intrigas, celos y
persecuciones que privaron al socialismo de tanta gente brillante y útil; o
peor aún, lanzado a fieras y corruptas competencias electoreras que me
decepcionen de la política o me priven de mi derecho a hacer política en el
socialismo.
Por último –no
porque no haya más razones, sino porque no quiero agotar la imaginación ni el
tiempo-, el socialismo cubano construyó un discurso y una simbología de lo
humano diferentes a todo lo le precedió. Ese discurso y esa simbología son
hijos de nuestra cultura de resistencia revolucionaria. Ni esa poco creativa
estética de la nostalgia por los años cincuentas que nos persigue desde el
turismo o el espectáculo, y mucho menos esa otra estética decadente, empeñada
en refocilarle con el aburrimiento, las manchas y las arrugas, pueden competir
con el pueblo educado, alegre, participativo, creador, dinámico, astuto y
heroico que, más que imagen, somos.
Fernando Martínez Heredia escribía
recién que “las revoluciones combinan iniciativas audaces y saltos hacia
adelante con salidas laterales, paciencia y abnegación con heroísmo sin par, astucias
tácticas ofensivas incontenibles que desatan las cualidades y las capacidades
de la gente común y crean nuevas realidades y nuevos proyectos. Son el imperio
de la voluntad consciente que se vuelve acción y derrota a las estructuras que
encarcelan a los seres humanos y a los saberes establecidos. Y cuando logran
tener el tamaño de un pueblo, son invencibles.”
De ese tamaño
invencible es el pueblo socialista de Cuba. El mismo pueblo que escucha al
líder decir que todo se puede caer y que nosotros vamos a persistir; que rehúsa
de perestroikas y falsas primaveras, que asegura que no sabíamos qué cosa era
el socialismo y que vamos a volver a empezar, pero con nueva experiencia,
evitando errores propios que nos hundan más que los golpes del adversario hipócrita
y artero. Y, ese pueblo, incansable, inteligente y lleno de fe, lo sigue,
diciéndole en un susurro cómo echarse el mundo a la espalda.
Intervención durante el debate
Los compañeros
que han intervenido antes han agradecido este intercambio tanto como nosotros.
Yo en particular creo que esto que estamos haciendo hoy es importante en la
medida que salga de este local y se convierta en convicciones y actos para
entender qué país tenemos, como mejorarlo y cómo defenderlo.
Nunca será
suficiente ahondar sobre las causas del derrumbe del socialismo en Europa y en
la URSS. Para Cuba yo diría que es estratégico. Desde el punto de vista del
debate, de la producción de conocimientos, de la construcción de ideología.
Para la revolución y para los revolucionarios cubanos, para todo nuestro
pueblo, es esencial entender por qué aquello se derrumbó y por qué esto no se
ha derrumbado.
Desde mi punto
de vista de comunicador, esto tiene que ver en buena medida con la forma en que
procesamos la información, con la forma en que construimos y asumimos las ideas
o las mimetizamos, por esa pereza tan dañina que a veces nos cerca y corrompe.
Y tiene que ver con la manera con que, a veces, hasta por razones culturales,
nosotros tendemos a exagerar, a hacer juicios hiperbólicos de los
acontecimientos y a generalizar con expresiones del habla coloquial sobre
hechos que a veces nos llevan a razonar y establecer conclusiones absolutas y
erradas sobre fenómenos más generales y más complejos. La duda y la reflexión
nunca deben abandonarnos, ni la capacidad para ver las cosas más allá de la
primera impresión, de la superficie. Hay que ir a siempre al porqué de los
hechos, ir a la historia, para entender los hechos.
Aquí se ponía el
ejemplo de Lvov y de Ucrania. Tuve la oportunidad de estudiar cinco años en
Ucrania, justamente en Lvov, y conocí bien esa sociedad, signada, por sobre
todas las cosas, por los efectos negativos del pacto Mólotov-Ribentrop. El
movimiento de resistencia a la ocupación soviética que surgió allí años después
fue consecuencia de aquel quid pro quo entre los soviéticos y los fascistas
alemanes. Los fascistas ucranianos participaron del hecho, es verdad, pero los
grandes protagonistas fueron la Unión Soviética y la Alemania Fascista.
Sin embargo, la
reflexión de fondo no está en cómo se estableció aquella resistencia, que fue
una expresión del nacionalismo de esa gente. Si uno no hurga en las bases del
nacionalismo ucraniano, del nacionalismo en Lvov, no lo entiende. Un
nacionalismo que no es siquiera ucraniano o polaco, sino que tiene ver con un
nacionalismo originario de los pueblos galitsios, que son los nativos de ese
lugar, y que fueron sujetos durante toda la historia, durante siglos, a las
invasiones romanas, de los abusos de las voivodas feudales polacas, del imperio
prusiano, de las invasiones del imperio ruso, de todo tipo de abusos de los
grandes poderes europeos. Esos pueblos, los pueblos galitsios, tienen hasta hoy
una cultura de resistencia enraizada, y que la expresan, por ejemplo, negando
el habla en idiomas extraños –en polaco, en ruso, en ucraniano-; a cualquier
persona que quiera imponerles un habla diferente a la galitisia.
Por esas mismas
razones, el pensamiento que prevalecía en esa sociedad ucraniano-occidental
estaba más más allá del muro de Berlín, veían a través de él y solo se sentían
respaldados por los que hablaban inglés, francés o español y contaban su
historia de sometimiento y resistencia. Esos países que los apoyaban o los
acogían como emigrantes –los de la Europa más occidental, Estados Unidos y
Canadá- eran sus aliados y sus paradigmas.
Nosotros
decíamos cuando nos venían a visitar de Moscú, de la Embajada, a los
funcionarios que nos atendían, les decíamos que allí no hacía falta que llegara
una invasión americana, ni de la OTAN, ni que hubiera un bloqueo, porque el
problema tenía raíces ideológicas y culturales más profundas. Allí lo que hacía
falta –decíamos- era que pasara un avión bombardeando blue jeans. Con un
bombardeo de blue jeans se rendía la ciudad de Lvov. Era una imagen y puede
parecer un argumento de ficción, pero era la realidad. La avidez por un modo de
vida que lo simbolizaba, el blue jeans, y que era en cierto modo un rechazo al
modo de vida impuesto, un gesto de rebeldía, aunque pudiéramos considerar mal
encausada.
Esto es también
importante para los cubanos, para los jóvenes cubanos, por esta época nueva que
se nos viene arriba, porque nos van a tratar, nos están vendiendo ya, desde el
propio 17 de diciembre de 2014, el discurso de la prosperidad ajena y, con el
discurso de esa prosperidad, le están ofreciendo a nuestra juventud
oportunidades e ilusiones engañosas que van más allá de las que puede ofrecer
el poder y el modelo revolucionario, por lo cual hay que conocer y definir bien
y tener claro cuál es el modelo de prosperidad para Cuba, cuál es el horizonte
de prosperidad, el deseable, el soñado, el posible, eso que tanto se dice, y
que no va a ser nunca el que está a noventa millas. Y una cosa es decirlo en el
discurso y otra es aprehenderlo.
Yo creo que en
la historia del derrumbe soviético están muchas de las lecciones que debemos
conocer. Están, por ejemplo, en la misma manera en que se estableció, creció y
se desarrolló Ucrania de la que ha hablado aquí José Luis, la misma Ucrania que
fue cuna de la estatalidad rusa, donde nació la Kíevskaya Rus, que fue la
ciudad estado que dio origen de ese gran estado multinacional, y que quizás
nunca tuvo noción de serlo, hasta que el poder soviético la convirtió en una
república con todos sus atributos jurídicos y reconocimiento y visibilidad
internacional, aun cuando fuera a medias.
Fui testigo –se
cuenta también en el libro- en mayo de 1982 de los festejos por el 1500
aniversario de la reunificación de Rusia y Ucrania. Puedo decir que es de las
muchas cosas buenas que uno puede recordar de ese país. La celebración de la
calle, la que no estaba en el Palacio de los Congresos de Kíev, ni en la sede
del partido, era una celebración de pueblo, de corazón, de gentes iguales. Kíev
había sido siempre una ciudad ruso-parlante, por ser esa la lengua originaria
de los pueblos que la habitaron, y es hoy una ciudad donde es obligatorio
hablar en ucraniano, y el que hable en ruso, hijo y nieto de rusos por
generaciones, se ve forzado a hablar en ucraniano y no en su lengua natal.
Esa es la
realidad que enfrenta hoy, fruto de los extremismos. Ese es el fascismo: el
vaciado cultural, pero yendo a las raíces de la cultura, que están en la
lengua. Es un ejemplo, aparentemente lejano, pero cercano en cuanto a la
necesidad de defender por sobre todas las cosas nuestras cultura –no solo la
artística y literaria, sino la noción antropológica de cultura- en esta era de
relaciones con un país, los Estados Unidos, que como sabemos, no tiene piedad
en imponer de forma avasalladora su cultura, hábitos y valores ¡Y lo han
advertido la Clinton y el propio Kerry sin tapujos, sin esconderse!
Y otros
elementos a los que me quiero referir de todos los que se han abordado hoy
aquí, son el factor externo y el factor interno, y las creencias, falsas, que a
veces se construyen sobre los hechos internos, sobre todo a partir de su
manipulación, de las imágenes asentadas por la maquinaria monstruosa de
manipulación del pensamiento que ha producido el imperialismo. En la
preparación del libro pude acceder a una grabación de un testimonio de la
exprimer ministra británica Margaret Thatcher. Nadie puede suponer que la
Thatcher tuviera la más mínima inclinación, ni respeto, ni admiración por el
socialismo o por la URSS. Me limito a leerles solo unas partes del texto:
“…La URSS —decía
la Thatcher— es un país que supone una seria amenaza para el mundo occidental.
No me estoy refiriendo a la amenaza militar; en realidad esta no existía.
Nuestros países están lo suficientemente bien armados, incluyendo el armamento
nuclear. Estoy hablando de la amenaza económica. Gracias a la economía
planificada y a esa particular combinación de estímulos morales y materiales,
la Unión Soviética logró alcanzar altos indicadores económicos. El porcentaje
de crecimiento de su Producto Nacional Bruto es prácticamente el doble que en
nuestros países… Por eso siempre hemos adoptado medidas encaminadas a debilitar
la economía de la Unión Soviética y a crear allí dificultades económicas, donde
el papel principal lo desempeña la carrera de armamentos. Un lugar importante
en nuestra política es tomar en consideración las flaquezas de la Constitución
de la URSS… Por desgracia y pese a todos nuestros esfuerzos, durante largo
tiempo la situación política en la URSS siguió siendo estable durante un largo
período de tiempo. Teníamos una situación complicada. Sin embargo, al poco
tiempo nos llegó una información sobre el pronto fallecimiento del líder
soviético y la posibilidad de la llegada al poder, con nuestra ayuda, de una
persona gracias a la cual podríamos realizar nuestras intenciones en esta
esfera […]. Esa persona era Mijaíl Gorbachov, a quien nuestros expertos
calificaban como una persona imprudente, sugestionable y muy ambiciosa. Él
tenía buenas relaciones con la mayoría de la élite política soviética, y por
eso, su llegada al poder, con nuestra ayuda, fue posible”.
¿Qué podemos
decir, qué lección se puede extraer de aquí? Que las potencias capitalistas
comprendían perfectamente el papel del Partido Comunista como fuerza dirigente
de la Unión Soviética –ese que había sido consagrado en la Constitución, que ya
mencioné antes, y al que renunciaron luego- y sabían muy bien de las fortalezas
del modelo económico soviético, y que si mantenían esa economía planificada,
con ese sistema de estímulos morales y materiales que tanto se cuestiona hoy
por sus excesos y desvíos, podían salir adelante y desarrollarse con una fuerza
superior, que el capitalismo no podría enfrentar.
Por eso los
desgastaron, por eso los embarcaron en la guerra fría y por eso subvirtieron y desprestigiaron
a toda aquella maquinaria económica, que tenía sus defectos, pero cuyos
resultados anunciaban que podía ser superior. Había que impedir ese éxito
contrario a los intereses capitalistas y al poder de los mercados, había que
demostrar que no se podía ser partido político de nuevo tipo para liderar una
nación y que la economía que este dirigiera debía ser un fracaso.
Insisto en esto
porque lo escuchamos el pasado 14 de agosto en el malecón, con ese llamado a
retirar el “embargo interno”, que no es el mismo que algunos podamos criticar
objetivamente en nuestra aspiración por perfeccionar el país soñado, sino que,
como vemos a veces en las redes sociales y en las campañas anticubanas, tiene
que ver con la objeción al camino socialista elegido, con la crítica a ultranza
contra la economía planificada; tiene que ver con la crítica a los estímulos
morales, con la crítica a otras formas de desarrollo diferentes a las que el
neoliberalismo impuso al mundo, con la crítica a la empresa estatal socialista.
Todo eso es parte de las lecciones que hay que sacar, porque como bien se
decía, en el socialismo que se derrumbó nada fue absolutamente malo, como no lo
fue absolutamente bueno, y hubo mucho que permitió avanzar, innovar,
desarrollar y crecer al ser humano.
Muchas
gracias
Pedro Prada: Doctor en Ciencias de la Comunicación
Social. Periodista, investigador y diplomático cubano. Fue corresponsal del
diario Granma en la URSS en los días finales de aquel estado.
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