Notas
26-11-2015
El triunfo de Mauricio Macri en los comicios
presidenciales argentinos supone sin dudas un retroceso para todos los
gobiernos de izquierda y progresistas de América Latina. Sin embargo, su
victoria se enmarca en un proceso político y económico que trasciende las
coyunturas electorales.
1
Las
dictaduras militares de los años ’60 y ’70 en América Latina dieron inicio al
período neoliberal que luego prosiguió con las aperturas democráticas.
Presionados por la ofensiva conservadora encabezada por Ronald Reagan en EEUU y
Margaret Thatcher en Gran Bretaña -y en muchos casos también por factores
internos como las Fuerzas Armadas locales- las nuevas democracias de fin del
siglo XX profundizaron las medidas de ajuste, endeudamiento y privatizaciones.
Sustentado
en una derrota económica, social, política y también militar, este período
supuso un reflujo de las masas populares que dio paso a una etapa de
resistencia al neoliberalismo.
2
Entre fines
del siglo XX y principios del XXI, esa resistencia pasó a la ofensiva y América
Latina vivió un ciclo de rebeliones populares que impugnaron el modelo
neoliberal. El Caracazo de 1989 y la fallida rebelión militar de 1992 en
Venezuela; el levantamiento zapatista de 1994 en México; el 19 y 20 de
diciembre de 2001 en Argentina; y las guerras del gas y del agua en Bolivia,
fueron algunas de estas expresiones que abrieron el camino a un nuevo ciclo.
Fue entonces
que fuerzas progresistas y de izquierda llegaron al gobierno como expresión y
canalización de esos levantamientos populares que rechazaron el neoliberalismo
en todo el continente.
3
La nueva
etapa, que puede fechar su comienzo en la victoria de Hugo Chávez en Venezuela
en el año 1998, significó una impugnación mayoritaria al neoliberalismo pero no
su derrota definitiva. Por el contrario los últimos 15 años vieron como América
Latina se dirimió entre tres grandes modelos en disputa.
Por un lado
aquellos proyectos neoliberales que no lograron ser derrotados por las masas
(Colombia, Chile, México, entre otros) continuaron como aliados del
imperialismo estadounidense. Con transformaciones y matices, pero sin modificar
su matriz de fondo ni cuestionar la hegemonía norteamericana.
Asimismo
surgieron varios gobiernos progresistas con un modelo neodesarrollista que basó
su proyecto en una reindustrialización sostenida en la venta de las commodities
(que vieron disparados sus precios internacionales); la intervención del Estado
en la economía para controlar, principalmente, la esfera del consumo y con
reducidas acciones que modifiquen la estructura de sus economías; y una
política de distribución de la renta generada. Argentina y Brasil fueron los
principales exponentes de este paradigma.
Finalmente,
el tercer modelo en pugna -y más radical- fue aquel que se nucleó tras la Alianza
Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (Alba) impulsada por Cuba y
Venezuela que puso al Socialismo del Siglo XXI como horizonte. Es decir una
alternativa al capitalismo en sus distintos matices (neoliberal o con
inclusión). Asimismo, este proyecto fue el que planteó la contradicción
principal con el imperialismo y el modelo neoliberal.
4
Con la
crisis del capitalismo mundial producto de la explosión de la burbuja
inmobiliaria en EEUU hacia finales de la década del 2000 se lanza una ofensiva
contra las economías periféricas.
Las grandes
multinacionales buscan avanzar aun más en el control de los recursos naturales
que generan renta extraordinaria (como la minería y el petróleo). Asimismo, en
la búsqueda de mercados para insertar sus productos industriales, fomentan
tratados de libre comercio que tienen como resultado la desindustrialización de
los países emergentes. Finalmente (y esto se ve claramente en América Latina)
comienzan a realizar una manipulación del dólar que pasa a ser, además de la moneda
mundial de intercambio, una mercancía en sí misma cuyo precio es manejado desde
Washington para presionar a las economías locales.
5
En paralelo
a este avance del capital transnacional, los EEUU realizan cambios en su
política exterior que apuntan en el mismo sentido. Tras la crisis económica y
las derrotas en Medio Oriente (Afganistán e Irak) vuelve a volcar con fuerza su
iniciativa sobre América Latina.
Mediante una
alianza con las burguesías locales y los medios de comunicación como actores
principales, fomenta la desestabilización de los gobiernos que plantearon
distintos niveles de soberanía (en algunos casos como Honduras y Paraguay,
provocando directamente golpes de Estado).
Algunas de
las medidas que se pueden enumerar -con distintos niveles de efectividad- son:
el aislamiento y ataque sistemático a la Revolución Bolivariana para que no
pueda convertirse en un eje articulador de un bloque antiimperialista; la
distensión de relaciones con Cuba que buscan penetrar en la isla y presentarla
como un modelo que ya no es “peligroso”; el apoyo a Santos por sobre Uribe en
Colombia para mostrar una nueva burguesía confiable y supuestamente no
guerrerista; la derrota de los modelos neodesarrollistas ya sea por la vía
electoral (Argentina) o la presión económica y política para que lleve a cabo
un ajuste (Brasil).
6
Frente a
este panorama se pueden observar algunas tendencias que suponen un reto para
las fuerzas populares:
* El
agotamiento del neodesarrollismo no presentó una salida por izquierda si no,
por el contrario, un regreso a las políticas conservadoras y de ajuste.
* Esta
crisis de los modelos neodesarrollistas también plantea que la alianza entre
las burguesías locales y los sectores populares fracasó. Pero esta derrota del
“capitalismo serio” no fue una decisión de la clase trabajadora, si no de las
propias burguesías que, al no obtener ya las ganancias extraordinarias que
pretenden en el mercado interno, se vuelcan al rentismo.
* La crisis
del precio del petróleo fue un duro golpe para el Alba y los gobiernos
neodesarrollistas. Entre otras cosas dio por tierra (más allá de decisiones
políticas) con cualquier posibilidad de impulsar proyectos como el Banco del
Sur, una herramienta que podría haber resultado muy útil en un contexto como
este.
* La muerte
de Chávez y la ofensiva imperialista obligó a retroceder al proyecto del Alba
lo que llevó a los gobiernos de izquierda a apoyarse en proyectos de
integración más amplios como la Unasur y la Celac. Si bien estos espacios no
dejan de suponer un avance frente a la hegemonía estadounidense, su desarrollo
fue una necesidad en desmedro de un proyecto más radical y de transformación.
7
Los procesos
electorales sin duda condensan acumulaciones políticas y ponen de manifiesto
relaciones de fuerzas sociales. En este sentido el triunfo de Macri en
Argentina plantea un retroceso popular que se suma al contexto general de la
región.
No obstante,
así como la victoria de Dilma Rousseff en Brasil no impidió la derrota del
neodesarrollismo en ese país, el resultado electoral argentino tampoco implica
una derrota definitiva del movimiento popular.
Actualmente
América Latina vive un período de transición cuya duración, hoy por hoy, no se
puede prever. Lo que si debe estar claro es que los tiempos de ese proceso no
serán los que marquen los calendarios electorales si no la propia dinámica del
capital. Comprender esto es fundamental para mirar en perspectiva, evitar el
impresionismo que las elecciones pueden producir y proyectar una alternativa a
largo plazo.
@SantiMayor
Este
artículo fue redactado sobre la base de una conferencia brindada por Joao Pedro
Stédile (dirigente del Movimiento de Trabajadores Sin Tierra de Brasil) el 20
de noviembre de 2015 en la Escuela Nacional Florestán Fernandes de San Pablo.
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