lunes, 28
de diciembre de 2015
Publicado
por Francisco Umpiérrez Sánchez
El movimiento del 15 M,
el movimiento de la indignación, podía apuntar a una crítica de la sociedad
capitalista. La crisis económica de 2008 era una crisis financiera en la etapa
de la globalización capitalista. Los resortes de esa crisis no se podían
resolver en los estrechos marcos de los Estados nacionales europeos. Por eso
las tendencias dentro del movimiento de los indignados defensoras de la salida
del euro no se correspondían con las condiciones básicas y fundamentales de la
crisis. Las crisis económicas capitalistas son crisis de las relaciones de
producción capitalistas. Así que un
movimiento radical en correspondencia con lo que el nombre indica debía
cuestionar las relaciones económicas capitalistas y señalarlas como la
principal causa del sufrimiento causado a las clases medias y trabajadoras de
nuestro país por la crisis desatada en 2008. Pero el movimiento de los
indignados fue rápidamente engullido por la ideología política burguesa, que
hace de la política económica la causa principal de las crisis. Así que el
supuesto radicalismo que suponíamos en Podemos, cristalización partidista del movimiento de los indignados, se redujo a
criticar la política económica de la austeridad impuesta como solución de la
crisis económica en la Unión Europea. De ahí que la mayoría de los líderes
políticos e ideológicos de Podemos hayan
tomado los textos de Krugman y Stiglitz, representantes teóricos de la
burguesía de izquierda, como su teoría de explicación y respuesta a la crisis
económica. De forma sucinta: el movimiento de los indignados ha sido engullido
por la ideología económica de la burguesía de izquierda. Y en esto y en todo lo
que tiene que ver con Podemos ha tenido
mucho que ver el papel desempeñado por las cadenas de la televisión privada, en
especial La Sexta.
Dentro de las relaciones de producción capitalistas en la época de la
globalización cobra especial importancia las relaciones mantenidas entre el
capital productor de interés con las empresas, las familias y el Estado. El
capital productor de interés explota de forma brutal a las tres entidades
mencionadas. Esa explotación financiera es la fuente básica del empobrecimiento
de las clases trabajadoras y de las clases medias. En este ámbito los fondos de
inversión, los fondos de pensiones y el capital riesgo se han convertido en
mecanismos financieros para apropiarse a precios de saldo de actividades empresariales y exigir beneficios altísimos. Sin embargo,
estos elementos de la sociedad civil han quedado a salvo de la crítica de la
izquierda radical, puesto que Podemos,
Ahora en Común y Compromís se han centrado en la crítica al poder político.
Tomar conciencia de una situación económica no obliga a actuar, pero sí debería
obligar a profundizar, elaborar y popularizar esa toma de conciencia. Lo que
sucede es que esta lucha ideológica no vende y a La Sexta lo que le interesa es vender. La izquierda radical por su
objetivo coyuntural de conquistar el gobierno descuida por completo la
importancia de un programa de máximos. Enfrentarse al poder financiero
significa defender al Estado, a las empresas y a las familiar de su enorme
poder explotador. Y advierto que no hablo de los bancos, que no son más que la
expresión de la división del trabajo entre la propiedad del capital monetario y
su utilización en la producción y en el consumo, sino del capital productor de
interés, donde hay que incluir no solo a los grandes, medianos y pequeños
propietarios de recursos monetarios, sino a los directivos que gestionan dichos
recursos. Hay que tener en cuenta que el único sector donde la globalización ha
tomado cuerpo y de un modo poderoso es el financiero. Los gestores de fondos
utilizan los ahorros sociales de todo el mundo para explotar por doquier y
enriquecerse de forma rápida y hasta unos extremos irracionales. Los Estados
nacionales no están globalizados. No existe un Estado mundial. Tampoco las
medianas y pequeñas empresas participan de la globalización por el lado de las
ventas, solo lo hacen por el lado de las compras. De ahí su dependencia del
poder financiero global. Por lo tanto, un programa de máximos de la izquierda
radical debe hacer de la lucha contra el poder financiero su principal
objetivo. No estoy a favor de acabar con el capital productor de interés, pero
sí contra los gestores y propietarios de
fondos monetarios que utilizan los ahorros sociales para explotar a las
empresas, a las familias y a los Estados y enriquecerse sin límites.
La política es el ámbito del interés general. La televisión pública
también pertenece a ese ámbito. Independientemente de si gobierna el PSOE, el
PP o cualquier otro partido del arco parlamentario, TV1 y TV2 representan el
interés general. La liberación de la televisión pública del dominio de la
publicidad, medida llevada a cabo por el gobierno socialista de Zapatero,
fortaleció el carácter de la televisión de representar el interés general. La
llegada en tromba de la televisión privada supuso que en el ámbito de la
información, formación, educación y
opinión, los intereses privados se
impusieran sobre el interés general. Ahora el espectáculo, la diversión y el
entretenimiento se han convertido en los pilares de la televisión. La educación
y la formación científicas en su sentido más amplio en el ámbito televisivo son
puramente marginales. En la televisión privada mandan las audiencias y, en
consecuencia, manda la publicidad. Los debates políticos de La Sexta tiene ese formato: entretener. Como buscan ganar
audiencia, hacen de la escandalosa y
desproporcionada corrupción la materia básica de los debates en los que luchan
la izquierda con la derecha, las derechas con las derechas, y las izquierdas
con las izquierdas. Y van siempre los mismos contertulios. Y es siempre la
misma ideología: el predominio de lo accidental sobre lo sustancial. La crítica
a las relaciones capitalistas de producción como explicación de la crisis
económica de 2008 queda fuera del debate.
Podemos buscaba conquistar con avidez el poder político y, en consecuencia,
quería ganarse la confianza de una mayoría de españoles. Eso hizo que buscara
en La Sexta su medio principal de
comunicación de masas y que rebajara las exigencias de su ideario político, tan
cargado como estaba de medidas utópicas. Pero lo de utópico debemos entenderlo
en el sentido que lo hizo Engels: los movimientos utópicos son verdaderos bajo
el punto de vista del sentido de la historia universal, pero son falsos bajo el
punto de vista de la teoría económica. Así que Podemos al liquidar y en un
corto tiempo sus propuestas utópicas, el
carácter revolucionario que representaba en el sentido histórico universal de
la izquierda ha desaparecido de la escena política española.
Ahora lo nuevo sobre lo viejo también lo representaba un partido de
derechas: Ciudadanos. Se fortalecía
la inversión entre los factores estructurales de la sociedad. Se afianzaba la
idea de que la economía iba mal por culpa de los políticos infectados de corrupción
y porque estos ponían en práctica políticas económicas erróneas. Las relaciones
de producción capitalistas como explicación de los sufrimientos de grandes
masas sociales quedaban aún más ocultas en la ideología política dominante. La
economía convencional constituye en el plano teórico una forma de legalidad del
enriquecimiento y del empobrecimiento. Pero también la teoría económica
marxista constituye una legalidad aunque distinta en la misma materia. Lo
revolucionario de la teoría marxista, su premisa absolutamente radical, estriba
en que presenta el enriquecimiento de toda clase de capitalistas como fruto no
del trabajo propio sino de la apropiación de trabajo ajeno. Lo que sucede es
que esta apropiación del trabajo de unas personas por parte de otras queda
oculta por el dinero. En la época de máximo poderío del capital financiero,
esto es, del dinero que solo se relaciona consigo mismo y que produce interés
sin cesar, la ocultación llega casi a extremos absolutos. Nadie cree que el
enriquecimiento se deba a que unas personas se apropien del trabajo de otras.
Las nuevas formas de enriquecerse, las derivadas del uso de internet, de los
nuevos productos financieros, de la mercantilización televisiva del futbol y de
los deportes en general, hace menos creíble aún la premisa fundamental de la
legalidad de la teoría económica marxista.
Resumo: nuestro mundo capitalista seguirá igual. La televisión privada
seguirá fortaleciendo a las grandes empresas por medio de una publicidad que
retrata un mundo falso y que denigra a la mujer, seguirá practicando la
enajenación de masas por medio de la privatización del futbol y endiosando y
enriqueciendo a sus jugadores estrellas, y embriagará a los espectadores por
medio de la búsqueda del entretenimiento y el espectáculo. El poder financiero
como expresión de la más alta fetichización del dinero seguirá dominando y
explotando a las empresas, a las familias y al Estado. La ideología radical,
aquella que debería criticar a las relaciones de producción capitalistas porque
permite que unas personas se apropien del trabajo de otras, quedará oculta por
la ideología política burguesa, que hace de la política económica y de la
erradicación de la corrupción la quintaesencia de la solución de los males
sociales.
Fuente: http://fcoumpierrezblogspotcom.blogspot.pe/2015/12/la-economia-la-politica-y-la-television_28.html
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