Publicado
por Francisco Umpiérrez Sánchez
martes, 1 de diciembre de 2015
“Y el
Mont-Valérien tronaba sin descanso, demoliendo a cañonazos casas francesas,
segando vidas, aplastando a personas, acabando con muchos sueños, muchas
alegrías esperadas, muchas felicidades anheladas, causando en corazones de
mujeres, en corazones de muchachas, en corazones de madres, allí y en otros
países, un sinfín de sufrimientos”. Dos
amigos. Guy de Maupassant.
El Estado existe y existe en todos los países de la Tierra. El ser del
Estado: la organización de la violencia. Las cárceles, la policía y el ejército
representan la cristalización de la violencia estatal. Es absurdo contraponer
el sistema del gobierno al ser del Estado. EEUU pasa por ser una de las
democracias mejores del mundo, no obstante, su Estado es el más violento. Puede
haber sistemas de gobierno democráticos y sistemas de gobierno dictatoriales.
Pero no se deduce de ahí que el sistema de gobierno más dictatorial tenga el
Estado más violento. No cabe duda de que aquí cabe la distinción aristotélica
entre potencia y acto. Puede haber un Estado con un ejército poderoso y, sin
embargo, ejercer poca violencia. Pero en el caso de EEUU tanto en potencia como
en acto tiene el Estado más violento del mundo.
Todos los Estados del mundo tienen el derecho a estar armados. La
multipolaridad, el derecho que tiene cada Estado a escribir su propia historia
sin la mediación de una superpotencia, así lo exige. Al igual que cuando el Estado burgués se
liberó de la religión, la sociedad civil se hizo más religiosa; del mismo modo
cuando el mundo se liberó de la polaridad entre las dos superpotencias, las guerras
se han multiplicado y la industria de guerra ha tenido más desarrollo que
nunca. Carece de sentido que los Estados de forma unilateral renuncien al
desarrollo de la industria armamentística, al igual que carece de sentido que
se le prohíba a un pueblo, aunque esté bajo el dominio de un sistema de
gobierno no democrático, dotarse de un ejército moderno. Es más: la estabilidad
política exige que pueblos como Irak, Libia, Egipto o Túnez tengan una policía
y un ejército más modernos y poderosos. El desarrollo civilizatorio tiene ese
rasgo contradictorio: cuanto más civilizado es un pueblo, mejor armado está su
Estado. Esa tendencia es imparable.
Una cosa es la ideología y otra la política. Los derechos humanos no son
más que la expresión idealizada de la sociedad burguesa. Pero haríamos muy mal
en creer que los Estados de la Unión Europea se mueven por el mundo en función
de los derechos humanos y no en función de los intereses económicos y
geopolíticos. Y haríamos aún peor si se pensara que la meta de la izquierda
radical fuera hacer realidad los conceptos de los derechos humanos y no el
cambio de las relaciones económicas. Lo que sucede en toda el Asia central,
valga como muestra los Emiratos Árabes, no es obra especial de las potencias
occidentales, sino fundamentalmente del predominio de las relaciones
capitalistas de producción. Pertenece a
la concepción antigua, propia de la primera mitad del siglo XX, pensar en la UE
como centro y en el resto de los países del mundo como periferia. Entre los
diez países más ricos del mundo, en función del PIB per cápita, se encuentran
tres naciones de Oriente Próximo: Kuwait, Emiratos Árabes Unidos y Qatar. La UE
no es el centro del mundo y no es la causa principal de lo que ocurre en el
resto del planeta. Hay muchos ricos y poderosos fuera de Europa y ellos son los
principales responsables de la pobreza en la que viven sus pueblos. No se puede
seguir pensando en los países africanos como si fueran únicamente un ejército
de pobres. La globalización ha creado lazos muy poderosos entre los mayores
capitalistas de todo el mundo. La multipolaridad y la globalización financiera
han acabado con la realidad de los años
sesenta del siglo pasado. Y como dije anteriormente: hay que ver la causa
principal de la pobreza en las relaciones capitalistas de producción, que se
siguen extendiendo de manera prodigiosa por todos los rincones del mundo. La
ideología que está detrás de los movimientos que se oponen a la guerra contra
el Estado Islámico se ha vaciado de marxismo y de leninismo, se ha convertido
en la ideología de la pequeña burguesía, que como siempre sigue atado a lo
viejo y no ve lo nuevo.
Todo Estado lo es de una sociedad civil, como toda sociedad civil es
para un Estado. Es más: El Estado es la
objetivación de la sociedad civil. No deberíamos compartir la ideología
burguesa sobre el Estado: un tercero neutral frente a las clases sociales y sus
intereses. Los intelectuales franceses que están detrás del manifiesto ¿A quién sirve su guerra?, piensan como
si fueran miembros de una sociedad civil independientes de un Estado. Oponen la
libertad a la seguridad, como si ambos no fueran valores del Estado burgués,
como si una mayor seguridad no proporcionara una mayor libertad. No recuerdan o
no conocen la obra de Ilích Ulianov titulada El Estado y la revolución, donde se señala que el Estado socialista
seguirá siendo en buena parte un Estado burgués. Los marxistas y los leninistas
están por la destrucción del Estado como aparato represor y violento. Pero no
ignoran que esa meta está muy lejana. Si todavía las fuerzas productivas del
mundo pueden experimentar un notable
desarrollo dentro de las relaciones capitalistas, y esto es una
evidencia innegable, antes que los Estados como organizadores de la violencia
desaparezcan experimentarán todo lo contrario: fortalecimiento y desarrollo de
los aparatos represores. El mundo ha cambiado: Europa ya no es el centro. El mundo actual, el mundo de la globalización
y de la multipolaridad, nos señala como fuerza ineluctable la constitución de
múltiples centros de poder estatal y económico.
Fuente: http://fcoumpierrezblogspotcom.blogspot.pe/2015/12/los-atentados-de-paris-la-existencia-y_88.html
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