14-12-2015
Como ya
hemos dicho, la situación argentina es grave pero no seria. Mientras la
sesentona Cristina Fernández, presidente saliente, bailaba una cumbia en el
balcón de la Casa Rosada, el bloque del Frente para la Victoria en el Senado
bonaerense se dividía en dos (justicialistas y kirchneristas) y el bloque de
representantes del FpV también se partía en el Congreso nacional donde la
mayoría de sus legisladores, elegidos en las últimas elecciones, reconocían la
validez de sus curules pero no la validez de las de los macristas dando un raro
ejemplo antidemocrático y boicoteaban la asunción del mando por el nuevo
presidente mientras otros legisladores participaban en el escuálido show
macrista. Por su parte, Mauricio Macri, como alegre bataclana, bailó rock en el
mismo balcón donde la noche anterior Cristina había bailado cumbia y recibió a
algunos presidentes de la región y a las “personalidades extranjeras”de segundo
o tercer orden como el corruptísimo jefe de la corrupta familia de los
Borbones, Juan Carlos el Africano, matador de elefantes. Después, pronunció un
discurso “programático” en el que ni menciona a los obreros, los sindicatos,
los jubilados y ni habla de sus planes económicos en el mismo momento en que
las empresas desatan una ola de enormes aumentos de precios, se habla de una
devaluación del 50 por ciento y los sindicatos ya amenazan a Macri para pedir
aumentos masivos que compensen la caída del ingreso popular.
La pelea en la lumpen-burguesía, entre Macri y sus
seguidores y Cristina y los suyos, se hace a espaldas del país, sin ideas y con
una comicidad involuntaria: la televisión oficial así como el serio diario La
Nación y La izquierda diario del FIT, hablan seriamente de la disputa de vodevil
en torno a la entrega del bastón de mando y de la banda presidencial (símbolos
del poder) titulando “el traspaso de los atributos”, lo cual convierte a
Cristina en donadora de órganos involuntaria y a Macri en transexual gracias al
traspaso de “los atributos” de su antecesora. ¿Cómo pueden respetar las grandes
potencias a un país con ese nivel de lucha “política” y de liderazgo?
Nadie, en el campo kirchnerista, se pregunta por
qué ese sector estaba convencido de que su candidato, Scioli, ganaría ya en la
primera vuelta, por qué nadie pudo prever los resultados y medir el ánimo del país
real y cómo fue que la gran mayoría en 2011 se despilfarró en apenas cuatro
años permitiendo el triunfo de Macri. Nadie, en ese campo, reflexiona sobre la
actitud antiobrera del gobierno de Cristina Fernández, sobre la corrupción de
sus funcionarios, sobre las leyes antiobreras, como la antiterrorista o la ley
contra los piquetes, ni se pregunta por qué los gobernadores kirchneristas y
del Opus Dei se acercan a Macri o el ministro de Tecnología de Cristina (un
claro agente de la Monsanto) es ahora su ministro. Sin balance alguno, están
también sin plan de acción ni proyecto alternativo cuando la caída del precio
del petróleo hace más barato importarlo que producirlo dando un golpe mortal a
YPF, la petrolera con participación estatal, y enterrando el proyecto de
fracking en Vaca Muerta.
En el FIT un sector (el Partido Obrero) cree,
desconociendo que el 95 por ciento de los electores votó por variantes
diferentes de una política burguesa, que habrá una desbandada del kirchnerismo
que creará una situación revolucionaria. Otro, el PTS, no hace ningún balance
sobre el fracaso del voto en blanco en el balotaje y propone sólo una agitación
sindical. En la izquierda, por lo tanto, no se estudia tampoco el porqué de la
situación social ni se sabe muy bien qué hacer salvo resistir las políticas del
macrismo.
En Venezuela, tal como muchas voces advirtieron
reiteradamente, millones de ex chavistas votaron por la derecha
proimperialista. Atribuir eso a la presión imperialista es ridículo. Porque no
se puede esperar que el imperialismo cambie de carácter o haga otras políticas.
Hablar de la defección de las clases medias lo es también porque el chavismo
inicial consiguió arrastrar a una parte de ellas y ahora, como en Argentina,
millones de trabajadores se unieron a la oposición y la transformaron en
mayoría.
En 17 años el chavismo no consiguió crear una
economía rural capaz de autoabastecer el país. Tampoco creó un sistema de
mercados populares controlados desde la base que asegure una distribución
eficiente y barata de los alimentos y productos de primera necesidad. Maduro
mismo denunció en varias ocasiones las empresas ficticias que roban al fisco y
alimentan el contrabando y dijo que algún funcionario debe haberlas aprobado.
Chavez y sus sucesores quisieron utilizar la renta
petrolera para modernizar el Estado capitalista y nada hicieron para disminuir
la dependencia del petróleo en el mercado mundial. Al fin de su vida, Chávez
comprendió que había que destruir ese Estado semicolonial y construir otro, con
un Golpe de Timón basado en las Comunas, la planificación desde abajo, el poder
popular. Maduro asfixió ese intento de rectificación ahogando la participación
de los trabajadores, subordinándolos a militares y gobernadores, dependiendo
del aparato del Partido Socialista Unificado que está identificado con la
burocracia estatal y aliándose con la boliburguesía contra los revolucionarios
en el PSUV en el gobierno, que fueron expulsados. Creyó posible gobernar con
una retórica dañina pues reunía bajo una sola bandera a los chavistas
descontentos, acusados de agentes del imperialismo junto a los
contrarrevolucionarios, como Capriles o López. Intentó crear un bloque sólido
con las fuerzas armadas exagerando los conflictos reales con Colombia o Guyana
cuando las Fuerzas Armadas se dividen según ejes de clase y varios militares
ahora buscarán acuerdos con la derecha y cuando la única forma de controlarlas
es con un poderoso movimiento de masas independiente, capaz de decidir. Para
reorganizar el proceso bolivariano, hay que hacer un balance urgente, construir
otro Estado, apoyarse en los trabajadores. Esta es la conclusión principal.
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