09/02/2016
Los datos en los que se basa la declaración de
emergencia internacional por el virus zika son sorprendentes. No por los
riesgos que la expansión que este virus implicaría, sino por la falta de
evidencias para motivar tan grandilocuente declaración por parte de la
Organización Mundial de la Salud (OMS) ante una enfermedad leve, con muy
escasos indicios de conexión con dolencias más serias y sin pruebas científicas
de ello. Para suplir estas ausencias, agrega que cómo el vector de la
enfermedad –el mosquito Aedes Aegypti– es también vector de dengue y
chikungunya, se está atacando las tres.
Este contexto alarmista, enfocado en aspectos
singulares –el “ataque” al vector, aislado de sus causas– favorece enfoques
estrechos, erróneos e incluso peligrosos. Por ejemplo, la empresa Oxitec,
que ha hecho controvertidos experimentos con mosquitos transgénicos, los
promueve ahora como “solución” (en realidad como negocio) ante la
expansión de zika, obviamente sin mencionar los riesgos que conlleva y que los
mosquitos transgénicos podrían incluso empeorar la situación.
Oxitec ya realizó experimentos de liberación de
mosquitos transgénicos en Islas Caymán, Malasia, Panamá y Brasil. Intentó
hacerlo en Europa, que no lo permitió por razones de bioseguridad y estudios de
impacto deficientes. Encontró regulaciones “flexibles” en Brasil, donde ha
hecho experimentos en el Nordeste, aunque no pudo conseguir la autorización de
ANVISA, autoridad sanitaria de ese país. Su técnica es producir Aedes
Aegypti transgénicos manipulados con un gen letal condicional, que no se
expresa si se aplica el antibiótico tetraciclina, lo cual hacen durante la
cría. Luego los liberan para cruzarse con mosquitos silvestres, que si no
encuentran el antibiótico, producirían descendencia estéril.
Oxitec reporta una reducción de 80-90 por ciento de
la población de mosquitos en las zonas de experimento. Pero según
documentados informes de Edward Hammond , Red del Tercer Mundo y de GeneWatch, la realidad es muy distinta.
En un informe del 2015, GeneWatch explica que la
disminución de mosquitos no está probada, porque los mosquitos silvestres se
pueden haber sencillamente trasladado a zonas aledañas. Los resultados de Islas
Caymán sugieren que la técnica es muy ineficaz, ya que usaron 2,8 millones de
mosquitos por semana para combatir una población silvestre de 20,000 mosquitos
y de todas maneras, aunque informaron una baja en la zona de liberación, hubo
un aumento de la población de mosquitos en zonas vecinas. Pero además,
aunque provisoriamente bajara la cantidad de mosquitos, no existe evidencia, en
ninguna parte del mundo, de que los mosquitos transgénicos hayan reducido la
incidencia de dengue ni otras enfermedades.
Por el contrario, una de las preocupaciones sobre
los impactos de los mosquitos transgénicos, particularmente en zonas endémicas,
es que la disminución temporal, pueda bajar la resistencia cruzada a varios
serotipos del dengue que existe en esas poblaciones, favoreciendo el avance de
formas más agresivas como dengue hemorrágico. Además, el desplazamiento de Aedes
Aegypti puede favorecer la expansión de trasmisores rivales, en el caso del
dengue, del Aedes albopictus, que es más difícil de erradicar.
GeneWatch nombra también que Oxitec no ha
presentado pruebas de que la proteína que expresan los mosquitos transgénicos,
llamada tTA, no tenga efectos alergénicos o tóxicos en animales o humanos, pese
a que ya se ha observado toxicidad y neurotoxicidad en ratones.
Desde 2015 Oxitec pasó a ser propiedad de Intrexon,
empresa de biología sintética estadunidense, por lo que podría estar
considerando el uso de tecnologías de biología sintética con mosquitos, más
riesgosas, como el uso de conductores genéticos (gene drives) que
podrían modificar toda una población de mosquitos en una o dos generaciones.
Las consecuencias de modificar toda una especie tendría implicaciones
imprevisibles, incluyendo impactos potenciales serios en el ecosistema y
mutaciones en los agentes de las enfermedades. Ya existen experimentos
confinados de modificación de insectos con esta técnica en universidades de
Estados Unidos, lo que motivó un alerta de científicos sobre los altos riesgos
de esta tecnología, incluso su potencial uso como arma biológica. (The Independent, 2/8/15) Sin embargo, en aguas de
la “emergencia” por el zika, aumentan la propaganda y presiones para usar esta
tecnología.
Son remiendos técnicos estrechos, concebidos más
como negocio que para enfrentar realmente los problemas. Además de los impactos
que conllevan, desvían la consideración de las causas y atrasan su atención
real.
Según datos oficiales al 2/2/16, se han confirmado
404 casos de microcefalia en Brasil. Solamente 17 tenían simultáneamente el
virus zika. Es apenas 4.2 por ciento de los casos confirmados y sólo muestra
que el virus estaba presente, no que fuera causante de microcefalia, anomalía
que tiene un amplio espectro de causas posibles, como exposición durante el
embarazo a tóxicos, desnutrición y otras infecciones, todos factores de alta
incidencia entre la población pobre del Nordeste, donde está el 98 por ciento
de los casos referidos.
La Asociación Brasilera de Salud Colectiva
(ABRASCO) publicó una excelente Nota Técnica y carta abierta al pueblo, notando
que el aumento de microcefalia se puede deber al uso de insecticidas y
larvicidas que se colocan en el agua potable (!), cuya concentración aumentó en
el Nordeste en el período en cuestión, debido al racionamiento de agua por
sequías inesperadamente más intensas que lo normal. Exigen una consideración
amplia de las causas de microcefalia, en una estrategia decidida con la gente,
desde sus condiciones, que al contrario de esos enfoques técnicos de alto
riesgo, es la única forma efectiva de enfrentar las epidemias.
- Silvia Ribeiro investigadora del Grupo ETC - www.etcgroup.org
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