Gustavo
Gorriti dice: "hay que movilizarse. Pero no por la candidatura de Julio
Guzmán sino por el principio. El periodista insta a un movimiento ciudadano que
busque impedir esta tacha que hasta la compara con lo ocurrido en el año
2000." Gorriti tiene razón en que el Perú tiene que movilizarse contra el
fraude electoral en curso. Sin embargo, su visión es limitada porque sólo está
mirando el caso del OJO MORADO de Guzmán y el FRAUDE electoral va más allá del
caso Guzmán - Acuña.
Estas
elecciones en principio están viciadas: primero, porque no se respeta el
principio democrático, disque fundamento de toda democracia (según gorriti,
pueden ser candidatos los plagiarios, los de la plata llega sola, los encubridores
de narcotraficantes, estafadores, etc. etc., si cumplen los requisitos mínimos
tener dinero o padrinos); segundo, por el escandaloso manejo de los medios
(encuestadoras y prensa) de las cifras que imponen a los candidatos del
capital; tercero, porque se intenta, a través de elecciones a todas luces
fraudulentas, imponer a uno de los candidatos que garantiza seguir saqueando
las riquezas del Perú; cuarto, porque el sistema electoral basado en el poder
del dinero es fuente de podredumbre y descomposición; quinto, porque los
principales candidatos de la Confiep (Keiko, García, PPK, Toledo, Acuña,
Guzmán, etc.) son financiados por potencias extranjeras, lo que configura el
punto de partida para un delito mayor, la TRAICIÓN A LOS INTERESES DE LA PERÚ;
sexto, por todo eso y mucho más, al fraude electoral hay que enfrentarlo movilizándose
para cambiar la CONSTITUCIÓN, madre de todos los delitos: económicos, políticos
y sociales.
18
febrero 2016
EBM
ESTA ES LA POTENTE COLUMNA DE GUSTAVO GORRITI SOBRE JULIO GUZMÁN QUE TODOS ESTÁN COMPARTIENDO
Jueves, 18 febrero 2016
La
columna de opinión que está dando vueltas por todo Internet -y que, en definitiva, es una de las más claras y
potentes que se han escrito hasta el momento- la escribe nada menos que Gustavo Gorriti.
El periodista no solo se manifiesta sobre el yugo que viene sometiendo la
campaña electoral llamado Jurado Nacional de Elecciones (JNE), sino que
hasta califica los hechos como un fraude adelantado. En su
columna publicada en la revista Caretas, coincidentemente
titulada “Fraude adelantado”, Gorriti arremete contra el JNE. Para
empezar, nos da una descripción breve de algunos escenarios políticos pasados y
nos dice cómo la ley puede servir también para dificultar los procesos.
“En el
transcurso de los años –que hace tiempo dejaron de ser pocos – me tocó cubrir
como periodista varias campañas presidenciales en el Perú y participar como asesor en una y media. He visto la dinámica de campañas en un país herido,
en ruina económica e incierto futuro; y vi también el travestismo de una
dictadura que intentaba maquillarse como democracia, hacer como que respetaba las normas mientras las
violaba, desde las firmas, el voto, los medios, hasta los jueces y jurados”.
“Los pobres
diablos, que sirvieron al dictador y a su Svengali, tuvieron una cosa en común: decían ceñirse a los preceptos de leyes y reglamentos
supuestamente elaborados para facilitar el proceso democrático pero en realidad creados para asegurar la permanencia
de la dictadura en el poder. Todo un complejo proceso de fraude, que utilizó la
ley como trampa y como encubrimiento”.
Pero ese es
solo el comienzo. Gustavo aprovecha el momento para compartir su visión de los
principales candidatos en campaña, a
los que califica duramente.
“Cumplidos
los requisitos de nacionalidad y edad, casi cada persona tiene el derecho
de ser candidato. Puede
serlo un plagiario,
porque, como dicen sus defensores, una persona es mucho más que sus plagios.
Puede serlo el que afirma que ‘la plata llega sola’. Puede serlo quien cambia
veinte veces su versión de cómo le llegó, sola o no, la plata a la suegra. Puede serlo la persona que entró a la política no por
su nombre sino por su apellido y que, a la medida de las necesidades de campaña, se aleja lo
suficiente del apellido para diferenciarse, pero no tanto como para dejar de
guarecerse bajo él”.
Luego viene lo
mejor. Gustavo nos dice que, para él, todo está bastante claro: se han
bajado la candidatura de Julio Guzmán en la mesa. Toda
esta trifulca entre el Jurado Nacional y el candidato morado no
es más que una maniobra orquestada para
eliminar una candidatura que nadie previó que podía crecer de tal forma. Pero
eso no es todo, Gorriti afirma también que esta tacha viene de parte de una
complicidad conformada por el Apra, el partido de PPK, el de César
Acuña y un grupo de consultores y lobiístas, que han optado por
usar disfraces de periodistas.
“Para mí, el
escenario está claro:
pensaron que tenían controlado el proceso electoral y de repente cambió todo. Julio Guzmán empezó a crecer con rapidez, mientras
Toledo se desplomaba, García se salaba con su alianza y PPK sufría del síndrome
típico de las candidaturas de pitucos: que cada cual tira por su lado mientras
él quedaba dormido sobre sus pies, deslizándose cuesta abajo en las encuestas.
“Entonces, con
la complicidad del Apra, PPK, parte del grupo de Acuña y todo el elenco de manejadores, consultores y
lobiístas, disfrazados
en muchos casos de periodistas, se armó la maniobra para eliminar en mesa lo que amenazaba seguir
creciendo en las calles.
Y lo hicieron a la bruta, con
el tipo de razonamiento que provocaría escrúpulos hasta en Azángaro, porque tuvieron urgencia de hacerlo rápido”.
Para finalizar,
Gustavo Gorriti nos dice algo insólito:
hay que movilizarse. Pero no por la candidatura de Julio Guzmán
sino por el principio. El periodista insta a un movimiento ciudadano que busque
impedir esta tacha que
hasta la compara con lo ocurrido en el año 2000.
“Hay que
impedirlo. Cuando los corruptos blanden lo que dicen es la ley, es cuando hay que movilizarse. Se esté o no a favor de Guzmán, puesto que no es la persona sino el principio lo que
está en juego”.
Las palabras del
director de IDL-Reporteros nos dicen que el tema es más grave de lo que
muchos piensan y que, tanto los ciudadanos como ciertos candidatos, deberían
movilizarse en contra de la decisión. Dificil saber lo que
sucederá en las próximas horas.
FRAUDE ADELANTADO
Escribe:
Gustavo Gorriti
En el
transcurso de los años –que hace tiempo dejaron de ser pocos – me tocó cubrir
como periodista varias campañas presidenciales en el Perú y participar como
asesor en una y media. He visto la dinámica de campañas en un país herido, en
ruina económica e incierto futuro; y vi también el travestismo de una dictadura
que intentaba maquillarse como democracia, hacer como que respetaba las normas
mientras las violaba, desde las firmas, el voto, los medios, hasta los jueces y
jurados.
Los pobres diablos, que sirvieron al dictador y a
su Svengali, tuvieron una cosa en común: decían ceñirse a los preceptos de
leyes y reglamentos supuestamente elaborados para facilitar el proceso
democrático pero en realidad creados para asegurar la permanencia de la
dictadura en el poder. Todo un complejo proceso de fraude, que utilizó la ley
como trampa y como encubrimiento.
Pero lo que ha sucedido este martes 16, con la
resolución del Jurado Nacional de Elecciones (la 093-2016-JNE), que pretende
apartar al candidato Julio Guzmán de la candidatura presidencial, es un nuevo capítulo
en las acciones de desnaturalización del proceso electoral: el intento de
eliminar, con argucias tinterillescas, a un candidato en rápido crecimiento,
que había concitado en poco tiempo una decisión de voto en su favor que estaba
entre el 15 y el 20 por ciento de los ciudadanos.
Es decir que, en una decisión basada en minucias
administrativas, muchas de ellas francamente estúpidas, los miembros del Jurado
que votaron a favor de ese atropello, pretendieron confiscar la decisión de
voto de uno de cada cinco ciudadanos y probablemente – si la proyección de
crecimiento se mantenía de alguna manera– de muchos más.
Esa decisión es nada menos que un atentado contra
el proceso democrático que otorga el poder presidencial mediante el mandato de
los votos de la mayoría de ciudadanos. Sufragio efectivo: eso, en la vibrante
expresión de Francisco Madero, es lo que significa la representación popular:
el derecho libre y auténtico al voto. La frase completa fue: “Sufragio
efectivo, no reelección” y ya sabemos lo que significó ignorarla.
La democracia se define por un conjunto breve de
características: el poder emana del voto ciudadano en elecciones generales
periódicas; la mayoría decide pero respeta los derechos de las minorías. Hay
contrapeso de poderes. Se gobierna de acuerdo con la ley, en su debida
jerarquía y con la letra al servicio del espíritu. El Estado está al servicio
de los ciudadanos y no al revés.
Dado que el poder se ejerce por representación, nada es más importante que garantizar el pleno derecho de los ciudadanos a ser candidatos a un mandato público y competir, mediante el voto, por la preferencia de sus pares.
Son realmente muy pocas las razones que justifican
limitar o prohibir el ejercicio de ese primero y fundamental derecho de una
democracia: elegir y ser elegido a través del sufragio efectivo. ¿Cuáles son?
Utilizar las elecciones para intentar destruir la democracia; conspirar contra
ella; tener descalificaciones morales graves, generalmente, pero no siempre, de
orden penal; sufrir incapacidades que hagan imposible desempeñar el cargo
público. No mucho más.
Cumplidos los requisitos de nacionalidad y edad,
casi cada persona tiene el derecho de ser candidato. Puede serlo un plagiario,
porque, como dicen sus defensores, una persona es mucho más que sus plagios.
Puede serlo el que afirma que ‘la plata llega sola’. Puede serlo quien cambia
veinte veces su versión de cómo le llegó, sola o no, la plata a la suegra.
Puede serlo la persona que entró a la política no por su nombre sino por su
apellido y que, a la medida de las necesidades de campaña, se aleja lo
suficiente del apellido para diferenciarse, pero no tanto como para dejar de
guarecerse bajo él.
Toda esa gente puede candidatear. Son un conjunto
deprimente, pero pueden candidatear porque tienen el derecho de exponer,
exponerse y ser expuestos en la campaña.
Apenas se necesita imaginación para saber que los
aspectos formales, los requisitos de procedimiento de esas candidaturas están
infestados de vicios que los patéticos miembros del JNE hubieran podido ver con
los ojos cerrados.
Pero no lo han visto ni lo verán porque su objetivo
no es un proceso electoral limpio sino uno que fuerce a los ciudadanos a
escoger dentro de ese grupo ruinoso que garantiza el confort de los oligopolios
y la ganancia de los cleptócratas. ¿Suena a panfleto? Es que a veces nada
describe mejor la realidad que el panfleto. Lo fue el año dos mil y me temo que
empieza a serlo ahora.
Para mí, el escenario está claro: pensaron que
tenían controlado el proceso electoral y de repente cambió todo. Julio Guzmán
empezó a crecer con rapidez, mientras Toledo se desplomaba, García se salaba
con su alianza y PPK sufría del síndrome típico de las candidaturas de pitucos:
que cada cual tira por su lado mientras él quedaba dormido sobre sus pies,
deslizándose cuesta abajo en las encuestas.
Se rompió el orden previsto y mientras la entropía
afectaba al ex pelotón principal, Guzmán pasaba al segundo puesto y el pelotón
pitufo se galvanizaba. Verónika Mendoza encontraba su voz, en quechua, y su
mensaje; y Alfredo Barnechea le ponía interés y, sorprendentemente, hasta un
poco de trabajo a su candidatura.
Entonces, con la complicidad del Apra, PPK, parte
del grupo de Acuña y todo el elenco de manejadores, consultores y lobiístas,
disfrazados en muchos casos de periodistas, se armó la maniobra para eliminar
en mesa lo que amenazaba seguir creciendo en las calles. Y lo hicieron a la
bruta, con el tipo de razonamiento que provocaría escrúpulos hasta en Azángaro,
porque tuvieron urgencia de hacerlo rápido.
Confiscar la preferencia de voto del 15 o el 20 por
ciento de los votantes, es nada menos que un fraude adelantado, mediante el
expediente de intentar que nimios detalles administrativos abatan el más
importante principio de la democracia: el derecho a elegir.
Hay que impedirlo. Cuando los corruptos blanden lo
que dicen es la ley, es cuando hay que movilizarse. Se esté o no a favor de
Guzmán, puesto que no es la persona sino el principio lo que está en juego.
¿Es Guzmán el dirigente capaz de encabezar la
protesta e indignación de la gente? No lo sé. He conversado varias veces con
él, por lo general en mi oficina, desde meses antes del inicio de la campaña.
Le vi varias cualidades como candidato: ganas, voluntad, trabajo, sentido de
organización y hambre de victoria. Además, me pareció y me parece un
profesional inteligente y capaz, una persona honesta, que concibe genuinamente
el poder como servicio público.
De otro lado, lo vi también inexperto, con poca
calle, menos esquina, con un deseo excesivo de complacer, de caerle bien a la
gente, y con presencia poco dominante.
Eso es lo que puede haber animado a la coalición de
tramposos a perpetrar una maniobra tan torpe y tosca. No le tienen miedo. Le
ven dientes de sonreír, no de morder.
Pero, de nuevo, el atropello no es solo contra
Guzmán y su agrupación: es contra todos aquellos para quienes la democracia no
es una coartada sino el valor supremo en la sociedad.
Espero que la sociedad se movilice, que los
candidatos limpios lo hagan también. Y si esa movilización es lo
suficientemente intensa, quizá logre un desenlace inédito y sorprendente: que
los dos mejores candidatos que hasta hace dos meses estaban escondidos en el
pelotón pitufo puedan crecer, superar y terminar disputando entre ellos la
segunda vuelta. ¿Difícil? Sí. ¿Imposible? No.
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