domingo, 14 de febrero de 2016

ESTADOS UNIDOS: ¿UN CAMBIO PROFUNDO?




Guillermo Almeyra

La campaña electoral por la candidatura a la presidencia de Estados Unidos del senador de Vermont Bernie Sanders, del Partido Demócrata, está preocupando a la derecha de ese país y del mundo porque demuestra que una parte importante de los jóvenes de esa nación están rompiendo con la ideología dominante y no consideran ya que las ideas socialistas sean aberrantes y antipatrióticas.

Quienes apoyan a Sanders en cierto modo retoman lo mejor de las tradiciones del pueblo estadunidense. En efecto, a principios del siglo XX y sobre la base de una fuerte inmigración de obreros europeos influidos por el sindicalismo, el anarquismo y el marxismo, se desarrollaron sindicatos por rama industrial; creció mucho el combativo movimiento sindical-político de los IWW (llamados popularmente wooblies) que defendían la independencia del movimiento obrero, la democracia sindical, la autogestión y la abolición del capitalismo y que tenían líderes como Bill Haywood, minero, Mother Jones y Eugene Debbs, fogonero.

Éste y Haywood fueron dirigentes del Partido Socialista, además de aguerridos militantes sindicales y dieron al socialismo una base obrera y una extensión nacional, condujeron durísimas luchas en las que los patrones recurrían a ejércitos privados de matones (los detectives Parkinson) y a una brutal represión policial, así como a provocaciones sangrientas, pero no podían evitar ser vencidos por la solidaridad de los trabajadores y de sus familias.

Debbs encabezó una candidatura presidencial socialista obrera que tuvo un amplio eco, pero la terrible represión patriotera que siguió a la Revolución Rusa y al fin de la guerra, así como al cese del tipo de inmigración previa a la guerra mundial redujeron la influencia del socialismo radical en Estados Unidos. El macartismo fascistizante consiguió además en los años 50 que el término socialista se identificase durante la guerra fría con el antipatriotismo y hasta con el espionaje para la Unión Soviética, y llevó a asesinatos legales como el de los esposos Rosenberg.

La desaparición de la Unión Soviética y del mal llamado bloque de países socialistas, así como el debilitamiento de los partidos comunistas estalinizados abrieron desde los años 90 el camino, tanto para la recuperación –incluso en Estados Unidos– de las mejores tradiciones libertarias de los trabajadores en el pasado, como para el desarrollo de otras tendencias socialistas, radicales o reformistas, muy ligadas con un fuerte sustrato democrático local siempre presente en ese país.

La prolongada crisis, como en los años 30, impulsa hoy hacia una nueva radicalización a amplios sectores de la juventud, particularmente entre las mujeres, quienes son muy discriminadas. El apoyo a Bernie Sanders, permanente adversario de las guerras, las invasiones y los golpes de Estado organizados por Washington, denunciante constante del control de la sociedad, la cultura y la información por el gran capital y de la corrupción del establishment, expresa sólo parcial y deformadamente esta evolución cultural y política de fondo.

En efecto, toca –por ahora– a la minoría juvenil de un país, donde los adultos mayores superan a los jóvenes y no abarca ni a una parte importante de los obreros –que siguen siendo nacionalistas– ni a las importantes minorías latina y negra. O sea, hasta hoy sólo influye sobre la parte menos conservadora de una sociedad que es sumamente inculta –hasta el darwinismo es considerado peligroso– además de ultrarreligiosa desde sus orígenes, chovinista y violentamente racista (la segregación oficial de los negros cayó hace 50 años gracias a la lucha de éstos, pero los asesinatos raciales impunes cometidos por la policía son cosa de todos los días).

Por otra parte, Sanders lucha por su elección en un partido como el Demócrata que, aunque en su momento apoyó el New Deal de Franklin Delano Roosevelt en la Gran Depresión de los 30, después apoyó todas las aventuras imperialistas y la guerra fría organizada por los Truman, Johnson, Kennedy, Clinton y Obama. En ese partido, que apoyan y financian las direcciones sindicales defensoras del capitalismo y de las grandes empresas estadunidenses situadas en cualquier parte del mundo y los grupos de presión sionistas, en realidad incluso un socialista reformista es un peligroso intruso.
De ahí el coraje del senador Sanders y la valentía de su proceso de autoorganización y autofinanciamiento de sectores juveniles, que podría conducir a la ruptura de los mismos con la dualidad de partidos que en el fondo forman el partido único del gran capital imperialista estadunidense.

La construcción de un tercer partido de masas independiente del establishment no vendría, pues del lado sindical, como soñaban Debbs, Haywood, James Cannon y los primeros socialistas obreros, sino desde el frente de la juventud estudiantil e intelectual que protesta contra el sistema. Eso le asestaría a éste un duro golpe porque pondría a Estados Unidos en la hora social mundial, rompiendo la anormal situación del enfrentamiento político entre dos partidos de los millonarios y sacudiría la americanización de la política europea, donde la ultraderecha se enfrenta con la derecha (o el centroderecha) según el modelo estadunidense. Ya la elección de Barack Obama, un senador negro y contrario a las guerras de sus adversarios cuando aún no era presidente, había permitido que asomase tímidamente la tendencia que se abre paso con Sanders.

Si éste no capitula, antes de que pase mucho tiempo podremos ver desarrollos importantes.


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