Entrevista
con la historiadora y politóloga argentina Alexia Massholder
El
Cronicón
13-02-2016
El reto para enfrentar las lacras de un sistema
criminal como el capitalismo que ha generado la actual crisis civilizatoria por
la que atraviesa la humanidad pasa por articular en forma efectiva las luchas
sociales y políticas a nivel local, regional y mundial. Y en ese empeño, “el
pensamiento crítico indudablemente jugará un rol central, para la revisión
crítica de nuestra historia de lucha, cuyo único fin no debe ser ‘condenar’
sino repensar las formas para hacerla más efectiva. Pero también para la denuncia
permanente y la elaboración de propuestas alternativas de acción, análisis y
organización”. La reflexión es de la historiadora argentina, doctora en
Ciencias Sociales y catedrática universitaria, Alexia Massholder, quien alterna
su actividad de investigación académica con sus labores de activista política.
Massholder es autora de un muy buen documentado
libro titulado “El Partido Comunista y sus intelectuales. Pensamiento y acción
de Héctor P. Agosti” (Ediciones Luxemburg, Buenos Aires, 2014), que constituye
un riguroso análisis del rol jugado por la intelectualidad argentina en la
compleja y conflictiva realidad de la nación gaucha durante el periodo
comprendido entre 1945 y 1965.
La obra se desarrolla teniendo como eje articulador
la figura del dirigente comunista argentino Héctor Pablo Agosti (1911-1984), su
amplia producción bibliográfica y su accionar político.
“De la mano de Agosti el libro de Massholder se
interna en un amplio laberinto en donde intelectuales, dirección política y
dinámicas burocráticas se entrecruzan en un período crítico de la historia
argentina”, señala el reputado científico social Atilio Boron en el prólogo de
la obra.
Cabe agregar que Agosti fue uno de los más altos
exponentes de la “batalla de ideas” durante el siglo XX, introductor de Antonio
Gramsci en Argentina y en América Latina, sus reflexiones críticas, audaces y
profundas le valieron el reconocimiento de muchos intelectuales que, como el
chileno Volodia Teitelboim, vieron en él un continuador de las elaboraciones de
Aníbal Ponce y Juan Carlos Mariátegui.
Para auscultar los alcances de este interesante
trabajo bibliográfico que recaba en el papel de la intelectualidad en la lucha
política y que contribuye a aprender de los yerros que históricamente han
frenado procesos emancipatorios como el sectarismo y el dogmatismo en las
conducciones partidarias, dialogamos con su autora.
Alexia Massholder se desempeña actualmente como
docente en la Cátedra Pensamiento argentino y latinoamericano de la Facultad de
Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires (UBA) y del Programa
Latinoamericano de Educación a Distancia en Ciencias Sociales (PLED) del Centro
Cultural de la Cooperación Floreal Gorini. Además, es directora adjunta del
Centro de Estudios y Formación Marxista Héctor P. Agosti (CEFMA).
Cuando no se apunta a transformaciones profundas,
no sólo no se avanza sino que se permite el fortalecimiento de la democracia
burguesa
- Uno de los temas centrales de tu libro es el
rol que juega la cultura y los intelectuales en el devenir político (en este
caso de Argentina, en el periodo que analizas: entre 1945 y 1965). ¿En América
Latina la falta de una solidez cultural que posibilitare identidad propia ha
sido talvez uno de los impedimentos para generar conciencia emancipadora?
- No diría que es un tema de falta de solidez
cultural sino de relaciones de fuerza y de conciencia de lo profundas que son
las contribuciones teóricas y prácticas desde América Latina. Respecto a esto
último pensemos en el pensamiento geoestratégico, cultural y político de Simón
Bolívar, de San Martín, Simón Rodríguez y José Martí en el siglo XIX. Y en el
siglo XX los de José Ingenieros, Aníbal Ponce, Julio Antonio Mella, José Carlos
Mariátegui, Sergio Bagú, Fidel Castro…, también los exponentes de la Teología
de la Liberación y de la Teoría de la Dependencia. Todos ellos y tantísimos más
han tenido valiosísimos aportes desde lo teórico (tanto la elaboración como la
difusión y la revisión crítica) pero también desde la acción política
transformadora. Muchos ellos, como el propio Héctor P. Agosti que de alguna
forma protagoniza el libro al que referís, fueron en diversas medidas víctimas
del olvido, muchas veces intencionado, y de la fragmentación política de
nuestra región que durante muchos años impidió la circulación y el conocimiento
de estos aportes propios. Decía, entonces, que no es sólo la falta de
conciencia de lo mucho que tenemos, que en cierta medida comenzó a revertirse,
sino de la correlación de fuerzas políticas que intentó e intenta sistemáticamente
sepultar todo el potencial cultural y emancipador de América Latina.
- ¿El déficit evidente en la relación
intelectuales-partidos políticos de izquierda o progresistas en América Latina,
es uno de los factores principales para que el neoliberalismo haya ganado la
batalla cultural e ideológica?
- Muchos de los intelectuales que mencioné tuvieron
pertenencia a partidos políticos, con las particularidades que eso implica y
que intento abordar en el libro. No sé si se trata de un déficit. Pero es
cierto que su pertenencia a estructuras partidarias fue muchas veces utilizado
como argumento, harto reduccionista por cierto, para desacreditarlos. Como si
ser “pensadores sueltos” implicara siempre una condición superior en los
intelectuales. Es un tema delicado. Y sin dudas, como sugieres, el
neoliberalismo se ha fortalecido con estas disputas propias de la izquierda,
que tanto mal nos hacen por cierto. Las limitaciones del llamado “progresismo”
creo que también han contribuido. En todo caso, habrá que repensar estas
cuestiones porque la batalla sigue y aquí estamos. Y seguiremos estando.
- Héctor P. Agosti, como bien lo reseñas en tu
trabajo bibliográfico, constituye uno de los más altos exponentes de la batalla
de ideas tanto de Argentina como de Latinoamérica durante el siglo XX.
Proyectando su obra y su accionar política a nuestros días, ¿qué aportes suyos
destacarías que tengan plena vigencia en el proceso de lucha contra los nuevos
totalitarismos o “globalitarismos”, en palabras del geógrafo brasileño Milton Santos,
que padecemos a causa del criminal modelo político-económico neoliberal?
- Señalaría tres principalmente. En primer lugar
sus reflexiones sobre la democracia burguesa y sus límites. Creo que en la
actualidad, cuando las democracias no apuntan a las transformaciones profundas,
revolucionarias, no sólo no se avanza sino que permiten el fortalecimiento de
la democracia burguesa, en donde el pueblo (demos) no cuenta con las garantías
necesarias para la participación efectiva que el término “democracia” supone.
En segundo lugar, sus críticas desde el marxismo a las tradiciones liberales y
nacionalistas (en el mal sentido de la palabra, porque hay uno bueno). Se trata
de las dos corrientes que se han alternado mayormente en los gobiernos de
nuestro continente sin haber podido dar soluciones efectivas y duraderas a
nuestros problemas estructurales. Y en tercer lugar, creo que la introducción
de Gramsci y el puntapié inicial en la difusión de su obra al español ha sido y
es fundamental para pensar los vínculos entre nación, ideología y cultura.
- Es Agosti el pionero en Latinoamérica de
introducir a través de su país, Argentina, el pensamiento del formidable sardo
Antonio Gramsci, quien entre los innumerables aportes intelectuales que hizo
sobresale su concepción de hegemonía. ¿Consideras que los gobiernos de
impugnación neoliberal que irrumpieron en la última década en Suramérica se
quedaron cortos en generar “hegemonía” en términos gramscianos y por eso el
renacer de una derecha con tintes fascistas como lo observamos en tu país y en
Venezuela?
- Sin dudas. Porque estos gobiernos de impugnación
neoliberal no pasan de intentar dar mejor condición del explotado, no el fin de
la explotación. Y eso no es más que perpetuar el sistema capitalista, que ya no
hace falta ser revolucionario para impugnar. Miremos sino las declaraciones del
Papa… Esos gobiernos construyeron un polo antagónico del pueblo para enfrentar
al neoliberalismo pero no generaron la herramienta para derrotarlo. Herramienta
que para Gramsci debe conducir los intereses de las clases y fracciones de
clases del nuevo bloque histórico, con una nueva unidad ética y moral,
verdaderamente popular. No debe olvidarse, como hicieron y hacen muchos
“gramscianos”, que Gramsci pensaba esos conceptos teóricos, como todo marxista,
en anclaje con la práctica de la lucha política. Y como comunista su horizonte
era la revolución.
- Volvamos a tu libro. ¿Qué te motivó a realizar
la minuciosa investigación sobre la relación del Partido Comunista argentino y
sus intelectuales durante el periodo comprendido entre 1945 y 1965? ¿Talvez
aportar y difundir las experiencias militantes que han contribuido a la
construcción de alternativas políticas, y al mismo tiempo, no caer en los
mismos errores?
- Las motivaciones creo que fueron ampliándose en
el transcurso de la investigación. Inicialmente, la ausencia total del estudio
del comunismo en la Argentina en la carrera de Historia de la Universidad de
Buenos Aires me llamaba mucho la atención. No viniendo de familia comunista,
tenía la “idea” de que, por lo menos en el plano cultural, los comunistas
habían hecho muchísimos aportes. Con el desarrollo de la investigación, en
donde mis directores Atilio Boron y Fernando Lizárraga tuvieron mucho que ver,
fui tomando conciencia de las implicancias políticas de esa ausencia. Hoy estoy
convencida de la intencionalidad política de esas ausencias y creo que debe ser
un deber militante reponer todos esos “vacíos”, para revertir los efectos de lo
que comentábamos en la primera pregunta.
- En el contexto de tu investigación se destaca
el aporte de Héctor Agosti al ámbito de la estética a través de su libro en
Defensa del realismo. ¿Qué elementos sustanciales destacas de este importante
trabajo suyo?
- Creo que tiene grandes implicancias historiográficas
y por supuesto estéticas. EL arte y la revolución siempre han tenido una
relación tan compleja como inevitable. No hace falta enumerar la cantidad de
poetas, escritores, cantantes, artistas plásticos, escultores y actores que han
militado en las filas de la revolución, y es impensable que su arte hubiera
sido lo que fue sin esa filiación. En el plano historiográfico creo que, en el
caso particular de Agosti que reconstruyo en el libro, permite matizar la idea
del seguidismo soviético a ultranza en todos los planos, como sostienen
algunos, y la diversidad de debates existentes dentro del movimiento comunista
internacional. En el plano estético creo además que la reflexión de Agosti
permite pensar las condiciones de la creación revolucionaria en el contexto del
capitalismo. He conversado con el maestro y dramaturgo Raúl Serrano sobre estos
temas, y me enseñó mucho de las implicancias también filosóficas que tiene en
la relación sujeto – objeto, pero no es esto último algo en lo que pueda
pronunciarme por mis limitadas aproximaciones al tema.
- Retomando a Gramsci, tú afirmas que sus
reflexiones las hizo a partir de “su práctica política concreta con el
explícito objetivo de actuar por el triunfo de la revolución socialista”. Para
lograr un proceso revolucionario y emancipatorio, ¿por qué el marxismo como
metodología de comprensión y análisis de la realidad puede contribuir no solo a
este propósito sino a crear alternativas que lo hagan posible?
- Porque no se trata justamente de una metodología
pensada para el mero análisis sino para la transformación. El marxismo va a
fondo, a las verdaderas causas de los fenómenos. Y por eso el enemigo también
estudia tanto marxismo…, aunque con fines opuestos. Y porque el marxismo, como
práctica, pone además mucho énfasis en el tema de la organización (citemos solo
a Gramsci y a Lenin como ejemplos más evidentes y conocidos). Un análisis
certero sin una organización política fuerte y sólida tendrá resultados escasos
en la modificación de la correlación de fuerza. Los innumerables frentes de
batalla que nos abre, por ejemplo, el gobierno recientemente electo en
Argentina, nos va a poner a prueba. No podemos dispersar la fuerza y salir como
locos de acá para allá por cada injusticia o atropello que debamos enfrentar.
Debemos organizarnos de manera más inteligente para que nuestros golpes sean
más efectivos. La impotencia y la indignación nos dan ganas de salir a comernos
el mundo. Pero a veces debemos frenar y pensar, como hace el enemigo, para que
nuestra acción tenga efecto. Pensamiento y acción.
- Si bien es cierto que el capitalismo no se va
a caer solo, sino que es necesario empujarlo, ¿qué hará falta para que ello
suceda y la humanidad pueda superar la crisis civilizatoria que enfrenta por
culpa de este criminal sistema? ¿Cuál debe ser el rol que en este propósito
urgente debe jugar el pensamiento crítico para ganar la batalla de ideas?
- Algo podríamos repetir de las respuestas
anteriores. Tenemos la metodología, el pensamiento crítico. Tenemos una gran
experiencia histórica. Debemos utilizar todas las evidencias de la decadencia y
el sinsentido del capitalismo, crear conciencia sobre esto, y sobre la
posibilidad efectiva de algo diferente. Tenemos evidencia histórica y actual
para hacerlo. Y sobre todo articular mejor nuestra lucha, a nivel local,
regional, mundial. El pensamiento crítico indudablemente jugará un rol central,
para la revisión crítica de nuestra historia de lucha, cuyo único fin no debe
ser “condenar” sino repensar las formas para hacerla más efectiva. Pero también
para la denuncia permanente y la elaboración de propuestas alternativas de
acción, análisis y organización. Con autocrítica pero con confianza en nuestra
fuerza, estoy segura que lo vamos a lograr.
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