La bolsa
de Frankfurt, donde cotiza Deutsche Bank.
10
febrero 2016
Mala señal: las páginas de Economía de todos los
periódicos europeos están llenas estos días de referencias a
la espectacular quiebra de Lehman Brothers. Tan infausto acontecimiento,
detonante de la mayor crisis económica que nuestra generación ha vivido, se
representa ahora revivido, como un fantasma tardío, en los parqués de todo el
continente: las bolsas se están desplomando y los expertos hablan ya sin
disimulo de un posible nuevo cataclismo financiero. ¿Quién es, en esta ocasión,
el posible responsable de tanta alarma? Deutsche Bank, el gigante
alemán. ¿Pero qué está pasando y por qué hay tanta gente asustada?
Será mejor empezar por el principio.
¿Qué es Deutsche Bank?
Es un banco de inversión alemán. Fue fundado en 1870, en
pleno albur del primitivo capitalismo, y ha crecido lo suficiente durante siglo
y medio para posicionarse, hoy, como la entidad financiera más importante de
Alemania y una de las más relevantes del planeta. Tanto es así que, además de
cotizar en la bolsa de Frankfurt, la más relevante de Europa, también lo hace
en la de Nueva York. Como banco de inversión, su campo de acción no está
orientado al gran público sino a operaciones de capital, de compra y venta de
valores o de financiación y asesoramiento de grandes empresas, entre
otras diversas actividades.
Parece bastante grande, ¿verdad?
Es gigantesco.
Cuenta
con alrededor de 100.000 trabajadores en todo el mundo (la mayor parte de
ellos radicados en Alemania), y casi 600.000 inversores y accionistas (más de la
mitad son alemanes, revertiendo la tendencia de años anteriores). Detrás de
Deutsche Bank hay otras grandes firmas financieras internacionales. Entre
otras, BlackRock, la mayor empresa de
gestión de activos de Estados Unidos y accionista mayoritario del banco de
inversión alemán. Por volumen de negocio, Deutsche Bank es grande. Muy grande. ZeroHedge
lo ilustraba de forma reciente con un sencillo gráfico sobre la naturaleza
de su tamaño.
A la izquierda tenemos el PIB de Alemania, el más
grande de la Unión Europea. En el centro, el PIB de la Unión Europea, uno de
los más grandes del planeta en conjunto. Y a la derecha, la exposición a
derivados financieros de Deutsche Bank. Asusta. Su colección de activos tóxicos
es impresionante, y su alto grado de apalancamiento le sitúa como uno de los
principales riesgos sistémicos de la economía europea. Ya en 2013, nuestros
compañeros de El Blog Salmón escribían lo siguiente sobre la naturaleza del
problema Deutsche Bank:
La práctica contable de enmascarar los niveles de
riesgo de la banca llevaron al Deutsche Bank a los excesos de mantener más de
50 billones de euros en derivados financieros, suma equivalente al 75 por
ciento del producto mundial y a casi 20 veces el PIB de Alemania. (...) En el
mundo hay más de 700 billones de dólares en derivados financieros (casi 10
veces el PIB mundial) y gran parte de estos derivados responden a la denominación
de activos tóxicos. Activos incendiarios que son recuperados con el dinero de
los contribuyentes y que generan jugosas ganancias a los que siguen jugando a
las sillas musicales.
Era una bomba incendiaria. Y hoy está a punto de
estallar.
¿Y qué le sucede exactamente?
Varias cosas. La principal: está perdiendo dinero a
espuertas, porque los inversores están huyendo. En 2015, el banco cerró con unas
pérdidas históricas 6.890 millones de euros (casi un tercio de ellas se
concentraron en el último trimestre del año). De forma paralela, las
autoridades estadounidenses y británicas multaron a la entidad con 2.500
millones de euros por un escándalo de falsificación
contable, violación
de sanciones internacionales y manipulación
de las tasas de interés. Como consecuencia, la credibilidad y estabilidad
del banco ha quedado en entredicho. 35.000
personas se irán a la calle este mismo año.
Los
inversores han caído en la cuenta de que el emperador está desnudo. El pago
de las sanciones lastra sus cuentas, mientras su altísima exposición a
derivados financieros relacionados con materias primas (como el petróleo, cuya
caída libre no hace sino perjudicar de forma gravosa el valor de la acción
de Deutsche Bank) contribuye a desencadenar la tormenta perfecta. De forma
paralela, la entidad está
acometiendo una importante transformación interna para reducir sus gastos
de gestión y ser más eficiente. Como colofón final, la
política de tipos de interés bajos del BCE y la
desaceleración china hacen prever escaso margen de rentabilidad inversora.
¿Resultado? El precio de sus Credit Default Swaps
(seguros frente a impago) se
ha disparado. Cada vez más inversores temen no sólo la quiebra de Deutsche
Bank, sino
de otros muchos bancos europeos.
Entonces, ¿podría todo volar por
los aires?
Ahora mismo, la
prensa económica internacional no habla de otra cosa. ¿Es Deutsche Bank el
nuevo Lemahnn Brothers? Cuestionado al respecto, Google devuelve ya 541.000
resultados. Lo sea o no, el fantasma de un acontecimiento parejo al de 2008,
cuando el hundimiento de un banco de inversión casi se lleva por delante a todo
el sistema financiero internacional, es alto. Pese a que el CEO de Deutsche
Bank se ha apresurado a decir que la entidad es "sólida
como una roca", ni los inversores, lanzados a la adquisición de nuevos
CDS, ni los analistas parecen creérselo. Deutsche Bank podría
ser el inicio de una nueva crisis bancaria.
Como
se analiza en este artículo de El Confidencial, hay diferencias y
semejanzas respecto a Lehamn Brothers y su espectacular desaparición en otoño
de 2008. Por un lado, la tendencia de las bolsas a la baja, el decrecimiento de
un sector de inversión clave, y la fragilidad económica internacional son
factores de riesgo. Por otro, hay circunstancias que difieren a las de hace
ocho años: la caída del petróleo, al contrario que el estallido de la burbuja
inmobiliaria, sí genera ganadores; la mayor previsión de los organismos
económicos y financieros internacionales; y la ausencia de alternativas a la
bolsa.
El problema es que los
inversores han "perdido la fe" en Deutsche Bank. Se cree que
necesitaría 7.000 millones de inversión en capital para acometer los retos que
tiene frente a sí. El desplome de sus acciones no invita al optimismo.
Suena mal. ¿Qué nos pasaría a los
demás?
Qué nos está pasando, más bien. Las bolsas europeas
llevan en caída libre varios días. El Ibex 35, en concreto,
bajó de los 8.000 puntos, aunque ayer los parqués tanto de Madrid como de
Milán repuntaron
de forma ligera. Pese a que Deutsche Bank afirma contar con fondos
suficientes para acometer los intereses de su gigantesca deuda, un posible
impago se contempla como un escenario de altísima volatilidad para la banca
europea. Por lo pronto, el resto de bancos de inversión internacionales se
están viendo arrastrados en su caída: CitiBank, Bank of America, UBS, Credit
Suisse, Goldman Sachs, JP Morgan. Todos caen.
Al igual que en 2008, la consecuencia más directa
sería un efecto dominó sobre la economía mundial. Deutsche
Bank está sencillamente demasiado expuesta. Es "too big to fail",
como lo era Lehman Brothers. Su caída podría ser el detonante de una nueva
crisis financiera de escala global, pero
es complicado saber en este momento cuáles son las posibilidades reales de
que suceda. De forma más plausible, puede
que debamos acostumbrarnos a una temporada de ajuste en el sector bancario.
Los tiempos de grandes beneficios se han acabado.
¿Y qué opina el gobierno alemán?
Wolfgang Schäuble, ministro de finanzas alemán, afirma
"no estar preocupado" por la situación de Deutsche Bank,
siguiendo la línea marcada por la propia entidad. Tanto el gobierno como el
banco están intentando calmar a los inversores, salvar el precio de la acción y
frenar el pánico generado a su alrededor. Sobre el gobierno alemán se centran
otras cuestiones: ¿rescatará a Deutsche Bank llegado el momento? Ya lo hizo
una vez, pero las magnitudes de la actual crisis a la que se enfrenta el
banco de inversión en esta ocasión, como hemos visto más arriba, hacen de la
mera idea algo, por el momento, demasiado remoto.
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