Entrevista
al colectivo de profesores y estudiantes Indocentia sobre la
transformación neoliberal de la Universidad
eldiario.es
2-03-2016
"¿En qué nos estamos convirtiendo?” Esa
pregunta dispara uno de los textos del colectivo Indocentia dedicados a
analizar críticamente la transformación de la Universidad española en estos
últimos años.
Efectivamente, ¿en qué se convierte la Universidad
cuando la reducción del gasto público incrementa la presión competitiva por
fondos y estudiantes? ¿En qué se convierte el ejercicio de la docencia cuando
se considera una actividad de segunda, al tiempo que se estandariza e
instrumentaliza la relación pedagógica? ¿En qué se convierte la investigación
sometida a criterios y rankings que valoran principalmente lo cuantificable,
exhibible y comercializable?
Convertir, mucho más que convencer. Transformar los
comportamientos, mucho más allá de las opiniones. Lo que está en juego en la
transformación neoliberal de la Universidad es la relación con el saber y con
uno mismo. Hemos aprendido a enfrentarnos a poderes que se nos oponen como algo
exterior, coactivo y represivo, pero ¿qué pasa cuando se trata de poderes que
se presentan como evidentes y deseables?
El colectivo Indocentia agrupa a profesores,
profesoras y estudiantes de la Universitat de València. Su reflexión sobre la
universidad española arraiga en los problemas particulares del modo de producir
conocimiento en las ciencias sociales (psicología, educación, sociología,
etc.), problemas que, aún compartiendo muchos elementos en común, se
manifiestan seguramente de forma diferente en las humanidad o en las ciencias
experimentales.
Los miembros de Indocentia que han contestado
colectivamente a las preguntas de esta entrevista son: Lucía Gómez, Francisco
Jódar, Almudena Navas, Carmen Montalba, Joan Carles Bernad, Antonio Santos,
Manolo Rodríguez, Clara Arbiol, María Jesús Bravo y Daniel Sánchez. Contacto: indocentia@gmail.com
La
revolución cultural neoliberal
1. Afirmáis en uno de vuestros textos
que el problema actual en la Universidad, contra lo que me parece que aún es el
sentido común crítico, ya no es exactamente la endogamia, la pasividad, la
burocracia, la rigidez, lo memorístico, la apatía... ¿Por qué se mantienen esos
clichés entonces? ¿Qué es lo que nos impiden ver y pensar?
Indocentia: Estos viejos problemas forman parte de una crítica
mediática y supuestamente progresista que no atiende a los problemas de la
universidad actual. Por ello, es importante mostrar el uso político que se ha
hecho de ellos, su valor pragmático, la función que han tenido y tienen como
justificación de reformas de carácter neoliberal en el ámbito universitario.
Reformas que apelan a la endogamia para
avanzar en la desregulación laboral de quienes empiezan y enfrentar a
colectivos precarios; a la pasividad para implementar mecanismos de
(pseudo)participación neoempresarial en la gestión y procedimientos pedagógicos
estandarizados e infantilizadores en la docencia; a la calidad para
disciplinar la producción de conocimiento de acuerdo a lógicas competitivas; al
academicismo para supeditar el sistema educativo al productivo...
De ahí la necesidad de desvelar la contradicción
entre la retórica con la que se presentan las reformas y los efectos que
generan. Por ejemplo, en el caso de la crítica a la endogamia, no deja de
sorprender que las medidas nunca hayan pretendido otorgar seguridad a las
posiciones más precarias para evitar su dependencia de los poderes locales y de
toda una lógica relacional insoportable (redes clientelares que no solo
perviven, sino que se han acomodado perfectamente a las nuevas exigencias
productivistas y “meritocráticas”).
Por tanto, entendemos que es importante llevar a
cabo una “crítica en tiempo real”, que cuestione los efectos de las
transformaciones recientes de la universidad: la exigencia de hiperactividad
vacía e inocua, la progresiva mercantilización del conocimiento, la devaluación
de la docencia, la fragilidad y dependencia de las posiciones más precarias...
2. En esa transformación neoliberal de la
Universidad, decís que es esencial el “cambio de cultura del profesorado”. Las
directrices europeas que citáis en vuestros textos insisten mucho en esto. Me
interesa especialmente este aspecto de “revolución cultural” que implica el
neoliberalismo. ¿En qué consiste? ¿Por qué es tan importante que el profesorado
se vuelque en la investigación? ¿En qué tipo de investigación?
Indocentia: Sí, los distintos documentos que desde la Comisión
Europea vertebran la construcción del Espacio Europeo de Educación Superior no
ocultan que el éxito del proceso de reforma depende de la transformación del
profesorado de forma que se establezca una alianza entre sus ambiciones
personales y los objetivos valorados por la institución. Algo que no deja
de ser inquietante.
Las nuevas reglas del juego privilegian la
investigación al tiempo que devalúan la docencia; una investigación sometida a
las reglas que le permitan competir, una investigación que se pueda cuantificar
y exhibir, una investigación obediente.
En primer lugar, se lleva a cabo una redefinición
del profesor como investigador en términos de prestigio y estatus. Frente a la
docencia, la práctica investigadora es transformada en una inversión en el
propio currículum que sí reporta beneficios subjetivos (valoración) y
materiales (compensaciones retributivas). La docencia se define como carga,
actividad que hay que soportar para poder llevar a cabo las actividades de
investigación que son las que generan distinción y reconocimiento.
Es ilustrativo en este sentido el Real Decreto-Ley
14/2012, de “medidas urgentes de racionalización del gasto público en el ámbito
educativo”, que establece que la actividad docente ha de graduarse en atención
a la “intensidad y excelencia” de la actividad investigadora reconocida. La
docencia queda directamente definida como “castigo”. La exigencia de
rentabilizar los resultados de la investigación hace que el profesorado deserte
de la docencia, que se convierte en obstáculo para la promoción académica.
Dedicar esfuerzo a la docencia es “perder el tiempo”.
En segundo lugar, se encauza la producción de
conocimiento en función de criterios globales de productividad/calidad que
permitan competir. En este espacio de capitalismo académico, el
conocimiento se somete progresivamente a indicadores de producción que tienen valor
en circuitos cerrados. Como recoge claramente la Estrategia de Universidad
2015: “el
conocimiento es un capital pero es necesario identificar en él lo que realmente
tiene de valor para el mercado”.
Esta revolución neoliberal en curso está siendo un
éxito. Sin apenas resistencia, ha sido capaz de construir investigadores emprendedores
dispuestos a comprometerse en el proceso ciego y permanente de competencia
por contratos, publicaciones, proyectos. Sin embargo, la misma función de la
universidad pública se pervierte: la producción de conocimiento va perdiendo su
dimensión social y se convierte en un valor de cambio ligado a las
exigencias del mercado impidiendo su valor de uso , su conexión con
determinadas posiciones y problemas. Es decir, en un producto inocuo que ha de
contar en el circuito virtual y autorreferente de los rankings.
3. Vuestros textos analizan pormenorizadamente esta
cuestión de la “transformación de las subjetividades” en el proceso de mutación
en marcha de la Universidad. ¿En qué se diferencia la transformación de las
subjetividades de un cambio ideológico?
Indocentia: Los procesos de reconfiguración identitaria no
afectan únicamente a nuestros ideas, valores o creencias, sino que modifican
también nuestros deseos, aspiraciones, motivaciones, placeres, los modos de
relación con uno mismo, transforman nuestra interioridad. Por eso no se trata
solo un cambio ideológico.
Las nuevas formas de gobierno neoliberal modifican
nuestras subjetividades: nos convertimos en investigadores competitivos,
activos, polivalentes y flexibles, en “empresarios de nosotros mismos”. El
“profesorado excelente” trabaja solo por y para sí. Incorporamos el cálculo coste-beneficio
no solo a la hora de planificar una investigación, sino también a la
hora de gestionar nuestras relaciones.
Dos aspectos favorecen la penetración en los
cuerpos de esta lógica instrumental. Por un lado, la actividad investigadora es
concebida como un proceso donde nos estamos jugando, no solo la posibilidad de
progreso en nuestra carrera académica, sino también nuestra propia imagen, la
posibilidad de reconocimiento, un proyecto de identidad que desborda lo
profesional. Rankings, estadísticas, memorias de investigación, tablas
comparativas, informes, plataformas o registros virtuales de citas,
publicaciones, seguidores... nos proporcionan esa valoración, la posibilidad de
ocupar un espacio-marca. Todo ello obliga a un proceso continuo de competición
interna que fragmenta y enfrenta al profesorado.
Y por otro, estas formas de regular nuestra
conducta dependen de nuestra iniciativa “voluntaria”. Es decir, aunque no se
puede negar su carácter coercitivo (sobre todo para los que empiezan), operan
también a través de la fascinación, de la identificación con estas reglas del
juego. De ahí la enorme dificultad de ejercer la crítica a los dispositivos de
dominación que nos configuran.
Discursos
y prácticas: excelencia y evaluación
4. Vuestro análisis se centra en dos dimensiones materiales de esa “revolución
cultural”: los discursos (excelencia, emprendimiento, etc.) y las prácticas
(sobre todo la evaluación y la rendición de cuentas). Empecemos por los
discursos. Afirmáis que importa menos lo que significa la palabra “excelencia”
que lo que “hace hacer” en este contexto. ¿Qué “hacen hacer” esos discursos,
qué efectos producen?
Indocentia: Discursos como excelencia, espíritu
emprendedor, innovación, autorrealización... pretenden instaurar un sentido
común compartido o regla de juego que naturalice la necesidad de competir.
Desde los rectorados, se lleva a cabo un trabajo pedagógico-propagandístico
dirigido a que nos identifiquemos individualmente con exigencias que no
dependen de uno mismo y que no se cuestionan.
La excelencia es un concepto vacío pero que tiene
poder performativo, nos incita a intensificar continuamente el rendimiento al
tiempo que impide cualquier crítica: ¿hay alguien que quiera ser lo contrario
de excelente? La excelencia pasa de ser una cualidad inaprensible a
significar: ranking, competitividad, resultados. Permitiendo también lanzar el
mensaje de que la universidad se está convirtiendo en una estructura
administrativa semejante a una empresa, capaz de planificar estratégicamente,
evaluar y ejecutar.
El emprendimiento asociado a la retórica de la
iniciativa, la apertura, la asunción de riesgos y retos, la creatividad, la
reinvención, la transformación de ideas en actos, el liderazgo de proyectos….
muestra su lado más desvergonzado y cínico cuando se nos demanda que en el aula
incentivemos el
espíritu emprendedor de los y las estudiantes. Aquí podemos ver en qué se
ha convertido la universidad-empresa: ¿por qué se les pide a los y las
estudiantes que asuman riesgos individuales mientras se invisibilizan las
condiciones sociales que generan desigualdades en esa apuesta? ¿Por qué se
publicita el emprendimiento y no se denuncia la precariedad que les espera?
5. En cuanto a los mecanismos de evaluación y
rendición de cuentas, ¿de qué tipo son, cómo funcionan, qué generan?
Indocentia: Agencias de calidad como la ANECA (dirigida a
acreditar la calidad del profesorado) y la CNEAI (que reconoce, a través de los
sexenios, la actividad investigadora realizada en períodos de cinco años),
priorizan como criterios de valor la publicación de artículos en revistas
científicas incluidas en bases de datos elaboradas por dos empresas privadas,
Thomsom Reuters y Elsevier (propietarias respectivamente de las bases de datos
WoS y Scopus), en detrimento de otros formatos y modos de canalizar la
actividad investigadora. Estos criterios de valor reproducen una lógica
colonial, son un efecto de lógicas de poder geopolíticas (que marginan y desprecian
las revistas científicas no anglosajonas, que imponen sin discusión el inglés
como lengua neutra...) y, a pesar de las críticas de todo tipo que han
generado, conservan intacta su capacidad de definir quién vale y quién no.
La bibliometría no ha traído resultados de
investigación excelentes, pero sí sabemos que ha despertado la astucia y
las triquiñuelas de una parte profesorado que adapta su trabajo hacia lo que se
considera clave en la evaluación: se abandonan las monografías o libros porque
puntúan menos y dan más trabajo frente a los artículos con índices medibles de
impacto; se trocean las investigaciones de forma que salgan varios artículos,
lo que está generando una inflación de papers inabarcable y vacía; se
publica aunque la investigación no esté concluida y los resultados sean escasos
o poco sólidos; se provocan ("fiddling with the data...") resultados
positivos porque los negativos son menos publicables; se apuesta por
investigaciones breves, que puedan permitir publicar con rapidez; se recurre al
autoplagio, al plagio, a las autocitas, a las redes de citas, a las guerras de
citas, a no citar a posibles competidores.
En este escenario, son frecuentes las relaciones
clientelares, las “familias” basadas en alianzas estratégicas, en intercambios
interesados orientados a la maximización de resultados (autorías rotativas,
contactos en revistas...) y no en la necesidad de producir formas colaborativas
de pensamiento e investigación.
El conocimiento se somete, se pliega a estos
criterios de valoración “internacionales”, supuestamente “neutrales”, pero que
disciplinan, estandarizan y empobrecen el trabajo investigador (promueven
metodologías legítimas, modos de enunciación autorizados, parámetros
temporales, contenidos prioritarios). Esta dependencia se manifiesta de forma
diferente en cada disciplina. En las ciencias sociales no es difícil percibir
la estrecha relación entre las áreas temáticas que permiten financiación de
proyectos de investigación y las actuales formas de producción y pensamiento hegemónico:
empleabilidad, emprendimiento, inteligencia emocional, resiliencia, estrés
positivo, prácticas de éxito escolar...
La producción de conocimiento, al margen de las
posiciones teóricas y políticas de los investigadores, se encierra en un
circuito privatizado, ajeno a cualquier compromiso con lo común, incapaz de
intervenir en lo social. Ello afecta a la función de la universidad pública
pero también a nuestra tarea cotidiana: pérdida de sentido, desilusión,
impotencia política o cinismo.
6. Estas exigencias de disponibilidad continua,
hiperactividad, optimización, movilización permanente... ¿qué efectos tienen
sobre el pensamiento, sobre la enseñanza (una actividad “generosa, viva,
inconmensurable” como decís), sobre los mismos cuerpos?
Indocentia: Es precisamente la hiperactividad aquello que está
paralizando el pensamiento, la reflexión. La carrera investigadora no tolera ni
tiempos vacíos ni logros acabados y duraderos. La valía se ha de actualizar
continuamente en un proceso sin fin. De ahí la emergencia del llamado “sexenio
vivo” y el uso que se está haciendo del mismo (se penalizan los períodos donde
el ritmo de producción no ha sido constante). Se instala una relación con el
conocimiento desencarnada, instrumental, acelerada, regida por el corto plazo.
El ritmo de trabajo se ajusta a los requisitos temporales y estandarizados que
exigen los dispositivos evaluadores.
Estas exigencias ponen en peligro el carácter
artesanal y creativo de los procesos de producción de conocimiento. Lo que
vale, lo que cuenta, lo que tiene valor (de mercado) es la acumulación, la
superficialidad, la continua novedad sin raíz. Se trata de un nuevo modo de
expandir la sumisión en el trabajo intelectual. Una pérdida de la dimensión
crítica de la investigación que, paradójicamente, se asocia al aumento de la
excelencia de nuestras universidades.
Dar una buena clase requiere mucho tiempo y
esfuerzo en su preparación. Precisa entrega y generosidad. Continuamente
experimentamos que la pasión que el profesorado transmite en el aula es lo que
logra movilizar las ganas de saber de los estudiantes. ¿Es posible una medición
de todo esto? La relación pedagógica no se deja apresar en términos
instrumentales y rentabilistas. De ahí nuestra crítica a los dispositivos de control
y gestión de la actividad docente como el infame programa Docentia. Un programa troyano,
un software aparentemente inofensivo que al ejecutarlo ocasiona daños
irreparables. Su principal efecto no va ser aumentar la calidad de la
enseñanza, sino introducir la lógica del coste-beneficio en la docencia, de
forma que también ahí orientemos nuestra conducta hacia los aspectos premiados.
Y ello además, en un momento en que la docencia se devalúa y pasa a ser, como
decíamos, el castigo para los profesores y las profesoras no excelentes
(penalizados con muchas más horas de docencia) .
En la vida del profesorado se instala, no solo la
angustia ante las exigencias evaluadoras, sino también la culpa por no estar a
la altura de ese ideal de excelencia. Y el padecimiento de estas
afecciones de un modo individual y privado. Vidas fragmentadas y en deuda
permanente. Cuerpos que no se pueden permitir una bajada de energía, de
intensidad productiva. Cuerpos que han aprendido a no distinguir entre tiempo
de trabajo y tiempo de no-trabajo. Cuerpos fuertes e independientes, sin
debilidades ni vulnerabilidades. Cuerpos que no tienen que ser cuidados y que
no cuidan a otros cuerpos. Cuerpos hiperproductivos y ajenos a los compromisos
con la vida reproductiva. La excelencia mata, la competitividad enferma,
decimos desde Indocentia.
Formas de
resistencia creadoras, no nostálgicas
7. ¿Cuál es la actividad de Indocentia, su alcance,
su eco?
Indocentia: Indocentia es un espacio, formado primero por docentes y que
ahora se está abriendo también a estudiantes, que pretende abrir preguntas,
mantener abierta la capacidad de extrañarnos, ensayar formas de desobediencia
activa. Es un intento de problematizar en qué nos estamos convirtiendo en
la universidad. En un momento en el que estamos más individualizados que
nunca queremos politizar en común nuestro malestar. Construir una posición que
nos ayude a sostenernos compartiendo lo que, en nosotras, resiste a encajar en
el juego de la universidad neoliberal.
Buscamos enfrentar formas de sometimiento y
vaciamiento del sentido público de la universidad. Creemos en una docencia que
permita relaciones pedagógicas vivas. Queremos detenernos, pensar y abrir otros
sentidos de lo posible.
Nos cansa ser empresarios de nosotros mismos, jugar
al juego de instrumentalizar oportunidades, contactos, relaciones. Sabemos que
nuestra autorrealización no depende de nuestra puntuación en cualquier ranking
y sospechamos de la obligación misma de autorrealización y de implicación
continua. Nos indigna que se ofrezca emprendimiento a nuestros estudiantes
explotados.
8 ¿Cómo leer las resistencias a la transformación
neoliberal de la Universidad? Se me ocurre que si el nuevo paradigma de poder y
control pasa por los cuerpos (es “biopolítico”, como se dice), tal vez las
resistencias se expresen también “físicamente” aunque en formas ambiguas:
depresiones, bajas laborales, etc. ¿Veis esto en vuestro entorno?
Indocentia: Las condiciones que definen hoy la producción de
conocimiento en la universidad (exigencias de flexibilidad temporal, funcional
y horaria, inestabilidad laboral en las figuras precarias...) tienen consecuencias
en la salud: ansiedad,
desgaste psíquico, incertidumbre, culpa. Junto a esto, la deriva
productivista, la gestión rentable vacía de sentido nuestro trabajo.
Pero esa realidad no cuenta, no se politiza. La
lógica meritrocrática esconde que la posición de género, clase y la inserción
en (determinadas) redes sociales en la institución definen desigualmente la
posibilidad de alcanzar determinados resultados. Y provoca una peligrosa
atribución individual del fracaso. Por ello, es importante releer, interpretar
en clave colectiva, estas manifestaciones de malestar descalificadas o
silenciadas como “privadas”. Aquí, también, lo personal es político.
9. Si hoy el poder es "interior" y
“voluntario”, si pasa por nuestra propia adhesión subjetiva a las formas de
autorrealización que nos propone seductoramente el sistema (reconocimiento,
valoración, visibilidad), ¿qué se puede hacer, cómo se puede luchar o disentir?
¿Cómo se pueden construir otros espacios de pensamiento sin quedar relegados a
la invisibilidad, a la auto-marginación? ¿Dónde veis esas resistencias y/o
creaciones?
Indocentia: Para las posiciones más precarias, la posibilidad
de disenso es difícil, están obligadas a cumplir las reglas del juego si
quieren aspirar, en un horizonte incierto y competitivo, a mantener su puesto
de trabajo. Pero sorprendentemente, quienes no ponen en juego su estabilidad
laboral tampoco consiguen romper las identificaciones (motivaciones,
aspiraciones, deseos) asignadas por la racionalidad neoliberal. Están
capturados.
La producción de otros espacios de pensamiento y
resistencia pasa por generar otras formas de reconocimiento colectivo a nuestro
trabajo, distintas a las que nos ofrece la empresa Thomsom Reuters; por dar
valor a vínculos en los que no solo haya instrumentalización del otro; por no
someter la investigación a los circuitos rentables; por intentar construir
espacios comunes a pesar de nuestra fragmentación y jerarquización; por no
desertar de la docencia y proteger ese espacio de relación.
En todo caso la resistencia tiene que ser
desobediencia y creación; una mirada nostálgica no tiene sentido. Una
universidad pública y democrática está aún por construir.
10. “Iniciativa, apertura, asunción de riesgos, retos,
creatividad, reinvención permanente, proyectos”... El lenguaje neoliberal es
emocional, entusiasta y movilizador. ¿Cómo luchar contra él, cómo dar la pelea en el lenguaje?
¿Desenmascarando lo que esconden las palabras, tratando de reapropiárselas y darles
otro sentido, inventando otras nuevas...?
Indocentia: A pesar del atractivo con el que se presentan,
creemos que es importante mostrar los efectos de estos discursos en la
universidad (efectos que dependen siempre de la relación que mantienen con dispositivos
prácticos, como la tecnología evaluadora).
La excelencia se convierte en un incentivo
para que aumentemos de manera constante e ilimitada la productividad; la calidad
esconde sometimiento a estándares y formatos cuantitativos y arbitrarios;
el emprendimiento actúa como ilusión de agencia y logro personal en el
trabajo investigador; la audacia y el riesgo como prescripciones
que, cuestionando los derechos y protecciones laborales, convierten en
deseables situaciones corrosivas y precarias.
La lucha tendría que conseguir, no solo evidenciar
los efectos producidos por estos discursos, sino también por generar otra sensibilidad hacia
ellos. Generar desafectos. Convertirlos en lo que son: estribillos
estridentes e insoportables . Al mismo tiempo, tendríamos que ser capaces de
incorporar otros elementos de valor al trabajo investigador y docente: trabajo
compartido, trabajo artesanal, honestidad, compromiso. En esta línea
encontramos la "Carta de la Des-excelencia" (Charte de la desexcelence)
impulsada por un grupo de universidades francesas y belgas.
11. Si el poder es micro y pasa por la
transformación de las subjetividades, ¿qué podría aportar positivamente un
cambio macro, en el poder político, sobre la gestión y el gobierno de las
Universidades? ¿Cómo veis el panorama al respecto, qué posición tienen sobre
las transformaciones en curso de la Universidad las formaciones de la “nueva
política”?
Indocentia: La transformación neoliberal de las subjetividades
depende de un conjunto heterogéneo de discursos y prácticas donde los cambios
organizativos y legislativos tienen un peso importante.
Esto se aprecia bien si atendemos, por ejemplo, a
la regulación actual del sexenio a partir del Real Decreto-Ley 14/2012
que premia por la posesión de determinados tramos de investigación con una
reducción de la carga docente y penaliza con un aumento significativo de la
docencia. De forma que consigue dividir al colectivo, paralizar la crítica y la
acción colectiva y consolidar un imaginario en el que la docencia no tiene
valor. O si atendemos a los efectos subjetivadores que están produciendo en el
profesorado universitario las normativas y disposiciones de las distintas
agencias evaluadoras. Por tanto, no se puede renunciar a la posibilidad de
producir colectivamente nuevas reglas, nuevas praxis instituyentes.
Es importante que aquellas formaciones políticas
que han sido capaces de denunciar el efecto de las políticas neoliberales en
algunos ámbitos, sean también capaces de hacerse cargo de lo que supone esta
deriva en la universidad. Sin embargo, constatamos que la potencia del discurso
mediático al que hacíamos referencia al inicio y la respuesta neoliberal que se
ofrece como garantía de modernización y solvencia (calidad, competitividad,
meritocracia, excelencia…) sigue impregnando algunas propuestas y diagnósticos
de las nuevas formaciones políticas. Es necesario dar un paso más. Es necesario
avanzar en la crítica. Es urgente comprometerse y disputar el sentido también
en el espacio universitario. Hay demasiado en juego.
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