Publicado
por Francisco Umpiérrez Sánchez
sábado, 23 de abril de 2016
He seguido leyendo a
duras penas La guía para leer El Capital de
David Harvey. Me produce desazón y me preocupa que haya personas que lean esta
obra como guía para leer El Capital.
La impresión que me da es como si Harvey hubiera troceado toda la sección de El Capital dedicada al carácter
fetichista de la mercancía y la hubiera lanzado al aíre, y después recogiera
unos determinados trozos y los uniera bajo la más libre arbitrariedad. ¡Qué
desorden! Las teorías se componen de juicios. Los juicios están encadenados en
razonamientos de los que se extraen conclusiones lógicas. A nadie se le
ocurriría exponer una teoría matemática o física saltándose o eliminando
juicios de los razonamientos o saltando directamente a las conclusiones. El
encadenamiento de los juicios no puede ser roto; porque si no, sería imposible
obtener conclusiones lógicas. Pues bien, esto es lo que hace David Harvey con El Capital: en términos lógico teóricos
lo destruye. Y así confunde y entremezcla los conceptos de manera que no hay
manera de entenderlos. Confunde la ocultación con el fetichismo y el valor con
las formas del valor. No quiero entrar en el detalle de todos sus errores para
no aburrir al lector. Expondré primero lo esencial del razonamiento de Marx
acerca del carácter fetichista de la mercancía. Y después expondré lo que
entiende David Harvey por fetichismo y lo someteré a crítica. Gran parte de lo
que voy a exponer no aparece en el texto de Harvey.
Cuando se estudia El Capital se
atraviesa distintas etapas teóricas. Primero hay que estudiar la transformación
de la mercancía en dinero, y después, la transformación del dinero en capital.
Estas son las dos primeras etapas del conocimiento contenidas en El Capital. Es un error introducir
conceptos y determinaciones de la segunda etapa en la primera. No podemos
pretender ver en la primera etapa aspectos que solo pueden verse en la segunda
etapa. Tampoco debemos pretender que con uno solo concepto, como puede ser el
carácter fetichista de la mercancía, entender la totalidad de la naturaleza de
la mercancía. Todo concepto tiene sus limitaciones. Ir más allá de los límites
de cada concepto es un error teórico grave. Si queremos llegar más lejos en la
comprensión del objeto de estudio necesitamos de otros conceptos. Cada cosa a
su tiempo. Estas consideraciones lógico teóricas no las tiene en cuenta Harvey,
provocando que su exposición no sea ordenada sino tortuosa.
Después de haber expuesto la transformación de la mercancía en dinero
–advirtiendo que aquí hablamos del dinero-oro, esto es, del dinero que todavía
es un valor de uso– Marx pasa a exponer el carácter fetichista de la mercancía.
Les recuerdo que la mercancía es una unidad doble: valor de uso y valor. Marx
nos dice que en principio la mercancía parece un objeto trivial, pero de su
análisis resulta que es una cosa muy complicada, llena de sutilizas metafísicas
y de caprichos teológicos. Y cuando algo es complicado y muy complejo, se nos
presenta inevitablemente como algo misterioso y enigmático. Lo que hace a continuación Marx es decirnos
primero dónde no está el misterio de la mercancía.
Pero antes de entrar en esta materia aclaremos la diferencia entre valor
y forma de valor. El lector me lo agradecerá. Comprenderá mejor lo que sigue.
Cuando un agricultor produce trigo, debemos distinguir dos cosas: por un lado,
realiza una actividad productiva conforme a un fin, y por otro lado, gasta una
determinada cantidad de fuerza de trabajo en producir, por ejemplo, 2 kilos de
trigos. En tanto actividad productiva el agricultor produce valor de uso, y en
cuanto gasto de fuerza de trabajo el agricultor produce valor. El gasto de la
fuerza de trabajo se mide por la duración del trabajo. De manera que diremos
que para producir 2 kilos de trigo el agricultor empleó 2 horas de trabajo
social medio. Pero cuando miramos los 2 kilos de trigo, y por muchas vueltas
que le demos, no tenemos manera de hallar las dos horas de trabajo contenidas
en los 2 kilos de trigo. Dicho de otro modo: bajo el punto de vista sensible es
imposible percibir el valor de los dos kilos de trigo. Al valor considerado así
se le llama el valor en su forma natural. A esta forma de existir el valor en
la mercancía aislada Marx la califica de “objetividad espectral”. Lo único que
quiere indicar Marx con esta expresión es el carácter imperceptible del valor
en su forma natural.
La situación cambia cuando en vez de considerar a la mercancía aislada
consideramos la relación de una mercancía con otra. Supongamos que se establece
una relación de intercambio entre 2 kilos de trigo y 1 metro de tela. Dice Marx
que una mercancía por sí misma no puede expresar el valor que tiene. Así que el
trigo para expresar su valor necesita de la tela. Y en esta relación el trigo
se encontrará en la forma relativa de valor, porque es la mercancía que expresa
su valor, y la tela estará en forma de equivalente, porque es la mercancía que
sirve de material de expresión del valor del trigo. Si preguntáramos ¿cuál es
el valor de 2 kilos de trigo? Responderíamos: 1 metro de tela. Lo que nos dice
Marx es que 1 metro de tela es la forma del valor de 2 kilos de trigo. Así que,
concluyendo, una cosa es el valor en su forma natural, el valor existiendo en
la mercancía aislada y que no es perceptible, y otra cosa es la forma del
valor, el valor existiendo en la relación de cambio entre dos mercancías, donde
la mercancía que desempeña el papel de equivalente, en nuestro caso 1 metro de
tela, existe como forma del valor de los 2 kilos de trigo. El estudio de las
formas del valor merece un estudio muy concienzudo, muy riguroso y muy
reflexivo. Aconsejo al lector que lea mi trabajo La transformación de la mercancía en dinero, para que tome nota de
toda su complejidad y trascendencia. Sin embargo, en un gesto ofensivo hacia la
calidad teórica de El Capital, Harvey
afirma que el estilo seguido por Marx en esa sección es “aburridamente
contable”. ¡Qué le vamos a hacer! Es propio de mucha gente achacar al otro sus
propias limitaciones. Y Harvey tiene importantes limitaciones teóricas.
Pasemos ahora a explicar dónde según Marx no está el misterio de la
forma mercantil.
Una. El misterio de la mercancía no puede provenir del valor de uso, ya
se le mire, por una parte, como una cosa que por sus propiedades satisface
necesidades humanas, o por otra parte, como un producto del trabajo útil o de
la actividad conforme a un fin. Aquí no hay oscuridad ni misterio. Todo está a
la luz.
Segunda. Nos advierte Marx que tampoco el misterio está en las determinaciones
del valor. El valor tiene tres determinaciones fundamentales: su sustancia, su
magnitud y su forma social. Hablemos de
su sustancia: por muy diferentes que sean las actividades productivas o
trabajos útiles, es una verdad fisiológica que son funciones del organismo
humano, esto es, gasto de cerebro, músculos,... En tanto valores las mercancías
son gasto de fuerza de trabajo humano sin tener en cuenta la forma de su gasto.
Esta determinación es la que hace iguales a todas las mercancías. Es obvio
igualmente que esta determinación no tiene nada de misteriosa ni enigmática. Hablemos de la magnitud del valor: Nos
dice Marx que salta a la vista la diferencia que hay entre la cantidad de
trabajo y la calidad del trabajo. Y añade que en todas las situaciones tuvo que
interesarle a los hombres saber cuánto tiempo empleaba en producir sus medios
de subsistencia. Luego en la magnitud de valor tampoco hay misterio. Hablemos, por último, de su forma social:
dice Marx “en cuanto los hombres trabajan de alguna manera los unos para los
otros, su trabajo recibe también una forma social”. En el esclavismo los
esclavos trabajaban para los esclavistas, en el feudalismo los siervos
trabajaban para los señores feudales, en el capitalismo la clase obrera trabaja
para los capitalistas, y en el socialismo de Estado la clase obrera trabajaba
para el Estado. Así que la forma social del trabajo tampoco genera ninguna
clase de misterio y enigma.
Llegados a este punto Marx se pregunta: “¿De dónde nace, pues, el
carácter enigmático del producto del trabajo en cuanto adopta la forma de
mercancía?” Y responde: “Evidentemente de esa misma forma”. Ya tenemos entonces
la respuesta: el carácter misterioso y enigmático del producto del trabajo
proviene de su forma mercantil. Luego la clave está en comprender bien la
naturaleza de esa forma para comprender por qué la mercancía tiene un carácter
fetichista. Toda esta exposición pormenorizada que he realizado, y que no es
nada extensa, no figura en el texto de David Harvey. Y, por rigor, no me he
saltado ningún paso. Vale más decir poco pero claro que mucho pero turbio.
Expongamos primero en qué consiste el enigma de la forma mercantil según Marx:
“La igualdad de los trabajos humanos recibe la forma objetiva de la misma
objetividad de valor de los productos del trabajo, la medida del gasto de
fuerza de trabajo humano mediante su duración recibe la forma de la magnitud de
valor de los productos del trabajo, las relaciones de los productores en la que
actúan esas determinaciones sociales de sus trabajos reciben la forma de una
relación social de los productos del trabajo”. No se me atragante el lector que
ahora pasaré a explicar todo esto.
El señor A de la comunidad A produce trigo, y el señor B de la comunidad
B produce telas. Desde hace décadas vienen intercambiando sus productos del
trabajo de forma regular. Los sucesivos intercambios han establecido la
siguiente relación de cambio: 2 kilo de trigos se cambian por 1 metro de tela,
o 2 kilos de trigo = 1 metro de tela. El trabajo del agricultor es un trabajo
útil cualitativamente diferente del trabajo del tejedor, pero como gasto de
fuerza de trabajo humano son iguales. En un caso se gasta fuerza de trabajo
humano en forma de agricultura y en el otro caso se gasta en forma de
tejeduría. Esta diferencia se objetiva en las mercancías del siguiente modo:
como valores de uso el trigo y la tela son cualitativamente diferentes y como
valores son iguales. Debemos suponer también que el agricultor empleó 2 horas
de trabajo social medio en producir 2 kilos de trigo, y que el tejedor empleó
igualmente 2 horas de trabajo social medio en producir 1 metro de tela. Y
aunque el tejedor haya empleado 3 horas de trabajo, sus 3 horas de trabajo
individual representan 2 horas de trabajo social medio. Ya que hemos supuesto
que las condiciones medias de productividad en esta rama del trabajo se
expresan en que por cada metro de tela producida se emplean 2 horas de trabajo
social medio. Prefiero emplear la expresión “trabajo social medio” que la tan
socorrida expresión de “trabajo socialmente necesario”.
Ahora preguntemos por las palabras de Marx a las cuáles prometí darles una explicación.
Primero: ¿Qué significa que “la igualdad de los trabajos humanos recibe la
forma objetiva de la misma objetividad de valor de los productos del trabajo”?
Pues eso: que la igualdad entre el trabajo humano del agricultor y el trabajo
humano del tejedor se expresa –o recibe
la forma– en la igualdad de sus productos: el trigo y la tela en tanto valores,
en tanto representan gasto de fuerza de trabajo humano sin tener en cuenta la
forma de su gasto, son iguales. Segundo: ¿Qué significa que “la medida del gasto de fuerza de trabajo
humano mediante su duración recibe la forma de la magnitud de valor de los
productos del trabajo”? Lo siguiente: que las 2 horas de trabajo social medio
que costó producir los 2 kilos de trigo se expresa –o recibe la forma– en 1
metro de tela. Y tercero: ¿Qué significa “que las relaciones de los productores
en la que actúan esas determinaciones sociales de sus trabajos reciben la forma
de una relación social de los productos del trabajo”? Lo siguiente: que la
relación socio-económica entre el agricultor y el tejedor se expresa –o recibe
la forma –en la relación social de los 2 kilos de trigo con 1 metro de tela. En
suma, en el mundo mercantil nada se dice directamente de los trabajos y de los
trabajadores: todo se dice por medio de los productos del trabajo.
Llegados a este punto y esperando que el lector haya entendido mis
explicaciones, Marx concluye: “Lo misterioso de la forma de mercancía consiste,
pues, en el hecho de que les refleja a los hombres los caracteres sociales de
su propio trabajo como caracteres objetivos de los productos del trabajo, como
propiedades naturales sociales de estas cosas, y, por tanto, también refleja la relación social de los productores
con el trabajo total como una relación social de objetos, existente fuera de
ellos”. Creo que en mis palabras anteriores queda claro lo que concluye Marx.
Los caracteres sociales del trabajo del
agricultor y del tejedor en tanto gasto de fuerza de trabajo social medio se
les refleja a ellos como caracteres sociales de sus productos, como caracteres
sociales de los 2 kilos de trigo y el metro de tela. Y la relación social de
los productores con el trabajo total, esto es, con el trabajo de todas las
ramas de producción, se refleja como la relación social de todas las mercancías
entre sí. ¿Y cuáles son los caracteres sociales del trabajo humano abstracto,
esto es, del gasto de fuerza de trabajo humano sin tener en cuenta la forma de su gasto, del
agricultor y del tejedor? Lo dijimos antes: uno, que en tanto valores son
iguales, dos, que en su producción han gastado una determinada cantidad de
trabajo social medido por su duración, y tres, que cada uno de ellos satisface
la necesidad del otro o que cada trabajo se ha confirmado como eslabón
necesario en la división social del trabajo. Creo que con lo dicho hasta aquí
basta.
Hablemos ahora de cómo interpreta David Harvey el fetichismo. En la
página 46 de su texto, Harvey explica el fetichismo de las mercancías en los
siguientes términos: “Si alguien va a un supermercado y quiere comprar allí una
lechuga, tiene que disponer de cierta cantidad de dinero. La relación material
entre el dinero y la lechuga expresa una relación social porque el precio –el
cuánto– está socialmente determinado, y el precio es una representación
monetaria del valor. Oculto en el seno de ese intercambio en el mercado entre
cosas existe una relación entre el consumidor y los productores directos que
trabajaron para producir esa lechuga. Pero el trabajador no solo no tiene por qué saber nada del trabajo o los trabajadores que
introdujeron valor en la lechuga; en sistemas muy complicados de intercambios
es imposible saber nada sobre el trabajo o los trabajadores, y por eso el
fetichismo es inevitable en el mercado mundial. El resultado final es que
nuestra relación social con las actividades laborales de otros queda oculta
bajo las relaciones entre cosas”.
La esencia de la explicación de David Harvey sobre qué es el fetichismo
de las mercancías es la siguiente: la relación entre cosas en el mercado, entre
mercancía y dinero, oculta la relación entre productores y consumidores,
resultando que los segundos no saben nada de los primeros. ¿De dónde extrae
Harvey esta explicación? De El Capital puedo
asegurarles que no. ¿De dónde la extrae entonces? De sus propias conjeturas.
¿Tiene sentido lo que afirma? Pues no. El en proceso de intercambio, en el
mercado, las personas figuran unas frente a otras como representantes de
mercancías, esto es, como compradores y como vendedores. Estos son los dos
únicos papeles que se desempeñan en el mercado: vendedor y comprador. De hecho
el capitalista en el mercado también es un comprador y un vendedor, el hecho de
que sea capitalista no le hace desempeñar un papel distinto a los que rigen en
el mercado, que vuelvo y repito son el de comprador y el de vendedor. El dinero
como capital se diferencia del dinero como medio de compra por las mercancías
que se compran con él: medios de producción y fuerza de trabajo. El dinero como
capital no se diferencia del dinero como medio de compra porque su propietario
desempeñe un papel distinto a los que rigen en el mercado. Quien va con dinero
al mercado desempeña el papel de comprador, mientras que quien va con mercancía
desempeña el papel de vendedor. –No hablamos ni tenemos en cuenta en esta etapa
del conocimiento el capital productor de interés Advertí que es un error
incluir en una etapa del conocimiento aspectos que pertenecen a una etapa de
conocimiento posterior–.
Seguimos. Una vez que el comprador se hace con la mercancía que
necesita, por ejemplo, la lechuga, abandona la esfera de la circulación e
ingresa en la esfera del consumo. La lechuga en el mercado funciona en calidad
de valor, mientras que en el consumo funciona en calidad de valor de uso. En el
mercado la lechuga se realiza como valor, mientras que en el consumo se realiza
como valor de uso. Así que no tiene sentido alguno afirmar que la esfera de la
circulación oculta la esfera del consumo. La esfera del consumo está tan a la
vista como la esfera de la circulación. Veamos ahora el otro lado de la
relación económica. El agricultor una vez ha recolectado las lechugas abandona
la esfera de la producción e ingresa en la esfera del mercado. Y en el mercado
no figura como productor sino como vendedor. Así que tampoco tiene sentido
decir que la esfera de la circulación oculta la esfera de la producción. La
esfera de la producción está tan a la vista como la esfera de la circulación.
Así que es un acto mental caprichoso y arbitrario de Harvey afirmar que en el
intercambio se ocultan las relaciones entre los productores y los
consumidores, cuando lo cierto es que
la relación entre producción y consumo está mediada por el mercado. Y mediación
no es lo mismo que ocultación. Además no solo es que la producción, el
intercambio y el consumo se diferencien espacialmente, sino también
temporalmente. Primero viene la producción, después el intercambio, y por
último, el consumo.
Podría entrar aún en más detalles,
pero no quiero cansar al lector. Creo haber demostrado que la lectura de
Harvey sobre la sección de El Capital titulada
el carácter fetichista de la mercancía y
su secreto carece de rigor conceptual e interpreta de forma errónea la
esencia de ese concepto.
Fuente: http://fcoumpierrezblogspotcom.blogspot.pe/2016/04/david-harvey-y-el-caracter-fetichista_23.html
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