22-04-2016
Del Congreso del Partido Comunista Cubano -cuyas
resoluciones aún no se conocen sino en líneas muy generales- parecen
desprenderse algunas importantes conclusiones.
La más simple es que, como en China y Vietnam, el
equipo de dirigentes gerontes intentará un recambio generacional rejuveneciendo
la dirección del Partido y del Estado, cosa que en el pasado intentara ya Fidel
Castro sin grandes resultados haciendo nombrar en ministerios claves militantes
jóvenes. Aunque ser joven no garantiza la capacidad, la cultura y los
conocimientos y la apertura mental (muchos jóvenes son conservadores y
burocráticos) esta medida al menos favorece las innovaciones que son tan
necesarias en la isla.
Otra, más importante, es que Raúl Castro confirmó
la existencia en el partido tanto de una tendencia nostálgica del período en
que el aparato estatal cubano tomaba como modelo al soviético y también de otra
mucho más peligrosa, abierta al capitalismo como en China. Parece que, por lo
menos el equipo actualmente gobernante, rechaza ambas tendencias y prefiere
seguir una línea pragmática y cauta.
El Congreso confirmó públicamente una concepción
burocrática y sustituivista de la clase obrera y la sociedad que dice representar.
El eje de todo es para él el partido el cual pasa de instrumento -según Marx o
Lenin- a la categoría de vanguardia eterna siempre infalible y que decide por
los trabajadores a pesar de que los cubanos tienen por lo menos 10 años de
escolaridad, una gran creatividad y capacidad y un nivel cultural muy superior
al ya importante que tenían en 1959.
No hay República sin ciudadanos y tampoco la hay si
en el Estado, que subsiste transitoriamente, no hay al menos un esfuerzo por
construir las bases del socialismo.
Éstas son la democracia plena, la autogestión y las
decisiones libremente asumidas después de discutirlas en asamblea, la
solidaridad en la lucha por los objetivos comunes, una información popular
amplia y democrática que dé los elementos a los trabajadores para comparar y
decidir y para comprender qué sucede en un mundo hostil a la revolución cubana
y en el que no hay socialismo en ninguna parte y sólo pequeñas minorías de
personas se orientan aún por ese objetivo.
El secretismo de los aparatos, como el latín de los
curas, sólo sirve para esconder y defender privilegios de unos pocos. La verdad
es revolucionaria y hay que eliminar todas las trabas a una completa
transparencia, que eduque en el socialismo. Por eso la información libre de
censura y la construcción de organismos de prensa que no den vergüenza ajena
que sean creíbles debería ser uno de los objetivos inmediatos después de
Congreso. El pueblo cubano, que es el protagonista real de la lucha por la
independencia nacional y por la construcción de elementos de socialismo en la
democracia debe saber qué pasa, qué se discute en los círculos áulicos, de qué
se trata en las veladas alusiones en los documentos oficiales.
Tiene razón Raúl Castro cuando declara que la fase
actual es de defensa de la soberanía nacional, no la un socialismo que no
existe en Cuba ni en ningún otro país. Es la fase de la extensión de la
democracia. Es decir, de las capacidades creativas y políticas, de la
resistencia a la opresión imperialista, de la incorporación a la lucha nacional
de una gran cantidad de jóvenes que no vivieron bajo el capitalismo y que sólo
conocieron en cambio los errores y las dificultades que experimenta Cuba desde
hace por lo menos 30 años. Debería hacerse un esfuerzo especial hacia esos
jóvenes que no confían ni en el socialismo ni en el futuro cubano y que podrían
ser atraídos por la reacción internacional si llegase a Cuba un turismo de
masas estadounidense, con su flujo de dólares y su ideología.
La burocracia no es un arma de combate porque es
conservadora. Sólo una discusión libre sobre todos los problemas- y el recurso
a argumentos de calidad que ganen la cabeza y el corazón de la gente común-
pueden construir una muralla infranqueable por las miserables propuestas del
imperialismo y sus valores hedonistas y egoístas. ¡Hay que confiar en el pueblo
cubano!
Para Lenin y Trotsky, el partido único sin
discusión abierta entre las tendencias que tuvieron que aceptar en los primeros
años de la Unión Soviética fue sólo una aberración transitoria resultante de la
guerra civil y de la invasión de las grandes potencias. Ese partido único, así
como el llamado marxismoleninismo, son invenciones de la burocracia stalinista
que terminó hundiendo la Unión Soviética y su bloque mal llamado”socialista”.
Cuba debe volver al Lenin de hasta 1922, el que era líder de una tendencia
revolucionaria dentro de un partido – la socialdemocracia internacional- en el
que él no vacilaba en quedar en minoría.
No hay socialismo sin socialistas ni hay
socialistas sin democracia y sin libre discusión en el partido que quiere
luchar por el socialismo. El pueblo cubano puede soportar las dificultades –lo
está haciendo desde hace décadas- pero no puede soportar ya las mentiras ni las
medias verdades ni ser tratado como menor de edad por una burocracia que decide
todo en su lugar y encima le echa la culpa de muchos errores.
Cuba, ante el hundimiento ignominioso de los
gobiernos capitalistas “progresistas” en que se apoyaba, debe recuperar el
puesto perdido hace rato de faro para los revolucionarios latinoamericanos
renovando su vida política y administrativa y apelando a los socialistas
autogestionarios que existen tanto dentro del Partido como fuera de ésta. ¡La
revolución y la misma independencia cubana están en peligro y todos debemos
salvarlas!
Terminado el Congreso del PCC debe comenzar ahora
un “congreso” mucho más importante, el de la discusión del pueblo cubano, que
tenga sin duda en cuenta las resoluciones positivas que pueda haber emitido el
primero pero que, sobre todo, agregue o borre lo que sea necesario agregar o
cancelar y haga suyo un plan de lucha contra el imperialismo, contra los
privilegios, contra la burocracia, por un verdadero socialismo. Con democracia
interna y la ayuda mundial de los revolucionarios, el pueblo cubano vencerá.
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