Publicado
por Francisco Umpiérrez Sánchez
Los filósofos empiristas
e idealistas tienen el gran defecto de que cuando hablan del mundo hablan como
si fuera un objeto extraño al que llegan con sus conciencias con enorme
dificultad y mediante un lenguaje cargado de abstracciones. Iñigo Errejón tiene
el defecto de dichos filósofos.
Dos trabajadores que apoyan a la formación morada se acercaron a Errejón
y uno le dijo que Podemos no se olvidara de los derechos de los
animales, y el otro que cuidara a Chueca. A Errejón le sorprendió, uno, que no
hicieran referencia a sus condiciones de trabajo, y dos, que expresarán sus
demandas en términos no reductibles a una cuestión o pertenencia común. Sobre
esta experiencia y sorpresa Errejón elabora un discurso especulativo. Estas son
sus afirmaciones: una, no existe un terreno ideológico común que agrupe las simpatías
de ambos trabajadores, dos, las simpatías se encuentran sobre referentes muy
generales, tan amplios como dispersos, tres, leer y nombrar estos referentes no
es una tarea fácil sino un momento clave de la lucha política, y cuatro, cuanto
más amplio y fragmentado es el conjunto a articular, más genérico y laxo son
los referentes que permiten unificar toda una seria de reclamaciones. Y después
de esta especulación extrae una aparente conclusión: “En este caso, creo que la
simpatía tenía que ver fundamentalmente con una percepción difusa de
representar lo nuevo, lo ajeno a las élites tradicionales y una promesa general
de renovación del país”.
Someto a crítica este primer párrafo. Errejón se comporta como si se
hubiera tropezado con dos seres extraños. Y extrañamiento significa aquí que
Errejón entra en contacto con dos seres humanos que existen fuera de su
conciencia y los interpreta de manera enigmática. Primera cuestión: Si Errejón se hubiera
parado y hablado durante más tiempo con los dos trabajadores, seguro que éstos
le hubieran hablado de sus condiciones de trabajo y no necesariamente de forma
negativa. También le hubieran hablado de muchísimos más asuntos de la vida. Así
que su sorpresa presentada como inferencia de que le extrañó que los dos trabajadores
no le hablaran de sus condiciones de trabajo, se debió sencillamente a que su
contacto duró pocos segundos. Segunda cuestión: si bien la lucha por los
derechos de los animales y la lucha por la mejora de las condiciones de vida no
es una lucha común, sí lo es cada lucha por sí misma. La lucha por los derechos
de los animales es una lucha común a millones de españoles. Común no es total.
La vida social se compone de muchas esferas. Y en cada una de esas esferas hay
intereses comunes. Ahora bien, todas las personas que participan de la misma
esfera social no tienen intereses comunes. Frente a los intereses comunes
siempre hay intereses individuales. Del mismo modo la lucha por la mejora de
las condiciones de vida de Chueca es la lucha por la mejora en las condiciones
de salubridad, seguridad, infraestructura, ocio, y otros asuntos más de ese
barrio en particular. Pero estos
problemas existen en todos los barrios de España y son, por consiguiente,
universales. Luego la lucha por la mejora en las condiciones de vida en los
barrios es una lucha común para decena de millones de españoles. Así que
Errejón se equivoca, primero, cuando plantea el problema de lo común entre
esferas de vida diferentes, pues carece de sentido querer ver el problema de lo
común donde no puede darse; y segundo, cuando no destaca el problema de lo
común en las dos luchas sociales consideradas en sí mismas, donde sí se da el
problema de lo común.
Cuando Errejón afirma “que no había siquiera un terreno ideológico común
que agrupase sus simpatías”, esa afirmación carece de sentido. En la lucha por
los derechos de los animales y en la lucha por la mejora de las condiciones de
vida en los barrios no se da de forma específica un problema ideológico: ahí el
interés es común al capitalista y al trabajador. Cuando después plantea que las
simpatías de los dos trabajadores “se encuentran sobre referentes muy
generales, tan amplios como dispersos”, me parece un acto de pura especulación.
La lucha por la defensa de los derechos de los animales y la lucha por la
mejora en las condiciones de vida en los barrios no son referentes generales
sino referentes concretos. Y cuando afirma que esos referentes son amplios y
dispersos, insisto en que es pura especulación. Que una determinada lucha
social tenga el carácter de amplitud y este carácter se plantee como algo
negativo carece de sentido. Cuanto más amplia sea una lucha, cuanto más
personas participen en dicha lucha, para el movimiento social es mejor. Y en lo
que se refiere a que la lucha por la defensa de los derechos de los animales y
la lucha por la mejora en las condiciones de vida de los barrios tienen el
carácter de disperso, es simplemente una afirmación gratuita y carente de
verdad. La dispersión se daría cuando un grupo social lucha por mil cosas a la
vez y en ninguna de ella se empleara fondo. Pero no es el caso. Dice además
Errejón que leer y nombrar estos referentes, esto es, la lucha por los derechos
de los animales y la lucha por la mejora en las condiciones de vida de los
barrios, “no es tarea fácil, sino un momento clave de la lucha política”. No le
veo sentido a esta afirmación. Errejón está cargado de filosofía del lenguaje,
pero de una filosofía del lenguaje que ve en el lenguaje un reino propio e
independiente, no de una filosofía del lenguaje de inspiración marxista donde
el lenguaje no se separa nunca de la vida, de la percepción sensible, de la
práctica social. Los hechos no se leen ni se nombran. Los hechos se viven. Y en
todos los hechos humanos está presente el lenguaje. Y no existe ninguna
dificultad en nombrar y hablar de los factores que participan en la lucha por
los derechos de los animales y en la lucha por la mejora en las condiciones de
vida en los barrios. Esa dificulta solo existe para el intelectual que
convierte el mundo exterior en un mundo extraño y al lenguaje en un reino
independiente. Y por último, la lucha por los derechos de los animales y la
lucha por la mejora en las condiciones de vida de los barrios es una lucha
política más junto a muchas otras.
Afirma Errejón que “en general, cuanto más amplio y fragmentado es el
conjunto a articular, más genéricos y laxos son los referentes que permiten
unificar toda una serie de reclamaciones”. La sociedad española como todas las
sociedades capitalistas modernas no son sociedades fragmentadas. La división
social del trabajo no cesa de aumentar. Esto tiene su claro reflejo en el
consumo: cada vez son más variados y diversos los productos que se consumen.
Todo este mundo variado lo unifica el mercado y el dinero es la expresión de la
unidad de dicho mercado. Cada esfera de la práctica social genera intereses
específicos y las personas que participan de dicha práctica desarrollan sus
intereses individuales hasta convertirse en intereses comunes. Así que “los
referentes” que permiten unificar las distintas reclamaciones no son genéricos
ni laxos, sino específicos y concretos. De hecho el propio programa de Podemos abarca muchos objetivos
diferentes. Por último, Errejón extrae de toda su reflexión especulativa la
siguiente conclusión: “En este caso, creo que la simpatía –se refiera a la de
los dos trabajadores– tenía que ver fundamentalmente con una percepción difusa
de representar lo nuevo, lo ajeno a las élites tradicionales y una promesa
general de renovación del país”. No sé qué papel desempeña aquí lo de “élites
tradicionales” y no entiendo igualmente
el empeño de emplear categorías de la
sociología vulgar que a la postre son tan poco revolucionarias y esclarecedoras
como es el caso de “élite”. Creo que hay que ser más claro y no complicarse
teóricamente cuando no hay necesidad de ello. Los dos trabajadores en cuestión
han sufrido la dura crisis económica y están profundamente decepcionados y
amargados por la generalizada corrupción en la esfera política. Y ven en Podemos la fuerza política que puede
acabar con la corrupción y mejorar las
condiciones de vida de los trabajadores. Y sobre este hecho tienen una
percepción no difusa sino perfectamente clara.
Sigamos con “las ideas” de Errejón: “No se trata en absoluto de negar
que existan intereses concretos, necesidades materiales asociadas a la forma en
la que vivimos y nos ganamos la vida. Sino reconocer que estas nunca tienen
reflejo y directo y “natural” en política, sino a través de identificaciones
que ofrecen un soporte simbólico, afectivo y mítico sobre el que se articulan
posiciones y demandas muy distintas”. Sigo sin entender la necesidad de Errejón
de hablar de esta forma tan poco clara, recurriendo a categorías abstrusas y a
razonamientos enredados. Lo más material que existe en nuestras sociedades es
el dinero. Sin el dinero nada es posible. De hecho lo que el PP siempre le
reclama a Podemos es de dónde va a salir el dinero para llevar a cabo sus
objetivos de gobierno. Lo material, esto es el dinero, está en todo y lo media
todo. Y el reflejo de los intereses económicos en los partidos políticos es
natural y directo: no hay ninguna mediación especial. Afirmar que para luchar por mejorar el salario, por
ejemplo, se necesita de una identificación que ofrezca un soporte simbólico,
afectivo y mítico, me parece una extravagancia intelectual. En este caso un
gran sector de los trabajadores se han identificado con Podemos en esta materia porque dicha formación ha prometido subir
el salario base. Y en esta identificación no hay nada de simbólico, afectivo o
mítico.
No quiero seguir analizando el texto de Errejón. Me parece una
inutilidad. Pienso que la filosofía francesa especulativa de los años setenta,
que ha tenido mucha andadura en el terreno de la semiótica y de la filosofía
del lenguaje, ha generado mucho mal intelectual. Ha transformado la propia
filosofía de Marx en una caricatura lingüística. Sus dos defectos ya los señalé
antes: transformar el mundo exterior en un mundo extraño y al lenguaje en un
reino independiente. Y esta filosofía alcanzó a buena parte del pensamiento
latinoamericano y a buena parte de la izquierda intelectual europea. En esta
clase de filosofía es prácticamente imposible saber de qué realidad concreta se
está hablando y se hace uso de categorías del ámbito de la semiótica y de la
filosofía del lenguaje, como por ejemplo “referente”, “sentido” y “símbolo”, en
esferas de saber donde hay que ser muy prácticos y directos, como es el caso de
la política. También esta filosofía ha deformado y tergiversado el pensamiento
de Marx de una manera indigna, lo ha convertido en un juego especulativo. Y
esta nociva influencia está presente en el texto de Errejón.
(Los fragmentos de Iñigo Errejón incluidos en este trabajo están tomados
de un artículo titulado “Podemos a mitad de camino” y publicado en Tribuna el 23 de abril de 2016).
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