Autor(es): Wiñazky, Alberto
Wiñazky, Alberto . Economista. Universidad de
Buenos Aires. Fue adjunto de Historia Económica (FCE-UBA). Integrante del
consejo de redacción de Herramienta. alberto@marketaccess.com.ar
El
sistema capitalista atraviesa desde la década de los setenta del siglo pasado,
por un escenario global de crisis periódicas que fueron afectando severamente
el régimen de acumulación iniciado en la posguerra. Reaparecieron en el
capitalismo el lento progreso técnico, la caída de la rentabilidad, el débil
ritmo de acumulación y el desempleo estructural. Durante el transcurso de este
ciclo, se ejecutaron programas económicos y sociales que respondiendo al
paradigma del orden neoliberal, consolidaron el poder de clase de la burguesías
más concentradas, cuya máxima expresión se configuró en los ochenta, durante la
era Reagan–Thatcher.
Se
afianzó de este modo la doctrina del neoliberalismo clásico, que implicó el
desarrollo de un mercado libre y global de los capitales. Se acentuaron las
brechas sociales, cuyo resultado fue una mayor polarización entre las clases,
que en esencia significó el aumento de la pobreza y la exclusión social, como
parte de una fuerte ofensiva mundial del capital contra la clase trabajadora.
Ya en
1973, se había fracturado la paridad fija entre el dólar y el oro y la
flotación de las tasas de cambio, que llevaron a la extinción de los acuerdos
firmados en Breton Woods, por las potencias occidentales triunfantes en la
Segunda Guerra Mundial. Estos acontecimientos demostraron que esta crisis es un
fenómeno sistémico y persistente, cuyos primeros signos se habían manifestado
en los EE.UU, a mediados de los años sesenta.
El
estallido de la crisis ocurrió en los EE.UU en febrero de 2007 para expandirse
hacia la Eurozona en 2010, mientras Japón atravesaba una situación similar
desde el derrumbe de la bolsa en 1989. Este desenlace se fue dilatando porque
los países centrales utilizaron una serie de mecanismos anticíclicos, como el
incremento de los gastos militares, la enorme movilidad de los capitales, los
conflictos de baja intensidad, el importante endeudamiento de las familias y el
estancamiento o caída de los salarios.
Mientras
esto sucedía, se produjo la incorporación plena al mercado mundial de dos
países con alta población y cierto desarrollo industrial: China y la India, que
entre 1970 y 2000 pasaron del 8.3% al 19% del PBI mundial y si bien se
insertaron en la globalización neoliberal, no eran países con políticas
neoliberales absolutas (Duménil y Levy). Asimismo, la incorporación al mercado
mundial de los países de Europa del este (antes satélites soviéticos)
contribuyó en Europa, al sostenimiento de la economía capitalista. De esta
forma, se mantuvo, con altibajos, la acumulación de capital hasta el quiebre
financiero de Lehman Brothers, en septiembre de 2008, momento que en los EE.UU
colapsó el mercado de hipotecas subprime.[1] Se apreció en esos momentos la
gravedad y la profundidad de la crisis estructural que atravesaba el
capitalismo. El Banco Mundial y el FMI, estimaron que para ese entonces, entre
55 y 90 millones de personas se fueron sumando –en el mundo– a la población de
extrema pobreza.
EL
PREDOMINIO DE LAS FINANZAS
Con la
aparición de la crisis de sobreacumulación de capital y sobreproducción de
mercancías –provocadas por la tendencia al aumento de la composición orgánica
del capital– los capitalistas fueron dejando de lado las inversiones en los
sectores productivos para actuar esencialmente en los mercados financieros,
arbitrando productos de carácter especulativo. Dicho en otras palabras, se produjo
una articulación entre la producción y las finanzas que tendió a
desplazar las inversiones desde el sector productivo hacia el financiero, para
convertirse en capital especulativo parasitario. La apertura de la cuenta de
capitales autonomizó el movimiento financiero y esta alternativa global
movilizó, hacia fines del Siglo XX, flujos transfronterizos de capital por 11.8
billones de dólares.
Se
consolidó un proceso de centralización y concentración del capital, en el que
confluyen distintos sectores de la producción manufacturera, servicios,
agroindustria, minería y los grupos comerciales de distribución. Además,
participan en este proceso las sociedades financieras: grandes bancos,
aseguradoras, fondos de pensión y hedge funds, quienes se han ido
encargando de valorizar el dinero convertido en capital ficticio, mediante
mecanismos que las finanzas pusieron a disposición del mercado mundial.
Con el
aumento de la concentración y centralización del capital, se aceleró el proceso
de reestructuración de la producción y el trabajo, al mismo tiempo que se
incrementó la sofisticación de los mecanismos de intermediación financiera, al
imponerse en todo el planeta las relaciones de mercado. Para compensar la caída
de la tasa de ganancia durante los años setenta y ochenta, los sectores más
concentrados de los países centrales utilizaron todas las posibilidades que
ofrecían el transporte, las nuevas tecnologías informáticas, comunicacionales y
el procesamiento de datos, para iniciar la deslocalización de las empresas
manufactureras hacia la periferia, situación que permitió inclinar hacia la
baja los salarios en el centro. Se desmantelaron parcialmente las industrias
nacionales, que se restablecieron como segmentos de un sistema productivo mundial,
universalizando el modo capitalista de producir, distribuir y consumir.[2] Fue así como el manejo de la política
económica internacional, resultó cada vez más dependiente del peso del capital
transnacional. Señalaba Hilferding que “cuanto mayor sea un espacio económico y
más poblado esté, tanto mayor puede ser la unidad empresarial, esto es, tanto
menores los costos de producción; tanto más intensa también la especialización
dentro de los establecimientos, lo cual significa, igualmente, disminución de
los costos de producción” (Hilferding, 1985:343).
A pesar
de la deslocalización de los grandes establecimientos fabriles europeos hacia
las naciones asiáticas y de las empresas de los EE.UU hacia la maquila en
México, los países centrales retuvieron –en su territorio– el núcleo productivo
más dinámico: el desarrollo de la innovación tecnológica, la ingeniería de los
procesos, el diseño y la fabricación de los prototipos y la producción de
armamentos. Esta transformación se gestó en los sectores más concentrados del
capital quienes impulsaron la producción industrial integrada por cadenas de
suministros internacionales, lideradas en todos los casos por las empresas transnacionales.
El
desplazamiento fabril, más el lento progreso técnico, produjeron en el centro
un fuerte aumento de la desocupación, la subocupación y el trabajo temporario,
originando la reconstrucción del ejército industrial de reserva. Se acentuó la
desindicalización, la precarización del trabajo, la caída de los salarios y el
recorte de los beneficios sociales, que permitieron formas de contratación
flexibles y la presencia de bolsones de empleo de baja calidad. Estos cambios,
ocasionaron fuertes modificaciones en las relaciones existentes entre las
distintas fracciones del capital y en el interior de los mercados laborales.
Surgieron de esta forma, una multiplicidad de sectores del trabajo con una
débil articulación interna y un común denominador: la subocupación, la caída de
los ingresos y la fragmentación laboral. La tradicional alianza entre la
burocracia sindical y el Estado se convirtió en el eslabón principal que
permitió desmovilizar a los trabajadores e imponer la política económica
neoliberal en beneficio del capital más concentrado. Ya en 2012, 124.5
millones de personas, el 24.8% de la población de la UE, estaba en riesgo de
pobreza o exclusión social. Gran parte eran mujeres y niños. Según Chesnais:
[…] la
propagación internacional de la crisis de un país hacia otro…se produce vía los
flujos financieros y la interdependencia de las Bolsas y con mayor fuerza aún
por el canal de los flujos de mercancías. El contagio internacional es hoy más
fuerte porque los sistemas financieros están interconectados estrechamente y
las economías son muy interdependientes debido a la liberalización de los
intercambios y las inversiones extranjeras (Chesnais, 2009).
Precisamente,
la ampliación a todas las regiones del globo de las relaciones capitalistas de
producción, tuvo como finalidad incrementar las fuentes de riqueza y el
desarrollo de las vías comerciales, que si bien no se trató de un fenómeno
original, contribuyó paradójicamente a dificultar la salida de la crisis. Esta
situación potenció el impedimento para volver a un período de crecimiento,
porque la fase expansiva del capitalismo había llegado a su fin, adquiriendo un
carácter planetario. Resultó muy dificultoso para el capital descargar la
crisis de una región sobre otra, dado que la correlación existente entre los
sectores monopólicos de los países centrales y las firmas subsidiarias en la
periferia, se integraron en una participación activa y simbiótica en las
cadenas de valor. Este tipo de relaciones se caracteriza por un intenso
intercambio de bienes finales e intermedios representando entre el 2000 y el
2010 del 50% al 55% de las exportaciones mundiales anuales. (OMC,
2013). Simultáneamente, considerando que la globalización parece ser la última
etapa del sistema, este ha ido abarcando el mercado de capitales del conjunto
de las regiones del mundo. Por eso, el marco de la crisis actual, lo
constituye el mercado mundial que ya no se reduce solamente, como señaló
Marx “a la noción misma del capital y su movimiento”, sino que se ha extendido
esencialmente al ámbito de las finanzas y las transacciones financieras.
En
Latinoamérica se afianzó un proyecto promovido por los sectores más
concentrados, que permitió la formación de élites económico–políticas
transnacionalizadas ocasionando la desmovilización, la precarización y la
fragmentación de la clase trabajadora. El FMI fue el agente activo que impulsó
su imposición, conjuntamente con los sectores monopólicos. El sur de América
Latina se convirtió en un laboratorio de experiencias de este tipo con Pinochet
en Chile, Carlos Andrés Pérez en Venezuela, Paz Estenssoro en Bolivia,
Bordhaberry en Uruguay y Videla en Argentina, pasando los procesos
dictatoriales a ser los instrumentos que hicieron posible la implantación de
las políticas neoliberales. Posteriormente en los noventa, en un todo de
acuerdo con el Consenso de Washington, la burguesía combinó en la región un
discurso democrático electoral con una política económica
neoliberal, incluyendo ajustes y privatizaciones, que dieron lugar a una
importante fuga de capitales, alta desocupación, más un elevado endeudamiento.
La aplicación de las políticas de la derecha fue encarada por Menem, Cardoso,
Fujimori, Andrés Pérez y Salinas de Gortari. Las medidas que se tomaron
empobrecieron y precarizaron rápidamente a los trabajadores, profundizaron los
niveles de desigualdad, reemplazando la integración social por la exclusión,
quedando demostrada la falsa neutralidad del Estado que develó abiertamente su
carácter de clase.
EL
CAPITAL FICTICIO
Por la
caída de la tasa de beneficio y la crisis económica, los sectores dominantes
iniciaron la transferencia de una parte de la masa de plusvalía, fruto de la
explotación del trabajo asalariado, desde el capital productivo al capital
financiero, modificando de modo significativo el equilibrio entre los activos
financieros y los activos reales. Hilferdin señaló en El Capital
Financiero que “…los capitalistas tendrán la tendencia a retener su
ganancia en forma líquida, en forma monetaria; con lo que se paraliza la transformación
en capital productivo, esto es la acumulación real y la ampliación del proceso
de reproducción” (Íbid: 285)
Se fue
desarrollando el mercado de derivados, formado por las transacciones en
acciones, bonos, títulos y fondos de pensión, que resultaron ser la
representación legal de esta forma de capital. Los derivados surgieron dentro
del sistema financiero internacional y se depositaron para su valorización en
instituciones como grandes bancos, compañías de seguros, fondos de pensión y de
inversión (hedge funds, mutual funds), quienes se encargaron de
su valorización, preferentemente en el llamado sector off–shore, en un todo de
acuerdo con lo que Marx llamó el fetichismo del dinero.[3]
Las
formas que fue tomando el capital ficticio, a través de las deudas públicas y
las convenciones financieras (hedge funds y swaps), tuvieron las
características del capitalismo tardío, dado que no es capital productivo ni
comercial y al no ser tampoco capital a interés aplicado a la producción de
bienes, se valoriza solamente como capital parasitario. Se produjo asimismo una
importante caída de las tasas de interés, pero por la crisis que afronta el
sistema y por la existencia a nivel mundial de importantes deudas públicas y
privadas, su reciente elevación (entre 0.25 y 0.5) redundará en una mayor
desaceleración de la actividad económica, un incremento del desempleo y en el
encarecimiento del pago de las deudas. Las vacilaciones por las que atravesó la
FED, para incrementar las tasas, es un reflejo de esta situación.
Ante el
aumento del mercado de swaps y derivados, el sector financiero creó en
1985 en los EE.UU, La Asociación Internacional de Swaps y Derivados, ISDA (The
International Swaps and Derivatives Association Inc), organización
que nuclea más de 800 instituciones miembros provenientes de 67 países,
incluyendo corporaciones, gobiernos, entidades supranacionales, compañías de
seguros, estudios contables y bancos regionales e internacionales. Tiene como
objetivo hacer más eficientes los mercados globales financiarizados y
regular la aplicación de los contratos derivados y swaps, fijando las
condiciones habituales de estos contratos y la de los créditos en default.
Asimismo,
las grandes potencias continuaron abasteciendo de armas al mundo, volcando a
este negocio una parte importante del capital ficticio. El gasto militar
alimentó la carrera armamentista encabezada como siempre por los países
centrales. El Instituto Internacional de Estocolmo, informó que en los EE.UU el
gasto militar llegó al 47% del desembolso mundial en armamentos y su
presupuesto en defensa aumentó, a precios constantes, un 67% desde 1999 hasta
el 2009, siendo este país el principal exportador con un 31% del total mundial
exportado. Ucrania es en estos momentos un caso emblemático por sus compras de
armas, a pesar de la caída del 40% del valor de su moneda y de su deuda externa
cercana al 90% del PBI. Pero Grecia, Siria, Irak, Libia, Eritrea, Somalia,
Yemen, Arabia Saudita y Catar, se han incorporado como grandes compradores de
material bélico. Algunos de estos países, como Somalia y Eritrea, se encuentran
en guerras internas permanentes desde hace veinte años, utilizando armamentos
de última tecnología. Por otro lado, Rusia se ha convertido en los últimos
cuatro años, en el segundo exportador de armas, dominando el 27% del mercado
mundial. Se crearon además, productos e instrumentos bursátiles que
convirtieron las guerras en grandes e imprescindibles negocios. Estos
elementos, ligados tanto a la especulación financiera como al tradicional
comercio de armamentos, han demostrado que capitalismo, imperialismo y guerras
se entrelazan en modos especulativos de valorización de los capitales.
De manera
que la estructura capitalista actual contiene un enorme despliegue financiero
parasitario, concentrado básicamente en los bancos centrales y en los grandes
bancos de inversión. El sector financiero que tiene una gran flexibilidad
monetaria (quantitative easing) alimenta en algunos casos la burbuja de
activos sin sustentar la inversión productiva. Estos actúan promoviendo una
gran movilidad de los títulos (la liquidez de Keynes), que no parece permitir
una acumulación de capital indefinida que justifique su función histórica,
poniendo en evidencia los límites que tiene el sistema para lograr su
superación y reconstitución. En resumen, existen factores de alto riesgo en
torno a las políticas de flexibilización monetaria que no repercuten en la
economía mundial pero alimentan las burbujas especulativas.
Si bien
en los primeros momentos de la crisis, los capitalistas lograron incrementar la
tasa de plusvalía reduciendo o congelando el nivel de los salarios, no fue
suficiente para que puedan recuperar la tasa de ganancia. Recién a
finales de los ochenta, por el boom de las tecnologías de la información, la
extensión a nivel mundial de las empresas multinacionales, el aumento de la
tasa de inversión y el crecimiento de la productividad, los capitalistas
pudieron revertir esta situación y la tasa de ganancia se restableció
notablemente.Estuvo apalancada por los intereses ficticios en el sentido que le
da Marx en el Tomo III, cap. XXXII, pag. 475, de El capital, cuando
señaló que “Si el industrial no puede ampliar directamente su proceso de
reproducción, una parte de su capital-dinero queda eliminado como sobrante del
ciclo de reproducción y se convierte en capital-dinero susceptible de ser
prestado”. También actuaron en esta dirección las utilidades procedentes de la
periferia, por la inversión extranjera directa y por los intereses producidos
por la renovación de las deudas. Se originó de esta forma un crecimiento
exponencial en los flujos de renta ficticia, provenientes del capital
parasitario, que se dirigieron hacia las sociedades financieras y hacia las
guaridas fiscales. Estos mecanismos financieros y monetarios mundiales, se
fueron convirtiendo de este modo, en los pilares de la globalización
neoliberal.
Este
incremento de la tasa de ganancia producida en los noventa, derivó, en los
EE.UU, en un crecimiento importante en la rentabilidad de las empresas más
concentradas. En 1987 esos beneficios representaron 369 mil millones de dólares
y en 1997 las utilidades llegaron a los 869 mil millones de dólares. Las
ganancias obtenidas por este país en el exterior pasaron de 59 mil millones en
1987 a 159 mil millones en 1997, según datos del Departament of Commerce Bureau
of Economic Analysis. Un dato adicional que revela el grado de concentración de
la economía fue señalado por Paúl Krugman, cuando reveló que en 2013 el 60% de
estas ganancias, las acaparó el 0.1 de la cúpula empresarial. En consecuencia
desde 1980 a los 2000, la participación en los ingresos del decil más alto de
la población pasó del 30–35% al 45–50%; mientras que el 1% más rico pasó de
tener el 9% del ingreso en los setenta a aproximadamente el 20% en los años
2000. (Piketti).
En Wall
Street los activos se encuentran en el nivel más alto de su cotización en toda
la historia, con un crecimiento puramente especulativo, ya que han aumentado
desde 2009 y hasta 2014 un 240%. De manera que la explosión del sistema
financiero en 2008, sobrevino durante un período de restauración de la tasa de
ganancia, no durante uno de tendencia descendente de la rentabilidad.
Es
necesario mencionar que por el restringido mundo en el que se desenvuelven los hedge
funds y las empresas bancarias de capital privado, es muy difícil poder
evaluar con precisión los beneficios originados en el capital ficticio, como
parte integrante de las ganancias globales. Pero teniendo en cuenta que también
manejan gran parte del mercado cambiario y las tasas de interés de corto plazo,
es plausible suponer que su participación en las utilidades es muy
significativa.
CAPITAL
PRODUCTIVO Y CAPITAL FICTICIO
La
dicotomía entre estos dos tipos de capitales es manifiesta, dado que el capital
ficticio es un capital que no se reproduce en el sector productivo, como si lo
hace el capital a interés. Este cumple una función decisiva en la circulación
del capital productivo y está subordinado a la lógica de este capital, mientras
que el capital ficticio se reproduce a si mismo siendo invariablemente capital
parasitario, no participando en el proceso productivo. Ante esto, los países
centrales siguen repitiendo los viejos esquemas asentados en la especulación,
el desempleo masivo, la superexplotación laboral, el deterioro del medio
ambiente y la agresión militar, todas acciones que no han permitido superar la
crisis.
El
crecimiento de las ganancias ficticias, en todo este período, dio lugar a
la formación de enormes montos de capital ficticio. Este capital participó en
la contención del deterioro de la economía capitalista, durante los primeros
años del nuevo siglo, especialmente en los EE.UU, a través de la inversión en
tecnologías de la información y en la robótica. Pero estas inversiones, más el
aumento de la explotación de los asalariados y la intervención de las ganancias
ficticias, fueron estrategias insuficientes para sustentar el crecimiento del
sistema capitalista, provocando una inestabilidad creciente y una importante
agitación financiera.
Como
contrapartida, existen enormes dificultades para incrementar la acumulación en
la economía real, porque las posibilidades de inversión en nuevas líneas de
producción son limitadas, dado que las ganancias esperadas son restringidas.
Los beneficios que se obtienen bajo la forma de intereses parasitarios y
dividendos en el sector financiero, no fluyen hacia el sector productivo para
iniciar un nuevo ciclo de crecimiento virtuoso. Precisamente, el manejo
oligopólico de las variables monetarias y financieras, le ha permitido al
capital concentrado un acceso a enormes utilidades ficticias, degradando
crecientemente las actividades reales. Además, los sectores dominantes ya
habían desarrollado, desde la posguerra, algunos aparatos supranacionales
como el GATT (luego la OMC), FAO, el Banco Mundial, el FMI, y el BPI, que
favorecen el accionar global de los capitales transnacionales que operan en un
mercado mundial altamente desregulado.
De forma
tal, que el volumen alcanzado por las transacciones del capital ficticio, ha
superado ampliamente las inversiones destinadas al capital productivo,
cambiando el carácter dominante que en el capitalismo sin crisis, tiene el
capital industrial sobre el capital especulativo parasitario. De manera que el
crecimiento del capital ficticio no contribuye, en forma alguna, a incrementar
la producción ni la circulación de las mercancías, porque no financia al
capital productivo ni al comercial, otorgando al capital un carácter monetario
que se reproduce como capital ficticio.
Por otra
parte, el capital ficticio que devenga interés, aparece como una formación
autónoma de valorización, pero entendido esto como una forma independiente del
capital industrial. Dicha fuente se presenta según Marx de forma mistificada,
toda vez que el interés circula por fuera de la obtención de la plusvalía que
produce el trabajo. Su existencia inicia su proceso en el capitalismo en
crisis, partiendo de la plusvalía obtenida en el sector productivo, para
posteriormente expandirse ficticiamente con un cierto grado de autonomía.
De este
modo, las inversiones en el capital ficticio han ido alcanzado un predominio
decisivo por sobre las inversiones dirigidas hacia el capital productivo,
mientras las ganancias generadas por la especulación, engrosan masivamente el
volumen del capital parasitario. Es importante señalar que los capitalistas
deciden en cada momento su inversión en el sector productivo o en el
financiero, teniendo en cuenta los rendimientos esperados, además de considerar
las situaciones predominantes en el contexto social y político, como la oferta
de mano de obra capacitada, la resistencia de los trabajadores a percibir bajos
salarios, el nivel de la presión impositiva y la injerencia estatal en el mundo
de la producción privada.
Fue así
que a través del desarrollo de los mercados accionarios, obligaciones, divisas,
activos respaldados por títulos, derivados, la inversión extranjera directa
(cuya contrapartida es la fuga de capitales), más el endeudamiento
internacional (también señalado como capital ficticio por Marx), se fue
transformando una parte importante de la propiedad capitalista en títulos de
rendimiento a interés.[4] Esta proliferación de capital ficticio
permitió, durante un tiempo, recuperar la demanda de bienes (originando en
algunos casos las burbujas especulativas), pero al no reactivarse el sector
productivo, la crisis global continúa persistiendo. Pero, si bien el capital
ficticio se plasmó como uno de los mecanismos que permitió contrarrestar la
caída de la tasa de ganancia y superar la discontinuidad en el proceso de
acumulación, no ha podido constituirse en el sostén a largo plazo de la
continuidad del capitalismo. Según señalaba Hilferding, “[…] en el mercado
mundial reina la competencia y, por de pronto, no queda más remedio que
sustituir una clase de competencia por otra menos peligrosa. En lugar de la competencia
en el mercado de mercancías, donde únicamente decide el precio de estas, entra
en acción la competencia en el mercado de capitales, en la oferta de capital a
préstamo, cuya concesión está ya unida a la condición de una absorción
posterior de las mercancías” (Hilferding, 1985: 14).
El
capital ficticio se convirtió entonces, en uno de los soportes del
funcionamiento anticíclico del Estado, al financiar el flujo de demanda de
bienes y servicios para fines de consumo y viviendas. Simultáneamente se fue
profundizando la centralización y la concentración del capital, unificando el
poder económico y generando operaciones financieras a nivel mundial, que se
reprodujeron bajo el imperio de la libre empresa y las finanzas.
Duménil, en su visita a la Argentina en 2014, en la conferencia dictada en la
Facultad de Ciencias Económicas el 9 de octubre de 2014, sostuvo que “el
corazón del neoliberalismo es la familia financiera. Es la que casi gobierna el
mundo, controlando el 90% de los beneficios de las grandes empresas”. Resaltó
que la crisis actual es desde los años ochenta “una crisis de hegemonía
financiera”, donde se produjo un cambio en la configuración del capitalismo que
dio lugar a una alianza globalizada entre los propietarios de los grupos
más concentrados.
En la
misma conferencia, Duménil expresó que por las maniobras monetarias realizadas
por la FED y el avance en el proteccionismo industrial, los EE.UU estaban
sosteniendo un crecimiento lento pero sostenido, mientras que en Francia donde
se aplican los planes de austeridad recomendados por la UE, no se han
conseguido resultados económicos positivos. Pero, según Janet Yellen,
presidenta de la Reserva Federal, existe en los EE.UU un aumento de la
vulnerabilidad social, que es un reflejo del salto producido en la
concentración del ingreso y la riqueza, confirmando el planteo de Marx que
sostuvo que en el capitalismo opera una tendencia a la polarización de la
riqueza y los ingresos.
En 2013,
en los EE.UU, el ingreso de las familias pertenecientes al 5% más rico fue más
de 9 veces el ingreso del 20% más pobre, la brecha más grande desde que se
elaboran estas estadísticas (1967) y en junio de 2014 los beneficios de las
corporaciones, ajustados por inflación, fueron 94% superiores a los de junio de
2009. De este modo el ingreso promedio del 5% más rico creció 38% entre 1989 y
2013, mientras que el ingreso del 95% restante lo hizo sólo en algo menos del
10%.
Asimismo
en Europa por el lento progreso técnico, la caída de la inversión y el
ritmo lento de acumulación es altísimo el nivel de desocupación. El
estancamiento del consumo privado y la deflación, esencialmente en países como
España, Grecia, Italia, Irlanda y Portugal, reflejan la persistencia de la
crisis y las consecuencias del irracional proyecto de la creación de la UE que
llevó a desequilibrios políticos y sociales insostenibles, con el
debilitamiento de los estados nacionales y de sus capacidades soberanas.
Duménil
también hizo referencia al rol de la clase gerencial, en un todo de acuerdo con
lo que Marx señaló como “la separación de la propiedad y el control”. Este
sector adquirió una importancia creciente porque una de las características del
capital financiero, es la centralidad de los ingresos en el sector concentrado
de la economía y en los elevados salarios a nivel gerencial. Además, hizo
hincapié en lo que denominó “la red de la gerencia”, que es definida como red,
porque sus integrantes pueden tener puestos claves en los Consejos de
Administración de varias empresas simultáneamente.
Es decir,
que particularmente en los EE.UU y en Gran Bretaña, donde la familia
financiera ha alcanzado una enorme importancia, el capitalismo
gerencial logró que la gestión sea ejercida de manera relativamente
autónoma por un conjunto de cuadros asalariados que reciben altísimos
honorarios y que incluso llegan a ser propietarios de importantes paquetes
accionarios, obtenidos por la distribución de dividendos. De este modo, se
separa la conducción real de los asuntos y decisiones de la propiedad del
capital, hasta el límite que es posible alcanzar en el capitalismo. La
división entre ejecutivos y empleados adoptó un carácter de clase y tuvo su
paralelo en el sector público. Reflejan en definitiva las divisiones de las
clases dominantes, ya que una fracción domina en cada etapa, realizando
alianzas alternativamente con otras fracciones de clase, perpetuando la
continuación de las relaciones de producción capitalistas.
El
CAPITAL BANCARIO
Marx
señaló asimismo, en el capítulo XXIX del Tomo III de El capital, que existen
diversos mecanismos que se relacionan con el manejo de los sectores financieros
y el capital ficticio. Explicó cómo se forma la masa de capitales en títulos y
otros instrumentos que operan de manera independiente del valor del patrimonio
de las empresas, ya que pueden crecer por encima de la producción de riqueza y
del excedente y no tienen como contraparte un activo real físico. En la
actualidad coexisten formas más avanzadas y complejas de formación de capital
ficticio que en la época de Marx, ya que los mecanismos financieros alcanzaron
niveles de sofisticación y expansión sin precedentes. Pero Marx ya había
advertido que la mayor parte del capital que se encuentra depositado en los
bancos, formado por el dinero, las letras de cambio y los títulos, es puramente
capital ficticio. Pero no todo el crecimiento del crédito bancario se convierte
en un incremento del capital ficticio, ya que una parte es aplicada al capital
productivo, que se valoriza a través de la explotación del trabajo y la consiguiente
apropiación de plusvalía.
Advirtió
también Marx, que “ Al desarrollarse el capital a interés y el sistema de
crédito, parece duplicarse y a veces triplicarse todo el capital por el diverso
modo a como el mismo capital o simplemente el mismo título de deuda aparece en
distintas manos bajo diversas formas. La mayor parte de este “capital dinero”
es puramente ficticio. Todos los depósitos, con excepción del fondo de reserva,
no son más que saldos en poder del banquero, pero no existen nunca en depósito”
Ibid – Pag. 443. Como resultado de la mundialización del capital, este se ha
extendido también como capital ficticio a las transacciones inmobiliarias entre
países, donde el capital financiero se encuentra comprometido en estas
operaciones. Es interesante el accionar de China, que recicla una parte de su
superávit comercial adquiriendo cada vez más activos en todos los continentes.
Amplía aceleradamente su área de influencia, consolidando inversiones en el
sector inmobiliario y en la producción y comercialización de bienes primarios,
realizados por empresas estatales o por sociedades cuyo principal accionista es
el Estado.
El precio
de la tierra está íntimamente vinculado a la tasa de interés y cuando esta se
encuentra en los niveles actuales, llegando en algunos casos a cero, los
precios de los inmuebles suben sostenidamente por la incorporación de un gran
componente especulativo. En suma, con el extractivismo en el Siglo XXI se
intensificaron los procesos de desposesión de los pequeños y medianos productores,
como lo sugiere David Harvey, produciendo incluso una suerte de acumulación
originaria global, con rasgos similares a los planteados por Marx.
El
comercio internacional de las materias primas está también subordinado a la
intervención del capital ficticio. Este se ha ido sometiendo progresivamente a
la financiarización, entendida como el predominio de los mercados financieros
en la comercialización mundial de commodities, que ha ido recibiendo un
flujo ascendente de inversiones financieras. Se ha producido una
disociación entre la dinámica de la actividad financiera y la actividad de la
economía real, ocasionando un intenso proceso de fragmentación productiva que
ya se había iniciado en los ochenta.
Actúan
incluso en la actividad agrícola, donde una de las partes se compromete a
realizar en el futuro un pago a un precio prefijado. Los principales operadores
de los derivados en los productos agrícolas son los integrantes de los
conglomerados financieros que dominan este negocio y los servicios conexos. Estas
instituciones, entre las que se encuentra J.P. Morgan, Citigroup, Goldman
Sachs, entre otras, han logrado que aumente la interdependencia entre las
materias primas agrícolas y los mercados financieros, que han ido adquiriendo
un peso creciente sobre las variaciones de los precios de estos productos
básicos. De esta forma, el comercio internacional de commodities ha ido
progresivamente sometiéndose a la financiarización, con un incremento de
los flujos de inversión financiera provenientes de los mercados de
derivados.
EL ESTALLIDO DE LA CRISIS EN 2008
Septiembre
de 2008 no solo marcó la agudización de la crisis en los EE.UU, sino también el
ingreso a la crisis del capitalismo global, en un mundo sujeto a la
globalización neoliberal. Pero ya en 1997, se había producido la crisis del
Sudeste Asiático, en países como Tailandia, Filipinas e Indonesia, que
repercutió en Corea, Hong Kong y Taiwán, por lo que se la considera la
primera gran crisis de la globalización. Las consecuencias de esa crisis
impactaron duramente sobre la población por el aumento de la desocupación y la
miseria, originando un elevado encarecimiento de los alimentos básicos y un
aumento de la delincuencia y la criminalidad. Posteriormente, entre 2000 y 2002
se produjo la crisis de las compañías de las nuevas tecnologías de la
información y de la comunicación, cuando cayeron importantes empresas como las
Puntocom y otras como Enron y Worldcom.
Pero la
estructura capitalista fue duramente golpeada a partir de 2008, coincidiendo
con una crisis de liquidez en el mercado interbancario que obligó a una
intervención intensa de la FED otorgando grandes prestamos hacia los bancos con
problemas, quienes habían basado sus créditos en las hipotecas subprime.
Estas hipotecas fueron contraídas por segmentos de ingresos medios de los
EE.UU, permitiendo la inclusión de una masa de prestatarios hipotecarios que no
cumplían con los requisitos tradicionales, incluyendo grupos de familias
que ya tenían dificultades en sus pagos. Existía en esos momentos, en los
hogares norteamericanos, un incremento ficticio de la riqueza determinado por
la aparición de la burbuja en los precios de las viviendas. Las deudas
de los hogares llegaban en 2008 al 140% de sus ingresos, duplicando el nivel de
comienzos de los noventa, absorbiendo el pago de esa deuda un 20% de sus
ingresos (Arceo 2011).
El fácil
acceso a los préstamos en los EE.UU, impulsó el alza de los precios de los
bienes inmobiliarios, apoyados por los seguros de incumplimiento. También fuera
de los EE.UU, diversas entidades financieras sufrieron pérdidas importantes
durante la crisis, debido a la elevada posesión de títulos norteamericanos. Si
bien no existe una medida clara de este fenómeno, se puede estimar que el 50%
de los bonos emitidos por el sector financiero de los EE.UU, durante la década
previa al estallido, fueron comercializados en el exterior.
Las
autoridades monetarias reaccionaron inicialmente con cierta pasividad ante la
presencia del boom inmobiliario, producido por la ola hipotecaria y la
aparición de mecanismos financieros especulativos. Al iniciarse la crisis
hipotecaria, no se produjo una rápida intervención de la FED y el capital
concentrado, dominante en los manejos financieros y en la desregulación de los
controles, hizo más dificultosa la intervención. Además, el aumento del
endeudamiento de las familias a través de las hipotecas subprime se
había convertido en uno de los elementos que ayudaba a sustentar la actividad
macroeconómica de los EE.UU.
En marzo
de 2008, el banco de inversiones Bear Sterns sufrió una importante falta de
liquidez y fue transferido al J.P.Morgan. En mayo, el Countrywide Financial, el
más grande prestamista norteamericano fue absorbido por el Bank Of América. En
agosto de 2008, el gobierno interviene Fannie Mae y Freddie Mac y el 15 de
septiembre, Lehman Brothers se declaró en quiebra. El mismo día 15, Merril
Lynch es absorbido por el Bank Of América. Finalmente en 2009, la Ley
Graham–Leach–Biley, permitió a los bancos comerciales ofrecer productos
financieros, bajo el Programa “Compra de Capital”, alcanzando esta operatoria
más de us$ 200.000 millones a través de 500 bancos, eliminando así las barreras
“ineficientes, costosas e inestables” (Arceo, 2011).
La crisis
fue provocando importantes desajustes y quiebras en el sector financiero
de los EE.UU y de Europa, obligando a los gobiernos a realizar enormes rescates
monetarios. En los EE.UU, a través del Plan de Rescate Financiero y en pos de
frenar el colapso recesivo se otorgó al Citigroup, us$ 25.000 millones,
complementados posteriormente con otros us$ 20.000 millones. En España la
crisis de Bankia, un gran banco español con sede operativa en Madrid, obligó al
gobierno español a su nacionalización con una inyección de 22.424 millones de
euros y al procesamiento de sus directivos. La crisis financiera fue
tomando de este modo proporciones globales que llevó a la implementación de
políticas dirigidas a financiar, por intermedio de los bancos centrales, a las
entidades con severos problemas de liquidez, reflejando la impronta que
esta dinámica tecnocrática ejerce sobre los mercados. Pero estas acciones, no
han podido coordinar las políticas fiscales y presupuestarias de los estados,
que vayan más allá del simple control del déficit fiscal. El incremento de la
rentabilidad determinado por el accionar del capital especulativo, la
explotación creciente de los trabajadores, más el amplio predominio de los
sectores concentrados, modificaron regresivamente la estructura económica y
política de la sociedad global.
Ante la
profundización de la crisis se utilizaron ingentes cantidades de recursos
públicos para rescatar a instituciones privadas consideradas “muy grandes para
caer”. Los bancos centrales otorgaron un vertiginoso aumento de los préstamos
al sector financiero, llegando a actuar cada vez más como sustitutos de
las quebradas entidades financieras. Esta situación ha obligado a la población,
de los países centrales, a asumir las pérdidas provocadas por la crisis y hacer
frente a la precarización y a la disminución del empleo más el debilitamiento
de las negociaciones colectivas, viendo reducidas sus posibilidades de acceder
a una vida digna.
Si bien
el proyecto neoliberal monopolizado por los sectores más concentrados, fue muy
afectado por la crisis de 2008, este no se ha replegado, e incluso ha
consolidado el poder de clase de la burguesía más concentrada, especialmente en
los EE.UU, donde la economía financiera tiene un volumen cincuenta veces
superior al de la economía real. El comercio de divisas ha crecido al triple
desde el año en que estalló la crisis, hasta alcanzar un accionar de más de
cinco billones de dólares diarios. De este modo, el bloque de poder dominante
ha reconfigurando el modo actual de acumulación y reafirmado su hegemonía.
La
monopolización planetaria se convirtió en una inmensa ruptura económica,
política, cultural y ecológica con relación a la situación existente antes de
la iniciación de la crisis, donde también se ha hecho presente un gran
endeudamiento público. Francois Chesnais, reseña la relación entre la
globalización financiera y las deudas públicas señalando que “los mercados de
títulos de la deuda pública (los mercados de obligaciones públicas)
establecidos por los principales países beneficiarios de la globalización
financiera y luego impuestos a otros países […] son según dice el propio FMI,
la piedra angular de la globalización financiera. Traducido a un lenguaje más
claro, es exactamente el mecanismo más sólido puesto en marcha por la
liberalización financiera, de transferencia de riqueza de algunas clases y
sectores sociales y de algunos países hacia otros” (Tobin or Not Tobin, 1998).
La propagación
de la crisis 2008 afectó finalmente también a China, dado que el aumento del
PBI anual pasó del 9.5% en 2008 a un 7.3% en 2014, con una importante baja en
las exportaciones y un recorte en las importaciones, mientras que la deuda
total China, incluyendo la pública y a privada, pasó del 130% del PBI al 210%,
a mediados de 2013. (Financial Times). La aparición de la crisis en China, está
conmoviendo profundamente el comercio mundial, provocando caídas de
importancia en las bolsas, en los bonos de los países centrales y en las
exportaciones de la periferia hacia ese país.
La enorme
masa de los flujos financieros que operan en este período, dominado por el
capital ficticio, son negociados en gran parte entre las mismas instituciones
financieras Estas incluyen a las agencias, que son en realidad empresas
privadas integradas por grandes grupos financieros, que venden sus servicios
aceptados por la comunidad financiera. Sus actividades no pasan por las
instituciones registradas legalmente pero interactúan con el capital
financiero formal, engrosan sensiblemente sus utilidades. Representan una forma
extrema de ruptura de los mecanismos económicos básicos del sistema
capitalista., donde han proliferado los escándalos por la falsificación de los
estados contables, como pasó en Grecia, en Gran Bretaña y ahora en Japón. Pero
también las empresas han cometido estos desajustes como es el caso de
Toshiba, donde debieron dimitir el presidente de la compañía y otros
altos directivos. Se produjo de este modo, una sustitución parcial de los
segmentos tradicionales donde operaba el sistema financiero, por otros que no
se encuentran regulados por los bancos centrales, demostrando que las
condiciones que impone actualmente la banca mundial, hacia el conjunto del
sistema capitalista en crisis, resultan ser instrumentos de dominación y
corrupción mucho más eficaces que los empleados en el pasado. 5
LATINOAMÉRICA
La
economía mundial se encuentra en una coyuntura de muy bajo dinamismo y fuerte
incertidumbre, ya que no se ha recuperado de los efectos de los acontecimientos
sucedidos en 2008 y 2009. América Latina y el Caribe no han quedado afuera de
este cuadro. El fin del auge de los precios de las materias primas, el
llamado superciclo de los commodities, la desaceleración de la economía
china, la débil recuperación de la zona del euro y la escasa actividad
económica regional, explican esta situación. Según la CEPAL, el PBI en América
Latina caerá este año 0.3% y las exportaciones de Latinoamérica y el Caribe
disminuirán en 2015 por tercer año consecutivo: su valor se contraerá un 14%,
según las proyecciones. Para encontrar una situación similar hay que retroceder
ochenta y tres años, hasta la Gran Depresión, cuando el valor exportado cayó un
promedio del 23% anual entre 1931 y 1933. (CEPAL)
Asimismo,
han continuado los procesos de desindustrialización y fugas de capitales y se
afianzaron las operaciones financieras intragrupo de las empresas
multinacionales. Según un experto de la OCDE, más del 60% del comercio
internacional, tiene lugar entre una empresa transnacional núcleo y sus
subsidiarias ubicadas en la periferia, controlando el 80% del comercio mundial.
Subfacturan las exportaciones y sobrefacturan las importaciones, a través de
los precios de transferencia (arm’length) que reflejan la ficción de los
contratos y precios entre empresas que integran un mismo conjunto económico,
degradando la calidad de las prácticas fiscales prosiguiendo con las prácticas
extendidas del contrabando, el narcotráfico, la corrupción, el lavado de
dinero, la evasión y la elusión fiscal. La falsificación de la facturación de
las multinacionales, en las transacciones comerciales internacionales, se
reveló como el principal componente de los flujos financieros ilícitos desde
los países periféricos hacia los centros, dado que representan el 77.8% de
todos los flujos. (Global Financial Integrity). De esta forma, logran
maximizar la tasa de ganancia reduciendo la base imponible en los países con
mayor carga tributaria, aumentando sus utilidades en países de baja o nula
tributación. La mundialización de los comportamientos empresariales, apoyados
por los medios de comunicación monopólicos, han agudizado las tensiones
sistémicas de un capitalismo impulsado por mercados financieros que actúan sin
restricciones en el mercado mundial.
Según
OXFAM, el 99% de las principales empresas europeas tienen, al menos, una filial
en un paraíso fiscal. El 50% del comercio mundial, tanto de productos
industriales como de commodities pasa por alguna sociedad ubicada en uno
de ellos. A su vez, el 40% de los activos en esos paraísos se encuentra en
manos de grandes fortunas individuales, unos us$ 18.4 billones Estas cifras
permitirían recaudar impuestos para acabar dos veces con la pobreza extrema en
el mundo.
En varios
países latinoamericanos se ha roto la unidad de las clases dirigentes
tradicionales. Las luchas de los trabajadores en algunos casos y los resultados
electorales en otros, permitieron conquistar mejoras y avances para los
sectores subalternos en determinados países de la región. Incluso esta lucha
devino, en esos casos, en gobiernos nacionalistas radicales con vocación
popular, que declararon formalmente el rechazo al orden neoliberal
imperialista. Pero estas nuevas dirigencias, que estimularon situaciones de
confrontación social bajo el manto del pluralismo policlasista, han ido
perdiendo parte de su legitimidad al no haber limitado, sino muy
tangencialmente, la presencia dominante del bloque de poder burgués, integrado
mayoritariamente por filiales de las empresas multinacionales.
En
Venezuela, Bolivia y Ecuador, se registran procesos complejos que combinan
instituciones que responden a la tradicional democracia liberal, con
organizaciones que contienen un poder social emergente, basado en organismos de
trabajadores, campesinos, sectores medios e intelectuales. Esta situación, ha
permitido la aparición de democracias sociales de nuevo tipo, que se
encuentran sometidas a crisis recurrentes y a la contraposición permanente
entre revolución y contrarrevolución.
Por otro
lado, por el grado de integración de Latinoamérica al capitalismo mundializado,
donde las estructuras productivas se encuentran subordinadas al negocio
agroexportador y minero, más las dificultades para reconstruir un sistema de
clases de tipo populista, impide que se logre la coordinación e integración
económica entre los países de la región. Promover los encadenamientos
productivos, aumentar el comercio intrarregional y favorecer la integración
productiva, permitiría un mayor crecimiento y la disminución del saldo
comercial cada vez más deficitario en la región. Esta integración lograría
crear masa crítica para enfrentar con éxito a los sectores más concentrados y
al imperialismo, determinar las escalas para la inversión, la construcción de
infraestructuras y el desarrollo tecnológico. Pero requeriría de cambios
estructurales, que logren establecer nuevas relaciones fraternales entre estos
países sobre la base de iniciativas políticas anticapitalistas.
El auge
económico que protagonizaron algunos de los países suramericanos, en el inicio
del nuevo siglo, provino inicialmente del aumento de los precios de las commodities
exportables, por la renacionalización de antiguas empresas estatales
y por el incremento de la protección arancelaria dirigida básicamente a
los sectores industriales. Pero, por la especialización en una estructura
productiva con reducidas capacidades tecnológicas y la limitación de la canasta
exportadora, este ciclo parece haber concluido. En la actualidad, unas ciento
sesenta y siete millones de personas en la región, viven en situación de
pobreza y alrededor de setenta y un millones son indigentes (CEPAL).
El boom
permitió una mejora en la distribución del ingreso para los trabajadores y la
obtención de derechos laborales que se encontraban bloqueados por las políticas
neoliberales. A pesar de lo cual, en América Latina y el Caribe el 1% más rico
posee el 41% de la riqueza. Si se mantiene esta tendencia, en solo ocho años
este 1% acaparará más riqueza que el 99% restante. (OXFAM). Estos países no han
llegado a transformar las estructuras productivas, mientras que las
exportaciones, como las de toda la periférica, dependen de los precios formados
en mercados que los países de la región no están en condiciones de controlar y
estos precios se suelen deprimir cíclicamente, como sucede en la actualidad.
Los paliativos como el comercio intrarregional, o el apoyo financiero de China
o Rusia ya resultan insuficientes por la persistencia de la crisis global.
Es decir,
el sur de América Latina revive el viejo ciclo de stop and go, pasando
del crecimiento en base a la exportación de recursos naturales a la caída de la
actividad económica por la baja de los precios y la trampa financiera,
transitando un período de ingreso a la salida de los capitales. La crisis
capitalista redujo la demanda de materias primas desde Europa y China y produjo
la abrupta caída de los precios y los excedentes disponibles, no permitiendo
combinar las políticas distributivas con el mantenimiento de políticas que no
cuestionaron la renta minera, el poder de los bancos extranjeros y la renta
agraria
Las
elecciones efectuadas recientemente en la Argentina y en Venezuela, que
implicaron un cambio importante en el Poder Ejecutivo en la Argentina y la
obtención para la derecha de la mayoría parlamentaria en Venezuela,
representaron un duro golpe para las todavía mayorías excluidas, demostrando
que no alcanza con la realización de cambios superestructurales, ni con la
apelación a la responsabilidad empresaria, cuando la clase dominante en la
Argentina, recupera la totalidad de la renta agraria y en Venezuela, pretende
reapropiarse de la renta petrolera.
LA SITUACIÓN EN LOS EE.UU
El
capitalismo fue ampliando desde el inicio de esta crisis un sistema de saqueo,
donde la reproducción de las fuerzas productivas ha quedado subordinada a la
lógica del parasitismo especulativo. Los activos financieros y los instrumentos
derivados, aparecen dotados de una enorme capacidad de multiplicación y
diversificación con un potencial económico enorme que supera las posibilidades
de invertir en la producción, el transporte o en la comercialización de bienes
y servicios. Estos activos financieros continúan operando desde los países
centrales, pero sus actividades se refugian subsidiariamente en los paraísos
fiscales, (Islas Caimán, Bahamas, Panamá, Mónaco, Islas Vírgenes, Suiza, entre
otros etcéteras) por la seguridad y confiabilidad que brindan estos destinos
ante los vaivenes de la economía mundial. Precisamente, desde los noventa, los
movimientos de capital habían recobrado un grado de libertad similar al
existente durante los años veinte.
Un claro
ejemplo de lo manifestado, es la política de dinero barato y prácticamente sin
intereses que llevan adelante los bancos centrales de los EE.UU, Europa y
Japón, para los préstamos que se otorgan entre estos países, con tasas entre el
0% y el 0.25%. Estas instituciones no encuentran mejores alternativas de
inversión que impulsar las tasas de ganancias ficticias, incrementando los
flujos de dinero a través de los intermediarios o facilitadores y promover la
multiplicación de las guaridas fiscales que son amparadas por los
intermediarios, los asesores legales y por los propios bancos.
El
aumento de la IED en los países periféricos, permitió la remisión de ingentes
montos de capital hacia los países centrales, en concepto de utilidades y
regalías, incrementando también la masa del capital ficticio De manera que la
inmensa cantidad de fondos en poder de los bancos centrales y organismos
financieros internacionales, fue acrecentando la disponibilidad de préstamos
sin que haya un crecimiento económico en el sector productivo, cuando la
actividad productiva es el verdadero motor del crecimiento capitalista y el
único factor que puede generar un nuevo valor duradero.
Continúan
intensamente las adquisiciones y las fusiones de empresas, concentrando aun más
el capital. En los EE.UU durante el primer trimestre de 2015, el monto de las
fusiones superó los us$ 1,3 billones, el mayor nivel desde 2007. El sector de
alta tecnología encabeza la tendencia, encaminada a reducir drásticamente los
costos operativos, incrementando la concentración del capital. En Europa, si
bien en menor medida, se producen importantes fusiones lideradas por empresas
dirigidas por antiguas familias, que buscan ingresar en el mundo de las
finanzas.
Las
políticas depredadoras que provocan la contaminación atmosférica, la
generación de gases de efecto invernadero y la producción y consumo de energías
sucias, que acarrean la emisión de gases nocivos para los seres vivos y el
clima, han recibido también la irrupción de la especulación financiera, donde
desembarcaron los grandes bancos de inversión como Morgan Stanley, Barclays y
otros del mismo nivel de importancia.
De manera
que los EE.UU continúan abasteciendo de dólares sin respaldo al mundo, lo que
ha permitido frenar en parte la recesión y apuntalar su sistema bancario, si
bien fue necesario que la FED inyectaron dinero, durante los primeros
años posteriores a la crisis, a través de la compra de bonos y acciones a razón
de us$ 85000 millones mensuales, que implicó un 10% del PBI. Esta situación fue
alertada por quienes suponían, que esta enorme emisión monetaria puede llevar a
la creación de una nueva burbuja con las acciones de las empresas de
tecnología de punta, llamado el efecto riqueza en el mercado bursátil.
Desde
2010 se inició la modificación de esta política económica, reduciendo la masa
de dinero dirigida a la compra de bonos y acciones, la tan mencionada
titularización. Pero los EE.UU siguen exigiendo, el reconocimiento a su moneda
como soporte de valor y a su deuda como capital–dinero, a pesar de su
declinante hegemonía, mientras el crédito continúa ampliándose y las deudas se
incrementan sin fin.
A su vez,
el aumento de la vulnerabilidad social en los EE.UU, es un reflejo de la
concentración del ingreso y la riqueza. En 2013, el ingreso de las familias
pertenecientes al 5% más rico fue más de nueve veces el ingreso del 20% más
pobre, siendo la brecha más grande desde que existen estas estadísticas. Los
beneficios obtenidos por las corporaciones, ajustados por la inflación, en
junio de 2014, fueron 94% superiores a los de junio de 2009 (OCDE).
Los
EE.UU, a través de diversas acciones como los conflictos de baja intensidad,
las altas tasas de interés aplicadas a la periferia y la concentración
creciente de los capitales, tratan de mantener las ventajas derivadas de su
posición hegemónica. Pero esta se encuentra amenazada por el lento y selectivo
progreso técnico, la erosión de la productividad, el limitado crecimiento y el
avance de algunas potencias asiáticas, donde la presencia de China en los
mercados mundiales, actúan como fuerza de reserva del capitalismo, expandiendo
la zona de explotación del capital internacional a través de la proletarización
masiva de su abundante mano de obra disciplinada y de bajo costo.
LA SITUACIÓN EN LA UNIÓN EUROPEA
En Europa
el perverso proyecto de la unidad monetaria, creado en el marco de la UE tras
la caída del muro de Berlín, fue realizado sin que se efectúe una integración
en términos políticos, sociales y económicos, provocando desequilibrios
insostenibles por la contradicción que existe entre la unión de las monedas y
la compartimentación fiscal de los distintos estados. En la actualidad
mantienen diecisiete deudas públicas diferentes, no contando con un marco único
de responsabilidad fiscal. Pero también la fuerte heterogeneidad productiva
entre los países del norte y del sur de Europa, ha contribuido decisivamente a
incrementar la diferenciación económica y social. Los países del sur de Europa,
altamente endeudados, soportan tasas de interés superiores al 5% anual,
mientras Alemania y Francia contraen créditos a menos del 1%. Al mismo tiempo,
creció el deterioro de las condiciones de vida del pueblo trabajador en la
mayor parte de Europa, situación que ha derivado en la desaparición del estado
de bienestar, mientras una parte de su población se encuentra hundida en la
indigencia.
El enorme
endeudamiento de Grecia, España, Portugal, Italia y Chipre y las
complejas situaciones que afrontan estos países, por las políticas
ejecutadas por Bruselas, son una consecuencia de la supremacía de los mercados
monopólicos, que limitan el margen de maniobra que tienen estos estados para
determinar sus políticas. Incluso en un país desarrollado, pero con una
infraestructura obsoleta, como Gran Bretaña, el gobierno conservador calcula
disminuir el gasto público en 30.000 millones de libras para los próximos dos
años a fin de reducir el déficit fiscal, agudizando el alto nivel de
desocupación que llega a 31.2 millones de trabajadores. Además mantiene una
dura controversia política interna sobre si se debe pertenecer o salir de la UE
como sostienen los euroescépticos. España registra una gran
inestabilidad y la pobreza se sitúa en el 18% de su población. La banca
española ha desahuciado a más de 500.000 familias trabajadoras, desde 2008,
según la denuncia de Amnistía Internacional.
Las
autoridades de la Europa comunitaria iniciaron en 2014 una campaña de relajación
monetaria para tratar de estimular el crecimiento y combatir la deflación, con
la recompra de deuda de los países más afectados por la crisis, a pesar de lo
cual la mayoría de los países de la zona del euro, continúan con una
trayectoria de crecimiento prácticamente nula. Alemania la potencia líder en la
eurozona, ha sido la principal beneficiaria de la moneda única, gracias al
aumento de sus exportaciones al resto de Europa. Combina la multiplicación
improductiva de sus deudas y la liquidez en euros, sosteniendo una dura batalla
por justificar la masa de créditos generados por sus bancos y mantener la
solidez del euro, moneda que atraviesa un importante proceso devaluatorio.
La
desigualdad en los países de la OCDE (Organización para la Cooperación y el
Desarrollo Económico) se encuentra en su nivel más alto desde que existen
registros, donde el desempleo, la precariedad laboral y el paro juvenil, han
llevado la pobreza al 9.4% del PBI. Con este panorama, la UE busca
compensar su pérdida de importancia en el concierto mundial, con medidas
reflejadas en el informe de la Comisión Juncker que recomendó: estímulos a la
inversión, aplicación de las reformas estructurales, responsabilidad
presupuestaria y políticas de empleo.
De manera
que con el discurso dominante actual, se asiste a un enfrentamiento cada vez
más intenso entre los distintos sectores monopólicos, que se inclinan por
gestionar o contener la crisis sin resolverla. La profundización de la
globalización ha significado el fin del orden internacional de la posguerra. Se
desestabilizó la economía mundial y se implementaron políticas que representan
una forma de ruptura de los mecanismos económicos básicos. Las políticas de
ajuste no se encuentran centradas en la búsqueda de soluciones que permitan recomponer
la tasa de crecimiento, absorber la mano de obra excedente, evitar la
desintegración de los estados nacionales y recuperar sus capacidades soberanas.
El FMI,
en un documento elaborado en 2014, antes de la reunión de ministros y
gobernadores de bancos centrales del G20 en Australia, declaró que “la
recuperación mundial está en un equilibrio precario, debido al aumento de las
tensiones geopolíticas y la perspectiva de una política monetaria más estricta
en EE.UU, que amenaza con reducir las posibilidades de un crecimiento global”.
En las
últimas elecciones y por primera vez en la historia de la UE, un nítido arco
gris hizo su aparición en el Parlamento europeo a través de la irrupción de
movimientos de extrema derecha, eurofóbicos, euroescépticos o populistas. En
suma, las extremas derechas del viejo continente ganaron una enorme
legitimidad, especialmente en el este de Europa, donde la abstención electoral
alcanzó porcentajes contundentes. Sumada esta situación a los varios fracasos
en la Ronda de Doha, hizo que la UE diera marcha atrás con el multiletarismo,
comenzando a elaborar una red de amplios acuerdos bilaterales y regionales.
Estos acuerdos son dirigidos hacia los países periféricos y también hacia
países industrializados como Japón, Canadá y los EE.UU. Su política comercial
ha pasado así, a ser un instrumento de ofensiva que le permitiría exportar sus
productos a un enorme mercado transatlántico.
De
cualquier forma, por el sesgo recesivo que caracteriza el actual contexto
económico internacional, que impide que tanto el comercio internacional como la
producción recuperen el dinamismo que exhibían previamente al estallido
de la crisis de 2008 y 2009, los países centrales tratan de imponer estos
acuerdos comerciales que redundarán exclusivamente en su propio
beneficio.
ALGUNAS
CONSIDERACIONES FINALES
La fase
expansiva del capitalismo mundial parece estar extinguida y la crisis expresa
la contradicción fundamental del capitalismo en el período de la globalización,
con la propagación sin precedentes del capital financiero bajo la débil
hegemonía de los EE.UU. La preeminencia económica de los EE.UU, está
disminuyendo a una velocidad considerable por el endeudamiento creciente, una
financierización salvaje y la competencia mundial de China. Pero la economía
China se encuentra afectada también por una desaceleración del mercado
inmobiliario y el colapso del mercado accionario, donde la Bolsa de Shanghai
perdió casi un tercio de su valor en unas pocas semanas. Asimismo, la debilidad
de la demanda interna y externa, ha dejado a este país con su peor desempeño
económico en los últimos veinticinco años.
Los
aumentos de la productividad se habían relantizado en los países centrales,
pero habían aumentado en los países periféricos. Pero este relevo está en
camino de agotarse. Por otro lado, Alemania, con su gran capacidad exportadora,
redobla sus esfuerzos para preservar su hegemonía en Europa. Esta ha quedado
atrapada entre las políticas de austeridad y el estancamiento económico,
subordinando –no sin dificultades– a los estados comunitarios recientemente
incorporados, como demostración que la crisis europea se desarrolla dentro del
mismo bloque de clases. El desarrollo de las fuerzas productivas se encuentra
en contradicción con las relaciones sociales de producción, entendidas como las
relaciones que establecen los productores entre sí y las condiciones en que
intercambian sus actividades en el proceso productivo, es decir, son los
vínculos que se establecen entre los sectores que participan en el proceso de
producción. El capitalismo ha dado suficientes muestras de su incapacidad para
resolver esta contradicción y garantizar el crecimiento y la supervivencia de
franjas muy importantes de la población mundial.
En este
sentido las políticas de los sectores neoliberales, tanto en los EE.UU como en
Europa, convergen en un llamado a la competitividad, que incluye un intento de
reducir aún más el costo del trabajo. Estas derechas continuarán actuando en
estrecha colaboración, atravesada por rivalidades, sin que surja un nuevo
modelo de acumulación que permita a las clases dominantes superar este largo
período de crisis.
Este
período está marcado además, por el formidable endeudamiento, el alto desempleo
en los países europeos, el desmantelamiento de la protección social, por el
llamado mercado laboral flexible, los flujos migratorios, la
preeminencia del capital ficticio y la fuga de capitales hacia los paraísos
fiscales. Las actividades ilícitas, como la corrupción, el lavado de dinero, la
violencia ciudadana, el comercio ilegal de drogas y órganos humanos y el
deterioro del medio ambiente, completan este panorama.
La
corrupción como eje central del sistema, tiene una clara manifestación cuando
los mismos políticos que legislan y gobiernan defendiendo los intereses de los
grandes capitalistas, una vez finalizados sus mandatos, pasan a ejercer un rol
de asesores al servicio de esas corporaciones. Estos traslados son el
símbolo de las llamadas puertas giratorias y resulta completamente
ilusorio pretender controlarlos con nuevas regulaciones, como proponen algunos
sectores de la socialdemocracia europea. La corrupción es un problema antiguo y
universal, si bien ha crecido exponencialmente durante este período de crisis.
El proceso de degradación del sistema tuvo su eje inicialmente en los países
centrales, para expandirse con posterioridad a nivel mundial. Como consecuencia
de la crisis, se agravó la euforia especulativa que dio lugar al crecimiento de
las deudas públicas, la aparición de los instrumentos derivados, la
liberalización de los mercados y la transferencia de ingresos públicos hacia
los grandes agentes económicos También se hicieron presente el incremento de
los gastos militares, la manipulación política de los organismos
internacionales de crédito, la caída o el estancamiento de los salarios y la
ofensiva desestabilizante hacia la periferia. Asimismo, la globalización
neoliberal eliminó las barreras que regulaban los movimientos de capitales.
Estas barreras habían sido consideradas previamente, como los requisitos
básicos para el manejo de las políticas macroeconómicas. Pero con el marco de
la crisis actual, se desarrolló un mercado mundial con una gran acumulación de
capital ficticio y la consiguiente hipertrofia de los intercambios financieros,
que fue más allá de la eliminación de las barreras regulatorias.
En la
reunión realizada por el G20 en Lima, en 2015, los ministros de finanzas
concurrentes a esta cita sostuvieron que la evasión fiscal en el mundo, alcanza
a no menos de us$ 100.000 millones anuales, amparada en lo que llamaron “la
optimización fiscal”, que permite esta fuga de capitales gracias a las brechas
legales y argucias contables, cuando no a la transferencia lisa y llana de
fondos a los paraísos fiscales.
Las
contradicciones no resueltas del sistema capitalista, que no logra desarrollar
nuevos patrones de acumulación, se reflejan en la crisis planetaria de larga
duración que amenaza seriamente la supervivencia de la humanidad. En tanto los
sectores subalternos no cuestionen las relaciones de explotación capitalista,
la crisis no solo perdurará sino que estará destinada a repetirse, siempre en
perjuicio de los trabajadores. Según la OIT, hay más de 1200 millones de
desocupados en el mundo y más del 50% de la población económicamente activa se encuentra
subempleada o trabaja precariamente realizando además multiplicidad de tareas.
La
situación crítica que atraviesa el capitalismo, que ya no es un sistema
económico y social viable y que llevó a Immanuel Wallerstein a sostener que “la
actual es la última crisis del capitalismo, ya que se ha iniciado su final”
llevará probablemente a los pueblos a encontrar el camino cuya perspectiva y
resolución derive en el socialismo, ya que el problema no es la crisis del
capitalismo, sino el capitalismo mismo. Esta propuesta contestataria incidirá a
futuro sobre el proceso productivo y los encadenamientos laborales, la relación
entre el sujeto y la estructura, la familia, la forma de gobierno, la
cooperación y la cultura, permitiendo enfrentar, sin caer en un maximalismo
abstracto, la opresión política que existe con el marco de la democracia
formal, la contaminación visual, el clientelismo, la enajenación
mediático–cultural y la irrelevancia decisoria del voto ciudadano, al que
Engels denominó “instrumento de dominación de la burguesía” pero que sin
embargo, debe seguir siendo parte de la acción de los partidos políticos que
representan los intereses de los trabajadores
La
relevancia de la lucha electoral suele acompañar pero no reemplazar las
construcciones por abajo, ya que no abona la necesidad de un choque frontal
contra las instituciones del capitalismo, en beneficio de instituciones de
nuevo tipo surgidas del poder popular. De forma tal, que el campo electoral
debería ser considerado como un capítulo subordinado, pero necesario, como
parte de una lucha más amplia contra la opresión capitalista. Sobre todo,
teniendo en cuenta que el terreno electoral no permitiría un cambio real en la
sociedad, ya que el peso de la lógica institucional capitalista continuará
siendo determinante. Reconocer por lo tanto, un rol progresivo a los procesos
electorales, no implica idealizar sus posibilidades de cambio ni adaptarse a
las instituciones directrices de la burguesía, ni abandonar la independencia de
clase para pensar la política.
La
necesidad de cambios económicos y políticos, hace que prevalezca a futuro una
concepción diferente sobre la naturaleza, que permita evitar los pasivos
ambientales, como la pérdida de la biodiversidad, la deforestación y la
presencia de los gases de efecto invernadero, que llevan a la destrucción de
los ecosistemas y la vida en el planeta, porque el paradigma ecológico es
inseparable del paradigma social. El cambio climático ya no es una cuestión que
afecte únicamente a las futuras generaciones; también las poblaciones que hoy
habitan el planeta están sufriendo sus consecuencias. Actualmente, es cada vez
mayor el número de refugiados ambientales que buscan guarecerse y cambiar de hábitat
por las sequías y las inundaciones, como consecuencia del continuo incremento
del nivel del mar. Estos desastres son antinaturales y continúan en aumento.
Por estas situaciones, trece millones de personas mueren cada año en el mundo,
debido al deterioro del medio ambiente. Este conjunto de calamidades demuestra
que el capitalismo está derivando en una profunda crisis civilizatoria.
La
esencia de la dominación múltiple del sistema capitalista coincide con la
formulación que realizó István Mézáros cuando caracterizó la civilización del
capital de la siguiente forma: “El capital no es simplemente un conjunto de
mecanismos económicos, como a menudo se lo conceptualiza, sino un modo
multifacético de reproducción metabólica social, que lo abarca todo y que
afecta profundamente cada aspecto de la vida, desde lo directamente material y
económico hasta las relaciones culturales más mediadas”. 6
Resulta
necesario entonces, contextualizar aquellos conceptos teórico–críticos
señalados por Marx: explotación económica, exclusión social, opresión política,
alienación individual y colectiva, con el propósito de sistematizar las
múltiples perspectivas de lucha y demandas emancipatorias. La obra de Marx, por
su carácter universal, representa un marco de análisis indispensable para la
comprensión de la realidad política y económica y una base ineludible para
encarar una crítica radical de las relaciones sociales capitalistas. El pueblo
trabajador tiene la enorme tarea de constituirse en sujeto político, es decir
ser el dueño de su propia política y el dueño de su proyecto político. De esta
forma, “podrá organizar para el nuevo régimen económico a todas las masas
trabajadoras y explotadas” (Lenin). En este sentido, es fundamental que los
trabajadores logren desarrollar su conciencia crítica, creando las condiciones
para luchar por el poder. Esta posibilidad dependerá también de su capacidad
para actuar políticamente, componiendo espacios formativos dentro de un amplio
abanico de actividades, que permitan la sistematización de los métodos de
organización de base.
Los movimientos
sociales, cuya aparición tuvo su origen enel desempleo, el retroceso de la
legislación laboral, la represión policial y la precariedad e informalidad del
trabajo, han reforzado los vínculos sociales, mientras cumplen un rol positivo
en el proceso de reagrupamiento de la nueva camada militante surgida en los
últimos años. Pero, su accionar suele ser en muchos casos vago e inconsistente,
acercándose a las concepciones del positivismo progresista y se las debe
considerar como formas políticas transicionales, que permitan preparar nuevas
opciones políticas con un grado superior de politización y organización.
Con el
desarrollo de la conciencia crítica de los asalariados, se podrá sostener una
lucha estratégica con un contenido clasista y antiimperialista. Si bien esta
lucha no tiene un final anunciado, ya que como decía Gramsci, solo se puede
prever la lucha y no sus resultados, es imprescindible que la creatividad de
las masas pueda acometer su propia emancipación con los pueblos gobernando y
decidiendo sobre su destino. En definitiva, el futuro de la humanidad dependerá
de las luchas que lleven adelante los sectores subalternos para lograr su
liberación, más allá del capitalismo.
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Academia China de Ciencias Sociales (CASS, por sus siglas en inglés)
NOTAS
[1] Tal vez la burbuja bursátil no
hubiese alcanzado la misma proporción, sin la liberalización, la desregulación
y la privatización de las telecomunicaciones más la eliminación de los
controles financieros.
[2] Dando de esta forma por
finalizada la fase expansiva del capitalismo a nivel mundial, mientras que la
globalización resulta ser más una profundización que una extensión de la
integración capitalista durante la vigencia del neoliberalismo. El
neoliberalismo es la teoría política económica que surge a raíz de la crisis
estructural de los años setenta, como reacción al intervencionismo del estado.
Retoma la doctrina del liberalismo clásico y lo replantea dentro del esquema
capitalista actual.
[3] Entre los principales teóricos
de la economía, solamente Marx escribió sobre el capital ficticio. Este
concepto es una de las llaves que permiten la comprensión de la crisis actual
del capitalismo.
[4] En los EEUU, entre 1982 y 2000,
las cotizaciones de la bolsa, corregidas por la inflación se multiplicaron por
cinco.
5 Tax
Justice Network estimó que hay entre 21 y 32 mil millones de dólares
depositados en los paraísos fiscales. En
realidad, los derivados no son utilizados para la inversión en la economía
reproductiva o en la formación de capital, sino que son instrumentos
creados para la cobertura de riesgos de negocios o para especular con las
variaciones de las cotizaciones de los precios de otros referentes económicos.
6 Mézáros
Itsván – La Teoría Económica y la Política más allá del Capital – www.rebeliónn.org – Diciembre de
2002
Fuente: http://www.herramienta.com.ar/herramienta-web-18/la-crisis-mundial-capitalista-y-el-capital-ficticio
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