09/07/2016
Destacado economista marxista, especializado en
prospectiva y economía global, Jorge Beinstein es Doctor en Ciencias
Económicas de la Universidad de Franche Comté-Besançon, Francia, y actualmente
profesor emérito de la Universidad Nacional de La Plata, Argentina, donde
dirige el Centro Internacional de Información Estratégica y Prospectiva
(CIIEP). Ha sido académico en importantes universidades de Europa y América
Latina, donde también ha dirigido relevantes proyectos de investigación. Entre
sus últimos libros destacan: Comunismo o Nada, La ilusión del
metacontrol imperial del caos: La mutación del sistema militar de los Estados
Unidos, Capitalismo del siglo XXI, y Crónica de la decadencia:
Economía global 1999-2009. Sus trabajos se pueden leer en la web
beinstein.lahaine.org.
-¿Cuál es su opinión sobre Chile? Vivimos la
doctrina del shock impuesta por la dictadura, el neoliberalismo salvaje,
el extractivismo y endeudamiento, la despolitización…
“Creo que Chile nunca ha podido superar la tragedia
del 11 de Septiembre. La dictadura remodeló a la sociedad chilena. No es el
único caso, también en Argentina la dictadura cívico-militar instaurada en 1976
produjo degradaciones culturales y estructurales que han perdurado hasta hoy.
Después de Pinochet ustedes han pasado a una suerte de democracia limitada
comprimida por el modelo neoliberal que pudo instalarse y reproducirse como
parte de una división internacional (colonial) del trabajo, de una economía
global hegemonizada por los Estados Unidos pero que actualmente se está
deteriorando rápidamente. Caen los precios de las materias primas sin
perspectivas de repunte significativo y durable, eso afecta de manera decisiva
al modelo neoliberal chileno.
La burguesía chilena creía que la masacre
pinochetista y sus prolongaciones económicas y culturales ‘democráticas’
extirparían por completo la memoria histórica popular, bloquearían para siempre
el surgimiento de alternativas antisistema. Es la eterna ilusión de los contrarrevolucionarios
siempre desmentida por la realidad. América Latina vive actualmente una época
oscura, de arremetidas derechistas, pero también de putrefacción capitalista,
entonces lo que parecía imposible: las aspiraciones revolucionarias, puede
reaparecer. Las latencias, las memorias subterráneas que se reproducen de
manera invisible pueden converger con nuevas formas de crítica teórica y de
lucha práctica hasta conformar una avalancha social. Dicha posibilidad no debe
ser descartada sino más bien alentada. La evolución de la crisis global y
regional abre esa perspectiva”.
Zarpazos de la lumpenburguesía
-¿Qué ocurre en Argentina tras la llegada de Macri
al gobierno y cómo caracterizaría sus decisiones?
“Ha significado un violento giro hacia la derecha
más extrema del arco político argentino. A los pocos días de asumir se
produjeron transferencias de ingresos hacia las elites económicas que por su
magnitud y velocidad no tienen precedentes en la historia económica argentina.
Esto ha causado una fuerte contracción del mercado interno y en consecuencia la
llegada de la recesión. El FMI pronosticó a comienzos de año una caída real del
Producto Interno Bruto para 2016 del orden del 1%, aunque viendo lo que ya ha
ocurrido en el primer cuatrimestre podemos hablar de un descenso superior al
3%, más allá de lo que anuncie en el futuro el gobierno a partir de cifras
manipuladas. Desde la llegada de Macri, se ha producido un apagón estadístico.
No se suministran más las cifras oficiales de desocupación, inflación y otros
indicadores. No descarto la posibilidad de una suerte de híper-recesión si el
gobierno no llega a controlar la dinámica depresiva que ha generado.
Entre los especialistas se discutía en los primeros
meses acerca de cual era realmente el modelo económico macrista. Las decisiones
económicas han sido tan salvajes, las contradicciones tan evidentes, el
desastre tan grande que no cabe pensar que estamos ante un plan estratégico
coherente apuntando a una reconversión capitalista de largo plazo, aunque sea
oligárquica, sino ante un saqueo donde cada grupo dominante saca su tajada sin
importarle lo que vaya a ocurrir en el futuro. Marchamos hacia una crisis de
gobernabilidad impulsada por fuerzas entrópicas que se han desatado al
derrumbarse el kirchnerismo. Las clases dominantes argentinas operan como una
suerte de lumpenburguesía, de burguesía depredadora altamente destructiva. El
fenómeno forma parte de un proceso global del mismo signo”.
-Háblenos de la “lumpenburguesía global dominante”…
“Tendríamos que arrancar desde los 70 cuando a
partir de la estanflación la recuperación posterior se produjo con tasas de
crecimiento económico global declinantes. Esa tendencia de largo plazo fue
acompañada por una expansión de los negocios financieros que terminaron por
financierizar al sistema mundial de tal manera que hacia 2008 la masa
financiera mundial representaba unas veinte veces el Producto Bruto Global
(PBG), solo los productos financiero derivados equivalían a unas 11 veces el
PBG. El fenómeno forma parte de un proceso más amplio de ascenso del
parasitismo como componente hegemónica del sistema capitalista mundial que por
supuesto incluye también a la hipertrofia militar, a la narco-economía, al
consumo suntuario de las élites globales y su plataforma productivo-comunicacional,
etcétera. Se trata de un fenómeno originado hace casi medio siglo pero que en
el siglo XXI se manifiesta como una mutación integral del sistema, como la
transformación de su núcleo central dominante en una casta parasitaria. En ese
sentido es posible establecer paralelismos con otras decadencias civilizatorias
como por ejemplo la del Imperio Romano, etapa superior y final de la llamada
civilización greco-romana.
La lumpenburguesía -hoy dominante a escala global
con centro en el Imperio estadounidense-, es decir, una burguesía degenerada,
parasitaria, marca un salto cualitativo en la trayectoria universal del
capitalismo, así como la aristocracia militar-consumista de la decadencia
imperial fue el resultado de la mutación terminal de Roma”.
-Usted señala una crisis de la financierización de
la economía mundial y que el Imperialismo despliega como último recurso la
“Guerra de Cuarta Generación”: destruir las sociedades periféricas para
convertirlas en zonas de saqueos. ¿Podría caracterizar esto y ampliar su
visión?
“La crisis de 2008 marcó el fin de la expansión
acelerada de la trama financiera global, la misma fue una suerte de droga que
permitió endeudarse a estados, empresas y consumidores de los capitalismos
centrales, pero el ciclo del endeudamiento impune llegó al límite, la explosión
de la mega burbuja inmobiliaria fue el punto de inflexión del sistema. Entonces
los estados imperialistas realizaron enormes transferencias de fondos hacia los
grupos financieros tratando, con éxito, de evitar su derrumbe. Pero no fue más
que un parche y no la superación de la crisis.
En 2001, por ejemplo, los negocios con productos
financieros derivados, la columna vertebral de la red especulativa global,
acumulaban unos 95 billones (millones de millones) de dólares equivalentes a
unas 2,8 veces el PBG. En 2005, llegaban a unos 280 billones (unas 6 veces el
PBG), y a mediados de 2008, poco antes de la crisis alcanzaban cerca de 680
billones (11 veces el PBG). Se trataba de un crecimiento exponencial, pero a
partir de ese momento esa masa especulativa dejo de expandirse, se volvió
inestable y desde 2014 se fue desinflando velozmente. Entre fines de diciembre
de 2013 y fines de diciembre de 2015 la contracción fue del orden del 30%. En
24 meses se esfumaron unos 220 billones de dólares... ¡Equivalentes a casi tres
veces el PBG!
Hasta la crisis de 2008 la expansión financiera
operó como una suerte de impulsor inflacionario de la economía mundial. Desde
2014 la contracción financiera opera como un motor deflacionario que empuja
hacia abajo a la economía. Dicho de otra manera, en una primera etapa se
desarrolló un círculo aparentemente virtuoso (en realidad perverso) donde las
deudas crecientes y las ganancias especulativas inflaban el consumo de los
países ricos, sus gastos estatales (especialmente los gastos militares), sus
innovaciones tecnológicas, sus actividades productivas, lo que a su vez
engordaba a la especulación financiera. Pero el funcionamiento de dicho mecanismo
produjo finalmente un círculo vicioso depresivo donde la sobrecarga financiera
comprime a la economía lo que a su vez deteriora y desinfla a la especulación.
Nos encontramos ante la declinación turbulenta de un ciclo parasitario, la más
grave crisis de toda la historia del capitalismo.
Si observamos lo sucedido con otras civilizaciones,
vuelvo al caso romano, comprobaremos que cuando la pérdida de dinámica llega a
un cierto punto la elite dominante trata de utilizar al máximo su último
recurso: la fuerza militar. En nuestra civilización burguesa el Imperio
-Estados Unidos y sus aliados vasallos occidentales-, intenta saquear al resto
del planeta para así postergar su caída. El objetivo es apoderarse y agotar los
recursos naturales de la periferia, marginar completamente a sus habitantes o
súper explotarlos según los casos. Se trata de un megaproyecto estratégico
tendiente a reducir drásticamente sus costos periféricos (mano de obra, insumos
mineros y agrícolas, etcétera). Libia, Irak, Ucrania, Afganistán, Siria… nos
muestran al Imperio destruyendo sociedades pero sin poder remplazar lo
destruido por un nuevo orden colonial, lo que se instala es el caos porque lo
que emerge no es una nueva división internacional del trabajo sino la
decadencia global. La crisis del Imperio acentúa su locura belicista la que a
su vez agrava la crisis”.
Progresismos y capas medias
-Los “progresismos” latinoamericanos parecen
desgastados. ¿Cuál es su opinión sobre lo que ocurre en Honduras, Paraguay,
Bolivia, Ecuador, Venezuela, la caída del kirchnerismo, las negociaciones de
paz en Colombia y la “normalización” de relaciones diplomáticas entre Cuba y
Estados Unidos?
“Los progresismos latinoamericanos, desde sus
versiones más conservadoras como la del Frente Amplio de Uruguay hasta las más
radicalizadas como la de Venezuela intentaron reformar los sistemas
capitalistas existentes, en algunos casos para humanizarlos, mejorarlos
socialmente y en otros para superarlos gradualmente, no se produjeron
revoluciones sino reformas más o menos audaces. Esas experiencias pudieron
aprovechar la efímera mejora del comercio internacional de materias primas para
combinarla casi siempre con ampliaciones de los mercados internos, sobre todo
expandiendo el consumo popular. También aprovecharon el retroceso geopolítico
del Imperio para construir políticas relativamente autónomas. Pero eso se fue
agotando al profundizarse la crisis global a partir de 2008 y sobre todo desde
2014 cuando cayeron los precios de las materias primas a lo que se agregó una
ofensiva muy fuerte de los Estados Unidos reconquistando su patio trasero
latinoamericano. La misma comenzó desde la llegada de Obama a la Casa Blanca
desplegando un complejo y flexible abanico de intervenciones, desde los ‘golpes
blandos’ como en Brasil, Honduras, Paraguay y Argentina hasta acciones
desestabilizadoras como en Venezuela pasando por el intento de abrazo-de-oso a
Cuba y siguiendo por el plan de desarme de la guerrilla colombiana. En este
último caso los Estados Unidos intentan lograr la rendición negociada de la
insurgencia a través de una sofisticada trama envolvente de presiones directas
e indirectas, anzuelos seductores y golpes bajos. Se trata de un juego típico
de la llamada Guerra de Cuarta Generación destinada a someter a la insurgencia
a una dinámica aparentemente de asimilación al sistema, realmente de
destrucción, empezando por sus fundamentos ideológicos revolucionarios hasta
llegar a su extinción estructural.
En su ofensiva contra el progresismo los Estados
Unidos cuentan con la colaboración de las burguesías latinoamericanas
completamente transnacionalizadas. Lumpenburguesías periféricas arrastrando a
importantes segmentos de las capas medias”.
-¿Se derechizan las capas medias latinoamericanas?
¿Neofascismo? ¿Contrarrevolución? ¿Qué ha contribuido a que el fenómeno ocurra?
“Lo que muestran países como Brasil, Argentina,
Bolivia o Venezuela en su primera etapa próspera es que la prosperidad y la
gobernabilidad del sistema no solo reanimaron la voracidad de las elites
locales sino que además ‘aburguesó’ a las capas medias ascendentes, ayudó a su
integración ideológica con la cima, depredadora, lumpenburguesa, del
capitalismo local buscando al mismo tiempo diferenciarse de la clases bajas
también ascendentes. Los medios de comunicación concentrados cumplieron un rol
decisivo en ese proceso inyectando odio social en un espacio fértil para eso,
asociando justicia social con despilfarro, democratización del poder político
con corrupción, etcétera. Este brote de irracionalidad pequeñoburguesa forma
parte de un fenómeno más amplio, global, de fascistización, que se extiende por
Europa e incluye fenómenos como el del llamado ‘Estado Islámico’ en Oriente
Medio. Los neofascismos centrales y periféricos aparecen como respuestas
reaccionarias a la crisis produciendo a veces contrarrevoluciones no porque
hayan existido tentativas revolucionarias reales sino precisamente por la
ausencia de revoluciones antisistema capaces de superar la degradación
capitalista.
De todos modos la instalación de regímenes
reaccionarios no significa el comienzo de una nueva gobernabilidad de tipo
elitista y colonial sino la instalación de mecanismos de saqueo que profundizan
las crisis. Es lo que se constata en casos como los de Argentina, Brasil o
Paraguay y en lo que podría llegar a ser una victoria neofascista en
Venezuela”.
BRICS y petróleo
-¿Estados Unidos va por el BRICS?
“Evidentemente sí, y acaba de obtener su primer
éxito en Brasil. Pero su mega-estrategia global apunta contra China y Rusia.
Ambas potencias han constituido una alianza estratégica de largo alcance que va
desplazando a los Estados Unidos de Asia, estableciendo puentes importantes con
África y América Latina. La intervención de la OTAN en Libia y otras en el
resto de África así como la ofensiva imperialista en Latinoamérica pretenden
entre otras cosas frenar la creciente influencia de China y Rusia. El problema
del Imperio es que no tiene qué ofrecer a cambio del mercado chino a países
como Brasil o Argentina, solo ofrece promesas de ‘inversiones’ mientras realiza
o trata de realizar saqueos”.
-Estados Unidos intenta apoderarse de las reservas
de petróleo y gas mundiales: Afganistán, Irak, Siria, Libia, Ucrania, Yemen...
¿Venezuela?
“Uno de los temas decisivos de la disputa
geopolítica euroasiática es el de la guerra energética donde las reservas de
gas y petróleo ocupan un lugar central, el control de esas reservas pero
también el del transporte: gasoductos y oleoductos, canales, estrechos y otras
posiciones estratégicas. Por ejemplo en Asia, y sobre todo en la zona del Golfo
Pérsico y de la Cuenca del Mar Caspio, está algo más del 65% de las reservas
petroleras globales. Esa pelea se extiende hacia África en Nigeria y Angola y
hacia América Latina, donde Venezuela ocupa un lugar decisivo con el 20% de las
reservas mundiales de petróleo.
Aunque el precio del petróleo está bajo también es
verdad que la producción global de petróleo convencional está planchada desde
hace casi una década. La irrupción del petróleo de esquisto de Estados Unidos
amplió el volumen extraído pero se trata de recursos limitados que en pocos
años más -a comienzos de la próxima década- llegará a su máximo nivel y
empezará a declinar. Obviamente el dominio de las principales fuentes
energéticas permitiría a los Estados Unidos ponerle un pie en el pescuezo de
China y otro en el de Europa y jugar al gato y el ratón con el competidor ruso
haciendo subir y bajar los precios según su voluntad. Pero Estados Unidos no
está ganando esa guerra: no pudo doblegar a Irán, gran exportador energético,
no pudo desestabilizar a Rusia, otro gran productor, haciendo saltar por el
aire la convergencia ruso-china, y hasta ahora no ha sometido a Venezuela”.
-¿Qué piensa que ocurrirá con China y Rusia en las
próximas décadas?
“Tanto China como Rusia pudieron emerger como
grandes potencias aprovechando el último gran auge de la economía capitalista
global. Rusia como potencia energética-militar y China como potencia industrial.
En ambos casos las exportaciones hacia los países ricos fueron los motores de
la prosperidad. Pero esa etapa global ha concluido. Los mercados desarrollados
se comprimen y los Estados Unidos -liderando a la OTAN- acosa a esas naciones
emergentes tratando de capturar grandes reservas de materias primas y quebrar
el poderío militar en el caso ruso, y en el caso chino intentando esclavizar a
la más grande clase obrera industrial del planeta: 250 millones de
trabajadores, y subordinar a ese temible competidor financiero e industrial
pero también tecnológico y con cada vez mayor capacidad militar. Liquidar la
alianza estratégica ruso-china es el objetivo mayor de Occidente.
Pero por otra parte los capitalismos ruso y chino
no están fuera de la crisis global, forman parte de ella, son afectados por sus
turbulencias, sus contracciones comerciales. Tratan de desacoplarse
parcialmente de la decadencia mundial atrincherándose en el espacio
euroasiático. El proyecto de la Nueva Ruta de la Seda, una gigantesca red de
transporte marítimo y terrestre uniendo a los países de la región, constituye
una de sus más grandes esperanzas. Lo que muestra la realidad es que no pueden
escapar del desorden global, después de todo esas dos naciones protagonizaron
en el siglo XX las dos más grandes tentativas de superación del capitalismo. La
inviabilidad histórica del nacionalismo burgués en la era del capitalismo
globalizado, aunque se trate de grandes países, abre allí la posibilidad de
reintentar nuevamente tomar el cielo por asalto”.
http://www.alainet.org/es/articulo/178693
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