Escribe: Milcíades Ruiz
En el universo, todo es proceso. Todo proceso es una
evolución. Los humanos y la humanidad en su conjunto han evolucionado a través
del tiempo y aunque no lo percibamos estamos cambiando en muchos aspectos, incluso
genéticamente. Por ello, la situación actual en que se encuentra la humanidad
corresponde a una de las etapas su proceso histórico, distante ya de la etapa
feudal pero cercana al tiempo del socialismo. No hay nada pues en la naturaleza
que esté fuera del tiempo. La materia viviente como la inerte, bajo cualquier
forma de existencia, tienen calendarios de cambios según como transcurra el
tiempo. Todo nace, desarrolla, alcanza su esplendor, decae y muere.
Siendo lo inmaterial producto humano, también tiene la
relatividad del tiempo como sucede con los valores de las matemáticas, de la
ética, filosofía, ideología y en general con todo conocimiento humano que la
evolución des actualiza y actualiza permanentemente. La ciencia siempre está en
evolución generando tecnologías innovadoras sin cesar pero que son superadas
con el paso del tiempo. La ciencia social también ha evolucionado.
Entonces podemos decir que los procesos son infinitos
en el tiempo y en el espacio, pues cada uno de ellos genera otros procesos en
cadena dentro del acontecer micro y macro universo. No obstante, la fisiología
universal de los procesos va resolviendo al propio tiempo, los conflictos
procesales logrando equilibrios que acaban con todo caos. Podemos comprobar
esto en el equilibrio del sistema solar como también, en la energía nuclear de
los átomos. Pero también en la vida cotidiana y en el proceso de deterioro
climático que nos afecta cuando el equilibrio se rompe.
Dentro de esa infinidad procesal, la evolución social
generó el capitalismo que es una etapa del proceso histórico de la humanidad,
como lo fue la monarquía que lo precedió y que feneció cuando llegó a su fin su
ciclo procesal. Por efectos de su propio desarrollo, la humanidad acabó con la
predominancia de la monarquía a su debido tiempo, cuando las fuerzas
renovadoras del capitalismo pasaron a predominar. Desde entonces, este sistema
viene estableciendo las condiciones de vida de la humanidad hasta que su ciclo
procesal concluya cuando otro sistema lo desequilibre y supere.
Pero precisamente por tener ese carácter procesal, el
capitalismo no es el mismo del siglo XIX. Nació como una negación de la
monarquía clamando igualdad social frente a los privilegios de casta
consanguínea. Pero su evolución lo ha llevado a generar desigualdades sociales
repudiables y privilegios de casta económica. Entonces su negación se anuncia
clamando justicia, equidad y derechos humanos. Y así como, la monarquía apeló a
muchas justificaciones y represiones para mantener su vigencia, incluyendo el
origen divino que la iglesia le atribuyó, así también el capitalismo recurre a
toda clase de justificaciones para validar su vigencia pero su ciclo procesal
es irreversible y acabará cuando ya sea incompatible con la nueva etapa
histórica del desarrollo humano.
Si en los inicios de la revolución industrial el
capitalismo se erigió sobre explotando puramente la fuerza de trabajo del
proletariado, ahora sin embargo, la situación no es la misma. La fuerza
mecánica ha reemplazado en mucho a la fuerza humana y con la tecnología
electrónica una sola máquina puede desplazar a cincuenta jornaleros con lo cual
las empresas reducen costos y evitan sindicatos. En las grandes explotaciones
mineras de nuestra serranía una máquina perforadora reemplaza con mayor efectividad
a treinta perforadores manuales y aunque las inversiones mineras se han
multiplicado, la masa laboral se ha reducido proporcionalmente. Lógicamente, la
fuerza sindical minera en el Perú ya no es la de otros tiempos.
Los trabajadores fabriles actuales ya no son
proletarios pues gracias a las heroicas luchas gremiales de sus antecesores
pueden ahora disfrutar de beneficios que evitan caer en la condición que
sufrían en el siglo XIX, en que los harapientos trabajadores efectivamente no
tenían nada, solo su fuerza humana. El capitalismo evolucionado ahora acepta
convenios laborales de negociaciones colectivas, otorga ropa de trabajo,
comedores, y participación en las utilidades haciendo que los trabajadores
defiendan a la empresa como suya, compartiendo intereses de mercado.
En esta evolución podemos ver ahora al gremio de
construcción civil de la mano con la patronal CAPECO firmando comunicados
conjuntos y obteniendo condiciones laborales envidiables para muchos
profesionales. El capitalismo tiene ahora otros métodos para succionar riquezas
sin tener que recurrir a la barbarie de su pasado salvaje. Se ha sofisticado y
utiliza artificios legales para adueñarse del trabajo ajeno a través del
mercado, corrupción de gobernantes, monopolios, oligopolios, tratados de libre
comercio y muchas otras formas invisibles de apropiación de plusvalía.
Por consiguiente, si el capitalismo ha evolucionado
hasta corporativizarse renovando su ideología en una plataforma neoliberal; si
las condiciones de lucha social han cambiado; si estamos en otro tiempo
histórico; entonces las organizaciones anticapitalistas no deberían quedarse en
el siglo XIX, desfasados de la historia y repitiendo lemas desactualizados. Ni
la revolución bolchevique ni la cubana hubieran sido posibles si se hubieran
atenido a los viejos apotegmas, esperando que el proletariado sea el que haga
la revolución.
Entonces, se hace necesario que los luchadores
anticapitalistas, aun cuando lo esencial sigue rigiendo, adecúen su versión de
la realidad en función del tiempo y adopten modalidades de acción frente a un
adversario cambiante. Esto no significa claudicación ideológica porque los
principios fundamentales siguen incólumes por su certeza científica. Pero en
nuestro país, ha sido el campesinado (tildado de pequeño burgués) el más
aguerrido luchador contra el sistema feudal que los oprimía y aunque derramó
mucha sangre finalmente alcanzó su liberación y la recuperación de sus tierras
ancestrales. Pero sus luchas desencadenaron cambios que ocasionaron la liquidación
de la dominación oligárquica en el Perú.
Así mismo, en los últimos gobiernos, también son los
campesinos indígenas los abanderados de la lucha popular (no la clase
predestinada) y son ellos los que siguen derramando su sangre en la lucha
contra la destrucción ecológica, la contaminación ambiental y el saqueo de
nuestras riquezas. Claro que esta apreciación no calza con los dogmas
doctrinarios primigenios pero sea como fuere la lucha de contrarios o la
negación de la negación, lo que queda en claro es que se trata de un asunto de
poder. Es este, el que otorga capacidad de dominio y solo puede ser desplazado
por otro poder de mejor sustentación. De allí la necesidad de construir el
poder popular que es la negación del poder del dinero, pues este, tendrá inexorablemente
el mismo fin que la monarquía.
No necesariamente la lucha de poderes se define en una
sola vía. Si no estamos en condiciones de enfrentar de igual a igual con
nuestros adversarios tenemos que buscar estratagemas efectivas y contundentes
para contrarrestarlo, debilitarlo y llevarlo al fracaso. Si lo llevamos a
nuestro terreno entonces tendremos mayores ventajas. En eso reside el éxito del
campesinado en el valle de Tambo y en las zonas mineras de Cajamarca que
pararon en seco al poder de los depredadores de nuestros recursos naturales,
aun cuantos estos, tienen el favoritismo gubernamental. Otra gran lección fue
la marcha popular de los “cuatro suyos” que hizo huir al sanguinario poder
fujimorista.
Señalo todo lo anterior porque creo que las organizaciones
políticas estando inmersas en el proceso histórico de nuestro país y del mundo,
deberían actualizarse yendo de la mano con la evolución de nuestra realidad
para no quedar desfasadas. El sistema político de “democracia representativa”
en nuestro país ha evolucionado ajustándose a las conveniencias del poder
predominante porque no ha encontrado mayor resistencia a sus arbitrariedades
fraudulentas. Pero este régimen, que tiene su basamento en los partidos
políticos exclusivamente, está muy viciado a tal punto que genera repudio de la
población que se siente suplantada por una representación que no la reconoce
como suya.
En sus inicios, los partidos políticos en el Perú
emergieron como protesta social frente a los gobiernos antidemocráticos y
cumplieron un rol histórico desde mediado del siglo XIX logrando la “democracia
representativa” que significó un gran paso en aquella época. Los caudillos
tomaban la iniciativa y se la jugaban sobre la base de ideales de mejoramiento
nacional. Pero la evolución de la realidad nacional ha cambiado
considerablemente desde entonces y la “democracia representativa” ha sido
desplazada por la “democracia del dinero” reestructurando todo el sistema
político nacional.
Aunque el caudillaje sigue siendo el principal resorte
de acceso al gobierno, ya no es tampoco el caudillaje puritano de antaño. Los
caudillos de ahora son traficantes de la fe popular que actúan por corruptela
política bajo los designios del poder económico interno y externo que son los
que financian las campañas electorales de sus testaferros. Los partidos
políticos ahora surgen de la nada y cualquier aventurero se convierte en
caudillo político “sin saber leer ni escribir”, ideologías. No interesa el
respaldo popular porque lo que vale es el respaldo electoral que se consigue
simplemente financiando campaña política manipulada.
De este modo suelen llegar al poder personas
indeseables sin que la población tenga otra alternativa debido a la
exclusividad que el régimen electoral otorga a los partidos políticos aunque
fueren mafiosos. En la última contienda electoral, la ciudadana expresó su
repudio a los viejos caudillos amenazando apoyar a nuevas figuras sin advertir
el peligro. La maquinaria electoral arbitrariamente eliminó las amenazas
valiéndose de cualquier pretexto para que queden en carrera solamente los de su
conveniencia.
Si bien los partidos de izquierda ponen por delante
sus ideales, tampoco son ajenos al caudillaje y a los vicios degenerativos de
los partidos políticos en general. No tienen interés en luchar por el cambio
del sistema eleccionario para lograr una democracia más equitativa. Por el
contrario, se avienen a él, participando en condiciones desventajosas pero con
las mismas prerrogativas de un régimen a todas luces injusto, arbitrario y fraudulento.
Utilizan las mismas artimañas que los partidos de derecha sin cuestionar el
régimen electoral vigente y los oportunistas electoreros sacan provecho sin
merecerlo. En estos días, mientras el pueblo viene luchando contra el poder
depredador en provincias de Puno, Cusco, Ancash, Loreto y otros lugares,
sufriendo las represiones del nuevo gobierno, los oportunistas pugnan por el
acomodo partidista en Lima, lejos de la lucha popular.
Pero el proceso histórico sigue su marcha y
transcurrido siglo y medio de la “democracia representativa” es claro que ya no
encaja con las expectativas de la ciudadanía en la época actual. Sin embargo,
los partidos políticos se hacen los desentendidos porque no les conviene otra
forma que la que viene rigiendo y habiendo algunos de ellos llegado al poder
precisamente gracias al nefasto sistema electoral vigente tampoco están
dispuestos a legislar en contra de sus intereses cambiando las reglas
electorales. Entonces la ciudadanía pierde la fe en el sistema político del que
depende la suerte familiar.
La derecha sabe muy bien de esta necesidad de cambio
pero solo opta por remendar el viejo ropaje electoral sin cambiar la estructura
del régimen en el que reside el fundamento de la arbitrariedad y el fraude.
Financiar a los partidos políticos es una de sus propuestas de reforma
electoral que solo encubre la podredumbre. Lo que se reclama no es mejorar el
maquillaje de la vieja “democracia representativa” sino una nueva democracia
acorde con las expectativas de la sociedad peruana en el siglo XXI. Una
democracia auténtica realmente representativa de todos los sectores de la
sociedad peruana.
Una nueva democracia debería ser una de las banderas
de la izquierda respondiendo al eco nacional con alternativas viables que
satisfagan las aspiraciones sociales de este momento histórico. Dado que el
régimen electoral vigente ha sido estructurado premeditadamente para impedir el
acceso al poder a las fuerzas populares y consolidar una seudodemocracia basada
en el dinero, por propia conveniencia necesitamos de un nuevo régimen electoral
más equitativo que despeje el camino, eliminando las vallas interpuestas contra
la izquierda.
Esto sería ponerse a la altura de las circunstancias
de la época actual tomando la iniciativa de enarbolar las banderas del cambio
del sistema democrático. Pero tengamos en cuenta que no se trata de cambiar
solamente el régimen electoral de por sí fraudulento, sino de formular una
nueva concepción de gobierno democrático, un nuevo sistema de representación
política, una nueva etapa republicana.
Esta renovación significa también, innovación en los
partidos de izquierda acordes con las exigencias de nuestra época.
Actualización ideológica del mensaje político, innovación organizativa y de
funcionamiento, renovación de los métodos de trabajo, de la democracia interna
y del trabajo político con el pueblo. No podremos crecer orgánicamente sino
dejamos atrás los viejos vicios que solo nos ocasionan dispersión y aislamiento
del pueblo. No podremos construir el poder popular que necesitamos si no nos
desprendemos de los viejos hábitos de maniobras deshonestas.
Para romper con el oportunismo electorero hay que
acabar con el exclusivismo de los partidos políticos en el régimen electoral
dando al pueblo libertad eleccionaria. Actualmente, todos los partidos
políticos incluyendo los de izquierda, son suplantadores de representación
social. ¿Qué sector socioeconómico del Perú acreditó como representante a cada
uno de los congresistas actuales? ¿A qué sector socioeconómico representan Kuczynski,
Keiko, Alan, Toledo? ¿A los pescadores? ¿A los productores agrarios? ¿A los
industriales? ¿A los comerciantes?
Si queremos una nueva democracia deberíamos ser más
equitativos. En el Congreso de la República deberían estar representados todos
los sectores socioeconómicos en la misma proporción que tienen en la sociedad
peruana, llenando cupos establecidos equitativamente. Pero no necesariamente
acceder exclusivamente a través de los partidos políticos sino permitir otras
alternativas como podría ser por elecciones sectoriales. En las instituciones
representativas sectoriales están los expertos que más conocen la problemática
respectiva y están en mejores condiciones para opinar y legislar.
En un sistema como este, la república se
institucionalizará necesariamente desde el nivel local hasta el nacional y
sería muy difícil que lleguen al poder tanto indeseable. Pero no me extiendo
más porque ya no me queda espacio para seguir sustentando esta temática, pero
les dejo la inquietud para lo que pueda ser de utilidad.
Septiembre 2016
Milciades
Ruiz
Otra información en https://republicaequitativa.wordpress.com/
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