Alfredo Serrano Mancilla
ALAI AMLATINA, 01/11/2016.- Bolivia camina por
su propio
carril. Este año acabará con un crecimiento del PIB por encima
del 4,5%. En un
momento de contracción económica mundial, de vientos en contra,
el país andino
crece sostenidamente. ¿Por qué? La razón es bien sencilla: Evo
Morales no
confió jamás en los ciclos de la economía mundial.
Desde el inicio de su mandato en el año
2006, Bolivia construyó un orden económico propio. En absoluto,
autárquico ni
desconectado del mundo. Todo lo contrario: un modelo económico
vinculado con el
exterior pero en forma soberana e inteligente. Lo primero fue la
nacionalización de los hidrocarburos, fundamental para edificar
una casa
propia. Justa en clave social y eficaz en materia económica. Se
rompe así el
mito que cualquier nacionalización merma capacidad de
crecimiento. Bolivia
multiplicó su PIB nominal por cuatro en este tiempo. Y aún
continúa en su ciclo
largo de crecimiento pese a la coyuntura internacional.
A medida que el gobierno de Evo fue
repotenciando el papel del Estado en la economía, tampoco
huyeron las
inversiones extranjeras directas ni hubo fuga de capitales. El
ahorro interno
creció a niveles histórico. Hoy en día Bolivia presume de tener
reservas (38%
PIB) para afrontar efectivamente el actual shock externo
negativo. Pero no es únicamente
ahorro público, también hay un significativo crecimiento del
ahorro privado. En
total, contemplando todas las fuentes, Bolivia posee un ahorro
de 48.000
millones de dólares. Muy por encima de su PIB (38.000 millones
de dólares). Lo
que le permite apalancar inversiones productivas para los
próximos años. Tiene
colchón suficiente para sortear la restricción externa.
Bolivia optó por una economía
eficazmente precavida. No arrastrada por los vaivenes de los
precios de las
materias primas. Supo construir su cinturón de seguridad sin
necesidad de
sacrificar derechos sociales. Lo hizo gracias a una deliberada
intención de
conformar un mercado interno. La redistribución de la riqueza,
además de
satisfacer principios de justicia social, fue indispensable como
método para
ampliar la demanda interna. El consumo creció gracias a un
incremento de los
ingresos a lo largo de toda la distribución. Las políticas
activas de empleo y
los programas sociales para niños (Bono Juancito Pinto), mayores
(Renta
Dignidad) y mujeres embarazadas (Bono Juana Azurduy) fueron
cruciales para este
logro. Según el propio Banco Mundial, Bolivia es campeón
planetario en mejorar
los ingresos para el 40% de la población más pobre. El país se
fue
desendeudando socialmente sin mayor endeudamiento financiero; la
deuda pública
actualmente es del 19% del PIB. Y además, la inversión pública
no paró de
crecer pasando de 879 millones de dólares en 2006, a los 6.396
millones de
dólares proyectados en los Presupuestos Generales del Estado
para 2016. Este
aumento de la inversión pública ha llegado hasta el punto que la
formación
bruta de capital fijo es mayor hoy en día que el volumen
destinado a los
salarios públicos.
La política económica boliviana no
obedece a ningún manual. Tomó su propio camino mezclando un poco
de todo con
muy buenos resultados macroeconómicos. Tras ello, existe una
indudable
explicación: la política. Este éxito económico es fruto de una
buena gestión
técnica sometida a criterios políticos acertados e
innegociables. Ejemplo de
esto fue el serial de nacionalizaciones que Evo decidió a lo
largo de esta
década. En el sector minero, el Estado en promedio se queda con
el 50-55% del
excedente generado; en el sector hidrocarburífero, con el
85-93%. Se demuestra
así que las decisiones políticas a favor de las mayorías no
están reñidas con
la eficacia económica. En el caso boliviano, la bonanza
macroeconómica no viene
acompañada de malestar microeconómico, ni austeridad social. Se
impone la evoconomía:
llegar a la meta pero sin
rezagados ni excluidos.
Alfredo Serrano Mancilla
Director CELAG
Doctor en Economía
@alfreserramanci
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