Publicado
el 30
junio, 2016
No empezó con la crisis de Podemos, la dilución de
la izquierda empezó en los 80 cuando muchos de los teóricos “cerebros” hicieron
la reflexión de que “menos ideologia y más gestionar”. Este fue el primero de
los grandes errores y claudicaciones. En el afán de gestionar y ser gestores de
todo el electorado los programas de la izquierda se diluyeron.
¿Cuál fue en
cambio la gestión de la derecha?, justo al revés, primero la ideologia:
divorcio, aborto, restricciones sociales, medidas contra los inmigrantes,
beneficiar a la escuela religiosa, imponer el concordato de los sesenta con el
Vaticano a la Constitución democràtica. O sea: ideología, ideología, ideología.
En el interín de veinte años de los 80 al 2000 la izquierda se fue fundiendo
como un polo de hielo. ¿Y qué hacían entonces en los partido de izquierda?…
imitar aquello en lo que los franquistas les habían aventajado: colocar y
colocarse, vivir del pezón del estado, del partido y del sindicato.
¿Sin más?, sí, tristemente sin más objeto que ser el caciquillo del
barrio, del sector, de la provincia, de la comunidad. Y cuando uno juega a
caciquillo de izquierdas no deja por atender el principal rasgo de ello: la
sangre. Y fue así como se fueron colocando por todas partes, el objetivo era
pillar nómina, indefinido y nada más. Esa crisis es la que ha llevado al pueblo
español de izquierdas o “demócrata” a manifestarse a la puerta de los juzgados
aplaudiendo a corruptos de mucho cuidado pero “de izquierdas” o a aplaudir a
una siniestra tipa como la Munar y aún gritarle guapa y es que el pueblo vil y
villano si algo tiene es que es agradecido y solo tiene cerebro para él que le
echa cuatro mendrugos de subsidio.
Ello da lugar a que aparezcan personajes en la izquierda
absolutamente bendecidos y aplaudidos por la derecha como Susana Díaz, capaz de
llegar al racismo catalanista con tal de arramblar votos y si hace falta hablar
del miedo al comunismo de Podemos. Por eso la izquierda ha generado esos
líderes. Y ante ello Podemos se ha equivocado de largo como analizaremos
pronto. Hace unos años un joven militante, listo y capacísimo, del PSOE
madrileño me aseguraba que “no forman a la gente” solo quieren tener borregada
que trabaje, como hacia él, en el partido. Le recuerdo que estuvo en Suecia en
un encuentro de jóvenes socialistas y me dice que “daba mucha pena, quitando
las peleas entre laboristas israelíes y socialista palestinos lo demás era un
erial, la gente militante de años tiene nivel cero o de titular de periódico”.
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