21/12/2016
Es práctica habitual que las mentes reaccionarias
traten de combatir al enemigo acusándolo justo de lo que realmente ellas son:
antidemocráticas. Así pues, los dirigentes del imperio norteamericano y europeo
se olvidan intencionadamente de que Cuba es un país libre y soberano, y se
arrogan el derecho de criticar y exigir a su Gobierno que “democratice” el
sistema de la Isla.
El texto que ahora comienzo a escribir denuncia el
cinismo y la arrogancia imperialista, y demuestra que, con todas las
deficiencias que pueda tener —los cubanos y las cubanas nunca han dicho que son
perfectos—, el sistema de Cuba revolucionaria es infinitamente más humano y
democrático que el que ellos tratan de imponerle.
¿Están legitimados todos estos sujetos para acusar
al Gobierno revolucionario de antidemocrático? ¿Lo están para exigir que se
democratice el sistema de la Isla? Por cierto, ¿qué se entiende por democracia?
¿El pluripartidismo del que tanto alardean de disfrutar en sus respectivos
países? ¿Acaso con Fulgencio Batista no había catorce partidos políticos y de
democracia nada de nada?
“Pienso que no puede existir la verdadera
democracia en medio de la desigualdad social, en medio de la injusticia social,
en medio de sociedades divididas entre ricos y pobres.
Creo que sólo puede existir democracia en el
socialismo, y creo que la forma suprema de democracia será el comunismo, y a
eso no hemos llegado […]
Diría que la sociedad capitalista nunca podrá ser
democrática, porque es la máxima expresión de la lucha feroz entre los hombres,
la máxima expresión de la falta de igualdad y de la falta de fraternidad entre
los hombres. Por eso digo y sostengo que no concibo la democracia dentro del
sistema capitalista, y que sólo concibo la democracia dentro del sistema
socialista” —el
entrecomillado es de Fidel.
“La historia muestra que el capitalismo puede vivir
sin democracia; el socialismo no. Esto es una constatación histórica”—-el entrecomillado es de Aurora
Vázquez.
Quizá Jean Jacques Rousseau fue quien más
desarrolló las ideas de Platón. El filósofo francés decía que era imposible la
democracia en una sociedad donde unos pocos tuvieran demasiado y muchos carecieran
de todo. Decía también que, desde el punto de vista práctico, era igualmente
imposible tener a todo el mundo constantemente reunido, procediendo de ésta la
idea de la representación, lo que después vendría a llamarse “Democracia
Representativa” basada en un sistema donde la gente elige a alguien que actúa y
lo representa en su nombre.
Pero fue la división ejercida por la desigualdad
entre las personas lo que llevó a Rousseau a plantear que si en una misma
sociedad unos tienen demasiado y otros carecen de todo —síntomas tan evidentes
como habituales en el sistema capitalista—, jamás se podrá encontrar entre
ellos a personas que los representen a todos.
Esta afirmación confirma que en condiciones de
desigualdad humana la “Democracia Representativa” siempre será una ficción, y
lo será sencillamente porque nunca representará a toda la sociedad, sino a una
exigua parte de la misma: “la autoridad la ejercerán los ricos y para el
pueblo reservarán el engaño de imaginarse “representados” —el
entrecomillado es de Ricardo Alarcón de Quesada—, y certifica la opinión de
Fidel anteriormente citada: “[…] la sociedad capitalista nunca podrá ser
democrática […] sólo concibo la democracia dentro del sistema socialista”.
“Bajo los malos gobiernos, dijo Rousseau, esta igualdad
es sólo aparente e ilusoria; sólo sirve para mantener al pobre en la miseria y
al rico en la usurpación. En la práctica las leyes son siempre útiles para los
que poseen y perjudiciales para los que no tienen nada: de donde se deduce que
el estado social solamente es ventajoso para los hombres si todos tienen algo y
nadie tiene demasiado”.
Y es que se podría decir que, quizá sin ellos
saberlo, los filósofos clásicos griegos y lógicamente en mayor medida Rousseau,
se estaban refiriendo al comunismo —fase superior del socialismo— como única
forma de alcanzar la plena democracia.
Al Comandante en Jefe se le criticó el
mantenimiento del partido único —el Partido Comunista de Cuba, (PCC)— como
respuesta a la agresiva y cercana existencia imperialista, ejercicio que, dicho
sea de paso, es una legítima maniobra de autodefensa. Pero, por si no se
acuerdan o simplemente no lo sabían, ya José Martí insistió en que el partido
único debe de existir mientras exista el imperialismo.
“Y acogiéndonos a los principios martianos, porque
Martí creó un partido para hacer la Revolución, creemos en la existencia de un
partido para defender la Revolución” —el entrecomillado es de Fidel.
Sabemos que la disolución del Partido
Revolucionario Cubano —PRC— creado por Martí, así como el desarme del Ejército
Libertador tras la Guerra de Independencia (1895-1898), fue el decisivo y
precedente paso para convertir a Cuba en un protectorado (1902-1934), primero,
y después en una neocolonia yanqui (1934-1958).
¿Acaso se les está invitando a que vuelvan a
tropezar otra vez con la misma piedra?
El imparable y rapidísimo paso de los años ha
demostrado que la alternativa cubana, además de eficaz como herramienta
autodefensiva, también puede ser, y de hecho lo es, muchísimo más democrática
que el corrompido sistema que el imperio exhibe y se empeña en imponerles como
modelo.
“Los gobernantes de los Estados Unidos
acostumbrados a apropiarse de tantas cosas que no son suyas, han creído posible
hacer lo mismo con la idea de la democracia. Ese milenario concepto, ese ideal
por el que la humanidad ha luchado a lo largo de los siglos, ha sido
secuestrado por Washington, que lo ha vaciado de contenido real y lo ha
reducido a barata consigna publicitaria para consumidores que supone imbéciles”
—el
entrecomillado es de Ricardo Alarcón de Quesada.
Para la muchísima gente que todavía cree que en
Cuba no existen elecciones y para la que lo sabe pero se empeña en decir —mucha
de ella sin conocer su sistema electoral— que son antidemocráticas, me atrevo a
afirmar que probablemente son las más democráticas del mundo. Y para defender
mi postura añadiré algunos ejemplos, comenzando con las elecciones a las
Asambleas Municipales del Poder Popular —ayuntamientos—, por ser la base de
todo el proceso electoral cubano.
El voto es un derecho que se puede ejercer con la
máxima facilidad al acceder a la edad de dieciséis años. Automáticamente y sin
necesidad de gestionar nada, las personas con edad de ejercerlo aparecerán en
las listas de electores que se hacen públicas en cada circunscripción antes del
inicio de cada proceso electoral. De todos modos, si por cualquier error —son
humanos— alguien no apareciera en la lista correspondiente, éste se subsanaría
en el mismo momento de la votación acreditando su edad y su identificación.
Esta información puede parecer una bobería y habrá
quien diga: eso sucede en casi todos los países del mundo. Pues bien, da la
¿casualidad? de que en el país al cual tanto le gusta impartir clases de
democracia —a Cuba sobre todo—, renueva o corrige el censo cada diez años, como
su propia Constitución lo contempla, debiendo realizar el censado, para ello,
su imprescindible aportación económica. De esta interesada manera, millones de
estadounidenses son excluidos descaradamente del mismo. ¿Cuantos? El Washington
Post informó que en 1990 —son datos algo lejanos pero, actualmente, las
elecciones en los Estados Unidos siguen siendo igual de fraudulentas— eran
entre 10 y 15 millones los “desaparecidos”. ¿Quienes? Obviamente ningún posible
votante del Partido Demócrata o del Partido Republicano. El Washington Post, el
Washington Times, el New York Times, el Chicago Tribune… coinciden en que las
personas “desaparecidas” son parte de la población negra, latinos, aborígenes,
inmigrantes, pobres de la ciudad y del campo…
Incluso, el mismo censo de 1990 que excluyó a
tantos ciudadanos, contó, sin embargo, dos veces a millones de individuos
—según el Washington Post a entre 6 y 9 millones—. Por supuesto que ninguno de
estos pertenecía a los sectores ahora mismo citados.
Pero, aunque quizá más adelante vuelva a hacer
algún comentario al respecto, sigamos ahora con las características del sistema
cubano.
A diferencia del multipartidista, en el sistema
cubano no postula el Partido sino los propios electores, de modo que el PCC
como tal no participa para nada en la selección de los postulados ni en la
elección de estos; son los propios electores, como digo, quienes lo hacen. Y
pueden hacerlo libremente, presentando candidatos que, independientemente de
sus condiciones ideológicas, ellos consideren oportuno.
Así, reunidos en las asambleas públicas de las
diversas zonas vecinales y tras largas y entusiastas deliberaciones, los
vecinos pertenecientes a cada circunscripción deciden y presentan entre dos y
ocho candidatos.
Si la participación en las elecciones siempre ha
sido muy alta en Cuba —alrededor del 95% del electorado—, la participación en
los procesos de nominación de candidatos también goza de buena salud. En 2010
—son datos que tengo ahora a mano— asistieron más de 7.400.000 electores a las
50.907 asambleas previstas en toda la Isla, en las que de manera voluntaria
propusieron y nominaron a 34.766 candidatos.
Llegado el día de las elecciones, el elegido será,
lógicamente, el candidato que más votos haya recibido, debiendo sacar éste más
del 50 % de los mismos. En el caso de que dicho porcentaje no lo hubiera
alcanzado ninguno de ellos, se repetiría de nuevo la votación entre los dos
candidatos más votados.
Así es como cada dos años y medio se elige a los
Delegados de circunscripción que integrarán las Asambleas Municipales del Poder
Popular; el Presidente y el Vicepresidente de cada una de ellas son elegidos
por los Delegados de las mismas mediante voto secreto.
Las elecciones para Delegados a las Asambleas
Provinciales y para Diputados a la Asamblea Nacional del Poder Popular
—Parlamento— se celebran cada cinco años.
En estos casos, la nominación de los candidatos
corre a cargo de las Asambleas Municipales del Poder Popular en curso que, como
ha quedado dicho unas líneas más arriba, son elegidas por los vecinos en sus
respectivas circunscripciones.
Un dato muy a tener en cuenta es que, como mínimo y
por ley, un 50% de los Diputados de la Asamblea Nacional —Parlamento— tienen
que ser también Delegados de circunscripción —concejales—, lo que le asegura a
su composición una importante representación de la base.
Para llevar a cabo el proceso de nominación se
crean las Comisiones de Candidaturas. En estas Comisiones está representada
toda la sociedad civil a través de las organizaciones de masas. Presidida por
la Central de Trabajadores de Cuba —CTC—, está integrada por los Comités de
Defensa de la Revolución —CDR—, la Federación de Mujeres Cubanas —FMC—, la
Federación de Estudiantes Universitarios —FEU—, la Federación de Estudiantes de
Enseñanza Media — FEEM—, y la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños
—ANAP—. Como se puede observar, el PCC, como tal, queda excluido. La otra
organización de masas — Organización de Pioneros José Martí (OP JP)— no
participa en el proceso de nominación de candidatos porque la integran los
niños y las niñas y, obviamente, no tienen edad para hacerlo. Aunque, si bien
es cierto, simbólicamente sí que aportan su granito de arena, ya que se encargan
de custodiar las urnas en los colegios electorales el día de las elecciones.
Una vez presentados los candidatos, las fotos y sus
biografías serán expuestas en lugares públicos, una tarea que siempre realizan
las comisiones electorales. Estos celebrarán numerosas reuniones y encuentros
con los electores de sus respectivos distritos, pero lo harán todos juntos,
excluyendo toda forma de promoción individual y por supuesto que sin gastar un
solo centavo.
Al cabo de las citadas reuniones y encuentros los
candidatos, en la fecha prevista, se someterán por voto directo y secreto a
elección de todos los electores.
Los más de 600 diputados que conforman la Asamblea
Nacional del Poder Popular, órgano legislativo supremo del Estado cubano, serán
elegidos para un período de cinco años, y estos, a su vez, al comienzo de cada
mandato, elegirán al Consejo de Estado y a su Presidente, mediante voto libre y
secreto; lo que contradice contundentemente a los que, empecinados, sostienen
que Fidel lideró la Revolución sin que nadie le hubiese elegido.
Fidel, además, no fue Presidente de Cuba desde
1959, como mucha gente cree, sino desde 1976. Y para eso tuvo que ser propuesto
a Diputado por la Asamblea Municipal de Santiago de Cuba y ser elegido, para
después ser propuesto como Presidente y ser igualmente elegido en la Asamblea
Nacional con el mismo procedimiento de votación. A partir de aquella fecha,
debido a sus numerosos méritos personales y a su indiscutible capacidad como
dirigente, la Asamblea siempre lo eligió.
Creo importante recordar que, integrado por 31
miembros, el Consejo de Estado es colegiado. Eso quiere decir que su Presidente
nunca podrá adoptar de manera unilateral ninguna decisión que no cuente con la
aprobación de la mayoría del Consejo.
De modo que, resumiendo, el pueblo es el principal
y activo participante desde el principio hasta el final del proceso electoral,
puesto que el pueblo es quien elige entre los candidatos postulados por los
Delegados de circunscripción —representantes de los vecinos en el Poder
Municipal— que a su vez fueron postulados y elegidos por el pueblo.
Se debe saber que la transparencia en los procesos
electorales es total. El pueblo asiste al momento de sellarse las urnas para
comprobar que están totalmente vacías, y el conteo de los votos se hace ante la
propia población, incluso ante los extranjeros que deseen estar presentes. El
resultado se conoce al momento.
En las elecciones efectuadas el 13 de febrero
de 2013 para la Asamblea Nacional y las provinciales —las últimas hasta ahora—
votaron 7.877.906 electores, lo cual significa la participación totalmente
voluntaria del 90,88 % del electorado. 6.031.215 optaron por el “Voto Unido;
1.387.307 por el Voto Selectivo —ambos, 7.418.522 votos, inequívocamente a
favor de la Revolución—; por el Voto en Blanco optaron 364.576 personas; y,
finalmente, 94.808 votos fueron Nulos —entre estos dos últimos suman 459.384
votos.
En Cuba nadie puede nominarse a sí mismo. De modo
que si los electores que ejercen el voto en Santiago de Cuba hubiesen sido
mayoritariamente “opositores”, la Asamblea Municipal de esa ciudad hubiese
estado en sus manos, y Fidel nunca hubiese sido nominado a Diputado, mucho
menos elegido y, por ende, tampoco nunca hubiese sido Presidente del Consejo de
Estado y de Ministros.
Así, pues, los resultados que este sistema
electoral nos ofrece, permite afirmar que inequívocamente la mayoría del pueblo
de Cuba está con su Revolución. Si así esto no fuera, con el citado procedimiento,
la Revolución hubiese perdido el poder hace ya mucho tiempo.
Por otra parte, a ninguno de los dirigentes he oído
decir que el sistema sea perfecto, y la mayor evidencia de esto que digo es que
se sigue trabajando incansablemente para acercarlo cada vez más a la quizá
nunca alcanzable perfección. Sin embargo, ¿existe otro país que tenga un
sistema electoral más democrático que el de Cuba?
De todos modos, la democracia cubana no se limita
—no debe limitarse— solamente al proceso electoral, sino que realizado éste,
consumada la elección de los representantes del pueblo por el propio pueblo, la
ciudadanía sigue, muy activamente además, participando en las propuestas y
decisiones de sus elegidos, controlando a éstos mediante los mecanismos
—inexistentes en otros sistemas— de “rendición de cuenta” y “revocación”.
“La cuestión de la democracia en Cuba —no en
abstracto, según las definiciones puestas de moda en el debate actual, en
países donde la gente apenas vota— consiste en la capacidad real de la población
para autogobernarse con minúscula y ejercer control sobre el Gobierno con
mayúscula. Y desde luego, se trata no sólo de autogobierno y control en el
“acto” de elegir, sino especialmente en el “proceso” de gobernar. Concebida
como parte de un proceso social en movimiento, y no meramente como una fórmula
para que los partidos se turnen en el poder, la sociedad cubana —con todas sus
insuficiencias— habría avanzado más por el largo y difícil camino de la
democracia que ninguna otra de este hemisferio”—-el entrecomillado es de Rafael
Hernández.
En efecto, cada equis tiempo, los elegidos deben
rendir cuenta de su labor ante sus electores, quienes pueden revocar sus
mandatos por asamblea popular en cualquier momento, si consideran que no se les
representa adecuadamente.
En Cuba la sociedad civil goza de muy buena salud,
está en constante “ebullición” y por supuesto que estrechamente ligada a la
Dirección y, a su vez, ésta a las masas.
“Los cubanos, habituados a librar batallas con el
pueblo, no concebimos victoria alguna sin su participación y apoyo” —-el entrecomillado es de Fidel.
El Gobierno cubano nunca tomará una decisión de
vital importancia sin hacerle partícipe activo de la misma al pueblo que
representa, y mucho menos sin consultarle. Para eso cuenta con la citada
sociedad civil y sus diferentes mecanismos participativos. Por supuesto que
cuando la decisión a tomar afecta fundamentalmente a un sector concreto de la
sociedad, ese sector —sin apartar de lado al resto de la población— cobrará especial
protagonismo. En las escuelas, en las universidades, en los barrios, en los
centros de trabajo…, se realizan casi a diario infinidad de asambleas donde se
exponen y se discuten los problemas que van surgiendo a nivel local,
provincial, nacional o internacional, siempre con la participación de
representantes del Gobierno.
Los Delegados y Diputados cubanos no son personas
inaccesibles que no salen del Parlamento para nada —como ocurre en los países
capitalistas, donde el “divorcio” entre éstos y las masas es evidente si es que
en verdad alguna vez estuvieron “casados”—, sino que, por el contrario, dedican
infinidad de jornadas a reunirse con la población, en sus diferentes ámbitos,
para explicar, conocer el sentir de la gente que los eligió, elaborar y consensuar
con éstos las soluciones que se vayan aplicando a los problemas surgidos. No es
difícil, pues, toparse con ellos en las fábricas, en los barrios, en las
universidades, en el campo… Sólo agotados los mecanismos existentes y tras la
masiva participación de la ciudadanía, mediante los citados métodos, se
llevarán al Parlamento las posibles resoluciones o medidas a adoptar para
proceder a su aprobación por la mayoría de los Diputados. Nunca se aprobará
nada que no cuente con el respaldo de la mayoría de la población, y mucho menos
sin la estrecha participación de cada uno de los sectores más afectados.
Así, de esa manera tan sana y democrática, millones
de personas —a nadie se le excluye, todo lo contrario, se le anima y estimula
para que participe— siguen participando en la construcción del país mucho más
allá de los procesos electorales.
Un acontecimiento de especial relevancia, que ahora
revive en mi memoria, fue la serie de medidas que se hubo de tomar para
afrontar la crisis económica que provocó la desaparición de la Unión Soviética
y de todo el Campo Socialista del Este. En julio de 1992 se aprobó la Reforma
Constitucional que modificó aproximadamente el 56 por ciento del texto.
Todas las propuestas, todas las modificaciones y
medidas adoptadas por el Gobierno cubano, para tratar de solucionar los graves
problemas surgidos, fueron elaboradas y consensuadas con la participación y
aprobación masiva de la población que, durante meses y mediante infinidad de
asambleas y reuniones —más de 80.000— en cada uno de los centros de trabajo, de
estudio etc., se celebraron. Vitalista y necesario proceso que los trabajadores
denominaron “Parlamentos Obreros”.
Otro ejemplo más reciente sobre la inequívoca y
efectiva participación de la población es el proceso de debates sobre los
Lineamientos de la Política Económica y Social que, tras ser debatidos por los
Delegados —meses antes por la inmensa mayoría de la población y, durante dos
días de diciembre de 2010, por la Asamblea Nacional del Poder Popular—, fueron
finalmente aprobados en el VI Congreso del PCC clausurado el 19 de abril de
2011.
Desde el 1 de diciembre de 2010 hasta el 28 de
febrero de 2011 se desarrollaron los mencionados debates. Y participaron en
todo el territorio nacional nada más y nada menos que 8.913.834 personas —de
una población aproximada de 11.500.000, incluidos los niños y las niñas— a
través de más de 163.000 asambleas, efectuadas en el seno de las diferentes
organizaciones de masas y que contaron con más de 3.000.000 de intervenciones
por parte de los participantes. ¿Qué Gobierno de cualquier país del mundo
permite tamaña participación a sus gobernados, y además la fomenta? Pueden
imaginarse la respuesta.
En el informe central al VI Congreso del Partido
Comunista de Cuba, el compañero Raúl Castro reveló estos esclarecedores datos:
El documento original de los Lineamientos albergaba a 291 de ellos. Tras la
aportación de la ciudadanía, de éstos 291, 16 fueron integrados en otros, 94 se
mantuvieron intactos, a 181 se les modificó su contenido y se añadieron 36
nuevos. De modo que el documento que después debatieron los delegados en el
congreso del Partido contenían 311 Lineamientos; 20 más que en la versión
original. Prueba inequívoca de que la participación de la población cubana es
sin, sin duda, realmente efectiva, ya que ésta cambió el 68% de los
Lineamientos, es decir, algo más de dos tercios de los mismos.
“Como se puede observar, en Cuba el Parlamento
no es una institución separada y por encima de la sociedad, integrado por
individuos poseedores de un don excepcional, el de asumir y ejercer la
soberanía, otorgado por el pueblo quien, en teoría, es su único dueño. Para
nosotros la esencia del problema democrático es tratar de resolver, en la práctica,
ese problema teórico, esa aspiración ideal, que ha acompañado a la civilización
desde épocas remotas: alcanzar el autogobierno, la dirección real, de abajo a
arriba, de la sociedad por el pueblo, no sólo en apariencia sino concretamente,
lo cual sólo es posible, cuando el gobierno existe para el pueblo. Este debe
dejar de ser, para siempre, espectador y pasar a convertirse en actor,
protagonista”—-el entrecomillado es de Ricardo Alarcón de Quesada.
Creo importante añadir también que, en Cuba, ningún
representante, Diputado o Delegado, al nivel que sea, recibe remuneración
alguna por el desempeño de la labor para la que fue elegido, porque como norma
general no son políticos profesionales. Únicamente reciben salario aquellos
quienes por exigencia de sus cargos deban dedicarse a tiempo completo. En estos
casos el sueldo que se les asigna es el mismo que tenían anteriormente en el
lugar de trabajo de donde procedían, al cual se reincorporarán, normalmente,
una vez concluido su mandato.
Ejemplar comportamiento que no imitan los
“representantes del pueblo” en las “Democracias Representativas” de los países
capitalistas, donde los sueldos que se autoasignan son reflejados por cifras
escandalosamente elevadas y, por si esto fuera poco, cuentan con infinidad de
privilegios respecto a sus propios “representados”.
En el sistema multipartidista, —bipartidista más
bien, puesto que en casi todos los países se reducen a dos los partidos con
verdaderas posibilidades de alcanzar el poder— el pueblo no deja de ser más que
mera comparsa. Los que postulan son los partidos. A los electores se les
presenta una lista ya elaborada por los propios partidos, con el orden de los
candidatos también elaborados, de manera que el pueblo no es quien postula a
sus posibles “representantes”, sino que son los propios partidos quienes lo
hacen a su medida y semejanza. En todo caso, el electorado lo único que puede
hacer es elegir a quienes estos ya postularon. A esto habría que añadir la nula
“frescura democrática” que ese sistema ofrece, puesto que además y con un
escasísimo margen de error, debido al orden de los candidatos en las listas, se
sabe de antemano quienes van a ser los “representantes del pueblo” durante esa
legislatura.
A partir de ese momento al pueblo ya no se le “molesta”,
ya no se le tiene en cuenta para nada hasta que dentro de cuatro o cinco años
—según los países— se les vuelve a convocar para hacerles cómplices —que no
partícipes— de la gran farsa montada por los verdaderos beneficiarios y actores
de la “película”.
Por lo general, debido al desencanto que ese
sistema genera entre la población, el índice de participación ciudadana es
siempre muy escaso.
Resulta curioso cómo, en los Estados Unidos, las
elecciones siempre se convocan en martes —día laboral— y los patronos no
autorizan a sus obreros a ausentarse del trabajo para acudir a las urnas.
El mencionado índice de participación es realmente
más bajo todavía, puesto que en algunos Estados hay individuos —no pocos— que
llegan a votar hasta dos y tres veces, por estar inscritos en varios distritos,
e incluso en algunos Estados muchos votan después de muertos.
Existe una modalidad para ejercer el voto que se
llama “voto ausente”. Esta posibilidad cada vez cobra más “adeptos”, curioso el
caso ¿verdad?, pero perfectamente entendible si sabemos en qué consiste.
El “voto ausente” no es secreto, ya que es otra la
persona y no el inscrito quien lo deposita en la urna en representación del
censado que supuestamente lo ha autorizado. De esta antidemocrática manera han
llegado a votar infinidad de delincuentes encarcelados e infinidad de personas
fallecidas. También personas que no pensaban votar y personas que no saben que
“votaron”. Igualmente, para utilizarlas como “voto ausente”, se han llegado a
comprar boletas de votación por 10 dólares o por un plato de comida; lo cual
demuestra que, además de ser éste un país con un sistema sumamente
antidemocrático, existe también un porcentaje bien elevado de inocultable
miseria caminando por sus calles: un Tercer Mundo de muchísimos habitantes
dentro del país primermundista más desarrollado y poderoso del planeta.
Y esto no lo digo yo sino los datos suministrados
en su día por la Secretaría de Estado de la Florida, publicados por el Miami
Herald. Este fraudulento ejercicio no es exclusivo del Estado de la Florida. Al
parecer es práctica habitual en otros muchos Estados del autoproclamado país
más democrático del mundo… que dista mucho de serlo, como habrán podido
comprobar, porque allá, entre otras muchas carencias democráticas, “no se
respetan los derechos civiles y políticos de la mayoría. Y tampoco se respeta a
los muertos.” —el entrecomillado es de Ricardo Alarcón de Quesada.
¿Ese es el ejemplo que el imperio ofrece a la
población cubana? De
manera individual, los países europeos tampoco se salvan de la quema. La Unión
Europea en su conjunto, esa que tan fiel sigue los pasos y dictados del
imperialismo yanqui, esa que siempre lo imita demasiado, de manera harto
peligrosa, y critica tanto al Gobierno revolucionario repitiendo, cual disco
rayado, que carecen de democracia y que los Derechos Humanos se hallan
constantemente violados en la Isla… Esa Unión Europea compuesta de no pocos
países que durante siglos colonizaron a África, a América y a otras partes del
mundo masacrando y exterminando a la indefensa población para saquearlo todo;
saqueos que con sus fatales consecuencias hoy todavía siguen vigentes mediante
los préstamos, el intercambio desigual, las empresas transnacionales… Esa Unión
Europea cada vez tiene más poder, cada vez incide más en el diario acontecer de
sus ciudadanos y, sin embargo, cada vez cuenta con menor respaldo por parte de
éstos, cada vez son menos los electores que legitiman sus gestiones
—antidemocráticas, como la propia institución, la mayoría de las veces.
En fin, después de todo lo dicho, ¿por qué el
pluripartidismo en Cuba si no existe en los Estados Unidos y colapsó ya en la
América Latina y en el resto del mundo? ¿Por qué el pluripartidismo en Cuba si
está más que demostrado que la pluralidad de pensamiento no tiene
necesariamente por qué manifestarse a través de los tradicionales y podridos
partidos políticos? ¿Por qué el pluripartidismo en Cuba cuando saben más que de
sobra que el sistema de partidos es creación burguesa para dividir a las masas?
“Tampoco creo en la imperiosa necesidad del
pluripartidismo. Creo que para nuestros países, y especialmente para un país
como Cuba, una de las cosas más importantes es, precisamente, la unidad de
nuestra fuerza, la unidad del país, que ha hecho posible la resistencia frente
a todas las agresiones de Estados Unidos, frente a todas las amenazas. ¿Cómo
habría podido resistir nuestro país si hubiera estado fragmentado en diez
pedazos”? —el
entrecomillado es de Fidel.
“No es solamente el modelo neoliberal lo que no
funciona, “sino también un sistema electoral que nadie se atreve a cuestionar”.
Dicen que es el único posible ¡Qué pensamiento tan limitado! Y sobre todo ¡qué
tamaña resignación! Cuba encontró un modelo alternativo (sé que acaban de
desmayarse varios ante tal blasfemia…) […] Hoy existen medios rápidos y
eficientes para conocer la preferencia popular sobre cualquier cosa, no
precisamos de esos costosos y desprestigiados intermediarios llamados
“partidos”. […] Los partidos debieran autodisolverse (se desmayaron de nuevo,
sepan disculpar, ya concluyo) y crear una comisión de gente honesta y capaz,
reconocida por todos, para llamar a verdaderas elecciones, con candidatos
propuestos por el pueblo en forma directa, en los tres poderes del Estado” —el entrecomillado es de Rodolfo
Livingston.
Grandes o pequeños, ¿qué son actualmente los
partidos políticos sino empresas privadas, subvencionadas en mayor o menor
medida —según los resultados electorales— con el dinero público?
Reconvertidos en gerentes, sus dirigentes lo único
que buscan es la rentabilidad económica de sus empresas. Y para ello no tienen
ningún escrúpulo en practicar la prostitución ideológica —la cerebral es sin
duda la más carente de ética y recurrida—. Así, pues, un partido nacido y
autodenominado socialista puede perfectamente aplicar una política capitalista
más salvaje y contundente que la de un partido burgués, sin que esta clase de
hechos tan denigrantes llame excesivamente la atención —por habituales— entre
el grueso de los mortales.
“Los dirigentes populares que comienzan en la
izquierda, y son elegidos para el parlamento, son asimilados por el sistema y
terminan hablándole al pueblo y trabajando para el capital” —el entrecomillado es de James Petras.
¿Cómo llamar socialista a un partido cuyos
dirigentes pertenecen a la flor y nata de la burguesía? ¿Cómo llamar socialista
a un partido que privatiza todo lo que toca? ¿Cómo llamar socialista a un
partido que delega las funciones del Estado a las necesidades y caprichos del
gran capital? ¿Cómo llamar socialista a un partido que contribuye seriamente a
perpetuar una monarquía reimplantada mediante el derrocamiento militar de un
legítimo gobierno republicano?
Es el caso concreto del Reino de España. ¿Esta es
la democracia de la que tanto alardea la clase dirigente y la clase “opositora”
en ese país?
La Primera República (febrero de 1873-enero de
1874) finalizó con el golpe de Estado del general Pavía, que propició la
restauración de la monarquía borbónica personificada en Alfonso XII, gracias al
pronunciamiento previo —Sagunto, 1874— del general Martínez Campos. La Segunda
República, instaurada el 14 de abril de 1931, que trató de estructurar al país
en un sentido progresista, propugnando una renovación social, económica y
cultural de la sociedad, fue hostigada desde sus inicios por las clases
conservadoras, apoyadas por buena parte del clero y los oficiales monárquicos y
conservadores del ejército que, bajo las órdenes del general Francisco Franco
Bahamonde, se sublevaron el 17 y 18 de julio de 1936. Así se inició la Guerra
Civil española (1936-1939), finalizando ésta el primero de abril de 1939, con
el triunfo franquista que reinstauró a la monarquía, tan consentida y protegida
en los tiempos actuales por los “paladines de la democracia” del mencionado
país.
“Al parecer, éstos individuos se olvidan de que un
rey no sólo no proporciona a sus súbditos la subsistencia, sino que [por
contra] vive a costa de ellos” —el entrecomillado es de Rousseau.
La prostitución ideológica la practican para atraer
los votos que les permitan alcanzar el poder —eso las “empresas políticas” más
fuertes, las menos poderosas lo hacen para mantener o mejorar en la medida de
lo posible sus respectivos estatus—. Y si para llegar al preciado y atrayente
poder recurren a las más deleznables actividades, ¿qué no harán, una vez
llegado al mismo, para tratar de perpetuarse en él y no perderlo?
Presentar el pluripartidismo como sinónimo de
democracia resulta una práctica tan infantil como engañosa, puesto que la
existencia de varios partidos políticos no significa condiciones democráticas
reales en un sistema socio-político. En Cuba, ya lo he señalado al inicio de
este texto, bajo el régimen de Fulgencio Batista existían catorce partidos
políticos, y de democracia, como todo el mundo sabe, nada de nada.
“Es notable cómo han logrado quitarle la parte de
adentro a las palabras, resignificando la cáscara. “Democracia” por ejemplo,
está asociada con “partidos políticos” no con “demos”: pueblo” —el entrecomillado es de Rodolfo
Livingston.
“La intención de confundir viene hasta en el
lenguaje; la imbecibilidad de los dogmáticos permitió que la derecha se
apropiara de términos como “democracia y derechos humanos” […] Un poco más y
los revolucionarios son ellos; falta poco para que algunos lo crean” —-el entrecomillado es de Jesús
Arboleya Cervera.
“Si no se comprende y asume lo que representa la
enajenación, la imagen invertida de la realidad, no se podrán entender las
razones por los cuales el régimen burgués se presenta como democrático, pero es
en esencia una dictadura de clase” —-el entrecomillado es de Armando Hart Dávalos.
En numerosos países de América Latina —por poner
ejemplos cercanos a Cuba— con sistemas por pluripartidistas supuestamente
democráticos, existen habitantes, y no pocos, que se mueren de hambre; existen
habitantes que se mueren de enfermedades curables porque debido a las carencias
económicas de los enfermos no se les permite el acceso a los medicamentos que
pudieran curarlos ni al personal médico que pudiera atenderlos; existen niños y
adultos que no pueden leer ni escribir porque nunca les proporcionaron los
profesores ni las escuelas necesarias para adquirir tan elementales conocimientos;
existen muchísimos seres humanos que duermen y viven en las calles porque no
tienen techo que les cobije… y por supuesto que los recursos naturales más
importantes que existen en esos países, a sus habitantes ya no les pertenecen
porque sus corruptos gobernantes se los vendieron y regalaron al imperio
norteamericano y europeo.
Es lamentable y humanamente vergonzoso que, en los
tiempos actuales, esta nefasta y cruda información sea totalmente cierta. Es un
orgullo, sin embargo, y una tremenda victoria frente al imperialismo yanqui
—aunque éste y sus secuaces lejos de reconocerla traten de minimizarla hasta el
punto de considerarla fracaso— que, a pesar de sus enormes esfuerzos por
doblegar a Cuba como pueblo libre y soberano, ninguno de los desafortunados que
apunto en los citados ejemplos sea cubano.
Por razones de sobra conocidas, Cuba se ha visto
privado de importantes recursos, viéndose obligado a aplicar más restricciones
que ningún otro país latinoamericano; sin embargo no hay ni una sola escuela
que se haya cerrado, ni un solo hospital, ni un solo policlínico, ni un solo
consultorio… ni una sola persona sin techo que la cobije.
Esta es una importante victoria de la Revolución
Cubana, magistralmente liderada por el compañero Fidel durante tantos y
fructíferos años —actualmente por el compañero Raúl—. Esta es una importante
victoria de un pequeño país que alberga en su seno a un pueblo de gigantes.
Blog del autor: http://baragua.wordpress.com
http://www.alainet.org/es/articulo/182523
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