martes, 27 de diciembre de 2016

DESPUÉS DE ALEPO, LIBERAR IDLIB



por Thierry Meyssan
La liberación del este de Alepo pone fin al intento de derrocamiento de la República Árabe Siria. Y ha sido posible porque Qatar abandonó la partida y porque Turquía prácticamente ha cambiado de bando. Pero una parte de la geografía siria aún se halla bajo la ocupación de los yihadistas, servidores de la OTAN. Las próximas victorias militares y el fin de la guerra dependen, por tanto, de las negociaciones secretas que acaban de iniciarse con varios miembros de la alianza atlántica.
Red Voltaire | Damasco (Siria) | 27 de diciembre de 2016


Pobladores del este de Alepo acogen con júbilo a los soldados del Ejército Árabe Sirio.

La liberación del este de Alepo por el Ejército Árabe Sirio se hizo posible porque varios actores extranjeros aceptaron retirar su respaldo a los yihadistas. La República Árabe Siria no podía negociar por sí misma la salida de los actores que abandonan la escena, sólo podía hacerlo la Federación Rusa.

Moscú logró convertir a Qatar en un aliado. El cambio de bando de Qatar quedó sellado, a principios de diciembre, con la venta a Doha de una quinta parte del capital de Rosneft, el gigante ruso de los hidrocarburos. Rosneft es la joya de Rusia, es la empresa más grande del mundo. Con esa transacción, supuestamente destinada a equilibrar el déficit del presupuesto ruso, el presidente de Rosneft Igor Setchin y el presidente ruso Vladimir Putin unieron indisolublemente las políticas energéticas de los dos principales exportadores de gas del planeta. De hecho, Qatar abandona a sus yihadistas, aunque tiene una oficina permanente en la sede la OTAN, en Bruselas, desde mayo de 2016.

El otro actor que cambió de casaca es Turquía. Aunque Turquía sigue siendo miembro de la OTAN, el hecho es que su presidente, Recep Tayyip Erdogan, se ha convertido, en el plano personal, en adversario de Washington. Desde las elecciones legislativas, la CIA ha tratado de asesinarlo 4 veces –la más reciente fue el pasado 15 de julio. Así que Moscú utiliza ahora a Erdogan para separar a Turquía de Estados Unidos.

Aunque es una maniobra complicada que puede exigir bastante tiempo, lo cierto es que ya causa inquietud en Tel Aviv, comanditario del asesinato del embajador ruso en Ankara –crimen debidamente aprobado, e incluso celebrado públicamente en las páginas del New York Daily News, el cuarto diario más importante de Estados Unidos y portavoz del grupo de presión sionista más radical. Es posible que Tel Aviv esté también detrás de la muerte de Peter Polshikov, director del buró a cargo de Latinoamérica en el ministerio ruso de Relaciones Exteriores, hallado muerto en su apartamento de Moscú, con un balazo en la cabeza.

Después de haberse planteado la posibilidad de que el asesinato del embajador ruso en Ankara, Andrei Karlov, fuese resultado de un doble juego de Erdogan, Moscú comprobó que esa hipótesis resulta muy poco probable. Vladimir Putin ordenó reforzar las medidas de seguridad en Rusia y la protección de sus representantes en el extranjero. En todo caso, el asesinato del embajador ruso demuestra que el presidente Erdogan ya no controla plenamente la situación en su terreno.

La captura de un grupo de militares extranjeros en un bunker construido en el este de Alepo viene a ilustrar la evolución del conflicto. Se trata principalmente de oficiales británicos, estadounidenses, franceses, sauditas y turcos. Al dar a conocer públicamente, en Nueva York, una lista no exhautiva con los nombres de 14 de esos militares, el embajador sirio Bachar Jaafari puso a la OTAN ante sus responsabilidades, actitud muy diferente de la que Siria había adoptado –en febrero de 2012– cuando negoció bilateralmente con Francia y Turquía durante el asedio del Emirato Islámico implantado en Baba Amro. En aquel momento, Damasco entregó a ambos países unos 40 oficiales turcos y una veintena de militares franceses capturados en Baba Amro. Los militares turcos fueron liberados a través de la mediación del director de los servicios de inteligencia rusos, Mijaíl Fradkov, mientras que los franceses fueron entregados directamente al almirante Edouard Guillaud –el entonces jefe de estado mayor de las fuerzas armadas de Francia–, quien vino personalmente a recogerlos en la frontera libanesa. A cambio de la entrega de los militares franceses, el gobierno sirio y la administración del entonces presidente francés Nicolas Sarkozy concluyeron un acuerdo en el que Francia se comprometía a abandonar la guerra contra la República Árabe Siria, acuerdo posteriormente violado por el sucesor de Sarkozy, Francois Hollande.

La existencia de un bunker de la OTAN en el este de Alepo confirma lo que siempre denunciamos sobre el papel de coordinación con los yihadistas que desde el inicio de la crisis ha desempeñado el LandCom de la OTAN, desde la ciudad turca de Esmirna (Izmir). Pero el Consejo del Atlántico Norte nunca fue consultado sobre esa operación. Al igual que en el momento del asalto a Trípoli –la capital libia– en agosto de 2011, Washington utilizó los medios de la OTAN a espaldas de algunos miembros de ese bloque militar. Y con ello aplica la doctrina Rumsfeld, según la cual ya no existe una coalición permanente alrededor de Estados Unidos sino únicamente una sucesión de coaliciones “a la carta”, según los blancos que selecciona Washington.

El proceso de liberación total del suelo sirio debería proseguir ahora con la liberación de Idlib. Esa gobernación siria se halla actualmente bajo la ocupación de una multitud de grupos yihadistas sin mando común. Como esos elementos son incapaces de garantizar la administración del territorio que controlan, y mucho menos de satisfacer las necesidades de la población civil, ese territorio está siendo gobernado de facto por la OTAN a través de falsas ONGs. Así lo comprobó el mes pasado un think tank estadounidense.

Para vencer a los yihadistas de Idlib habría que cortarles su vía de abastecimiento, o sea sellar la frontera turca. Eso es lo que la diplomacia rusa está tratando de obtener.


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