23-12-2016
Para quienes consideran natural y eterno el sistema
capitalista actual mi artículo del domingo pasado sonó a chiste o a provocación
y no faltaron los que me preguntaron qué harían los empresarios o los militares
mexicanos o estadounidenses si alguien intentase aplicar un punto siquiera de
ese Programa de Salvación Nacional. Porque para ellos no se puede hacer nada
que no acepten los explotadores y los opresores.
Hay otros que intentan entrar sin hacer ruido y en
punta de pies en el gobierno, que es el Sancta Sanctorum de quienes tienen el
poder real y, para no asustar a éstos, presentan como programa “de cambio” lo
que los patrones piden y por eso ofrecen sólo “honestidad y algunas pequeñas
reformas”.
México sin embargo está en guerra, con 100 mil
muertos, miles de desaparecidos, cientos de miles de desplazados. La cifra de
muertos es igual a la de Irak o Afganistán según el Instituto para la Economía
y la Paz, que agrega que la militarización del país costaba en el 2015 a cada
mexicano 17 mil pesos anuales y representaba el 13 por ciento del Producto
Interno Bruto (2 200 millones de millones de pesos), seis veces más que para
Educación (cuyas carencias explican en gran parte la delincuencia y la
violencia).
¿Qué más puede suceder? ¿La ocupación de México por
los yanquis, que ya tienen en su país decenas de millones de mexicanos y
pagarían un altísimo costo político? Esa ocupación está además implícita en las
declaraciones de Trump y de sus asociados, ante los cuales se arrodillan el
gobierno y la totalidad del establishment mexicano. Acabar con la
militarización del país dejando en manos de los ciudadanos organizados las
funciones de policía sería un gran ahorro que serviría para financiar mejores
servicios y salarios dignos.
El presidente de la Suprema Corte mexicana en el
2014 ganaba 24.617 dólares mensuales y sus iguales argentino o venezolano 10
mil, menos de la mitad. Agreguemos el costo de las mordidas en el corrupto
sistema judicial mexicano. En el 2015 un parlamentario trabajó –digamos - un
total de 700 horas durante sólo 195 días y ganó casi 13 veces más que un
mexicano medio, que trabajó 2 288 horas en el año. Reducir los salarios de esos
parásitos privilegiados al nivel de los de los maestros (que deben aumentar) y
revocarles el mandato si no cumplen permitiría ahorrar millones.
En Estados Unidos, quien menos gana recibe 28 840
pesos mexicanos mensuales, en Argentina, 9 052 y en México, 3 500 pesos. La
diferencia en la productividad sin embargo no es muy grande. ¿No hay que
reducir esa superexplotación?
Pemex refina hoy la gasolina en Estados Unidos y ha
sido desmantelada. La Premium cuesta por eso en México el doble que en Estados
Unidos. La reorganización de la empresa y la creación de refinerías nacionales liberarían
enormes sumas. Pemex importa además diariamente 398 mil barriles de gasolina,
muchos de los cuales podrían ser producidos en México, con gran ahorro de
divisas.
La minería representa el 1.5 por ciento del PIB y
aporta casi 23 mil millones de dólares pero hay que tener en cuenta los daños
ecológicos, la destrucción de la agricultura, los problemas sanitarios que las
pésimas condiciones de trabajo y los bajísimos salarios ocasionan a las
poblaciones. ¿Es ilógico exigir un cambio?
Es necesario preguntarse si estamos en Suiza o en
un país con un semiEstado ineficiente y corrupto que está en guerra contra los
ciudadanos. ¿Tienen éstos el legítimo derecho de resistencia a la opresión o
deben ser esclavos pasivos o votantes resignados al fraude permanente?
Es cierto que una gran mayoría de los mexicanos no
son ciudadanos sino súbditos de la oligarquía. Esa mayoría es ignorante, está
desinformada y despolitizada, acepta el despojo y la opresión si le permiten
sobrevivir aunque sea en condiciones cada vez peores, se guía por Televisa y
vota PRI-PAN y sus cómplices.
Pero hay también un 20 por ciento de mexicanos más
conscientes y organizados que creen poder lograr suficientes votos para MORENA
y hacer imposible el fraude. Pienso que el objetivo que persiguen es erróneo
pues MORENA tendrá menos votos que toda la derecha unida y, además, le harán
fraude. Pero esos compañeros son una fuerza que propicia un cambio social.
Están también las etnias y pueblos indígenas, menos
corrompidos por el individualismo y el egoísmo, menos ganados por la avidez
consumística, más preparados para la solidaridad y el comunitarismo. Pero la
discriminación racial les ha cerrado en gran medida el camino a la cultura y al
conocimiento y por eso dependen de jefes y caudillos y tienen una visión
localista o regionalista de los problemas.
Las luchas sociales han llevado, es cierto, a
construir experiencias muy ricas, como la APPO y su Asamblea Popular, las
policías comunitarias, los grupos de autodefensa, las mismas universidades indígenas.
Pero sólo pequeñas minorías han vivido o viven esas experiencias que no están
extendidas por todo el país, sobre todo en el Norte y el Noreste donde el peso
indígena es menor.
De ahí la necesidad de crear un Frente de quienes
quieren un cambio radical, concentrándose en lo que los une y discutiendo
civilizadamente las diferencias. De ahí, sobre todo, la importancia de un plan
nacional de emergencia para preparar las conciencias y organizar según las
necesidades y prioridades de cada lugar.
Ese programa debe ser realista, posible, viable y
democrático pues la gran mayoría teme muy justamente la violencia e incluso los
costos de un cambio social. Pero pronto todos comprobarán que la alternativa a
ese cambio no existe…
La Revolución mexicana de hace más
de un siglo fue posible porque la población entonces era mayoritariamente
campesina y vivía en condiciones terribles de miseria y explotación y porque en
el Norte estaba armada por la guerra contra los apaches. Hoy existen en cambio
clases medias mestizas racistas y clericales que creen tener mucho que perder
con una mayor igualdad social, son por consiguiente liberales o
social-liberales y padecen un fuerte cretinismo parlamentario. Pero las
decisiones se están preparando en el país profundo. Con eso contamos los
realistas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario