viernes, 9 de diciembre de 2016

LA GENEALOGÍA DEL ISIS (DA’ESH) - DOS

¿Querrán restaurar el Imperio Otomano? (2-2)

LA GENEALOGÍA DEL ISIS (DA’ESH)

DOS

La capa siria

El Da’esh como tal sólo apareció en 2013. Como antesala de este surgimiento, los yihadistas de al-Qaida habían empezado a proliferar en el interior de Siria en 2011, sólo unos meses después del inicio de la revolución siria. En enero de 2012 se anunció la formación de Yabhat al-Nusra. En esta ocasión, la proliferación del yihadismo no fue consecuencia de una ocupación externa, como en los casos soviético en Afganistán o estadounidense en Iraq, sino más bien una “ocupación interna”, una expresión con la que quiero referirme a la respuesta militar cada vez más brutal del régimen dinástico de los Asad contra quienes protestaban. Esta experiencia yihadista se beneficiaría más tarde de la puesta en libertad de los detenidos salafistas por parte de Asad (quizá todos los presos salafistas) que el régimen tenía bajo vigilancia, que empezó en junio de 2011. Hay una clara posibilidad de que el régimen buscara cultivar un movimiento salafista-yihadista de la variedad experimental que con anterioridad fue capaz de controlar (los casos de “Yund al-Sham” y “Fatah al-Islam”), como medio para consolidar apoyos entre el conjunto de pueblos sirios, incluidos los de origen “minoritario”, así como entre diversos estratos sunníes, por no mencionar la reinvención y comercialización del régimen de sí mismo como socio en la “guerra contra el terror”.

En Siria, el proyecto de Estado del Da’esh y sus ambiciones sobre el control territorial y de los recursos eran notorios incluso antes de su intento de expansión territorial en Iraq, que culminó en el asalto sobre Mosul, sobre el que declararon el Califato en junio de 2014. Jugó el papel de Estado policial, oponiéndose celosa y salvajemente a las comunidades locales y a las manifestaciones de las revueltas incluso más aún que en su oposición al régimen sirio. En Afganistán, los muyahidines se habían enfrentado a la ocupación soviética, después se convirtieron al yihadismo y entraron en conflicto con EEUU; en Iraq, los yihadistas se enfrentaron a los estadounidenses y a los gobernantes aliados con EEUU y con Irán; en Siria, su enfrentamiento fue, desde el principio, con la revolución y con las formaciones rebeldes que luchaban contra el régimen. Lo que reforzó más las tendencias fascistas del Da’esh, además del elemento de Estado policial en desarrollo, fue el hecho de que la mayoría de los yihadistas que no eran sirios (los “Mujayirin”) se unieron al Da’esh después de que Yabhat al-Nusra desertara de la formación en abril de 2013 (al-Nusra prometió públicamente lealtad a al-Qaida en aquel entonces como medio de cubrirse las espaldas yihadistas). Estos mujayirin no tienen conexiones locales en la sociedad siria, que a su vez carece de mecanismos de presión sobre ellos. Son literalmente ocupantes extranjeros. Los iraquíes, así como estos mujayirin, ocupan los puestos de liderazgo del Da’esh en Siria.

Durante año y medio a partir del surgimiento del Da’esh, entre abril de 2013 y septiembre de 2014, el régimen sirio no hizo prácticamente nada para enfrentarse a ellos. Es decir, no hasta que la coalición dirigida por EEUU lanzó su campaña contra el Da’esh en el otoño de 2014, siendo entonces el escenario de esta guerra Iraq en lugar de Siria.

Si el estrato más antiguo y arraigado en la formación del Da’esh fue salafista-yihadista, la reunión de dos de sus ramas, la wahabista y la qutbista en el contexto afgano, y acumulada por encima la capa sunní iraquí influenciada por las prácticas del Estado policía, uno no puede distinguir un elemento fundacional sirio en la composición del Da’esh, aparte quizá del nombre despectivo con el que los sirios se refieren a la organización: “Da’esh”. Por lo demás, no hay ningún elemento ideológico distintivo sirio, ni elementos políticos o de seguridad. El puesto más destacado ocupado por los sirios en la entidad es el del portavoz Abu Muhammad al-Adnani, que es producto del estrato iraquí, sin historial alguno en Afganistán. Le siguen varios juristas locales y funcionarios de seguridad.

¿Es la ausencia de elementos sirios resultado de la novedad del experimento? Quizá. Sin embargo, esto no equivale a afirmar que el Da’esh no se desarrolló en el contexto sirio, o que este contexto sólo tuvo un efecto limitado sobre el Da’esh. Muy al contrario. El Da’esh se formó como “Estado” en Siria, y como Estado ha controlado un territorio en expansión. En Siria, el Da’esh ha desarrollado las características de una colonización basada en asentamientos, el pilar de la cual es la práctica de atraer mujayirin, a los que se instala en residencias cuyos propietarios están en el exilio o han huido, especialmente en Raqqa. Estos yihadistas son premiados materialmente (con casas y esposas, en lugar de meros salarios) de una forma que no es comparable a los yihadistas del Iraq posterior a la ocupación estadounidense. Y aunque puede considerarse que el Da’esh es un híbrido de organizaciones terroristas nihilistas, de Estados policiales fascistas y de colonizaciones de asentamientos, puede decirse que sus atributos coloniales se han desarrollado en el laboratorio sirio, aunque las semillas del Estado fascista se plantaran en el Estado Islámico de Iraq fundado por Abu Musab al-Zarqawi, y de que los elementos terroristas se originaran en la experiencia afgana.

Una faceta económica siria vital del Da’esh como lo conocemos hoy la representa su control sobre el petróleo sirio en DeirEzzor, que genera más de dos millones de dólares de ingresos diarios, según un detallado y bien documentado informe de investigación de la revista local de DeirEzzor “El ojo de la ciudad”, así como el control sobre propiedades privadas y tierras agrícolas en Raqqa y DeirEzzor. Durante la era de Hafez al-Asad, la Alta Mesopotamia recibió un tratamiento como si fuera una colonia interior, y lo mismo ha pasado en la era del Da’esh, que ha desarrollado rápidamente sus propias colonias de asentamientos.

El informe explora también las relaciones petrolífero-comerciales entre el Da’esh y el régimen de Asad a través de la compañía ANISCO, propiedad del empresario George Hasswani.

Con anterioridad, un desarrollo novedoso por el que pasó al-Qaida en Siria fue el enfrentamiento entre al-Nusra y el Da’esh. Nusra tiene una composición más siria y se ha enfrentado verdaderamente al régimen. Sin embargo, también exhibió rápidamente una inclinación a controlar la sociedad local y a desafiar a sus formaciones civiles y otros grupos militantes.

En el laboratorio sirio ha tenido lugar otro fenómeno: la transformación del yihadismo salafí desde la red globalizada de al-Qaida en Afganistán en un paradigma interorganizacional, abarcando a grupos que en general no eran de al-Qaida, o incluso eran anti-Al Qaida, y al Da’esh en particular. En el laboratorio de la yihad siria observamos que el yihadismo salafí se generaliza y prolifera de un modo que aún está desarrollándose, con resultados que son difíciles de predecir, especialmente debido a la intensificación de la campaña de las fuerzas rusas de ocupación. El Da’esh representa ahora la encarnación más completa de este paradigma presionando a otros grupos para que sigan su ejemplo, de forma parecida a las presiones del Estado soviético sobre la red comunista internacional dispersa en docenas de Estados. Estos grupos salafíes (al-Nusra, Ahrar al-Sham, Yund al-Aqsa, Yaish al-Islam) pueden oponerse políticamente al Da’esh, pero se hallan en el campo gravitatorio de la materialización del método doctrinal e intelectual, haciendo que sea más difícil enfrentarlo. Esta realidad ayuda a explicar por qué estas organizaciones dudan a la hora de enfrentarse al Da’esh, como recoge el informe de “El ojo de la ciudad”.

El informe menciona el tono al borde de la súplica de un comunicado conjunto emitido por Yabhat al-Nusra, Ahrar al-Sham y Yaish al-Islam en DeirEzzor el 28 de noviembre de 2013, en el que abogan, con Abu Bakr al-Baghdadi, para “aplicar la jurisprudencia” en la “solución de la disputa” sobre el control de una planta de gas natural, “despreciar la sedición y enfrentarse a los provocadores”. Esto se produjo mientras Yabhat al-Nusra tenía mil combatientes en DeirEzzor y un número mayor en las “brigadas aliadas”, ¡mientras que los efectivos del Da’esh no superaban los 200! Esto se repitió en Raqqa a principios de 2014, cuando la expulsión del Da’esh de la ciudad todavía parecía posible. Sin embargo, Ahrar al-Sham rehuyó los enfrentamientos con el Da’esh a fin de “evitar un baño de sangre musulmana”. Aunque el Da’esh no dudó en derramar la sangre de más de 120 combatientes de Ahrar al-Sham, que en aquel momento estaban ya retirándose. El problema entonces no tiene que ver con el poderío militar; se trata de la hegemonía, así como el poder de las creencias doctrinales y la claridad del objetivo político, que provienen de la retención de la autoridad para definir qué es realmente Islam. Con esta autoridad, el Da’eshreprende a los oponentes que se niegan a unirse a sus fuerzas y que no logran desarrollar un modelo alternativo.

Quizá la mala suerte de Siria fue que los estadounidenses aprendieron estas dos lecciones “de memoria” tras su retirada de Iraq y Afganistán. De Iraq aprendieron que hay que preservar las instituciones del “Estado”, las mismas instituciones que habían desmantelado y disuelto en el apogeo de su fervor neoconservador, con la excepción del Ministerio del Petróleo, cuyos cuadros fueron despedidos sólo después de la machacona insistencia de sus aliados, los partidos de oposición chiíes. Respecto a Siria, la única constante en la política en la política estadounidense durante los últimos cinco años parece haber sido la de frenar la caída del régimen de Asad, que ocupa las instituciones estatales y las explota para asesinar a sus súbditos. La lección aprendida de Afganistán fue la aversión a atacar directamente los enclaves yihadistas para evitar su dispersión y proliferación por todos los rincones del mundo. Obama reiteró personalmente esto mismo en noviembre de 2015, lo cual se ajusta al lento y deliberado enfoque estadounidense e internacional para combatir al Da’esh. En estos momentos, esa estrategia parece girar en torno al asedio más que a la disolución de la entidad asesina. Esto significa que el Da’esh va a “permanecer” a corto plazo, aunque sin una “expansión” importante.

Quedan por debatir las extensiones periféricas del Da’esh en sitios alejados de su centro iraquí-sirio, en Libia, Egipto y otros lugares, pero no disponemos de información amplia al respecto.

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Por otra parte, este artículo no pretendía debatir la aparición del fenómeno, que ha sido bien investigado, ni su anterior desarrollo. Sin embargo, aunque limitamos nuestra discusión a las capas históricas, parece que las capas anteriores no conservan su significado sino con el impacto de experiencias posteriores y novedosas, mezclándose con posiciones actuales, roles y contextos sociales. Si sucediera que el pasado antiguo se reviviera después de haberlo subestimado y olvidado, se debería a quienes lo resucitan o ven la necesidad de revivirlo. La inclinación humana a reclamar o volverse a apropiar del pasado y “resucitarlo” excede ciertamente nuestra inclinación de inventiva. De ahí que la historia no cese nunca de repetirse a sí misma.

Esto quiere decir que el Da’esh es la capa más exterior del yihadismo salafí, y que su capa siria imperialista siria domina sobre su capa iraquí estatista-policial. Si no consigue evolucionar dentro de lo que le impone la capa más reciente, está obligado a disolverse y perecer.

Esto también sugiere que la red que no evoluciona en Estado es finalmente desmantelada, y que al-Qaida ha llegado a un callejón sin salida, enfrentada a la opción de o Da’eshifarse, que es una tentación a la que al-Nusra parece resistirse, o esperar a ser efectivamente marginada de la lucha.

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En conclusión, la capa más interna en la génesis del Da’esh conserva una formulación retórico-intelectual consistente, proveniente de Egipto, junto con una tendencia ultraconservadora y profundamente patriarcal, como legado de Arabia Saudí, que tenía abundante capital rentista emanado del auge petrolero de 1974. Desde la capa iraquí, el Da’esh estuvo sometido a una nueva conmoción y a un fuerte elemento de policía-Estado, y, desde la capa siria, ha desarrollado una dimensión imperialista, siendo la brecha existente entre un yihadista migrante y un mercenario cada vez más estrecha.

Nada de esto tiene que ver con la emancipación ni se relaciona, ni siquiera remotamente, con la identidad, autoafirmación o con el desmantelamiento de la desposesión, y mucho menos con la lucha perseguida por la política, tierra y riqueza por parte de quienes son más poderosos. El Da’esh es una degeneración que asola nuestra sociedad debido a la prolongada manipulación religiosa y política por parte de agresivas potencias internacionales y de poderes regionales sin causa ni principios.

El Da’esh, que nació de nuestra opresión, no tiene un futuro sostenible. Sin embargo, sólo perecerá cuando nos emancipemos de esa misma opresión.

Yassin al-Haj Saleh (nacido en Raqqa en 1961) es un destacado escritor e intelectual sirio. En 1980, cuando estudiaba Medicina en Alepo fue encarcelado por sus actividades políticas permaneciendo tras las rejas hasta 1996. Escribe sobre temas políticos, sociales y culturales relacionados con Siria y el mundo árabe para varios periódicos y revistas árabes fuera de Siria, colaborando de forma regular con el periódico Al-Hayat, editado en Londres, la revista egipcia de izquierdas Al-Bosla y el periódico sirio online The Republic.


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fecha: 3 de diciembre de 2016, 9:08
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