El
5 de enero de 2017 el ciudadano Diego Catalán, cabo primero de las Fuerzas
Especiales de Carabineros prometió solemnemente ante un Tribunal de Garantía
decir toda la verdad y nada más que la verdad. Y luego mintió.
No sutilmente, no
apenas algún matiz dudoso, algún lapsus de memoria. No: con toda seguridad, sin
vergüenza, una y otra vez, pregunta tras pregunta, repitió su mentira. Incluso
después que el abogado le recordó que estaba bajo juramento y que mentir allí
es un delito que se llama perjurio.
De hecho, y por
fortuna, ese perjurio -deliberadamente destinado a condenar a un inocente- fue
decisivo para lo contrario. Pero fue un delito flagrante sobre el que, uno
imagina, la jueza o la fiscal allí presentes debían actuar de oficio, en el
acto. Pero no, nadie mencionó el detalle. He aquí el resto de la historia.
Bersezio, el
capitán.
Mofletudo, moreno,
de barba, de saco verde y pantalón negro, y con una libreta y un libro de
Tolkien en sus manos, el personaje que acompañaba a la fiscal en el Séptimo
Tribunal de Garantía de Santiago parecía un discreto funcionario judicial, no
un represor especializado. Era el jueves 5 de enero y la situación es la previa
del juicio oral contra el periodista de HispanTV Leonel Retamal, acusado de
golpear al capitán de Fuerzas Especiales Nelson Bersezio en medio de la
represión a una marcha "no autorizada" de estudiantes secundarios en
el Parque Bustamante, el 28 de julio del año pasado.
El hombre de saco
verde -le gusta el color- flanqueó de cerca a la Fiscal mientras ella pedía
encarecidamente a Retamal y a su abogado, Rodrigo Román, obviar el juicio oral
y aceptar un acuerdo "amistoso", en que el juicio sería suspendido y
finalmente olvidado seis meses después. "No tienes que reconocer
responsabilidad en los hechos", reaseguró la Fiscal al periodista. Para
entonces, hace rato lejos había quedado la primera acusación, en que según
Bersezio, el periodista lo atacó violentamente, golpeando "al menos tres
veces" su pecho con "un bastón", destruyendo la sujeción de una
cámara GoPro. Acusación de la que nos enteramos todos estupefactos al día
siguiente, en la formalización de Retamal, quien apareció en calidad de
imputado tras pasar 24 horas preso, y varias horas desaparecido, cuando se
negaba su presencia en la Tercera Comisaría.
Cinco meses
después, todo se trataba de una "falta menor". Por eso, según la
Fiscal y su hasta entonces anónimo acompañante, no ameritaba juicio.
"No",
fue la respuesta, categórica a esa oferta. Porque aceptarla significaba admitir
tácitamente la versión de Bersezio, precisamente el hombre de saco verde con
pinta de burócrata que, calladito, observaba todo.
De lo que se
trataba, dijeron Retamal y Román, era de retirar la acusación, admitir que no
hubo agresión ni golpes por parte de Retamal, y dejar limpio al periodista -la
verdadera víctima- quien estaba allí defendiendo su integridad, no apenas
tratando de evitar una multa.
Ante la inesperada
negativa, Bersezio, pasando desapercibido, se sentó al lado de la Fiscal a
revisar videos en un computador, y se quedó allí, irregularmente, durante otra
audiencia. Buscaba frenéticamente algo que probara su acusación contra Retamal,
pero se le veía perdido. Tanto, que el video de su propia cámara, entregado por
Carabineros durante el trámite judicial, tuvo que ser facilitado por la defensa
de Retamal.
Descubierto allí
por la jueza, Ely Rothfeld, el oficial fue enviado a la capilla trasera donde
se sientan los testigos, porque ese era su status.
En la capilla de
los testigos, el capitán no se sentó a conversar con sus amigos de la
acusación, todos carabineros que trabajan con él, sino que se quedó en silencio
leyendo su libro. Escuchando, sin duda, lo que conversaban los dos estigos de
la defensa.
El hombre
siempreverde fue convocado al estrado y dio su versión. Con cierta honestidad,
podria decirse, porque de alguna manera se retractó: el arnés fue roto, dijo
"durante el forcejeo" con Retamal. Y claro, qué iba a decir, si
minutos antes había visto su propio video, en que se veía claramente que él
mismo se había golpeado el pecho mientras torcía los brazos de Retamal, quien
portaba en sus manos un monópode para sostener la cámara.
El abogado Román
preguntó tres veces algo clave: ¿pudo seguir grabando normalmente después del
incidente en que la cámara cayó al suelo? Las tres veces la respuesta fue
afirmativa. Obvio también: su propio video lo evidencia.
Nada de esto
sabía, sin embargo, el otro testigo, Diego Catalán, cabo primero de Fuerzas
Especiales, "acompañante" de Bersezio, quien estaba a su lado, o
atrás (no supo aclarar ese detalle clave) el 28 de julio, y para quien el
libreto era que debía inculpar por todos los medios al periodista.
Sentado estaba
Catalán en un estrado donde sin duda no esperaba estar, porque al parecer nadie
rechaza jamás un "acuerdo amistoso" tan bueno con el ofrecido, un
virtual perdón policial.
Y ahí metió la
pata el bueno de Catalán, apurado por el abogado Román. Los golpes de Retamal
fueron tan violentos, dijo, que destruyeron completamente el arnés y la cámara
no se pudo utilizar más. Es más, informó que el aparato tuvo que ser guardado
en el carro policial.
Varias veces preguntó
Román lo mismo, para que no quedaran dudas. Y no quedaron. En ese instante, la
jueza decidió no ver más videos ni escuchar más testigos, y terminar la farsa.
Y aunque según ella hubo una actitud agresiva de Retamal, era imposible
acreditar que fue él quien rompió el arnés, si es que estaba realmente roto.
Retamal fue
absuelto, pero queda en el aire todo el episodio ¿Por qué ocurrió todo esto?
Porque el contexto es que Bersezio y sus hombres estaban reprimiendo
brutalmente a un grupo de niños y adolescentes. Porque HispanTV estaba grabando
esa represión, y los arrestos arbitrarios, y ellos trataron de impedirlo.
Porque lo hicieron a sabiendas de que tanto Retamal como el camarógrafo,
también agredido, portaban visiblemente sus credenciales de prensa.
Lo que hubo el 28
de julio fue un atentado a la libertad de expresión, al libre ejercicio del
periodismo. Y para consumarla, funcionarios públicos juramentados para hacer el
bien, acusaron falsamente a un ciudadano, manipularon imágenes, mintieron al
Ministerio Público, forzaron un costoso proceso judicial, y cometieron perjurio
ante un Tribunal.
Ya lo sabemos: si
nada les pasa a los carabineros que matan, y hasta por la espalda, ¿qué le
podría ocurrir a estos dos?
De vacaciones, el
capitán Bersezio se deja la barba, como una persona libre, y tal vez se sumerja
en el mundo fantasioso de Tolkien para escapar de su triste vida, para regresar
a su infancia, cuando tal vez soñaba con ser un valiente policía que ayudaba a
los débiles y perseguía a los malvados.
Mucho antes de ser
el comandante de un "ariete" de Fuerzas Especiales, como él
describió, que hoy dedica la mejor etapa de su vida a dispersar -con "la
fuerza necesaria"- marchas de jóvenes inexpertos e inermes, que demandan
la educación pública, gratuita y de calidad que les prometieron.
En rigor, la
desventura de Retamal es una gota en el mar de penurias que causan las Fuerzas
Especiales en el cumplimiento de su misión. Pero, de todos modos, el 5 de enero
se hizo un limitado acto de justicia con un joven periodista que no se dejó
amedrentar.
Pero, quien sabe
si todo terminó. Tal vez -no lo quieran los dioses del Olimpo- se cumpla en una
próxima marcha el vaticinio lúgubre del taxista que nos llevó después del
juicio: "¿Le ganaron a los pacos? Entonces ustedes están cagaos. Los van a
buscar, los tienen cachaos".
Escrito por Alejandro Kirk
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