LA GRAN REVOLUCIÓN RUSA, CIEN
AÑOS
(01 de enero de 2017)
Por Miguel Aragón
El historiador Antonio Zapata publicó en la
edición del diario La República, del día 28 de diciembre, su artículo La
Revolución rusa, cien años. Casi de inmediato, el día 29, Manuel
Velásquez divulgó a través de varios grupos de correos, un comentario al
artículo mencionado. A continuación, Gustavo Pérez Hinojosa por
intermedio del grupo de correos foro centenario divulgó otro comentario.
(Los tres textos se trascriben más abajo).
Si bien las tres opiniones se divulgaron en los
últimos días del año 2016, tenemos que reconocer que su contenido será uno de
los temas teóricos centrales del presente año 2017, año que recién
estamos comenzando. Estas opiniones auguran ya, para el movimiento socialista
en el Perú, un buen comienzo y un año muy fructífero.
Resaltando que este año 2017 “es el
centenario de la Revolución rusa”, Zapata sugiere, oportuna y
acertadamente, que “Por ello, habrá ocasión para realizar un balance de
la Unión Soviética y también para discutir las diversas interpretaciones de
este proceso”.
Esta sugerencia e invitación de Zapata, utilizando las páginas de uno de los
diarios de mayor difusión en el país, me parece que ha sido un gran acierto de
parte suya, y desde ya aprovecho esta oportunidad para trasmitirle mis
felicitaciones. Zapata reconoce que entre nosotros “hay diversas
interpretaciones de este proceso”, y por eso propone discutirlas, a manera de
un “balance de la Unión Soviética”. Propuesta muy acertada.
Antonio Zapata, Manuel Velásquez y Gustavo Pérez H, son tres conocidos
activistas del amplio y variado movimiento socialista en el Perú, y por eso
mismo, forman parte de la columna vertebral del amplio y combativo frente
unido del pueblo peruano. Estas primeras opiniones contribuyen al
necesario e imprescindible debate teórico en las filas del pueblo
peruano.
En pocas y apretadas líneas, Zapata plantea varios aspectos de ese gran
acontecimiento histórico que es la Gran Revolución Rusa, acontecimiento
que marcó el inicio de una nueva época histórica en el desarrollo de la
humanidad, la actual época contemporánea.
En la premura por aprovechar los estrechos límites del
espacio periodístico disponible, Zapata ha escrito una frase, que
yo considero poco afortunada, al anotar “Lenin es una figura olvidada, porque
no sintoniza con las inquietudes contemporáneas en Occidente. Su anonimato
corresponde al hundimiento sin pena ni gloria de la URSS”.
Toda persona seria, más o menos informada de los aspectos fundamentales de la
historia del siglo XX, reconocerá que la Gran Revolución Rusa fue el
acontecimiento político más trascendente de comienzos del siglo XX, y que
las siete décadas de los inicios de la construcción del socialismo en la URSS
son la epopeya social más grande de toda la historia de la humanidad, de esa
lucha milenaria por transitar del larguísimo reino de la necesidad al futuro
reino de la libertad. Entonces, resulta un absurdo afirmar, muy a la ligera,
sobre un supuesto “hundimiento sin pena ni gloria de la URSS”.
Con el triunfo de la Gran Revolución Rusa comenzó una nueva época histórica en
la evolución de la humanidad, comenzó la época del proletariado (diferente
y superior a la época de la burguesía), comenzó la época de la dictadura del
proletariado, comenzó la época del socialismo, en síntesis comenzó la actual
época contemporánea.
Los pocos avances y los muchos retrocesos, que se han sucedido en los
primeros cien años de construcción de la nueva sociedad, no significan el
“hundimiento del socialismo”, ni tampoco “una construcción fracasada”, sino
que, vistos en perspectiva, y apelando a un necesario criterio de
relativismo histórico, podemos concluir que los estancamientos y retrocesos
presentados en el desarrollo de la gran revolución rusa son simples
reveses temporales.
Así como el descubrimiento de América en 1492 señaló el inicio de la época
moderna, de la época de la burguesía; de manera similar, podemos afirmar
que la Gran Revolución Rusa de 1917 señaló el inicio de la época
contemporánea, de la época del proletariado. Y no hay necesidad de ser un
erudito en historia, para entender que los grandes avances de la
burguesía en los primeros cien años de la época moderna (1492-1592), habiendo
sido muy grandes, en términos relativos son insignificantes en comparación con
los grandes logros del proletariado en los primeros cien años de la época
contemporánea (1917-2017).
La URSS implosionó hace veinticinco años. La implosión de la URSS en 1991, es
una consecuencia directa de la bancarrota del estado burocrático militar
en que degeneró el proyecto de estado socialista; y a su vez, la bancarrota de
ese tipo de estado en la URSS, es una consecuencia directa de la
obsolescencia del partido comunista en la URSS y en el mundo entero.
En los partidos comunistas que se desarrollaron en
el siglo XX, partidos formados en la escuela de la Internacional Comunista, la
organización, la autoridad, y la disciplina proletarias, fueron suplantadas
por la jerarquía, el autoritarismo y el caudillaje feudales. Las causas
de los reveses temporales en los inicios de la construcción del
socialismo son muchas, pero la principal causa fue detectada prontamente
por José Carlos Mariátegui. En octubre de 1923, ante la nutrida concurrencia
presente en las conferencias expuestas en la Universidad Popular Manuel Gonzáles
Prada, Mariátegui afirmó “La dictadura del proletariado, no es una dictadura de
partido sino una dictadura de clase, una dictadura de la clase trabajadora”.
Pero la realidad de la URSS, desde los tiempos en que Lenin y Stalin ejercieron
su dirección, fue que la dictadura del proletariado fue suplantada por la
dictadura de un partido.
Los términos centrales de este gran debate
teórico ya están planteados. Saludo las recientes opiniones de Zapata,
Velásquez y Pérez H. Espero que otras voces contribuyan a esta esclarecedora
investigación. (A continuación trascribo las opiniones citadas más arriba).
DOCUMENTO
N°01:
Artículo
de Antonio Zapata, publicado en el diario La República, 28 de diciembre de 2016
La
revolución rusa, cien años
Escribe: Antonio Zapata
El próximo año es el centenario de la Revolución
rusa y de la fundación del primer Estado comunista. Por ello, habrá ocasión
para realizar un balance de la Unión Soviética y también para discutir las
diversas interpretaciones de este proceso. Pero considero preferible comenzar
por una apreciación de la obra de su fundador, Vladimir Ilich Lenin.
Durante décadas gozó de inmenso prestigio y su
tumba en la Plaza Roja era un ícono para medio mundo. Sin embargo, tras la
caída del Muro de Berlín esa fama se evaporó. Desde entonces, Lenin es una
figura olvidada, porque no sintoniza con las inquietudes contemporáneas en
Occidente. Su anonimato corresponde al hundimiento sin pena ni gloria de la
URSS.
A su favor se cuenta un gran talento, haber vencido
desafiando las más extremas condiciones objetivas. Lo suyo fue el triunfo
máximo de la voluntad. Cuando comenzó, sus partidarios eran un puñado y
actuaban en el país más extenso del planeta, pero quince años después, había
derrocado al zar y alcanzado el poder. A continuación, transformó la sociedad
de un modo radical, desapareciendo a las antiguas elites para igualar la base
social, fue un nivelador a marchas forzadas.
La base de su propuesta fue un partido
disciplinado, compuesto por cuadros revolucionarios. El partido era
centralizado por un periódico que marcaba la línea. A la vez, entendía la toma
del poder como asalto al cielo. El castillo tenía las puertas cerradas, pero un
grupo bien orientado podía escalar sus muros y acceder al trono.
Se impuso una tarea formidable y tuvo éxito. La
Primera Guerra Mundial trastocó el orden tradicional y se derrumbaron los
viejos imperios: alemán, austriaco y ruso. Era la coyuntura esperada por Lenin.
En ese momento, supo dar un giro puesto que los
bolcheviques habían creído que la autocracia zarista sería sucedida por el
capitalismo liberal y el socialismo solo llegaría cuando éste se hubiera
agotado. Pero Lenin vio la ocasión para vencer simultáneamente a dos rivales:
zarismo y liberalismo burgués. Efectivamente, el gobierno provisional ruso de
orientación demo-liberal fue obligado por Inglaterra y Francia a seguir
peleando contra Alemania. Por ello, se vino abajo y dio paso a la insurrección
bolchevique.
A continuación, Lenin mostró a sus partidarios cómo
comportarse desde el gobierno, una experiencia inédita para los marxistas de
entonces. No se aferró a una línea, sino fue muy flexible, priorizando el firme
manejo del Estado. En ocasiones viró a la derecha, concediendo derechos a la
propiedad privada, como por ejemplo cuando estableció la política económica,
llamada NEP.
En otras ocasiones fue duro, habiendo reprimido las
protestas de los marineros del Kronsdat, que habían luchado por la revolución,
pero luego quisieron derribar a los bolcheviques para ir más a la izquierda.
Concesivo e inflexible a la vez, su meta era conservar el poder.
Lenin quiso fundar un nuevo tipo de Estado y adaptó
la táctica a ese objetivo. Aunque su sueño pareció concluido tras la disolución
de la URSS en 1991. Era el triunfo del neoliberalismo. Pero EEUU se enfrascó en
constantes guerras que lo han desgastado sin obtener ninguna victoria
concluyente: Irak, Afganistán, Siria, las drogas, etc. Ese desgaste viene
siendo aprovechado por China, que se proyecta a la hegemonía internacional.
Aunque Trump llega para mantener ese puesto para
EEUU, sucede que en China gobierna el PCCH, que se reclama heredero del
marxismo leninismo. Hasta la muerte de Mao, el PCCH promovió el radicalismo a
nivel mundial; a continuación, desde el retorno de Deng, viró a la derecha
aceptando el dominio del mercado. Un pragmatismo a todo vapor para un partido
comunista que lleva en el poder más de sesenta años: una lección de leninismo.
DOCUMENTO
N°02:
Comentario
de Manuel Velásquez, divulgado por el Grupo de correos foro centenario y otros,
29 de diciembre de 2016
El 29 de
diciembre de 2016, 20:04, Manuel Alexis Velàsquez Rangel <librosunicornioazul@gmail.com> escribió:
Hoy, en el diario La República,
en la pág. 5, en su columna Sucedió, el historiador peruano Antonio
Zapata publica un artículo titulado "La Revolución Rusa, cien años
" que quisiera comentar.
En el primer párrafo, el historiador dice: " El próximo año es el
centenario de la Revolución rusa y de la fundación del primer Estado
comunista". A cualquier escritor se le podría tolerar el uso de la
palabra comunista para designar al Estado soviético, pero a un historiador se
le tiene que exigir rigor a la hora de elegir sus expresiones.
El concepto Estado comunista es una contradicción, puesto que en el
comunismo (fase superior del socialismo) no existe ya Estado
alguno, pues no existen clases sociales, ni política tal como la conocemos. Por
ende, no existen ejércitos ni policías, ni jueces a quienes corromper o
coimear.
Incluso en el socialismo (fase inferior del comunismo) el Estado
ya no es propiamente un Estado tal y como lo conocemos; pues no debe tener
ejército permanente ni aparato burocrático. Sólo el pueblo en armas y la
administración cada vez más tecnificada que hace obsoleta la burocracia.
Entonces, creo que la expresión correcta para designar al Estado surgido
de la Revolución rusa es Estado socialista, o Estado soviético, y, también en
última instancia, en forma vulgar, cuando no interesada, como Estado comunista.
La segunda observación que quisiera hacer al artículo mencionado es
cuando afirma que: "Lenin es una figura olvidada, porque no sintoniza con
las inquietudes contemporáneas en Occidente. Su anonimato corresponde al
hundimiento sin pena ni gloria de la URSS".
La primera afirmación es opinable, pues habría que hacer una
investigación a profundidad para saber el grado de popularidad de Lenin,
incluso en los tiempos reaccionarios que corren. Pero la segunda afirmación si
es verdaderamente cuestionable, pues decir que la URSS ha pasado desapercibida
por el mundo es una tremenda injusticia histórica.
Prácticamente todo el siglo XX ha estado marcado por la impronta de la
URSS y su liderazgo y lucha con los EEUU y sus aliados. Los aportes de la Unión
Soviética en los deportes, en las ciencias, las letras, las artes en general,
el nivel de vida de más de trescientos millones de habitantes, además de la
ayuda a diferentes pueblos y naciones de la tierra, así como el sacrificio
inaudito de más de veinte millones de personas para derrotar al más formidable
enemigo de la humanidad que haya surgido de las entrañas del capitalismo como
lo fue el fascismo alemán, italiano, español, etc., etc. es inaceptable que un
historiador serio como es el peruano Antonio Zapata caiga en este grueso error.
Estoy seguro que no es por falta de conocimientos o de formación, sino por esa
incapacidad que tienen algunos intelectuales de entender y comprender, y sobre
todo, de amar el Socialismo.
Lima, 28 de
diciembre del 2016.
Manuel Velásquez
Rangel.
DOCUMENTO
N°03:
Comentario
de Gustavo Pérez Hinojosa, divulgado por el grupo de correos foro centenario,
30 de diciembre de 2016
El
Viernes, 30 de diciembre, 2016 12:06:37, "g perezhinojosa
gperezhinojosa@gmail.com [foro_centenario]"
escribió:
Lamentablemente, creo que lo que señala Manuel en
el compañero historiador Antonio Zapata, más que falta de rigor revela una
tendencia dentro de lo que denominamos el movimiento socialista peruano: la
cuestión del Estado, la experiencia y teoría leninistas y la experiencia misma
de la Construcción Socialista de la URSS vienen siendo intencionadamente
olvidadas o abiertamente denegadas.
Las nuevas generaciones de revolucionarios y de
socialistas deberán recuperar las tesis originales desde Marx y Lenin en
adelante. Ello implica un ajuste de cuentas con el abandono de la tesis del
Estado-Comuna que Lenin señala que ya no es un Estado en el verdadero sentido
de la palabra y que dio origen al Estado Soviético o Consejista y a la
experiencia de los Comités de Defensa de la Revolución en Cuba, aún en la
experiencia posterior de los "poderosos" Estados
"Socialistas" dela URSS, China y Corea, por ejemplo.
La recuperación necesaria de la violencia
revolucionaria leninista, que no es la tesis de omnipotencia de la violencia,
en la Revolución Socialista, practica mente demostrada en los casos de la
Revolución Rusa, la Revolución China, La Revolución China, la Revolución
Cubana, etc y las experiencias negativas de Indonesia y Chile; que esconde la
tesis socialdemócrata de la convivencia "participativa" socialista en
los Estados burgueses "per eternitatem".
La Experiencia de la Construcción Socialista
fracasada de la URSS aún con todos sus errores resulta de los más valiosos
ejemplos de superación social colectiva de la humanidad.
Tal como señala Manuel, la derrota de la amenaza
mundial del fascismo por esta naciente y joven Unión de Repúblicas siempre será
una deuda abierta de toda la humanidad para con la URSS.
Por un nuevo año de lucha por la justicia económica
y social y el socialismo!
Gustavo
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