(17 de enero de 2017)
Por
Miguel Aragón
Presentación
Durante la década de 1990, el capitalismo
monopolista, imperante en los países del hemisferio occidental, expandió sus zonas de influencia en el mundo
entero, aprovechando el desmembramiento de la parte europeo oriental del campo
socialista, desmembramiento acelerado por la implosión de la URSS.
Durante esa última década del siglo pasado, se
acrecentaron las inversiones del capitalismo monopolista en el mundo entero, tanto
en los países industrialmente desarrollados ubicados mayormente en el
hemisferio norte, como en los países industrialmente atrasados ubicados
mayormente en el hemisferio sur.
Tal como era previsible, este crecimiento de
las inversiones directas, así como del comercio internacional, y de los préstamos de capital, acrecentaron
los factores para el desencadenamiento de
una próxima crisis cíclica de
superproducción capitalista.
En el primer trimestre del año 2001, estalló
la primera crisis cíclica de superproducción capitalista del presente
siglo. Esa crisis cíclica estalló
primero en EEUU, pero los magnates
del capitalismo monopolista
norteamericano “manejaron” hábilmente la crisis, aplicando dos políticas
temporalmente efectivas para manipular la
evolución de la crisis.
Por un lado, promovieron masivamente los
préstamos hipotecarios disminuyendo de manera forzada y temporal las tasas de
interés de los préstamos bancarios, para así incentivar la demanda, y por lo
tanto la construcción masiva de viviendas.
Por otro lado, impulsaron la muy rentable industria
de la guerra. Para ello alentaron y encubrieron los atentados de fanáticos
musulmanes, como el atentado contra las Torres Gemelas en New York, del 11 de setiembre de 2001, para disponer así
del pretexto necesario y del apoyo mayoritario de la población
norteamericana, que les permitiera desatar guerras en gran escala en los países
de población mayoritariamente musulmana.
El atentado terrorista del 11-S fue parte de esa estrategia de auto
provocación. Las aventuras guerreristas en Irak, Afganistán, y luego en
Siria, inicialmente resultaron muy rentables para las industrias abastecedoras
de suministros de guerra.
Como ocurrió en oportunidades anteriores, los efectos de estos incentivos económicos intervencionistas,
no podían ser eternos, sino solamente temporales. Esas dos acciones solamente postergaron
el estallido de la crisis cíclica, la cual volvió a resurgir con mayor
fuerza a comienzos del año 2007.
El tercer trimestre del año 2007 estalló la
crisis de la llamada burbuja inmobiliaria, burbuja que ellos mismos
habían fomentado artificialmente, al construir una cantidad de viviendas por
encima de las posibilidades reales de compra de la población. De un momento a otro, cientos de miles de personas
que se habían endeudado para adquirir una vivienda, se vieron imposibilitados
de seguir pagando las cuotas mensuales, y las compañías aseguradoras, y sobre todo las reaseguradoras,
compulsivamente comenzaron a cobrar las deudas impagas.
Esta situación, de saturación del mercado
inmobiliario, y de interrupción de los
pagos, llevó a la parálisis temporal de la industria de la construcción. Y ésta,
a su vez, paralizó las industrias conexas que suministran diversos tipos de materiales
y accesorios de construcción (cómo por ejemplo, la producción de acero de
construcción, cemento, maderas para construcción, accesorios y aparatos para
instalaciones sanitarias y eléctricas, pinturas, vidrios, etc.) y también
paralizó la venta de herramientas y maquinarias utilizadas en la
construcción.
La parálisis de estas diferentes ramas de la
industria, vinculadas a la construcción de viviendas, tuvo como consecuencia
inmediata el despido masivo de varios millones de obreros, técnicos y
profesionales, tanto de la industria de la construcción, como de las
fábricas y centros de comercialización de materiales, herramientas y maquinarias
utilizadas en la construcción.
A su vez, estos millones de trabajadores despedidos, al engrosar las
filas del ejército de parados, disminuyeron bruscamente sus consumos habituales
de calzado, ropa, alimentos, educación y recreación, lo cual afectó de
inmediato al comercio y producción de estos bienes y de los servicios básicos
de consumo masivo, generalizando así la crisis económica a todas las ramas de
la producción, del comercio, y también de las finanzas.
La crisis postergada artificialmente desde
comienzos de siglo, definitivamente estalló
el año 2007, primero en la economía norteamericana, y meses después en los
otros países capitalistas desarrollados. En términos geográficos, medio mundo, formado
por los países industrialmente desarrollados (ubicados mayormente en el
hemisferio norte), entraron, uno por uno, en crisis de superproducción relativa. La
mayoría de las ramas industriales, y
también la circulación de mercancías y de capitales, se paralizaron violentamente en
los países europeos, en EEUU, Canadá y también
en Japón. Esta crisis cíclica de superproducción relativa, a su vez, fue la
base y detonante de la grave crisis financiera que estalló violentamente
en el año siguiente, en el año 2008.
Pero no ocurrió lo mismo en los países en vías de desarrollo, entre
ellos en los países llamados emergentes,
países que mayormente están ubicados en
el hemisferio sur. La ley del desarrollo desigual del capitalismo, a
partir de comienzos de este siglo, fracturó el mundo en dos grandes zonas económicas,
con dos ritmos diferentes de
crecimiento. (Esta particularidad, propia de la última crisis, es una
diferencia muy notoria con la forma de desarrollo de las anteriores crisis
cíclicas del pasado que tuvieron alcance
mundial).
Mientras los países más desarrollados cayeron
en un virtual estancamiento; por el contrario, en los países atrasados, en los
cuales el capitalismo todavía no ha agotado definitivamente su función,
el capitalismo continuó creciendo, por la misma subsistencia de relaciones económicas
pre capitalistas que todavía no han sido superadas. Al comenzar el siglo XXI, en
el mundo todavía existen grandes y extensas zonas que no están integradas definitivamente al mercado
único mundial.
La
continuación del crecimiento capitalista en los países emergentes y en los
países en vías de desarrollo, incluso se desarrolló, y continúa
desarrollándose, a tasas de
crecimiento muy elevadas, superiores al
5% anual, como ocurrió en varios países ubicados tanto en el continente
asiático, como en el sub continente del
sur de América, incluido el Perú.
A su vez, paralelamente a la continuidad del
crecimiento capitalista en los países emergentes y en la mayoría de los países
en desarrollo, se estuvieron
desarrollando las políticas de “reforma
y apertura” implementadas a diferentes ritmos de intensidad en los países
que ya iniciaron la construcción del socialismo, como son los casos de la República
Popular China, Viet Nam, y Cuba. Países cuyas economías en
desarrollo, rompiendo y superando los bloques económicos impuestos temporal y
fallidamente por algunas potencias capitalistas, están cada vez más entrelazadas con la
economía mundial. Esta situación contribuyó a incentivar el crecimiento
económico de los países atrasados, en contraste con lo que ocurría en los
países más desarrollados.
La última crisis cíclica iniciada en el tercer
trimestre del año 2007, está próxima a cumplir un decenio de duración, lapso
en el cual se han despedido a millones de trabajadores en los países
capitalistas más desarrollados,
aumentando bruscamente la pobreza y la miseria de millones de familias.
En las vísperas de cumplir el primer decenio
de la última crisis cíclica, crisis que ha sido y es la crisis cíclica más
larga y más profunda en la historia del capitalismo, incluso más larga y más
grave que la crisis de la década de 1930, actualmente se prevén
dos perspectivas diferentes.
Por un lado, hay quienes consideran que esta
última crisis todavía no ha concluido, y que
continuará por varios años más. Incluso
hay quienes, vaticinando subjetivamente escenarios catastrofistas, se han
adelantado a elucubrar que el mundo capitalista ya está viviendo en una supuesta “crisis terminal”.
Por otro lado, hay quienes consideran que esta
última crisis cíclica, como anteriormente ocurrió con otras crisis cíclicas, ya está siendo superada, y que estamos en
vísperas de ingresar a una nueva etapa de reanimación de la economía
capitalista en los países más desarrollados. Etapa en la cual se están
introduciendo los nuevos inventos técnicos acumulados en los últimos años, lo
cual va a transformar radicalmente las técnicas de producción y
comercialización de los productos.
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