por Thierry
Meyssan
Negándose a revestir la misma casaca que sus
predecesores, Donald Trump pronunció un discurso de investidura en el que
criticó duramente el Sistema y anunció un cambio de paradigma.
El nuevo presidente de Estados Unidos ha conformado su equipo de
seguridad alrededor de 2 temas: la erradicación de Daesh y la
oposición al 11 de septiembre. Con ello ilustra su intención de
poner fin al proceso de globalización.
Red Voltaire | Damasco (Siria) | 25 de enero de 2017
Donald Trump se convirtió en presidente de
Estados Unidos el 20 de enero de 2017. Aunque acababa de prestar
juramento, y antes de que tuviese tiempo de hacer absolutamente nada,
ni bueno ni malo, los patrocinadores de Hillary Clinton
organizaron al día siguiente una gigantesca manifestación
en Washington contra el nuevo presidente.
Demostrando que lo que está en juego no sólo
concierne a Estados Unidos, manifestaciones idénticas tuvieron lugar
en numerosos países, sobre todo en el Reino Unido.
Por supuesto, los manifestantes no reaccionaban ante ningún acto
en particular sino que se limitan a expresar su angustia. Muchos portaban
carteles donde podía leerse simplemente: «Estoy aterrado».
Donald Trump, presentado por sus adversarios como
un personaje voluble, carente de línea de conducta, ha dicho desde hace
tiempo lo que quiere hacer. Comenzó mostrándolo y después lo dijo de manera
simultáneamente alegórica y clara: quiere restituir al Pueblo
estadounidense el Poder que le fue confiscado el 11 de septiembre
de 2001 [1].
Ya antes de lanzarse en la carrera por la
presidencia, Donald Trump trató de abrir el tema del Poder usurpado
patrocinando el movimiento a favor de la verdad sobre
el nacimiento del presidente Barack Obama [2].
Utilizando el testimonio de la abuela del presidente, y
posteriormente el hecho que no existía ninguna huella de su
nacimiento en los registros de Hawái, así como de las irregularidades
de su certificado oficial, Donald Trump demostró que Barack Obama nació
como súbdito de la Corona británica en Kenya.
Sin embargo, durante la campaña electoral, cuando tuvo la impresión de que realmente podía ganar la elección, prefirió cerrar ese tema y evitó a partir de entonces todo tipo de provocación vinculada al presidente saliente. También puso fin a las alusiones sobre la diarquía del Poder y centró su mensaje en la usurpación del Poder real por una camarilla cuya cabeza visible es Hillary Clinton.
Sus posiciones, que parecen carecer de sentido
desde la perpectiva de los bandos que tradicionalmente existen
en Estados Unidos, ya sea en materia de política exterior
–¿es intervencionista o aislacionista?– o de economía –¿está
a favor del libre comercio o del proteccionismo?– son
sin embargo límpidas para quienes sufren la usurpación del Poder [3].
Trump ha repetido constantemente, de manera lo suficientemente clara como para obtener el apoyo de sus conciudadanos pero de forma bastante alegórica… como para evitar el choque frontal, que todas las decisiones adoptadas desde el 11 de septiembre de 2001 fueron ilegítimas. Y eso nada tiene que ver con el antagonismo entre republicanos y demócratas ya que esas decisiones tuvieron el aval tanto del republicano George W. Bush como del demócrata Barack Obama. Pero sí tiene mucho que ver con una división civilizacional entre la casta que toleró las decisiones vinculadas al 11 de septiembre y quienes sufren las consecuencias de todo eso, entre los adeptos del Puritanismo del Mayflower y los defensores de la Libertad [4].
Al contrario de sus predecesores, Donald Trump escribió
su discurso de investidura él mismo y lo centró en
lo siguiente:
«La ceremonia de hoy tiene un sentido muy
particular, porque no se trata solamente de transferir el poder
de una administración a otra o de un partido a otro. (…)
Lo verdaderamente importante no es quién tiene el poder en el
gobierno sino el hecho que el gobierno esté en manos del pueblo
estadounidense.» [5].
Los
generales Michael Flynn, James Mattis y John Kelly.
Desde el primer día, y en contradicción con la
tradición estadounidense, Donald Trump implantó un equipo de seguridad nacional
que se compone de militares de alto nivel: los generales James
Mattis, John Kelly y Michael Flynn. Aunque la prensa
los presenta como un montón de personalidades designadas de manera
incoherente y sin relación entre sí, ese equipo fue conformado
con vista a recuperar el Poder confiscado por una facción del
complejo militaro-industrial.
El general James Mattis, nuevo secretario de Defensa,
fue confirmado por el Senado y prestó juramento de inmediato.
Sus pares lo consideran un verdadero erudito y uno de los mejores
estrategas de su generación. Durante la campaña electoral, fue
contactado para que se nominara como candidato a la elección presidencial
por el Partido Republicano. Después de un corto periodo de vacilación y
luego de descubrir los entresijos de la política en Washington, Mattis
se retiró sin dar explicaciones [6].
Su regreso, como miembro del equipo de Trump, ha sido acogido con
entusiasmo en el seno de las fuerzas armadas, lo cual resulta
especialmente importante dado el hecho que de cada 3 militares
estadounidenses 2 votaron por Trump. Durante los 2 últimos años,
el general Mattis trabajó como investigador en la Hoover Institution –un think-tank
republicano con base en la universidad de Stanford. Estuvo realizando
un estudio sobre las relaciones entre civiles y militares que demuestra
su voluntad de poner las fuerzas armadas al servicio del Pueblo.
A su llegada al Pentágono, Mattis hizo circular un corto Mémorandum donde afirma que «los militares y las agencias de inteligencia son los centinelas y guardianes de la Nación», frase cuyo objetivo es tanto aplacar el conflicto sobre Rusia surgido entre Trump y el director saliente de la CIA, John O. Brennan, como reorientar el trabajo de las fuerzas armadas hacia la defensa de la Nación, en vez de seguir persiguiendo la quimera imperial y de dedicarse a proteger los intereses de las transnacionales [7].
Dado que Mike Pompeo, nominado para el cargo de
director de la CIA, estaba en espera de su confirmación
por parte del Congreso, el ya presidente Donald Trump
fue personalmente hasta la sede de la agencia. Entre todo
lo que dijo, se las arregló para indicar claramente
el rumbo: «erradicar el terrorismo islámico de la faz de
la Tierra» [8].
Dio además la impresión de estar al tanto de los debates que
durante los 4 últimos años han sacudido la CIA sobre la locura de
apoyar al Emirato Islámico (Daesh); debates que por demás le costaron
su puesto de director de la inteligencia militar al general Michael
Flynn, quien ahora regresa como consejero de seguridad nacional. Trump
no mencionó la polémica sobre una supuesta injerencia rusa en la campaña
electoral, ni tampoco el papel de «agentes rusos» que
la prensa atribuyó a su ex director de campaña, Paul Manafort, y a
2 de sus consejeros, Carter Page y Roger Stone.
Al no estar presente Pompeo, el presidente no abordó el tema de la reforma estructural de la CIA. El Memorándum del general Mattis, la presencia del general Flynn junto al nuevo presidente y la manera como este último se refirió a Pompeo –quien fue un alumno brillante en la academia militar de West Point– dan la impresión de que este nuevo equipo tiene intenciones de poner a la CIA en la órbita del Pentágono más que en la del Departamento de Estado, opción tendiente a cortar las posibilidades de intervención de Hillary Clinton, quien aún goza de influencia en la secretaría que ocupó durante 4 años.
Donald Trump solicitó a unos 50 miembros de la
administración Obama que se mantengan en sus puestos. Figuran entre
esos responsables:
el enviado especial ante la coalición anti-Daesh, Brett McGurk,
el subsecretario del Tesoro a cargo de la lucha contra el finaciamiento del terrorismo, Adam Szubin;
el director del Centro Nacional Antiterrorista, Nicholas J. Rasmussen;
y el jefe del estado mayor particular de la Casa Blanca, Dab Kern.
Ello indica que la Casa Blanca quiere disponer de inmediato de un equipo capaz de luchar contra el Emirato Islámico.
El general Joe Dunford, jefe del Estado Major
Conjunto, anunció que está listo a presentar al presidente Trump
diferentes opciones de ataque contra Daesh. Una de ellas consistiría en
tomar la ciudad siria de Raqqa –actualmente bajo control de Daesh–
utilizando un ejército de 23 000 mercenarios árabes, ya formados
por el Pentágono. Dunford se hallaba el 16 de enero en París, donde
presidió una reunión de jefes de estado mayor de los miembros de la
coalición.
Independientemente de lo que decida, Donald Trump
tendrá que tener en cuenta el hecho que la administración Obama
entregó a Daesh grandes cantidades de armamento. Además, el Emirato
Islámico dispone de una experiencia combativa que no tienen los nuevos
mercenarios. Y antes de atacar Raqqa, Trump también tendrá que decidir
lo que quiere hacer en Irak y en Siria.
El presidente Donald Trump nombró a la cabeza del
Departamento de Seguridad de la Patria Homeland Security al
general John Kelly, ya confirmado por el Senado y actualmente
en funciones. Según la prensa estadounidense –fuente muy
poco confiable y que se debe manejar con extrema precaución– este
ex jefe del SouthCom fue seleccionado debido a su gran conocimiento sobre
la frontera con México y todo lo relacionado con esta.
Es posible…
Pero no hay que olvidar que el general John Kelly
fue jefe adjunto del general Mattis en Irak. En 2003, estos
dos generales entraron en conflicto con Paul Bremer, el jefe de la «Autoridad
Provisional de la Coalición» –que, a pesar de lo que parece
indicar su nombre, nunca dependió de la coalición sino de los hombres
que organizaron el 11 de septiembre [9].
Los generales Mattis y Kelly también se opusieron a la
guerra civil que John Negroponte organizó –creando el «Emirato Islámico
en Irak», hoy convertido en Daesh– para desviar la resistencia
iraquí de la lucha contra la ocupación estadounidense. Mattis y Kelly
trataron, por el contrario, de reconocer a los jefes de las tribus del centro
de Irak para evitar ser considerados como ocupantes.
Para lograrlo se apoyaron en el jefe de la inteligencia militar
estadounidense en Irak… el general Michael Flynn. Pero al final,
los tres tuvieron que plegarse a las órdenes de la Casa Blanca,
favorable al plan de guerra civil de Negroponte.
El general Michael Flynn es ahora consejero de
seguridad nacional de Donald Trump, un cargo que no requiere la
aprobación del Senado, razón por la cual Flynn entró en funciones
de inmediato. En trabajos anteriores ya precisamos que Flynn es un
defensor de Estados Unidos como Nación y el principal opositor al uso
del terrorismo islámico por parte de la CIA [10].
Tratando por todos los medios de cuestionar la
autoridad del general Flynn, Hillary Clinton y su director de campaña John
Podesta hicieron correr el rumor de que él o su hijo, Michael
Flynn Jr., son incapaces de ser discretos y que nos ayudaron a redactar un
artículo sobre la reforma de la inteligencia estadounidense [11].
Y por si no bastara con esa acusación, utilizaron un tweet en el que
Michael Flynn Jr. menciona uno de nuestros artículos para acusarlos
a él y a su padre de «complotismo», o sea de querer
aclarar los hechos del 11 de septiembre de 2001 [12].
Aunque la prensa estadounidense diga lo contrario,
los generales Flynn, Mattis y Kelly se conocen desde hace mucho
y están al servicio del mismo objetivo –lo cual no quiere decir
que las relaciones serán siempre fáciles entre ellos. Sólo oficiales
superiores de la envergadura de estos tres generales son capaces de
ayudar al presidente Donald Trump a recuperar el Poder usurpado desde
el 11 de septiembre de 2001. Para lograrlo tendrán que limpiar
el Pentágono e incluso instituciones internacionales como la OTAN, la
Unión Europea y hasta la ONU, en las que se han infiltrado los hombres del
11 de septiembre.
Los millones de personas que participaron en las
manifestaciones contra el nuevo presidente de Estados Unidos tienen razón
en querer expresar sus temores. Pero no porque el nuevo
inquilino de la Casa Blanca sea misógino, racista y homófobo, lo cual
no es, sino porque estamos aproximándonos al momento del desenlace y
porque quienes usurparon el Poder en Estados Unidos pueden ser
capaces de cualquier cosa para conservarlo.
Y ese enfrentamiento no tendrá lugar en el
Medio Oriente ampliado sino en Occidente, sobre todo en
Estados Unidos.
[1]
L’Effroyable
Imposture suivi de Le Pentagate, por Thierry Meyssan, Editions
Demi-Lune, primera edición 2003.
[2]
«La Cour suprême
appelée à suspendre l’élection de Barack Obama», Réseau Voltaire, 9
de diciembre de 2008; «En
1979, la administración estadounidense consideraba a Obama como extranjero»,
«Barack Obama publica
su partida de nacimiento falsa en la página web de la Casa Blanca», Red Voltaire,
24 de febrero de 2010 y 11 de mayo de 2011.
[3]
«15 años de crímenes»,
por Thierry Meyssan, Red Voltaire, 12 septiembre de 2016.
[4]
«Estados Unidos,
¿se reforma o se desgarra?», por Thierry Meyssan, Red Voltaire,
26 de octubre de 2016.
[5]
«Discurso de
investidura de Donald Trump», por Donald Trump, Red Voltaire,
21 de enero de 2017.
[6]
«Mattis contra Trump»,
por Thierry Meyssan, Al-Watan (Siria) , Red Voltaire, 3 de
mayo de 2016.
[7]
“James Mattis Memo”,
by James Mattis, Voltaire Network, 21 de enero de 2017.
[8]
“Donald Trump at CIA
Headquaters”, by Donald Trump, Voltaire Network, 21 de enero de 2017.
[9]
«¿Quién gobierna Irak ?»,
por Thierry Meyssan, Intervención en la Conferencia Internacional de Solidaridad
con la Resistencia Iraquí, Red Voltaire, 31 de mayo de 2005.
[10]
«Michael T. Flynn y el
islam», por Thierry Meyssan, Al-Watan (Siria) , Red Voltaire,
22 de noviembre de 2016.
[11]
«La reforma del sistema
de Inteligencia según el general Flynn», por Thierry Meyssan, Contralínea
(México) , Red Voltaire, 27 de noviembre de 2016.
[12]
«Podesta & Clinton
versus Flynn », Red Voltaire, 18 enero de 2017.
Intelectual
francés, presidente-fundador de la Red Voltaire y de la conferencia Axis for
Peace. Sus análisis sobre política exterior se publican en la prensa árabe,
latinoamericana y rusa. Última obra publicada en español: La gran impostura II. Manipulación y
desinformación en los medios de comunicación (Monte Ávila Editores,
2008).
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