Hola!
Mi
mano izquierda te envía saludos mientras la derecha se recupera de una
intervención quirúrgica realizada la semana pasada. Desde hace pocas
horas me liberé por fin de los vendajes y ahora la miro y tiene un
cierto aire 'alien', un tanto extraño pero ya en camino de sanar bien.
Así que con protagonismo de mi mano izquierda y apenas
alguna ayuda de la derecha convaleciente comparto contigo las novedades recientes en Maquiavelo & Freud.
"El votante no recuerda los hechos políticos. Recuerda sus recuerdos. Y
esos recuerdos no son una copia fiel de la realidad sino que son una
construcción personal y social.”
En la vida
política es muy común apelar a la memoria del electorado. Esa memoria suele
jugar un papel importante, y a veces decisivo, en los procesos electorales.
Esa memoria es un jugador que opera desde dentro del cerebro del votante.
En silencio. En las sombras.
Implacablemente.
Sin embargo,
¿sabemos lo que es la memoria?
¿Cómo trabaja?
¿Cuales son sus leyes?
En realidad
hay una gigantesca confusión respecto a la memoria humana. Un malentendido que
suele volcarse también a la política y que es capaz de arruinar hasta la mejor
campaña. Un error conceptual que termina costando muy caro a los candidatos.
La memoria no es una señora con una cámara fotográfica
A todos nos
gusta creer que la memoria es simplemente el registro preciso de los hechos. De
los hechos puros y duros, tal como ocurrieron.
Como si
fuera una señora con una cámara fotográfica paseando dentro de nuestro cerebro.
Un hecho, un lugar, una persona. ¡Click! Se guarda la imagen.
Otro hecho. ¡Click! Al archivo.
Una cámara que también graba video.
Un discurso, una conversación. ¡Click! Guardado.
Una cámara casi surrealista que también graba olores, sensaciones, tacto, sentimientos…
Y todo se guarda, se archiva, se ordena.
Pues no.
No es así.
Nones.
La señora
con la cámara fotográfica es un fraude. No existe.
No es así que funciona la memoria humana.
Todo lo sólido se desvanece en el aire
Vivimos un
hecho. Un hecho real, sólido, contundente.
Lo percibimos.
Pero esa percepción es diferente del hecho mismo.
Reitero: la
percepción no es el hecho mismo. Es una mirada sobre ese hecho. Una mirada
que tendrá su propio ángulo, su propio enfoque, su propio color.
Una mirada que depende de las limitadas capacidades perceptivas humanas.
Una mirada que depende de la personalidad de cada uno, de sus prioridades, de sus ideas, de las situaciones que se viven, de las emociones que se presentan.
Una mirada que depende de las limitadas capacidades perceptivas humanas.
Una mirada que depende de la personalidad de cada uno, de sus prioridades, de sus ideas, de las situaciones que se viven, de las emociones que se presentan.
Una mirada que depende, además, de nuestros aprendizajes previos.
Lo que cada
ser humano individual percibe, entonces, es una versión del hecho.
Su versión.
¿Guarda esa versión? Sí. La guarda.
¿Lo que guarda es idéntico a lo que percibió? No.
En realidad es como si el cerebro editara lo percibido y guardara esa versión editada. Entonces al guardar corta, elimina algunos elementos, agrega otros, une unos aspectos con otros…
¿Y qué pasa
cuando un tiempo después recuerda el hecho por primera vez?
Pasa que no recuerda el hecho mismo. Tampoco la percepción exacta que tuvo. Sino que recuerda la versión editada de su percepción.
Recuerda su
recuerdo.
Y al recordarlo vuelve a editarlo, a reordenarlo, a reinterpretarlo.
Su cerebro lo lee a la luz de la situación actual, de sus emociones presentes, del aquí y ahora.
Al recordarlo por primera vez, entonces, lo recrea.
Recuerda su recuerdo y lo reconstruye.
¿Y qué pasa
luego a lo largo de su vida cada vez que vuelve a recordar ‘el hecho’?
Cada vez recuerda el recuerdo reconstruído la última vez.
Su memoria no le trae aquel hecho que una vez ocurrió. Tampoco le trae exactamente lo que percibió entonces. Tampoco le trae la primera edición que hizo su memoria al archivarlo.
No. Nada de eso.
Lo que le
trae su memoria es la última edición que hizo el cerebro la última vez que tuvo
ese recuerdo.
Ya ves que puede ser una versión más o menos cercana al hecho o muy muy pero muy lejana.
Sobre la fragilidad de la memoria política
Visto lo
anterior, ¿le vas a pedir al elector un recuerdo fiel y exacto de hechos
políticos a los que además ni siquiera prestó demasiada atención?
¿Vas a
confiar en que ésto que ocurre hoy sea recordado fielmente dentro de 4 o 5
años?
La respuesta es obvia.
¿Y entonces?
Entonces debes partir de la base de que la memoria política también es una construcción, una recreación, una edición.
Y parte de
tu acción política debería estar destinada a facilitar la construcción de la
memoria política por parte del electorado.
Facilitarla con tu relato.
Insisto: construye tu relato y mantenlo vivo. Y apunta a que el elector siempre tenga fresco y cercano ese relato tuyo.
Tu memoria.
Su memoria. Esa memoria colectiva que se va construyendo día a día.
Un laboratorio a puertas cerradas...
Sí.
Las inscripciones para el Laboratorio de Estrategia Política siguen
cerradas desde hace meses. Me preguntan por qué esas puertas están
cerradas durante el 90 % del año.
Simple: no podría atender
como es debido a miles de participantes. Entonces
tengo que limitar el acceso, abrirlo durante muy pocos días y volver a
cerrar para seguir trabajando puertas adentro con los inscriptos.
De todos modos te aconsejo estar atento ya que en breve haremos una super breve apertura de puertas.
Te mantendré informado, tranquilo.
Hasta la próxima semana.
Saludos cordiales,
Daniel
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