Publicado
en enero 29, 2017
Escribe: Milcíades Ruiz
“¡Cómo podríamos mirar el futuro de luminoso y
cercano, si dos, tres, muchos Vietnam florecieran en la superficie del globo,
con su cuota de muerte y sus tragedias inmensas, con su heroísmo cotidiano, con
sus golpes repetidos al imperialismo, con la obligación que entraña para éste
de dispersar sus fuerzas, bajo el embate del odio creciente de los pueblos del
mundo!”- Che
Guevara
La cita precedente define la idea central del Che
al encabezar la campaña guerrillera en Sudamérica y su resolución de
arriesgarlo todo por la causa socialista mundial. Antes de partir a los campos
de batalla escribió: «qué importan los peligros o sacrificios de un hombre o
de un pueblo, cuando está en juego el destino de la humanidad». Era enero
de 1966 en circunstancia en que la lucha guerrillera por el socialismo se había
extendido por toda América Latina, incluyendo Perú.
Han pasado ya cincuenta años de la gesta del “Che”
y para quienes como miembros del Ejército de Liberación Nacional –ELN estuvimos
comprometidos con su propuesta no podemos evitar conmovernos al recordar los
acontecimientos vividos en constante peligro y riesgos extremos. Hemos quedado
marcados de por vida porque la fuerza de nuestros ideales no se ha extinguido y
recordar aquellos años es volver a vivirlos.
En la foto Juan Pablo Chang junto
al Che en Ñancahuazú
Era una alternativa y sólo unos cuantos
revolucionarios estaban dispuestos a jugárselas por entero ya que se necesitaba
una fortaleza suprema de ideales y una profunda convicción sobre el momento
histórico en que vivíamos. Los críticos podrán decir muchas objeciones pero
para nosotros era una alternativa factible y había que hacerlo o morir en el
intento. Los que nos atrevimos podemos decir con la frente en alto: Por lo
menos, lo intentamos.
Para los menores de cincuenta años quizá resulte
difícil imaginar la efervescencia social de ese momento histórico en nuestro
país y en el mundo, luchando por la liberación total. Las nuevas generaciones
no han conocido las atrocidades de la opresión feudal contra los peruanos más
primigenios, las represiones más sangrientas contra los sindicatos azucareros,
las redadas indiscriminadas, etc. Todavía había esclavitud y colonialismo que
aún no se extinguía en varios continentes. Argelia, Vietnam, Angola, Congo y
otros pueblos estaban en plena lucha contra los amos europeos y la intromisión
de EE UU.
Eran tiempos de lucha a muerte contra las
dictaduras asesinas en Latinoamérica, contra los latifundistas “gamonales” y
contra la corruptela política. En el Perú, la lucha guerrillera por el
socialismo tuvo su furor en 1965 y al final de este año la guerrilla “Javier
Heraud” seguía combatiendo en la selva de La Mar- Ayacucho cuando Juan Pablo
Chang, por entonces Jefe de la Red Urbana del ELN, viajó invitado a la
Conferencia Tricontinental de la Habana, para reunirse con todos los líderes
alzados en armas de Asia, África y América Latina.
La corruptela política. En la
foto el Líder del PAP, en almuerzo opíparo con su peor enemigo el dictador
Gral. Manuel A. Odría a su izquierda y a su derecha Pedro Beltrán, Primer
Ministro del Gobierno pradista, dueño del diario “La Prensa” y terrateniente de
Cañete. La alianza política PAP/UNO con mayoría en el Parlamento en el gobierno
de Belaunde implantó la pena de muerte para los guerrilleros por alzarse en
armas como lo hicieron los revolucionarios apristas en 1932.
El 16 de enero 1966, por
iniciativa de Salvador Allende, las 27 delegaciones latinoamericanas deciden
crear la OLAS (Organización Latinoamericana de Solidaridad), que convocó a los
pueblos latinoamericanos a “hacer de la cordillera de los Andes una gigantesca
Sierra Maestra”.
Fue en esos días que Juan Pablo Chang estando en
Cuba por la Tricontinental, se comprometió con el Che a organizar su
incorporación a nuestra guerrilla. Mucho antes, Fidel ya nos había dicho sobre
la simpatía de dicho líder con nuestro grupo. De regreso a Perú en febrero de
ese año Chang, fue a buscarme pues estaba yo en Lima y no en el monte. Entonces
me dijo muy alegre: “Capac. ¡Prepárate para recibir una gran noticia!”.
No pude imaginar lo que luego agregó: “El Che viene con nosotros”.
Me quedé perplejo. Pero reaccionando de la sorpresa
respondí que era una gran responsabilidad y que había que organizar bien todo
para no poner en riesgo su seguridad. “No se puede” retrucó, “ya está
en camino” dijo sonriendo. Le hice saber que en esos días la
guerrilla había sido desarticulada y la zona estaba cercada por el ejército, siendo
muy difícil que yo pueda llevarlo hasta el campamento en una situación
incierta, además que los controles policiales y militares estaban en máxima
alerta.
Se discutió sobre la manera de llevar al Che
atravesando toda la selva hasta llegar a la zona guerrillera, asunto que
rechacé de plano por absurda ya que la propuesta se basaba en el mapa y no en
la realidad. Fue entonces que surgió la idea de abrir un nuevo foco guerrillero
en la selva de Puno con un campamento cerca de la frontera con Bolivia para que
funcione como un corredor estratégico al estilo vietnamita a la vez que daba
seguridad para el ingreso del Che sin mucho riesgo.
Establecido el plan Chang viajó a Bolivia para
coordinar. El Che en principio aceptó la alternativa mandando iniciar trabajos
cerca de la frontera adquiriendo una finca en Caranavi a la misma altura de la
selva puneña, mientras nosotros avanzábamos por el otro lado hasta llegar a
Apolo en el lado boliviano. En esta operación el Che tuvo la ayuda de Julio
Méndez “Ñato” militante del PC boliviano que en 1963 nos ayudó mucho en nuestra
intentona guerrillera tratando de ingresar por Puerto Maldonado y nos auxilió
también en el repliegue de escape. “Ñato” participó en la campaña del Che.
En esta perspectiva, nuestro compañero Julio
Dagnino (“Sánchez”) se traslada a La Paz para mantener la coordinación. Pero la
situación fue cambiando con la captura en Lima de nuestro jefe Héctor Béjar y
el desbande de nuestra guerrilla en Ayacucho. Ante esta situación, el Che
decide abrir un frente guerrillero en Bolivia con el mismo nombre de nuestra
organización naciendo el ELN boliviano. Opta por la cuenca del río Ñancahuazú,
al otro extremo de la selva boliviana en el Departamento de Santa Cruz, más
apropiado para lo que pensaba hacer continentalmente y sobre todo, más cerca de
su Argentina que era el próximo paso.
El problema era que no tenía la tropa necesaria,
por lo que tuvo que improvisar convocando a fogueados combatientes cubanos de
su confianza y reclutar cuadros bolivianos aun sin preparación apropiada, lo
que repercutiría más tarde en el desarrollo de los acontecimientos. Un desertor
capturado fue obligado a llevar a las tropas enemigas a los campamentos
guerrilleros. Por nuestra parte ya habíamos avanzado bastante estableciendo
nuestra base operativa en la selva del Alto Tambopata e iniciado la apertura
del corredor hacia la frontera, pero ignorábamos el cambio de planes del Che
En noviembre de 1966 el Che se traslada a
Ñancahuazú e inicia los preparativos para la insurgencia guerrillera allí con
apenas una docena de alzados, número que fue en aumento en días sucesivos.
Chang viajó a Bolivia de paso a la Habana donde teníamos un grupo recibiendo
preparación militar y se encontró con el cambio de planes pidiendo conversar
con el Che. Llegó a Ñancahuazú el 2 de diciembre de ese año.
Enterado del plan del Che entonces Chang ofrece la
incorporación de cinco combatientes peruanos empezando con un especialista de
comunicaciones de guerra (Lucio Galván “Eustaquio”) y un médico (Restituto J.
Cabrera “El Negro”) que ya tenían preparación guerrillera. El primero había
participado en la campaña de 1963 junto con Javier Heraud. Mientras tanto,
continuaríamos con el nuevo foco guerrillero en Puno para lo cual se le pidió
apoyo con armamento. Tras esta coordinación Chang prosiguió viaje a Cuba pues
había enviado un nuevo grupo de compañeros para prepararse con miras a engrosar
la guerrilla.
De regreso al Perú, Chang pasó a Ñancahuazú a
mediados de marzo de 1966 llevando a “Eustaquio” y al “Negro” además de
coordinar lo referente al grupo que actuaría en la selva de Puno. Los
acontecimientos militares sucedidos en esos días determinaron un cerco de
control enemigo estricto en las zonas adyacentes y ante el riesgo de ser
capturado como había sucedido con otros evacuados anteriormente Chang prefirió
quedarse como combatiente que era su anhelo.
En tales circunstancias y estando preso nuestro
jefe Héctor Béjar, la Dirección Nacional me eligió para comandar la
organización bajo el principio institucional de que los cargos se ganan en la
acción, del mismo modo como había sido elegido segundo al mando en la guerrilla
de Ayacucho. Me vi precisado a reajustar la estrategia y operatividad pues ya
tenía la experiencia de Ayacucho. Juan Pablo Chang había dejado como Director
de nuestro periódico “Masas” a Alfonso Barrantes “”Frejolito” pero tuvimos que
cerrarlo y dejamos de accionar en las disputas universitarias para centrar
esfuerzos en el nuevo foco.
Exploramos toda la cuenca del Tambopata hasta la
selva baja y recorrimos la cuenca del Inambari desde Macusani. Montamos la red
de abastecimiento y empezamos a ingresar las armas. En estas tareas tuve como
adjunto a Maximiliano Vargas “Felipe” de gran fortaleza física y convicción
revolucionaria que había estado en la Tricontinental. También ayudaron diversos
compañeros en la logística y la red de enlaces. La red urbana en la capital y
en el sur, cumplían su labor con énfasis en la perspectiva guerrillera.
Mientras avanzábamos los trabajos insurreccionales
en Puno tuvimos una baja importante en Lima. El valeroso estudiante arequipeño
Fortunato Silva Sánchez de la promoción guerrillera de Javier Heraud fue
capturado por la policía sin que podamos socorrerlo. Torturado criminalmente
prefirió morir estoicamente antes que revelar los secretos de nuestra
organización ni delatar a nadie. Su cadáver fue desaparecido y es uno de
nuestros héroes sin tumba.
Algún día su entrega revolucionaria será reconocida
al igual que los demás héroes del pueblo caídos en la lucha guerrillera por el
socialismo liberador de Latinoamérica y del Perú. Era así la vida de un
revolucionario de la década de 1960, dispuestos a morir sabiendo la sentencia
del enemigo: “No prisioneros, no vivos”. Aun así, lo arriesgábamos todo,
abandonando con dolor nuestros hogares y familiares. Los niños que quedaron
huérfanos crecieron con ese dolor.
La campaña del Che en Ñancahuazú fue dramática de
comienzo a fin, con los angustiosos momentos que han quedado escritos en su
diario hasta el último combate en una quebrada seca llamada “Churo”. Solo
quedaban 17 combatientes, incluyendo Chang “Francisco” y “Eustaquio”. El
“Negro” Cabrera solo pudo llegar hasta el 3 de septiembre después de haber
sobrevivido a una emboscada a su grupo en el Vado del Yeso, Río Grande, pero
fue capturado cuando escapaba por el río Palmarito, luego torturado y
ejecutado.
Era domingo 8 de octubre cuando el Che y Juan Pablo
Chang cayeron prisioneros tras el combate inevitable por la mañana en la
quebrada de Churo. Un proyectil inutilizó el arma del Che y otro impactó en su
pierna a pesar de lo cual seguía subiendo la pendiente para evadir el cerco
enemigo. Los prisioneros fueron conducidos al pueblito de La Higuera donde
fueron ejecutados por orden superior. Eustaquio logró salir airoso del cerco
junto con tres compañeros pero a la semana siguiente el 14 de octubre sucumbió
combatiendo en Cajones muy cerca de río Grande tras cuatro horas de tiroteos.
¿Por qué recordar esta epopeya histórica? No es
solo por venerar a nuestro líder histórico. No es solo porque se cumplen 50
años de la gesta guerrillera en la que el Che y sus compañeros ofrendaron sus
vidas por la causa del socialismo continental. Sino también, para recargarnos
de energía revolucionaria y reanudar la lucha bajo la modalidad más apropiada
acorde con el tiempo histórico. Y porque siempre será motivo para de renovar
nuestra fe en el triunfo del socialismo, persistiendo en la lucha no con
palabras sino con hechos para ser consecuentes como lo hizo el Che. Tenemos que
romper el cerco de nuestros opresores capitalistas que impide la liberación de
la humanidad.
Si los revolucionarios de la década de 1960
tuvieron esa alta calidad humana, lo menos que podemos esperar de las nuevas
generaciones es que hagan algo por recuperar el protagonismo del socialismo. Se
acaba el tiempo para los luchadores sobrevivientes del 60 y en el horizonte no
vislumbramos ningún coraje, solo una izquierda mediatizada.
Finalizo transcribiendo lo escrito por Fidel:
“Impresiona profundamente la proeza realizada por
este puñado de revolucionarios. La sola lucha contra la naturaleza hostil en
que desenvolvía su acción constituye una insuperable página de heroísmo. Nunca
en la historia un número tan reducido de hombres emprendió una tarea tan
gigantesca. La fe y la convicción absoluta en que la inmensa capacidad
revolucionaria de los pueblos de América Latina podía ser despertada, la
confianza en sí mismo y la decisión con que se entregaron a ese objetivo, nos
da la justa dimensión de estos hombres”.
Enero 2017
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