Hace un tiempo nos topamos con este artículo en la
red, y lo consideramos muy pertinente ante la coyuntura del momento, que ha
sacado a relucir lo peor del fanatismo y la ignorancia que la religión
cristiana puede promover entre sus seguidores. Es un artículo técnico y
bastante serio, publicado en una de las principales revistas de divulgación en
temas de biología. Al no encontrar traducción a la vista, preparamos la
nuestra, y nos disculpamos de antemano por cualquier error que hayamos podido
cometer (al final del artículo se encuentra el enlace al original en inglés).
En resumidas cuentas, podemos adelantar que el texto fundamenta la idea de que
la tradicional concepción bipolar de dos sexos es hoy por hoy demasiado
simplista. Más bien, los biólogos ahora piensan que se trata de un espectro
mucho más amplio, con insospechados matices que han podido ser revelados
gracias al dominio de las técnicas de secuenciamiento del ADN.
Escribe: Claire Ainsworth (revista Nature,
18-02-2015)
Traducción: Luis Gregorio (miembro de la SSH, 28-01-2017)
Traducción: Luis Gregorio (miembro de la SSH, 28-01-2017)
Como genetista clínico, Paul James está
acostumbrado a discutir algunos de los asuntos más delicados con sus pacientes.
Pero a principios de 2010, se encontró en medio de una conversación
particularmente incómoda sobre sexo. Una mujer gestante de 46 años visitó su
clínica en el hospital Royal Melbourne en Australia, para escuchar los
resultados de una prueba de amniocentesis (prueba de fluido amniótico) que
buscaba anormalidades en los cromosomas de su bebé. El bebé estaba bien, pero
las pruebas revelaron algo impactante sobre la madre: su cuerpo fue construido
a partir de las células de dos individuos, probablemente de embriones mellizos
fusionados en el útero de su madre. Un conjunto de células traía dos cromosomas
X, la pareja de cromosomas que normalmente forman a una persona femenina; el
otro conjunto de células tenía cromosomas X e Y. A mitad de camino de su quinta
década y embarazada de su tercer hijo, la mujer aprendió por primera vez que
gran parte de su cuerpo era cromosómicamente masculino[1]. «Este es el tipo de material para
historias de ciencia ficción para alguien que sólo vino para que le hagan una
amniocentesis», comentó James.
Entonces, el sexo puede ser mucho más complicado de
lo que parece a primera vista. De acuerdo con el escenario simple, la presencia
o ausencia de un cromosoma Y es lo que cuenta: con él eres masculino, y sin él
eres femenino. Pero los doctores saben desde hace mucho que algunas personas
empujan las fronteras más allá de esta línea: sus cromosomas sexuales dicen una
cosa, pero sus gónadas (ovarios o testículos) o su anatomía sexual dicen otra.
Padres de niños con este tipo de condiciones, conocidas como condiciones de
intersexualidad, o diferencias o desórdenes del desarrollo sexual (DDS), a menudo
encaran una decisión muy difícil sobre hacer de su hijo un niño o una niña.
Algunos investigadores ahora dicen que 1 de cada 100 personas tiene algún tipo
de DDS[2].
Cuando se toma la genética en consideración, la
frontera entre los sexos se vuelve aun más borrosa. Los científicos han
identificado muchos de los genes involucrados en la mayoría de las formas de
DDS, y han descubierto variaciones de estos genes que tienen efectos
secundarios en la anatomía de las personas o en la psicología sexual. Más aún,
nuevas tecnologías de secuenciamiento de ADN y biología celular están revelando
que casi todos somos, variando en algunos grados, un trabajo de remendado o
parchado de células distintas genéticamente, algunos con un sexo que puede no
ser igual al del resto de su cuerpo. Algunos estudios van más allá y sugieren
que el sexo de nuestras células conduce la conducta, a través de una red
complicada de interacciones moleculares. «Creo que hay una diversidad mucho
mayor que la de masculino o femenino, y que hay con certeza un área de traslape
donde algunas personas no pueden ser fácilmente definidas dentro de la
estructura binaria», dice John Achermann, quien estudia el desarrollo sexual y
la endocrinología en el Instituto de Salud del Niño de la University College,
en Londres.
Estos descubrimientos no caen bien en un mundo
donde el sexo aún es definido en términos binarios. Un par de sistemas legales
permiten alguna ambigüedad en el sexo biológico, y los derechos legales de
algunas personas y su estatus social pueden verse ampliamente influenciadas por
lo que diga en su certificado de nacimiento, si es masculino o femenino. «El problema
principal con una dicotomía tan fuerte es que existen casos intermedios que
empujan los límites y fuerzan a preguntarnos cómo debemos trazar esas líneas
divisorias exactamente entre masculinos y femeninos», dice Arthur Arnold de la
Universidad de California en Los Ángeles, quien estudia las diferencias
biológicas entre los sexos. «Y esto es a menudo un problema muy difícil, porque
el sexo puede ser definido de numerosas maneras».
El inicio de los sexos
Que los dos sexos son físicamente diferentes es obvio,
pero al inicio de la vida no lo son. A cinco semanas de iniciado el desarrollo,
un embrión humano tiene el potencial de formar tanto la anatomía masculina como
la femenina. Luego del desarrollo de los riñones, dos bultos conocidos como
crestas gonadales emergen al lado de un par de conductos, uno que puede formar
el útero y las trompas de Falopio, y el otro las ducterías internas genitales
masculinas: el epidídimo, el conducto deferente y las vesículas seminales. A la
sexta semana, la gónada cambia en la ruta del desarrollo para convertirse en
ovarios o testículos. Si se desarrollan testículos, estos secretan
testosterona, lo que soporta el desarrollo de los conductos masculinos. También
produce otras hormonas que fuerzan el presumible útero y trompas de Falopio a
encogerse y desaparecer. Si la gónada se convierte en ovario, produce
estrógeno, y la falta de testosterona provoca que la tubería masculina se
retraiga. Las hormonas sexuales también dictan el desarrollo de los genitales
externos, y entran en juego una vez más en la pubertad, disparando el
desarrollo de las características secundarias, tales como las mamas o el vello
facial.
Cambios en cualquiera de estos procesos pueden
afectar dramáticamente el sexo de un individuo. Mutaciones genéticas que afecten
el desarrollo gonadal pueden dar como resultado que una persona con cromosomas
XY desarrolle características típicas femeninas, mientras alteraciones en la
señalización hormonal pueden provocar que individuos XX se desarrollen en
líneas masculinas.
Por muchos años, los científicos han creído que el
desarrollo femenino era el programa por defecto, y que el desarrollo masculino
era modificado activamente por la presencia de un gen particular en el
cromosoma Y. En 1990, unos investigadores alcanzaron primeras planas cuando
descubrieron la identidad de este gen[3] [4], al cual llamaron SRY. Por sí mismo, este
gen puede cambiar las gónadas de ovarios para desarrollar testículos. Por
ejemplo, individuos XX que llevan un fragmento de cromosoma Y que contiene SRY
se desarrollan como masculinos.
Para el cambio del milenio, sin embargo, la idea de
la feminización como una opción por defecto pasiva se topó con el
descubrimiento de unos genes que pueden promover activamente el desarrollo de
ovarios y suprimir el programa testicular (uno de ellos fue llamado WNT4). Los
individuos con copias extras de este gen pueden desarrollar genitales y gónadas
atípicas, y útero y trompas de Falopio rudimentarias[5]. En 2011, los investigadores mostraron[6] que si otro gen ovárico clave, el RSPO1,
no está trabajando normalmente, causa que las personas XX desarrollen
ovo-testículos, una gónada con áreas de desarrollo de ambos ovarios y
testículos.
Estos descubrimientos han apuntado a un proceso complejo
de determinación sexual, en el cual la identidad de la gónada emerge del
concurso entre dos redes opositoras de actividad genética. Cambios en la
actividad o las cantidades de moléculas (tales como el WNT4) en las redes
pueden premiar el balance a favor o alejarla de la semejanza con los
cromosomas. «Ha sido, en un sentido, un cambio filosófico en nuestra forma de
mirar el sexo, como un balance», dice Eric Vilain, médico clínico y director
del Centro de Biología Basada en el Género de la Universidad de California, en
Los Ángeles. «Es más que una visión de un sistema biológico del sexo en el
mundo».
La batalla de los sexos
De acuerdo con algunos científicos, este balance
puede cambiar largo tiempo después que el desarrollo ha terminado. Estudios en
ratones sugieren que el balance gonadal entre ser masculino o femenino se da a
lo largo de la vida, y esta identidad requiere mantenimiento constante. En
2009, unos investigadores reportaron[7] que al desactivar un gen ovárico llamado
Foxl2 en ratonas adultas femeninas, encontraron que las células granulosas que
soportan el desarrollo de los huevos se transformaron en células Sertoli, que
soportan el desarrollo del esperma. Dos años después, un equipo diferente y
separado mostró[8] lo opuesto: que desactivando un gen
llamado Dmrt1, podían convertirse las células adultas testiculares en células
ováricas. «Esto fue un gran shock, el hecho de que esto ocurría
postnatalmente», dijo Vincent Harley, genetista quien estudia el desarrollo
gonadal en el Instituto de Investigación Médica MIMR-PHI, en Melbourne.
La gónada no es la única fuente de diversidad en el
sexo. Un variado número de DDS son causados por cambios en la maquinaria que
responde a las señales hormonales provenientes de las gónadas y de otras
glándulas. El síndrome de insensibilidad andrógino completo o SIAC, por
ejemplo, surge cuando las células de una persona son sordas a las hormonas
sexuales masculinas, usualmente porque los receptores que responden a las
hormonas no están funcionando. Las personas con SIAC tienen cromosomas Y y
testículos internos, pero sus genitales externos son femeninos, y se
desarrollan como femeninos en la pubertad.
Condiciones tales como estas caen en la definición
médica de DDS, en las cuales el sexo anatómico de un individuo no corresponde
con su sexo cromosómico o gonadal. Pero son casos raros, que afectan
aproximadamente a 1 de cada 4500 personas[9]. Algunos investigadores dicen ahora que
la definición debe ser ampliada para incluir una subdivisión de anatomías tales
como las hipospadias leves, en las cuales la apertura uretral masculina está en
la parte baja del pene en vez de en la punta. La definición más inclusiva
apunta a que 1 de cada 100 personas tiene algún tipo de DDS, dice Vilain (ver
«El espectro sexual»).
Pero más allá de esto, podría haber aun más
variaciones. Desde los años 90, los investigadores han identificado más de 25
genes involucrados en DDS, y la última generación de secuenciamientos de ADN,
en el último par de años, ha descubierto un amplio rango de variaciones en
estos genes que tienen efectos sutiles en individuos, en vez de provocar DDS.
«Biológicamente, es un espectro», dice Vilain.
Por ejemplo, un DDS llamado hiperplasia adrenal
congénita (HAC), causa que el cuerpo produzca excesivas cantidades de hormonas
sexuales masculinas. Los individuos XX con esta condición nacen con genitales
ambiguos (un clítoris alargado y unos labios difusos que parecieran escrotos).
Esto es usualmente causado por una severa deficiencia de una enzima llamada
hidroxilasa-21. Pero las mujeres que llevan mutaciones que resultan en una
deficiencia sutil de desarrollo, desarrollan una forma «no clásica» de HAC, que
afecta a alrededor de 1 de cada 1000 individuos. Ellas pueden tener vello
corporal y facial como el de un hombre, períodos irregulares o problemas de
fertilidad, o pueden no tener síntomas obvios del todo. Otro gen, el NR5A1,
está fascinando actualmente a los investigadores porque las variaciones en él
causan un amplio rango de efectos[10], desde subdesarrollos gonadales a
hipospadias sutiles en hombres, y menopausia prematura en mujeres.
Muchas personas nunca descubren su condición a
menos que estén buscando ayuda por infertilidad, o la descubren a través de
otros estudios médicos. El año pasado, por ejemplo, unos cirujanos reportaron
que habían estado operando una hernia en un varón, cuando descubrieron que
tenía un útero[11]. El hombre tenía 70 años, y había sido
padre de cuatro niños.
EL ESPECTRO SEXUAL
Una persona típica masculina tiene cromosomas XY, y una persona típica femenina tiene cromosomas XX. Pero debido a variaciones genéticas o eventos probabilísticos en el desarrollo, algunas personas no encajan completamente en ninguna de ambas categorías. Algunas de estas variaciones son calificadas como desórdenes del desarrollo sexual (DDS), en los cuales los cromosomas de un individuo no encajan con su anatomía sexual.
Sexo celular
Los estudios de DDS han mostrado que el sexo no es
una simple dicotomía. Pero las cosas se vuelven aun más complejas cuando los
científicos amplifican la vista en las células individuales. La asunción común
de que cada célula contiene el mismo conjunto de genes no es cierta. Algunas
personas tienen un mosaico: ellos se desarrollan a partir de un único huevo
fertilizado, pero se convierten en un parchado de células con fuentes genéticas
diferentes. Esto puede pasar cuando los cromosomas sexuales están divididos
desigualmente entre las células divididas durante las etapas tempranas del
desarrollo embriónico. Por ejemplo, un embrión que comienza como XY puede
perder un cromosoma Y de un subconjunto de sus células. Si la mayoría de las
células termina siendo XY, el resultado es un masculino físicamente típico,
pero si la mayoría de las células es X, el resultado es femenino con una
condición llamada síndrome Turner, que tiende a resultar en estatura
restringida y ovarios subdesarrollados. Este tipo de mosaico es raro, y afecta
a 1 de cada 15 000 personas.
Los efectos del mosaico del cromosoma sexual son un
rango que va desde el prosaico al extraordinario. Se han documentado algunos
casos en los que un embrión con el mosaico XXY se convierte en una mezcla de
dos tipos de células —algunas con dos cromosomas X y algunas con dos cromosomas
X y uno Y—, y luego se separan tempranamente en el desarrollo[12]. Estos resultan en gemelos «idénticos»
de sexos diferentes.
Hay una segunda forma en la cual una persona puede
terminar con células de diferentes cromosomas sexuales. El paciente de James
fue una quimera: una persona que se desarrolla a partir de dos huevos
fertilizados, usualmente debido a la fusión entre dos mellizos en el útero.
Este tipo de quimerismo resulta en un DDS extremadamente raro, que representa
aproximadamente el 1% de los casos de DDS.
Otra forma de quimerismo, sin embargo, no se ha
difundido ampliamente. Denominado microquimerismo, sucede cuando las células
madre de un feto cruzan de la placenta al cuerpo de la madre, y viceversa. Se
identificó por primera vez a principios de los 70, pero la gran sorpresa vino
dos décadas después, cuando los investigadores descubrieron cuán lejos llegaron
a sobrevivir estos entrecruzamientos celulares, aun cuando son tejido externo
que el cuerpo debería, en teoría, rechazar. Un estudio en 1996 registró a una
mujer con células fetales en su sangre hasta 27 años después de haber dado a
luz[13]; otro halló células maternas remanentes
en hijos hasta la adultez[14]. Este tipo de trabajo ha difuminado más
la división sexual, porque significa que los hombres pueden llevar células de
sus madres, y mujeres que han estado embarazadas de fetos masculinos pueden
llevar una cantidad de sus células descartadas.
Las células microquiméricas han sido encontradas en
muchos tejidos. En 2012, por ejemplo, la inmunóloga Lee Nelson y su equipo de
la Universidad de Washington en Seattle encontraron células XY en muestras post-mortem
del cerebro de una mujer[15]. La mujer de mayor edad con ADN
masculino tenía 94 años. Otros estudios han mostrado que estas células
migrantes no permanecen improductivas: se integran a su nuevo entorno y
adquieren funciones especializadas, incluyendo (en ratones al menos) formar
neuronas en el cerebro[16]. Pero lo que no se sabe es cómo un
salpimentado de células masculinas en una hembra, o viceversa, afecta la salud
o las características de un tejido (por ejemplo, que haga a un tejido más
susceptible a las enfermedades más comunes del sexo opuesto). «Creo que esta es
una gran pregunta», dice Nelson, «y esto en esencia no ha sido completamente
respondido». En términos de conducta humana, el consenso es que un par de
células microquiméricas en el cerebro parecen poco probables de tener un gran
efecto en una mujer.
Los científicos están ahora encontrando que las
células XX y XY se comportan de maneras diferentes, y que esto puede ser
independiente de la acción de las hormonas del sexo. «A decir verdad, es
realmente sorprendente cuán grande ha sido el efecto de los cromosomas sexuales
que hemos sido capaces de ver», comenta Arnold. Él y sus colegas han mostrado[17] que una dosis de cromosomas X en el
cuerpo de un ratón puede afectar su metabolismo, y estudios en un plato de
laboratorio sugieren[18] que las células XX y XY se comportan de
manera diferente en un nivel molecular, por ejemplo con respuestas metabólicas
diferentes al estrés. El siguiente reto, dice Arnold, es descubrir los
mecanismos. Su equipo está estudiando el puñado de cromosomas X de los genes
que conocemos ahora que están más activos en las hembras que en los machos.
«Realmente pienso que hay más diferencias sexuales que las que conocemos», dice
Arnold.
Más allá de lo binario
Los biólogos pueden haber estado construyendo una
visión más matizada del sexo, pero la sociedad aún tiene que ponerse al día. Es
cierto, más de medio siglo de activismo de los miembros de la comunidad de
lesbianas, homosexuales, bisexuales y transgéneros han suavizado las actitudes
sociales respecto de la orientación sexual y el género. Muchas sociedades están
ahora cómodas con que hombres y mujeres crucen las fronteras convencionales de
la sociedad en la elección de sus apariencias, carreras y compañeros sexuales.
Pero en lo que respecta al sexo, hay aún presiones sociales intensas para
formar un modelo binario.
Esta presión significa que personas nacidas con
claras DDS a menudo sean sometidas a cirugía para “normalizar” sus genitales.
Tal cirugía es controversial porque es realizada usualmente en bebés, quienes
son muy jóvenes para consentir, e implica el riesgo de asignar un sexo que
difiera con la identidad de género final del niño (su propio sentido de su
género). Los grupos de defensa intersexual han argüido que los doctores y
padres deben al menos esperar hasta que el niño tenga la edad suficiente para
comunicar su identidad de género, la cual típicamente se manifiesta a la edad
de tres, o la edad suficiente para decidir si quieren realizarse esa cirugía.
Este asunto salió a la luz por una demanda
ingresada en Carolina del Sur en mayo de 2013 por los padres adoptivos de un
niño conocido como MC, quien nació con DDS ovo-testicular, una condición que
produce ambigüedad genital y gónadas con tejidos de ambos, ovarios y
testículos. Cuando MC tenía dieciséis meses de edad, los doctores realizaron
una cirugía para asignarle el sexo femenino, pero MC, quien ahora tiene ocho
años de edad, desarrolló una identidad de género masculino. Debido a que estaba
bajo el cuidado del Estado al momento de su tratamiento, la demanda alega no
sólo que la cirugía constituyó una mala praxis médica, sino que el Estado le
negó su derecho constitucional a la integridad física y sus derechos
reproductivos. El mes pasado, una decisión de la corte impidió al caso federal
de ir a juicio, pero el caso estatal está en curso.
«Esta es una importante decisión y potencialmente
crítica para un bebé nacido con características intersexuales», dice Julie
Greenberg, especialista en asuntos legales relacionados con género y sexo en la
Escuela de Leyes Thomas Jefferson en San Diego, California. «Esperamos que el
juicio incentive a los doctores en los EUA a abstenerse de realizar operaciones
en infantes con DDS cuando sus necesidades médicas sean cuestionables», añade.
Esto puede elevar la conciencia sobre «los problemas emocionales y físicos a
los que la gente intersexual es forzada a enfrentar porque los doctores quieren
“ayudarnos” a encajar», opina Georgiann Davis, socióloga nacida con SIAC que
estudia los asuntos concernientes a los rasgos intersexuales y de género en la
Universidad de Nevada, en Las Vegas.
Doctores y científicos comprenden estas
preocupaciones, pero el caso MC también lo hace más difícil, porque saben
cuánto falta aún por aprender sobre la biología del sexo[19]. Ellos piensan que cambiar la práctica
médica por medios legales no es lo ideal, y les gustaría ver más datos
recolectados con resultados como calidad de vida y funciones sexuales para
ayudar a decidir el mejor curso de acción para personas con DDS, algo que los
investigadores apenas están comenzando a hacer.
Los diagnósticos de DDS alguna vez descansaron en
las pruebas hormonales, inspecciones anatómicas y de imágenes, seguidas por
pruebas muy cuidadosas de un gen a la vez. Ahora, los avances en las técnicas
genéticas significan que los equipos pueden analizar múltiples genes al mismo
tiempo, lo que ayuda directamente al diagnóstico genético y hace el proceso
menos estresante para las familias. Vilain, por ejemplo, emplea el
secuenciamiento de exoma completo —que secuencia las regiones de codificación
de proteínas del genoma entero de una persona— en personas XY con DDS. El año
pasado, este equipo mostró[20] que el secuenciamiento de exoma podría
ofrecer un diagnóstico probable al 35% de los participantes del estudio cuyas
causas genéticas eran desconocidas.
Vilain, Harley y Achermann consideran que los
doctores están tomando una actitud crecientemente circunspecta ante la cirugía
genital. Los niños con DDS son tratados por equipos multidisciplinarios para
ayudarlos a gestionar su adaptación y dar soporte a cada individuo y sus
familias, pero esto usualmente involucra criar a un niño como varón o mujer
incluso si no se ha practicado cirugía. Los científicos y los grupos activistas
están mayormente de acuerdo en esto, dice Vilain: «Puede ser difícil para los
niños ser criados en un género que simplemente no existe». En la mayoría de
países, es legalmente imposible ser algo diferente a masculino o femenino.
Sin embargo, si los biólogos continúan mostrando
que el sexo es un espectro, la sociedad y el Estado tendrán después que
vérselas con las consecuencias, y resolver dónde y cómo trazar la línea. Muchos
activistas transgénero e intersexuales sueñan con un mundo donde el sexo o el
género de una persona sean irrelevantes. Aunque algunos gobiernos se están
moviendo en esta dirección, Greenberg es pesimista sobre los prospectos de
hacer este sueño realidad, al menos en los EUA. «Pienso que deshacerse de todos
los marcadores de género de una vez, o permitir un tercer marcador
indeterminado, va a ser difícil».
Así que, si la ley requiere que una persona sea
masculina o femenina, ¿debe este sexo ser asignado por anatomía, hormonas,
células o cromosomas, y qué debe hacerse si ellas entran en conflicto? «Mi
sensación es que debido a que no hay un parámetro biológico que se superponga a
otro, al final del día, la identidad de género parece ser el parámetro más
razonable», dice Vilain. En otras palabras, si quieres saber si alguna persona
es masculina o femenina, tal vez sólo debas preguntarle.
Fuente:
Nature 518, 288-291 (19 de febrero de 2015) doi:10.1038/518288a
Traducido de: http://www.nature.com/news/sex-redefined-1.16943
Nature 518, 288-291 (19 de febrero de 2015) doi:10.1038/518288a
Traducido de: http://www.nature.com/news/sex-redefined-1.16943
Citas bibliográficas:
[9] Huges, I.A., Houk, C., Ahmed,
S.F., Lee, P.A. y LWPES1/ESPE2 Consensus Group Arch. Dis. Child. 91, 554-563
(2006).
[13] Bianchi, D.W., Zickwolf, G.K.,
Weil, G.J., Sylvester, S. 7 DeMaria, M. A. Proc. Natl. Acad. Sci. USA 93,
705-708 (1996)
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