Reunión especial Consejo Permanente OEA 27 de marzo
28/03/2017
América Latina y el Caribe se encuentran a los
bordes de un abismo. El abismo lleva por nombre guerra y armamentismo. El
continuo ensañamiento del secretario general de la Organización de Estados
Americanos (OEA) contra el gobierno bolivariano de Venezuela no es fortuito y
obedece a un plan que puede arrojar a la región toda a un espiral de
degradación social.
Es materia conocida la función histórica con la que
ha cumplido esa organización desde su fundación en 1948, en términos de
alineamiento con los intereses geopolíticos de los Estados Unidos de América.
Basta recordar el aval dado al golpe de Estado en Guatemala (1954), al golpe
que derrocó a Salvador Allende en Chile (1973), al golpe militar en Brasil
contra Joao Goulart (1964), a la invasión de Panamá (1964), República
Dominicana (1965) y Granada (1983) en la que fue asesinado el presidente
socialista Maurice Bishop.
Sin embargo, no es ocioso y sí sumamente
instructivo para entender situaciones presentes, repasar en detalle algunos
documentos históricos desclasificados por el Departamento de Estado de los
EEUU, como la circular enviada el 18 de Febrero de 1954 (dos semanas
antes del inicio de la X Conferencia Interamericana de la OEA y cuatro meses y
nueve días antes del derrocamiento de presidente democrático Jacobo Arbenz) a
“ciertas”oficinas diplomáticas. En ella, el Secretario de Estado Dulles explica
que “el asunto del Comunismo en el hemisferio ofrece un caso testigo para
mostrar si la relación (con las naciones latinoamericanas) es útil y efectiva.
Obviamente si la OEA no asume una postura razonablemente fuerte en la cuestión,
será necesario cuestionar la solvencia de las relaciones en la OEA.”
Para John Foster Dulles, derrocar a Arbenz era una
cuestión casi personal, ya que además de secretario de Estado era accionista y
miembro del consejo directivo de la United Fruit Company, cuyos negocios el
gobierno guatemalteco quería “arruinar” mediante la Reforma Agraria.
En la conferencia de la OEA días después se acusó
de pro-comunista a Jacobo Arbenz y fue aprobada la “Declaración
de Solidaridad para la Preservación de la Integridad Política de los Estados
Americanos contra la Intervención Comunista Internacional”. Con este antecedente
formal, EEUU dio luz verde al general Castillo Armas, quien invadiendo desde
Honduras en Junio de 1954 derrocó a Arbenz. Es remarcable que aquella
conferencia fue realizada en la Caracas gobernada por el dictador Pérez
Jiménez, a cuya caída siguió el excluyente Pacto del Punto Fijo (1958), que
bajo la apariencia de gobernabilidad, habilitó que el duopolio de la social
democracia (AD) y el socialcristianismo (COPEI) se repartieran el poder en los
siguientes cuarenta años, excluyendo a toda fuerza de izquierda. De la cantera
de esos partidos han surgido un importante número de cuadros que hoy, desde la
Asamblea Nacional en desacato, reclaman desaforadamente una intervención
extranjera en Venezuela.
El ex presidente dominicano Leonel Fernández en una
conferencia en la misma sede de la OEA recordó cómo “en la Octava Reunión de
Consulta de Ministros de Relaciones Exteriores, que tuvo lugar en Punta del
Este, Uruguay, en enero de 1962, se indicó que como consecuencia de la
identificación de Cuba con la ideología marxista-leninista y el socialismo
soviético, lo que se consideraba antagónico con la Carta de la Organización de
Estados Americanos, se decidió excluir al gobierno de Cuba de su participación
en el sistema interamericano.” Más aún, se determinó que “la adherencia
de cualquier miembro de la Organización de Estados Americanos al
marxismo-leninismo es incompatible con el sistema interamericano y el
alineamiento de tal gobierno con el bloque comunista rompe la unidad y la
solidaridad del hemisferio”.[1]
En esa misma ocasión, Fernández puntualizó como la
OEA fue utilizada con el propósito de legitimar la invasión norteamericana de
la República Dominicana en1965, simulando una acción de carácter multilateral,
para lo cual se constituyó por primera y única ocasión, un organismo político y
militar conocido como Fuerza Interamericana de Paz. Aquella acción –
ciertamente reñida con los principios declamados por la Carta de la
Organización, tenía por objeto impedir que el presidente democráticamente
electo Juan Bosch, pudiera retomar su cargo, luego de haber sido derrocado dos
años antes.
En el caso del golpe perpetrado por Augusto
Pinochet en 1973, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, organismo de
la OEA, según consta en su informe
anual de 1974, recibió múltiples y reiteradas denuncias sobre asesinatos,
privación ilegal de la libertad, tortura, vejaciones, desapariciones,
expulsiones forzosas y censura de la libertad de expresión. Las demandas fueron
cursadas al gobierno chileno y motivaron visitas de la CIDH a Chile, pero en
ningún caso, la Organización de Estados Americanos solicitó la sanción o la
expulsión de Chile del organismo, tal como había ocurrido antes con Cuba.
A los demás encubrimientos ya mencionados, se
sumarían en los años 80 la inmovilidad de la OEA frente a la guerra financiada
e instigada por los mismos EEUU contra el sandinismo triunfante en Nicaragua.
Aquí la estratagema utilizada fue el desfinanciamiento intencional del
organismo por parte de la administración Reagan.
En ocasión de la Guerra de Malvinas, la OEA sacó
una resolución el 29 de mayo de 1982 condenando el “injustificado y
desproporcionado ataque del Reino Unido”, haciendo un llamamiento a los
Estados parte a apoyar a Argentina y pidiendo a los Estados Unidos abstenerse
de apoyar a Gran Bretaña en el conflicto.[2] Luego de que la potencia norteamericana obrase en
contra de tal declaración de manera unilateral, no hubo condena ni pedido de
expulsión alguna.
Tampoco se levantó la OEA contra las matanzas
llevadas a cabo por el ejército fascista en Guatemala y El Salvador en el marco
de su guerra contra las guerrillas sublevadas y los esfuerzos de paz finalmente
eficaces provinieron del Grupo de Contadora, lanzado inicialmente por México,
Colombia, Panamá y Venezuela, con el explícito rechazo de los Estados Unidos.
En 1989, los marines invadieron Panamá, para
apresar a Noriega. El representante permanente de los EEUU ante la OEA, Luigi
Einaudi, expresó dos días después del desembarco ante el Consejo Permanente de
la organización que “invocar el principio de intervención en este caso,
pondría a la OEA del lado de los dictadores y tiranos de este mundo, en vías de
extinción”.
Tampoco entonces ningún secretario general del
ministerio de las Colonias levantó la voz invocando “carta democrática” alguna.
Y no podría asegurarse que las cosas hoy fueran
distintas, si se observa quién es el principal financista de la organización.
Según datos propios, el Fondo Regular, de un total de 83,48 Millones u$
(2016) es cubierto en casi un 60% por los Estados Unidos. Otro 30% corre a
cargo de sus socios menores Canadá, Brasil y México, aportando los restantes 30
miembros un 10% del presupuesto total. [3] Y es sabido que el que paga el baile, pone la música.
En vista de estos antecedentes inequívocos, queda
claro que el plan actual de ataque contra la República Bolivariana de Venezuela
apunta, una vez más, a eliminar todo foco de soberanía política o postura
anticapitalista y a aumentar la gobernanza ilegítima del pretendido imperio
norteamericano sobre la región, en detrimento de toda posible relación sur-sur,
de toda integración regional autónoma o de alianzas económicas y geopolíticas
globales multilaterales, que pudieran socavar el unilateralismo.
Más allá del estricto interés geopolítico, en el
marco de la necesidad estadounidense de no perder más terreno en la competencia
económica con China y otras naciones emergentes, el diseño de la actual
ofensiva pareciera además cuadrarse con los requerimientos del complejo militar
industrial norteamericano y en particular con las necesidades de su industria
armamentista, una de sus principales fortalezas productivas.
El negocio está difícil, la competencia aumenta
En razón del abultado déficit de la administración
norteamericana, las empresas proveedoras de armas e insumos para las distintas
secciones de las fuerzas armadas de ese país, debieron compensar en años
anteriores los disminuidos contratos federales con clientes externos.
Sin embargo, la caída de los precios del petróleo y
la retracción económica mundial, si bien no hicieron disminuir el volumen total
del gasto militar, lograron retraer en algo su crecimiento. A pesar de los
severos conflictos armados en el mundo, el gasto total militar mundial aumentó
“solamente” un 1% en 2015. Las expensas desmedidas en el Asia equilibraron la
cuenta.
Pese a ello, las cifras del Stockholm International
Peace Research Institute (SIPRI) señalan que las ventas totales de las diez
principales compañías armamentistas – 8 de ellas norteamericanas – cayeron
entre 2010 y 2015 en un 22% (de 245 mil a 201 mil millones de dólares).
Los mismos EEUU, por lejos el mayor consumidor de
armamento del mundo, con un presupuesto de unos 600 mil millones de dólares
anuales, ha reducido entre 2011 y 2015 su gasto en un 16.5%. Algo similar
ocurre con Europa Central. También África y América Latina han disminuido sus
compras de armamento. Además han surgido fuertes competidores en el mercado,
Rusia (25% de la venta total de armas), China, durante varios años comprador de
primera, ya se ha convertido en el tercer mayor exportador con un 6% de la
torta, superando en las ventas a Francia, Alemania y el Reino Unido. También
India, Brasil y Polonia compiten, algo más retrasados, en esta liga del terror.
Todo lo cual sitúa a la industria armamentística
norteamericana ante el reto de contrarrestar su relativo retroceso.
El Viejo “New Deal”
Luego del derrumbe bursátil de 1929, la economía
norteamericana quedó pulverizada. La difícil tarea de recuperación sería encomendada
a Franklin Delano Roosevelt, el cual acudió a las fórmulas del keynesianismo
para inyectar liquidez y trabajo a los alicaídos ciudadanos norteamericanos.
Pero el gran negocio apareció con la II guerra
mundial, ya no era el New Deal, era el Big Deal. Todas las fuerzas productivas
posibles fueron movilizadas para el abastecimiento de la destrucción a escala
planetaria. La industria automovilística fue obligada a fabricar aviones bajo
reticencia de los empresarios y fuerte presión de los sindicatos. La producción
de aviones se multiplicó 28 veces entre 1939 y 1945. Los alicaídos astilleros
cobraron nueva vida, llegando la producción de naves a ser 17 veces mayor al
finalizar la guerra que en sus comienzos. La guerra significó para el Águila no
sólo la posibilidad de producir para destruir a otros, sino también de producir
para abastecer a las sociedades destruidas.[4]
El PBI estadounidense creció entre 1940 y 1945 de
101 a 173 mil millones gracias a la producción militar y a un abultado gasto
federal, cuyas partidas para defensa llegaron a ser del 90% del presupuesto
total en el último año de la guerra.[5]
Y este antecedente histórico es el que preside el
horizonte estratégico de desarrollo económico en los EEUU: la maquinaria
armamentista permite activar el mercado interno, destruir competidores e
infraestructura y participar de la reconstrucción de lo destruido, haciéndose
además de los recursos de los países doblegados. Eso ha sido así en todas las
presidencias anteriores y mucho menos cambiará con Trump, cuyo gabinete está
cargado de estrategas violentos, militares duros y hombres de las finanzas y de
las corporaciones.
Es tal la sinergia entre el Estado norteamericano y
los fabricantes de armas que existe un mecanismo llamado Ventas Militares al
Extranjero (FMS por sus siglas en inglés), por el cual el Estado mismo se ocupa
de actuar como intermediario, gestionando ventas de las empresas a compradores
extranjeros, sobre todo, en los casos donde los volúmenes son menores o hay
falta de experiencia en el manejo de transacciones o de determinados materiales
bélicos.
A escasos días de iniciado su período presidencial
Trump anunció que pretende aumentar las expensas militares en US$ 54 mil
millones, llevando el presupuesto de “Defensa” a un total de US$ 658,5 mil
millones.
El peligro del armamentismo se cierne sobre América
Latina y el Caribe
Aún si no se llegara a desatar una guerra total –
más allá de la guerra mediática, económica y financiera con la que hoy se ataca
a Venezuela – existe el peligro cierto de que la retórica y las acciones
diplomáticas conduzcan a una escalada armamentista en la región.
Una invasión unilateral norteamericana parece
improbable. Sin embargo, cualquier escaramuza podría ser el chispazo en el
polvorín, suscitando una clara y justificada reacción gubernamental, la cual
sería seguida por una inmediata reacción mediático-diplomática condenatoria y
la amenaza de constituir fuerzas de ocupación multinacionales “apoyadas” por
países satélites, favorables a la conspiración internacional de derecha, como
Argentina, Paraguay, Perú y otros.
Colateralmente, el nuevo clima político (y
operadores a cargo) azuzan a los distintos gobiernos de derecha de la región a
prepararse para eventuales escenarios de confrontación. O fomentan, con
distintas modalidades y argumentos, la opción armamentista recreando conflictos
fronterizos preexistentes y las necesidades crecientes de seguridad interior,
ya sea contra la delincuencia organizada o en represión de levantamientos
sociales producidos por sus mismas políticas.
Así, estas maniobras, mientras tratan de obtener
nuevamente el dominio económico y político sobre la región neocolonizada, abren
el surco para que sus compañías de armamento recuperen la delantera, frenando
la expansión china y la provisión rusa, alimentando la supuesta recuperación
económica del poder central.
Como muestra de todo esto, en la reciente reunión
del presidente peruano Kuczinski con Trump en Washington, el anfitrión insistió
en confirmar la compra de vehículos fabricados por General Dynamics para el
ejército del Perú con un costo estimado de 668 millones de dólares. O la venta
de sistemas de misiles, aprobada ya en 2016 por el Departamento de Estado al
gobierno chileno y valuada en 140 millones de la misma moneda. [6]
En la misma línea, el sitio web El destape, dio a
conocer en una nota fechada el 26/3 la lista de armamento que Argentina
solicitó a Estados Unidos a mediados del año pasado. El paquete incluye aviones
caza, tanques de guerra, misiles de mediano y largo alcance y helicópteros
similares a los utilizados en la Guerra de las Islas Malvinas, por un total de
más de dos mil millones de dólares.[7]
A todo esto se suma la tendencia militarista de
Brasil, en donde el 4 de Abril comenzará la feria de armamento Laad, que según
información propia contará con más de 600 marcas expositoras y la asistencia de
195 delegaciones oficiales.
Todas estas señales indican que los Estados de
América Latina y el Caribe, verán crecer una vez más los presupuestos
militares. Como contraste, en los últimos seis años, la región había logrado
reducirlos en un 3%, representando en la actualidad un 1.28% de su PBI total.
El desquicio social al que conduce el armamentismo
es harto conocido. La reasignación presupuestaria, el nuevo endeudamiento y el
posterior servicio de deuda implican ineludibles dificultades para atender las
necesidades básicas de las poblaciones, en especial, de los sectores más
vulnerables. Y hacen aún más remota la posibilidad de revertir la galopante
desigualdad. Una vez más, salud, educación, vivienda y cultura quedan
postergadas por las apetencias del capital y la connivencia o debilidad de
gobiernos de derecha.
Ése el final de la tragedia que comienza si
prospera la mentira de Almagro en la OEA, impulsada por EEUU y secundada por
gobernantes cómplices, que sin duda, como malos parroquianos, se irán sin pagar
la cuenta.
Notas
[1] Conferencia del Dr. Leonel Fernández, ex presidente de
la República Domicana en la sede de la OEA, Washington, 13/11/2014, rescatado
de http://eldia.com.do/texto-integro-conferencia-de-leonel-fernandez-ante-la-oea/
[2] The interamerican system snarls in Falkland War.
J.N.Moore, American Journal of International Law, vol. 76 no. 4 p. 830-831
[4] Extracto de “La Caída del Dragón y del Águila”, J.
Tolcachier, Virtual Ediciones, Santiago de Chile, 2011.
[5] The American Economy during World War II. Tassava,
Christopher.
[6] http://www.upi.com/Defense-News/2016/08/04/State-Dept-approves-300-million-aircraft-sale-to-Argentina/1131470317404/?st_rec=7471478769697
[7] http://www.eldestapeweb.com/exclusivo-la-escalofriante-lista-armamento-que-argentina-le-pidio-estados-unidos-n27058
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