En
entrevista con Convoca.pe, el juez del caso Lava Jato contó cómo fue posible
que en Brasil salga a la luz la verdad y se lleve a prisión a empresarios
poderosos como Marcelo Odebrecht
El juez
Moro, líder en la investigación Lava Jato, dio una charla en la Pontificia
Universidad Católica del Perú antes de regresar a Brasil. Foto: Milagros
Salazar - Convoca.pe
Por Milagros Salazar
Publicado el 24 de febrero de 2017
Actualización el 24 de febrero de 2017. 6:30 p.m.
Publicado el 24 de febrero de 2017
Actualización el 24 de febrero de 2017. 6:30 p.m.
Las pruebas tienen que ser categóricas. No se puede juzgar jamás a alguien según la opinión pública. Cuanto más se tarden las empresas en reconocer sus responsabilidades, más difícil será que puedan recuperar su reputación en la opinión pública porque los datos van a surgir. La sanción más dura no es la judicial sino la sanción moral. Lo dice el juez Sergio Moro que ha llevado a políticos y empresarios de Brasil a prisión por el caso de corrupción más importante de América Latina, Lava Jato.
Moro
dio estas lecciones anoche en una charla y nutrida ronda de preguntas durante
tres horas en la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP). Su
conferencia formó parte del Seminario de Tendencias contemporáneas del Derecho
de la Maestría de Gestión Jurídica de la Escuela de Postgrado de la PUCP,
adonde llegó para replicar sus reflexiones no solo de magistrado sino de
catedrático de la Universidad de Federal de Paraná, en Curitiba, la ciudad
brasileña desde donde dicta sus sentencias que abren la esperanza de una
reforma de la justicia no solo en Brasil sino en nuestro continente.
Habló
del origen y los desafíos del caso Lava Jato así como los patrones de
corrupción identificados que bien podrían resumirse en lo que él señala en base
a las pruebas recogidas: a contratos millonarios, coimas millonarias. En Perú,
la Interoceánica Sur que pasó de un presupuesto de 800 millones de dólares a
cerca de 2 mil millones de dólares en manos de empresas brasileñas que pagaron
sobornos, ejemplifica muy bien la reflexión de Moro que anoche llegó a un
auditorio de cien personas entre los que figuraba el fiscal que encabeza las
pesquisas en Perú, Hamilton Castro. Junto a él, también asistieron los jueces y
procuradores que hicieron frente a la corrupción implantada en los años 90 por
Alberto Fujimori y su asesor Vladmiro Montesinos en Perú.
La magistrada Antonia Saquicuray (de azul), jueza que inició las investigaciones de la matanza de Barrios Altos durante la dictadura de Fujimori, junto al juez Moro. Foto: Milagros Salazar - Convoca.pe.
Moro
aseguró que “aquel enfrentamiento institucional de los crímenes practicados de
la dictadura de Montesinos y Fujimori” fue una historia “muy positiva” y
que “puede servir de apoyo para el enfrentamiento de nuevas situaciones
de corrupción en la actualidad” en Perú.
A
la luz de los hechos, Moro fue enfático en señalar que la corrupción sistémica
no distingue las posturas políticas de derecha, izquierda o centro. Y por lo
tanto tampoco la justicia.
“Cuando tengo un ladrón de bancos o un traficante de drogas,
nunca me preocupo si él es de izquierda o de derecha. Esas son cuestiones que
no tienen relevancia (…) si es un político de espectro de izquierda, si es un
político de derecha o de centro, si cometió un crimen y eso fue probado, él
tiene que ser responsabilizado. Un juez tiene que ser neutro en relación a esas
situaciones. ¿Es posible decir que la izquierda es más corrupta o que la
derecha es más corrupta? Lo que existe es que en varios espectros políticos hay
personas corruptas”.
Moro
recuerda que uno de los argumentos más usados de los políticos es decir: “estoy
sufriendo una persecución política”. Pero eso no debe desviar a los fiscales y
jueces de corroborar los hechos con la fuerza de las pruebas porque “no se
puede juzgar jamás a alguien según la opinión pública”.
En
una conferencia de prensa como parte del seminario Corrupción y Estado de
Derecho organizado por la Federación Latinoamericana de Magistrados, que trajo
a Moro a Lima, él fue enfático en afirmar que “la regla de oro de la
colaboración premiada (que permite en Brasil reducir la pena a quienes
colaboren con la justicia) tiene que estar acompañada de la prueba” para
corroborar que lo confesado es verdad. Las declaraciones de Moro son
importantes en momentos en que las confesiones del exrepresentante de Odebrecht
en Perú, Jorge Barata, sobre los pago de sobornos a funcionarios peruanos
empezaron a conocerse.
La
ola de revelaciones crece cada vez más. El caso Lava Jato deja muchas lecciones
para nuestro continente como vemos en este diálogo de Moro con Convoca.pe.
Nuestros países de América Latina están marcados por
historias de impunidad, pero ahora en Brasil se ha comenzado a enfrentar con
decisión la corrupción sistémica a partir del caso Lava Jato. ¿Qué considera
que fue fundamental para que usted y su equipo lograran que emerja la verdad y
se lleve a prisión a los poderosos?
Es difícil explicar porque este caso era diferente pues
normalmente los hechos complejos tienen varias causas. En parte se debe a la
maduración de las instituciones democráticas de Brasil, la creciente
insatisfacción con los impactos de la corrupción en los costos de los servicios
y obras públicas y de la acumulación de experiencia de la justicia penal en el
tratamiento de delitos de corrupción.
Tomando en cuenta los patrones de corrupción identificados
en Lava Jato, ¿los aportes de dinero que hicieron las empresas investigadas a
las campañas electorales de los políticos pueden ser considerados actos de
corrupción o solo el pago de coimas a los funcionarios en el poder por los
contratos de las obras adjudicadas?
Cada caso tiene sus particularidades. En varios de los
procesos ya juzgados, se comprobó que eran cantidades pagadas por los
proveedores de Petrobras (empresas investigadas en Lava Jato) a los ejecutivos
de la referida empresa estatal y a los políticos que apoyaron esto. El pago de
montos millonarios a un funcionario público en ejercicio del cargo lo
caracteriza la corrupción o el soborno. No se trataba de una mera donación
electoral pues, en este caso, no tendría sentido también pagar a un ejecutivo
de Petrobras.
(En
Brasil, se descubrió que el pago de campañas electorales estaba vinculado a la
decisión de los funcionarios de Petrobras para favorecer en contratos
millonarios a las compañías hoy investigadas en Lava Jato. El juez Moro explicó
que la “regla del juego” era que los pagos estaban divididos en 50 por ciento
para el político y 50 por ciento para el funcionario de la petrolera estatal.
En Perú, el Ministerio Público investiga la entrega de dinero de Odebrecht para
la campaña electoral de 2011 de Ollanta Humala y la conexión que podría tener
con la posterior adjudicación de obras).
Las desconfianza en la justicia en América Latina es muy
alta, ¿usted considera que el golpe a la corrupción en Brasil con el caso Lava
Jato puede ser el inicio de una reforma de la justicia para que todos realmente
seamos iguales ante la ley: desde el ciudadano más pobre hasta un presidente de
una nación o de un emporio empresarial?
La democracia en el Estado de Derecho significa que todo el
mundo está sujeto a la ley y que si alguien la incumple sufrirá las
consecuencias, independientemente del poder político o económico que tenga. En
este aspecto, la operación Lava Jato representa un gran avance en un escenario
de corrupción e impunidad. Pero este avance se construye todos los días con las
instituciones y el respeto por el gobierno de la ley cada vez más fuerte. Cada
país de la región (en América Latina) tiene sus propias peculiaridades, pero es
necesario superar cada uno de esos cuadros de corrupción que nos avergüenzan.
En
ese camino, Sergio Moro considera que las compañías no pueden reaccionar como
criminales mientras avanzan las investigaciones y el recojo de las evidencias.
“Una empresa tiene una responsabilidad social enorme. Entonces no puede tener
una postura de negar y de simplemente defenderse agresivamente”, asegura. Para
él, lo mejor es que la empresa reconozca su responsabilidad públicamente “en el
momento que fue descubierta”. Y si reconocen sus faltas con sinceridad y
cumplen con sus obligaciones ante la justicia, también merecen elogios.
Los
costos de la corrupción son grandes como ha dicho Moro: ocasiona el incremento
sustancial del valor de las obras públicas, que las autoridades tomen
decisiones en función de los pagos de sobornos y no del interés público, que se
incremente la desconfianza en la justicia y se distorsione aquella premisa
máxima de que ante la ley todos somos iguales.
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