01-04-2017
Como si
no fueran suficientes los huaicos, el desborde los ríos, la caída de los
cerros, las lluvias incesantes, el implacable rugido de la naturaleza, el
colapso de los puentes y la pérdida de vidas humanas e inconmensurables daños
materiales; los medios de comunicación peruanos han desatado una nueva
tormenta: la crisis venezolana .
El tema, para la “Prensa Grande” ha desplazado de
las primeras planas a lo que hasta hoy -y desde hace casi 20 días- era la
información cotidiana. Y el rostro de Nicolás Maduro -desdibujado- ha asomado
como si fuera una suerte de “amenaza” para América entera.
Esta “tormenta” ha desubicado incluso a algunos
sectores progresistas y hasta a personalidades de la izquierda nacional.
Arrinconados por la aviesa campaña del enemigo, los más débiles finalmente se
han sumado -aun con reticencias- a la condena al proceso bolivariano de
Venezuela y han calificado de “Golpe de Estado” lo ocurrido en Caracas,
y lo ha “rechazado” por considerarlo “anti democrático”.
En torno al tema, debemos hablar claro, y sin
tapujos.
En Venezuela hay una profunda convulsión social. El
proceso de transformaciones democráticas y antiimperialistas iniciado en 1992
–y continuado hoy- sobrevive sometido a toda clase de amenazas por parte de la
reacción mundial y el Imperio, y acosado por presiones provenientes de las
castas parasitarias que siempre detentaron el Poder.
Ellas remecieron incluso los cimientos de la
sociedad venezolana hasta en dos oportunidades: cuando en abril del 2002
la “nube negra” se abatió sobre Caracas y las organizaciones patronales
y sus camarillas políticas derrocaron y encarcelaron al Presidente Hugo Chávez;
y cuando también en abril del 2014 pretendieron impedir por la fuerza el
ascenso al Poder de Nicolás Maduro, generando una criminal violencia, que d ejò
una dolorosa estela de muerte y destrucción..
Para la “Prensa Grande” estas no fueron “acciones
antidemocráticas”, sino tan sólo “expresiones de una confrontación interna
”, a la que, por lo demás, saludaron. Ante el fracaso de las mismas, alentaron
otras que ahora pretenden imponer en la Patria de Bolívar.
¿Fue acaso una casualidad que hace algunos años el
Congreso de Honduras depusiera al Presidente Manuel Zelaya; que luego en
Paraguay se hiciera esencialmente lo mismo con el Mandatario Lugo; y que
más recientemente se concretara con la destitución de Dilma Rousseff en el
gigantesco Brasil ?. Incluso, antes, en el Chile de los años 70
¿No fue acaso el Congreso el que pretendió “destituir” al Presidente Allende
mediante una acción parlamentaria? El “ Golpe” parlamentario, les parece
“legal” a los fariseos de la “democracia”.
Claro que todo eso no fue sino la antesala a lo que
se ha venido urdiendo en Venezuela. Se buscaba en el país llanero, y
afanosamente, que el Poder Legislativo depusiera al Jefe del Estado .
Incluso ocurrió ya, hace algunas semanas, que el Congreso aprobó una resolución
en tal sentido, la misma que no tuvo vigencia porque fue declara írrita por el
Tribunal Supremo de Justicia, vale decir, por el Poder Judicial Venezolano.
Ese Parlamento Venezolano actuó desde un inicio al
margen de la ley. Y se declaró en rebeldía - desacato, más precisamente-
negándose a aceptar las disposiciones judiciales que le impelían a actuar de
acuerdo a las normas de la Constitución vigente. Agotado el empeño del TSJ por
hacer valer su autoridad, finalmente ese organismo judicial lo anuló. Hoy,
llora sobre la leche derramada. Y con él, lloran sus viudas.
Fue el Tribunal Supremo de Justicia -y no el
Presidente Maduro- el que tomó la decisión referida al Parlamento Venezolano.
Se la atribuyen al Jefe del Estado, porque lo que quieren es satanizarlo a él,
para destituirlo a él y, como lo ha dicho sin rubor el Presidente de ese
“Poder” írrito “acabar con este proceso social que ha traído el desorden
en Venezuela”.
Más claro, ni el agua: lo que buscan, es acabar con
las transformaciones sociales y políticas que han devuelto la soberanía al
Estado Venezolano y entregado conquistas a los trabajadores y al pueblo de ese
país. Y ellos quieren eso, para imponer a rajatabla el “modelo” Neo Liberal que
hoy afecta a millones en todo el continente. Los peruanos los sabemos bien.
Por eso lo ocurrido en Venezuela, no se parece en
nada a lo del 5 de abril del 92 en nuestra patria. Aquí el “Golpe” -que
sí lo fue- tuvo un sólo objetivo: imponer y perpetuar el régimen de
dominación que agobia a los peruanos . Allá, la medida judicial tuvo un
sentido enteramente opuesto: impedir la consumación de un golpe reaccionario
destinado a imponer ese “modelo” contra el pueblo Venezolano.
Ni siquiera en las formas, puede equipararse un
hecho con el otro; pero mucho menos, en su esencia. Por eso la reacción peruana
–que hizo remilgos el 5 de abril- apoyó a manos llena a la dictadura
fujimorista a la que hasta hoy canta loas asegurando que “acabó con el
terrorismo” y “salvó a la economía”.
¿Fue una acción “antidemocrática”? Muy
discutible, por cierto, Pero en todo caso, lo anti democrático fue pretender
destituir al Presidente y apoderarse del Gobierno en colusión con la reacción
interna y el Imperio ¿alguien podría negar que era eso lo que se proponía
Fedecámaras y su cogollo empresarial?
Hay que entender que en un Proceso de
Transformaciones Revolucionarias resulta indispensable dictar normas que “violenten”
procedimientos formales. Jamás ha sido posible hacer una Revolución verdadera
cumpliendo al pie de la letra las disposiciones vigentes en un determinado
país. Una Revolución implica rebasar las reglas establecidas para alcanzar
un objetivo superior: la justicia social ¿Es muy difícil entender eso?.
Por lo demás, lo que ocurre en Venezuela no está
desligado del escenario mundial. El signo de nuestro tiempo está marcado por la
desbocada agresividad del Imperio. Estados Unidos busca uncir a su carruaje
a todos los países productores de petróleo: Por eso invadió Irak y mató a
Saddam Hussein; derrocó y asesinó a Gadaffi; atacó militarmente a Siria;
amenaza de manera constante a Irán. Y quiere, de Venezuela, no a Maduro, sino al
Petróleo. Y es eso, lo que está en juego.
Alguna vez le preguntaron a Mariátegui si el
justificaba “la violencia” en la Rusia Soviética. Y él respondió con entera
dignidad: “si la revolución genera violencias; yo las justifico, sin
reservas cobardes”. No olvidarlo jamás
Es bueno que en torno al tema, piense mejor las
cosas la izquierda peruana. Lo que busca la reacción es destruir el proceso
emancipador latinoamericano. Venezuela es, apenas, un eslabón de esa cadena.
Saben que no pueden acabar con su proceso mediante procedimientos “ordinarios”
y por eso exigen acciones violentas: buscan a cualquier precio derribar al
gobierno de Nicolás Maduro. Y están dispuestos a todo, para ello.
Las “viudas” de la “democracia fallecida” en
Caracas, claman hoy exigiéndole a Donald Trump, que “de una vez ”, invada
Venezuela, ocupe militarmente ese país y encarcele o extermine a su pueblo
. Si alguien duda que ése es el temperamento de los lacayos del Imperio, que
escuche las declaraciones de Jorge del Castillo, lea la columna de Aldo M. o
haga caso a las “condenas” de Luz Salgado a lo que ocurre hoy en Caracas.
Y los que -desde la izquierda a la que representan,
o dicen representar- compartan esas “condenas”, debieran entender el sentido
real de los proceso sociales: aquí no hay escapatoria, ni puntos intermedios: o
con los explotadores, o con los explotados; con los opresores, o los oprimidos;
con los imperialistas, o con los pueblos. (fin)
* Gustavo Espinoza M. pertenece a el Colectivo de
Dirección de Nuestra Bandera / http://nuestrabandera.lamula.pe
No hay comentarios:
Publicar un comentario