Dr. Hugo SALINAS
Emmanuel Macron, a sus 39 años, acaba
de ser elegido como el presidente más joven de la República Francesa, y con un
porcentaje (más del 65%) que supera largamente a todos sus antecesores. Sin
embargo, esta victoria, sin ambigüedad, ¿es la de Emmanuel Macron?
Rotundamente no. Y el mismo Emmanuel
Macron lo ha aceptado en su discurso de apertura, porque esta elección
presidencial ha sido la reafirmación del pueblo francés contra la extrema
derecha racista, xenófoba, enarbolada por Marine Le Pen, la candidata
presidencial.
Al mismo tiempo, esta elección
presidencial francesa ha puesto en evidencia, una vez más, y con una mayor
intensidad, la cólera y el pesimismo del pueblo francés, primero, votando por
el partido de la extrema derecha, quien ha alcanzado su máximo histórico en
Francia, al recoger más del 36% de los votos exprimidos. Segundo, cerca del 9%
de votantes se han expresado con un voto en blanco, nunca antes alcanzado.
Tercero, el pesimismo de la población se ha manifestado simplemente no
participando en estas elecciones presidenciales, y cuya cifra ha sido cercana
al 40% del total de votantes.
Si sumamos a la población que no ha
asistido a votar, los votos en blanco y los que han manifestado su cólera
votando a favor de Marine Le Pen, el resultado supera largamente el 60% del
total de personas habilitadas a votar. ¿Por qué esta inmensa cólera y
pesimismo?
Para explicar este fenómeno, ya
recurrente en la generalidad de las elecciones presidenciales, democráticas y
republicanas, a nivel mundial, basta examinar el programa político de Macron.
Su propuesta política tiene dos grandes
rubros. El primero es el apoyo abierto a la globalización. El segundo, para
suavizar el primero, está compuesto de algunas medidas de inclusión social,
como la eliminación del impuesto a la propiedad para las personas de menores
ingresos, o el apoyo económico a los menores de 25 años en desempleo, cuya tasa
ha alcanzado un máximo histórico en marzo 2017 (23.7%)[i].
Si miramos de cerca su apoyo a la
globalización, no tiene nada de malo. Al contrario, se encuentra en plena
sintonía con la evolución de los procesos de trabajo. Es decir, desde hace un
buen rato la economía mundial ya ingresó a la economía inmaterial, en donde las
innovaciones, los descubrimientos, las creaciones y las invenciones hacen de la
economía-mundo un solo mercado, en donde los puestos de trabajo ya no son a
vida.
La economía inmaterial (en mi léxico,
el Proceso de Trabajo de Concepción)[ii] exige
plena movilidad en los puestos de trabajo, tanto al interior de la empresa y
del país como al exterior de ellos. Esto exige una formación continua, una
reorientación profesional permanente, y una movilidad territorial también
permanente. A cambio, se obtiene una economía en crecimiento y los mejores
salarios para los profesionales.
¿En dónde está el problema, entonces?
El problema se encuentra en que la globalización, y la flexibilización en los
contratos de trabajo propuesta por Macron, se ejecutará sin hacer ningún cambio
en el actual modelo socio-económico, y que se basa en la Repartición
Individualista, en donde solamente el que maneja el acto económico se lleva el
100% del resultado neto (las ganancias) de la actividad económica del país. Y
esto, con agravantes para los trabajadores: disminución del salario real, y
aumento de las horas de trabajo. Mientras que quienes manejan el acto económico
serán gratificados con una disminución de impuestos, incentivos tributarios y
ayudas financieras millonarias con el cuento de crear nuevos puestos de
trabajo.
La política de Macrón no solamente
seguirá lo realizado por gobiernos de derecha y de izquierda precedentes, sino
que agravará la situación socio-económica de los trabajadores, de los
desempleados, de los jóvenes en búsqueda de empleo, de los jubilados, y de los
marginados; mientras que hace más millonarios a los millonarios.
Emmanuel Macron en ningún momento de su
campaña política ni en su programa de gobierno propone salir de esta situación
infernal, en donde solamente 8 personas tiene una riqueza acumulada igual a la
mitad de la población mundial[iii].
Basta ya del imperio del Capital y de
la Repartición Individualista, en donde un puñado de personas succiona el
resultado del trabajo de las generaciones presentes y pasadas. Es urgente
luchar por instalar un modelo socio-económico alternativo, cuyos dos mecanismos
fundamentales sean: primero, la propiedad colectiva y, segundo, la Repartición
Igualitaria de las utilidades de las empresas-país entre todos los habitantes
del país.
Esto no es utópico, la creación y
desarrollo de empresas-país es posible como la base socio-económica de una
nueva sociedad y de un nuevo mundo, y que tiende a reconstruir el tejido social
roto por los efectos perversos del capitalismo.
Lima, 8 de mayo del 2017
[iii] https://www.oxfam.org/es/sala-de-prensa/notas-de-prensa/2017-01-16/ocho-personas-poseen-la-misma-riqueza-que-la-mitad-mas
Hugo Salinas González
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