Comentarios que
alcanzan sobre la “Adenda de Chinchero” y la
defenestración al contralor general
Estimados amigos
Nota inicial: Este articulo se ha realizado pensado por encima de otros temas,
sobre la situación de la contraloría general que en casi treinta años, en especial, con los gobiernos democráticos
del 2001 al 2016, incluyendo a sus contralores, no tomaron la decisión de
devolver a la CG su calidad de Órgano Superior de Control, ni recuerdan estos las épocas en que bajo una
reorganización, a partir de 1972 alcanzó su edad de oro entre 1980/1987, tal como
lo manifiestan los historiadores económicos y financieros.
También
es importante relevar a los que ahora señalan que la CG y su SNC deben pasar
por una reingeniería, preguntarles donde estuvieron los analistas y los especialistas en cuestiones de
control (si cabe la expresión), cuando desde 1987 el ente contralor fue
perdiendo calidad en la toma de decisiones de ser un organismo corrector (en
exámenes de gestión y auditorias multiprofesionales) y de control de resultados en el accionar de
las entidades del Estado todo.
Esta
reflexión conduce, asimismo, preguntar ¿dónde estuvieron los que ahora atacan al
control público tanto el 5 de abril de 1992, como cuando se dictó la
Constitución Política de 1993?
Son
hechos que esas fechas se atentaron contra la rigurosidad supervigilante conque
actúo la CG desde su fundación, incluida su excelente reestructuración que se consagró
desde 1972 en dos grandes puntos en favor del órgano contralor y su sistema nacional
de control:
Primero, la autonomía
como ente superior constitucional (concordante a los artículos de la
Constitución Política de 1979);
Y segundo, lo que
corresponde a la organización en cuanto al control de resultados, dándole el
énfasis pertinente a las rendiciones de cuentas periódicas y anuales, lo que
aún falta completar bajo el marco de la racionalidad administrativa que siempre
se practicó y se debe practicar. Lo mismo en insistir en que se debe contar con
perfiles de los funcionarios y servidores, y del contralor general en cuanto a
su profesionalismo y no menos de veinte años en el desempeño de cargos en la
contraloría general.
Ante
la posibilidad de realizar una apreciación complementaria sobre la intervención
de la contraloría que dirige el CPC Edgar Alarcón, el nuevo contralor general
que, desde junio del 2016 viene ejerciendo tan importante cargo, en líneas
generales se diría que su desempeño superó las expectativas.
Tanto
el poder ejecutivo, como el congreso de la república al poco tiempo de
instalado el nuevo régimen, aparecen dándole su confianza al contralor general
Edgar Alarcón Téjada.
Sin
embargo, su sobre exposición ayudó a la ojeriza de los detractores tanto del
contralor Alarcón, como de la institución contralora en razón a que ésta ha
venido dando pasos institucionales significativos, de manera tal que el
conservadorismo lobbysta y lógicamente neoliberal, siempre ha estado presto a
criticar el accionar de la contraloría general y disparar contra el contralor
ante cualquier indicio incorrecto del accionar institucional.
Es
decir, la extrema crítica formada por los curtidos conservadores neoliberales,
insisten en que la institución contralora no posee personal calificado comparativamente
con los profesionales de ProInversión; además existe el prejuicio de que el ente contralor al
intervenir en las entidades públicas casi siempre que entorpece el desarrollo
de las mismas, en particular cuando se trata de los proyectos de inversión publico/privada.
Bajo
este marco el poder ejecutivo, comenzó a negociar una adenda con la empresa
concesionaria de la construcción y administración del Aeropuerto del Cusco. La
intención era que la mencionada adenda subsanara las deficiencias del contrato firmado
durante el gobierno anterior, pues en general tanto el ejecutivo, como una buena
parte de los partidos de la oposición mostraron que el contrato tenía muchos
defectos que al final atentaban contra los intereses del país.
Al
ministro de transportes Vizcarra le tocó preparar la adenda sobre la cual se
hicieron varias formulaciones, habiendo en consecuencia avances y retrocesos. Una
vez redactada la adenda no encontró el clima favorable, tomó la decisión de poner
a la entidad contralora como dirimente y hasta de juez, funciones y
competencias que no son propias de la contraloría general, como para resolver
el caso de la adenda al contrato de ejecución del Proyecto del Aeropuerto.
La
aceptación tácita por parte del contralor general Edgar Alarcón de que sería la
instancia dirimente, sin precisar las consideraciones de que no era competencia
del Órgano Superior de Control, quien tomara la decisión de solucionar todo lo
referido a la adenda, al intervenir estaría comportando como una instancia de
gobierno. No se tomó en cuenta que esta responsabilidad le corresponde a las
entidades de proinversión que, como brazo técnico le corresponde la viabilidad
total de los proyectos de inversión tanto para programar y poner las bases de
la formulación de los proyectos, como de las supervisiones y correcciones en
vía de perfeccionar en diversos aspectos técnicos y financieros que sean
pertinentes, labor que cumple no sólo concordando con la política del gobierno,
sino manteniendo coordinación estrecha con el poder ejecutivo.
En
consecuencia, la dirimencia de la CG no sería pertinente, porque el Órgano
Superior de Control supervigila (no supervisa) el accionar y gestión de la
entidades públicas; es decir, en el marco de su característica supervigilante,
participa en el accionar de la actividad pública, cuidando en este caso de los
proyectos, y que estos se formulen bajo los márgenes no sólo
técnico/administrativo de la inversión, vinculados a los asuntos de la
programación presupuestal, sino en cuanto a lo que representa la preservación,
en la utilización de los fondos públicos.
Dadas
las características de este tipo de contratos de concesión, estos tienen el
carácter de “contratos ley”, requieren de ser posible que la CG sea consultada
y que esté preparada, para que de manera llegara a dictaminar, señalando las observaciones
encontradas.
Esto
no significa que el ente contralor, en primer lugar no exceptúe que el contrato
que se pone en marcha, impida que el proyecto de inversión sea motivo de
exámenes y auditorias, por ser estas funciones esenciales de control; y en
segundo lugar, la contraloría general está obligada a evaluar los avances de la
obra y el uso de los fondos, y que se registren como control de resultados, a
través de las periódicas rendiciones de cuentas.
De
acuerdo a lo detallado en los párrafos anteriores acerca de la formulación de
la adenda al contrato de concesión, el actual gobierno parece no darse cuenta
de cómo se ha comportado, ni ha intentando reconocer que no ha venido
procediendo de acuerdo a las funciones y competencias de los organismos
públicos; el analista político del diario “El Comercio” y ex ministro, Fernando
Rospigliosi Capurro con sus comentarios concuerda a lo que se ha dicho, en
cuanto a que no se procedió con las líneas que fijan las direcciones sobre las
funciones establecidas en el tratamiento de las importantes acciones de un
gobierno (ver artículo del 3 de junio del 2017).
El
analista Rospigliosi en su artículo publicado precisa que lo de Chinchero
resultó “catastrófico para un gobierno que depende, más que ningún otro desde
la restauración de la democracia, de la aceptación de la opinión pública”;
señala tres motivos, donde la renuncia del ministro de transportes Vizcarra,
jugó importante rol, al convertirse en el eje del problema no resuelto.
El
primero, socava la credibilidad del gobierno y en especial del
presidente; el segundo, incentivó expectativas de que el aeropuerto sería
construido de inmediato; y el tercer motivo, las
intervenciones del gobierno fueron encabezadas por el propio presidente, siendo
que el gobierno abría un flanco peligroso en la presunta defensa de los
intereses privados. Los tres motivos explicativos no pueden dejar de lado que
al gobierno se le acusara de lobbysta, lo que demuestra la terquedad y la
estrategia que había seguido sin éxito para el gobierno.
Ante
la apreciación de cómo se desempeñó el gobierno se puede adelantar ¿por qué
éste hizo vivir a todos en una aparente confusión?, ¿y en cuánto a la forma de
encarar la negociación del contrato ya firmado y de la adenda que motivaron los
mayores comentarios negativos?, llamándola de manera reiterada de entreguista.
Martín
Vizcarra jugaba ya su partido aparte. Acorralado por varios frentes buscó como
se ha visto que sea la CG quien diera la última palabra, asumiendo ésta un
cargo indebido de ser dirimente.
Sin
embargo, el pronunciamiento de la contraloría general fue contrario a la
adenda, lo que puso en gruesos aprietos al gobierno, siendo que el ministro
Vizacarra renunciara, ello le permitió que se salvara no sólo del voto de
censura del congreso; sino sobre todo alcanzará su propia liberación de las
presiones de intereses que estaban detrás, para que se llevará acabo a como
diera lugar el proyecto del Aeropuerto de Chinchero.
Es
probable que el gobierno intentó sobreponerse en un primer momento a lo
que la CG no consideraba aceptable y cuyo informe impediría a su ministro de
transporte Martín Vizcarra sacar adelante el proyecto de concesión, primero fue
el ingeniero Vizcarra como se ha visto quien
trató de abordar al contralor general por su parte sin éxito; luego, será el
ministro de economía Alfredo Thorne en tratar de convencer al contralor general
Edgar Alarcón que fuera capaz de dictaminar en favor de la adenda. El ministro
Thorne sería el más decidido, pues a nombre del presidente de la república,
llegaría en determinado momento de la última reunión a presionar, a la primera
autoridad de la contraloría general.
La
inexplicable intención de presionar lo hizo utilizando el argumento de que el
presidente requería mucho apoyo de la CG, para los diversos proyectos en
revisión y la reconstrucción de las zonas desvastadas por el niño costero, y
que, el gobierno aceptaba apoyar las ampliaciones de su presupuesto solicitadas
en catorce millones de soles, habiéndose ordenado que la mitad de las
transferencias presupuestales se hicieran realidad, lo que faltaba, el
presidente lo aprobaría considerando lo conversado en dirección, a que el ente
contralor fuera el mejor colaborador en las ejecuciones de las obras de los
proyectos de inversión.
Empero,
en
un segundo momento, el gobierno derrotado buscó salir de tan difícil
situación en que se jugaba peligrosamente su estabilidad, para lo cual pronto
habría de encontrar un chivo expiatorio, para que los focos de la atención
pública se desplazaran a la contraloría general pagando el precio, por haberle
enmendado la plana a su adenda que impidió salir adelante para ejecutar el
proyecto.
Como
nunca no falta algún pretexto, esta vez el elegido sería el mismo contralor
Alarcón, quien caería en desgracia por las denuncias puestas en valor después
de un año de olvidadas cuando desempeño anteriores cargos, cometió los
desatinos de hacer negocios con sus hijos en la compra y venta de autos y de
liquidar con un mayor incremento a las indemnizaciones de un personal que se le
canceló sus contratos de trabajos y de otras adquisiciones personales.
Estos
descubrimientos tuvieron eco no sólo en los allegados al gobierno, sino en los
medios de comunicación concentrados que como ya se ha comentado están a la caza
de golpear no a un contralor en falta, sino en armar un ruidoso escándalo
dirigido a desprestigiar a la vez a la institución contralora, acusándola desde
no tener cuadros de control, pasando que su informe no se ajustaba a los
cánones de las formas de inversión, en especial de lo publico/privado hasta de
su reorganización con camino a desaparecer o que siga disminuida, sin
intervenir y silenciosa; es decir, reeditar su triste comportamiento desde 1992
al día de hoy.
Terminamos
este artículo bajo crispadas expectativas que se resumen en dos puntos: el
primero, señalando que el control público no es del agrado de quienes
gobiernan. Ellos están adheridos a intereses, en especial cuando hay lobbystas
de trayectoria entreguista, estos necesariamente son adversarios. E igual pasa
con los grupos de poder económico
(inversores y concesionarios) que son indudablemente acompañantes de esta aversión
al control público.
A
los que se suman los dirigentes de opinión del neoliberalismo que sirven a los
conservadores dueños de los medios de comunicación que son por demás influyentes,
llegan a todos los sectores con el
repetitivo mensaje que el control no satisface a quienes gobiernan y a quienes
sus inversiones en el Estado hacen frente a un aparato contralor que traba y
retrasa, al estar constituido por personal nada calificado.
El segundo, pueda que como en 1992
surja la reorganización engañosa, para el contento de quienes vieron y ven que el
control detiene la ganancia rápida de
los inversores y que continúen no interviniendo en los procesos de los
adicionales de obras que terminen en las adendas, las cuales en estas últimas
décadas se han repetido hasta el infinito.
La
contraloría general de aparentes como de discutidas atribuciones choca con el Estado
mínimo, su substrato impulsa a rechazar al control que entorpece, por su
aparato burocrático, lo que aprovechan los adversarios del control para propalar
un mensaje teñido de la soberbia ruidosa de quienes consideran que fuera del
Estado está la excelencia, aunada a otra afirmación insensata, la cual incide
que en la organización contralora no hay profesionales de calidad, sembrando
dudas e insinuando temerariamente que desaparezca el ente de control público.
La marcada soberbia
de los adversarios del control se presentan lamentablemente en este cuarto gobierno elegido
democráticamente, lo que históricamente no impide ratificar que, siguen
los alardes del poder criollo/mestizo de gobernantes que no pierden la
temible decisión de influenciar a quienes se puedan manipular, caso del
ministro de economía Alfredo Thorne hacia el contralor general Edgar Alarcón,
para que cambie el informe contrario a la adenda, calificada de
entreguista.
En
síntesis, partiendo de la ignorancia que existe sobre el control, y en
particular, bajo la influencia neoconservadora que no cree en el control;
además, es obvio que faltan conocimientos para tomar decisiones por parte de
los poderes públicos hacia la contraloría general y del SNC que aún guarda
reservas institucionales.
¿En esas
condiciones podrían expedirse nuevas leyes generales de control? Llegando a concretar y/o
encaminarse a recomponer a tan importante Órgano Superior de Control, y
siguiendo su secuencia ¿se seleccionará al nuevo contralor general
bajo el perfil que se propone en este trabajo?
Autor: Fernando Anibal Arce Meza |
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