Publicado
por Francisco Umpiérrez Sánchez
La religión tiene tres
dimensiones: la teológica, donde se trata de demostrar la existencia y la
necesidad de los dioses; la ética, donde se trata de los principios y valores
para llevar una vida espiritual que procure el bien social; y la sociológica,
donde los religiosos convertidos en poder institucional quieren transformar el
mundo en conformidad con su concepción del mundo. El ateísmo tiene también esas
tres dimensiones: en el ámbito de la teología trata de demostrar la necesidad
de la existencia de dios y lo presenta como una creación fantástica del ser
humano; en el ámbito de la ética comparte algunos principios y valores
idénticos a la religión puesto que también busca el bien social; y en el ámbito
sociológico también busca transformar el mundo pero de acuerdo con su
concepción atea. Yo creo que el mundo sería mejor si el ateísmo entendido en su
sentido profundo desempeñara en el sistema de enseñanza el mismo papel que
desempeña la religión. Cuando hablo de ateísmo no hablo del ateísmo proveniente
de las ciencias naturales, sino del proveniente de la filosofía, donde podemos
destacar figuras tan trascendentales como Feuerbach, Nietzsche y Marx.
El terrorismo es
terrorismo, independientemente del ropaje con el que se vista e independientemente
de las circunstancias históricas que lo hagan brotar. Explicación sí tiene, lo
que no tiene es justificación. Tampoco es correcto decir que el terrorismo
islamista no tiene nada que ver con la religión, que el islam no manda a
asesinar, que el islam busca el amor y la paz entre los hombres. Este punto de
vista es un error. El Manifiesto Comunista nos enseñó que existen
distintas clases de socialismo: burgués, reaccionario, feudal,… No podemos
hacer como hacen los puristas cuando afirmaban que en la URSS no había
socialismo. Se equivocaban, en la URSS si había socialismo, pero un socialismo
semifeudal, reaccionario y burocrático. Los adjetivos negativos, como por
ejemplo el adjetivo fascista aplicado al socialismo de la URSS, no niegan ni anulan
el sustantivo. Así que el islamismo terrorista no niega el islamismo. Los
terroristas que actuaron en Las Ramblas de Barcelona eran islamistas, eran
jóvenes que habían abrazado en su corazón y en su mente la religión musulmana.
De una manera equivocada, tal vez; pero no por ello dejaban de ser islamistas.
La religión en manos de esos jóvenes, o en la cabeza de esos jóvenes, no era
una simple máscara, sino una ideología extremista y perversa.
La religión, en tanto
ideología, se alimenta de la realidad, mientras que los planteamientos
teológicos, las preguntas acerca de la existencia y el modo de existencia de
Alá o de Dios, no tienen ninguna importancia en la ideología religiosa de
masas. Los terroristas de las Ramblas creían en Alá y creían en un Alá
vinculado al Estado Islámico y a sus intereses. La religión, cualquier religión
actual, se alimenta continuamente de la realidad actual y se conserva gracias a
esa relación. De ahí que los líderes religiosos, sean cristianos o musulmanes,
intervengan en todos los asuntos mundanos: en el trabajo, en la familia, en los
valores, en los derechos y libertades de las mujeres, en la vestimenta, y en la
guerra y en la paz. Quieren estar en todo y en todo quieren imponer su credo. Y
para equilibrar el poder y protagonismo que la religión está adquiriendo por
medio del terrorismo islamista, se hace necesario un fuerte desarrollo no de la
ideología aconfesional sino del ateísmo, entendido como una ideología que lucha
contra la enajenación religiosa del hombre.
Hay que tener cuidado con
ir hacia atrás. Desde el siglo XIX la ideología dominante ha sido la
economía política. Solo en las épocas feudales la religión es la ideología
dominante. Y no podemos permitir que en la Unión Europea la lucha contra el
terrorismo islámico se convierta en un fortalecimiento de la religión y ocupe
en la vida social un papel que no debe ocupar. Todavía vivimos en la época de
los Estados nacionales. Recién estamos entrenando las regiones económicas: la
unión económica, política y cultural de varios Estados nacionales. Esta es la
época en la que vivimos. Es una manifestación más de la globalización. No
existen Estados cristianos y Estados musulmanes. Solo el ISIS, y que está a
punto de pasar a la historia como un dramático recuerdo, es el que ha
pretendido crear una Estado islámico, un Estado definido en términos
religiosos. El conflicto entre la religión cristiana y la religión musulmana no
existe. Todo lo contrario: se benefician, se apoyan y se fortalecen mutuamente
en la pretensión de hacer un mundo cada vez más religioso. Es cierto que en
ciertos países árabes, con débil o desestructurado desarrollo económico, la
religión se ha convertido en una parte sustancial de la ideología dominante,
pero como medio para lograr la unidad y la defensa frente al imperialismo
occidental, sobre todo en el ámbito cultural y en el ámbito de los valores
éticos. Desde que en los países árabes el desarrollo económico capitalista se
fortalezca, la religión dejará de ser parte sustancial de la ideología dominante
y lo será por completo la economía política.
Fue la revolución
burguesa quien liberó al ser humano de la religión, pero mediante un rodeo y no
directamente, declarando al Estado ateo. El Estado ateo, el Estado
aconfesional, no acaba con la religión, sencillamente la circunscribe en el
ámbito privado. Y es en este ámbito privado donde la religión ha adquirido,
ponemos de ejemplo a EEUU, un notable desarrollo. De ahí que el ser humano no
se haya liberado de la religión. Dios o Alá no es más que la imagen de un
hombre todopoderoso creado por el propio hombre. Y ese hombre creado por la
fantasía humana se presenta como si estuviera dotado de vida propia y dictara a
los hombres y mujeres lo que deben hacer, e incluso en la religión islamista
cómo deben vestir. Lo que defiende el ateísmo es que eso que los religiosos
dicen que dice Dios no es más que lo que dicen los propios hombres religiosos.
Creer en Dios, en un ser todopoderoso que existe en un mundo que no es de este
mundo y cuya existencia no puede demostrarse, es una de las formas de
enajenación de masas más profundas y arraigadas que existen. Y el ateísmo solo
lucha por los valores que desengañen al hombre de sí mismo en tanto hombre
religioso. En palabras de Marx: “La crítica de la religión desengaña al hombre
para que piense, para que actúe y organice su realidad como un hombre
desengañado y que ha entrado en razón, para que gire en torno a sí mismo y a su
sol real. La religión es solamente el sol ilusorio que gira en torno al hombre
mientras éste no gira en torno a sí mismo”.
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