11-10-2017
Traducido para Rebelión por Silvia Arana
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Estados Unidos tiene el mayor índice de desigualdad, la tasa
de mortalidad más alta, los impuestos más regresivos y el mayor subsidio
público a banqueros y multimillonarios que ningún otro país capitalista
desarrollado.
En este ensayo
examinaremos las raíces socio-económicas de la desigualdad y la relación entre
la concentración de riqueza y el retroceso de las clases trabajadora y
asalariada.
Cómo los multimillonarios llegan a ser
multimillonarios
La evasión impositiva, en todas sus formas, es una
de las fuentes más constante de la riqueza de los multimillonarios. Contrario a
lo que dice la propaganda mediática a favor de los negocios, entre un 67 y un
72% de las corporaciones no pagan ni un céntimo después de los créditos y
exenciones fiscales que reciben... mientras que los trabajadores pagan de un 25
a un 30% de sus ingresos en impuestos. La tasa de la minoría de corporaciones
que pagan impuestos fue del 14%.
Según el Servicio de Renta Interna de EE.UU. (IRS,
según sus siglas en inglés), la evasión impositiva de los multimillonarios
asciende a $458 mil millones de dólares por año, casi un billón de dólares en
pérdida de ingreso público cada dos años, según este cálculo moderado.
Las corporaciones más grandes de EE.UU. guardan más
de 2,5 billones de dólares en paraísos fiscales del exterior, donde no pagan
impuestos o pagan impuestos bajísimos de menos del 10% de tasa impositiva.
Mientras tanto, las corporaciones estadounidenses
en crisis se beneficiaron de una ayuda de más de $14,4 billones de dólares
(Bloomberg solicitó 12,8 billones) de dinero público, de fondos combinados
entre el Tesoro y la Reserva Federal, provenientes mayoritariamente de los
contribuyentes estadounidenses, que en su mayoría son trabajadores, empleados y
jubilados.
Los banqueros que se beneficiaron del rescate con
dinero público invirtieron los préstamos sin interés o con bajas tasas de
interés y ganaron miles de millones, la mayor parte de los cuales provino de
ejecuciones hipotecarias de viviendas de la clase trabajadora.
A través de resoluciones judiciales favorables y
ejecuciones hipotecarias ilegales, los banqueros desalojaron a 9,3 millones de
familias. Más de 20 millones de personas perdieron sus propiedades, a menudo
debido a deudas ilegales o fraudulentas.
Una pequeña cantidad de estafadores financieros,
incluyendo ejecutivos de los principales bancos de Wall Street (Goldman Sachs,
J. P. Morgan y otros), pagaron multas, pero nadie fue a la cárcel por el
gigantesco fraude que causó la miseria de millones de estadounidenses.
Hay otros banqueros estafadores, como el actual
Secretario del Tesoro, Steve Mnuchin, que se enriquecieron con ejecuciones
hipotecarias ilegales de miles de viviendas en California. Algunos fueron
enjuiciados, pero todos fueron exonerados, gracias a la ayuda dada por líderes
del Partido Demócrata durante el gobierno de Obama.
Silicon Valley y sus multimillonarios innovadores
hallaron nuevas maneras de evadir impuestos usando paraísos fiscales en el
exterior y deducciones impositivas dentro del país. Incrementan su riqueza y
las ganancias corporativas pagando localmente salarios en el umbral de pobreza
a sus trabajadores manuales y de servicios. Los ejecutivos de Silicon Valley
“ganan” mil veces más que los trabajadores del sector productivo.
Las desigualdades de clase son enfatizadas con las
divisiones étnicas: los multimillonarios blancos, chinos e indios (de la India)
explotan a trabajadores afroamericanos, latinoamericanos, vietnamitas y
filipinos.
Los multimillonarios en conglomerados comerciales
como Walmart, explotan a los trabajadores pagándoles salarios de miseria y
proveyéndoles beneficios escasos o nulos. Walmart obtiene $16 mil millones de
dólares de ganancias por año gracias a que solo le pagan a sus trabajadores
entre $10 y $13 dólares por hora y dependen de la asistencia estatal y federal
para que le brinde a las familias empobrecidas el servicio Medicaid [1] y
cupones para alimentos. El plutócrata de Amazon Jeff Bezos explota trabajadores
pagándoles $12,5 por hora mientras que él ha acumulado más de $80 mil millones
de dólares en ganancias. El CEO de la empresa UPS gana $11 millones por año explotando
a sus trabajadores con un pago de $11 por hora. El CEO de Federal Express, Fred
Smith, gana $16 millones anuales y le paga a sus trabajadores $11 por hora.
La desigualdad no es un resultado de la
“tecnología” ni de la “educación” -eufemismos contemporáneos que alimentan el
culto de superioridad de la clase dominante- como les gusta decir a los
economistas y periodistas liberales y conservadores. La desigualdad es el
resultado de los salarios bajos, las enormes ganancias corporativas, las
estafas financieras, la evasión impositiva multimillonaria y la entrega de
miles de millones del tesoro público a las corporaciones. La clase gobernante
domina la “tecnología” de explotar el Estado a través del saqueo de su erario y
de la clase trabajadora. La explotación capitalista de trabajadores del sector
productivo con salarios bajos provee miles de millones adicionales a las
fundaciones filantrópicas multimillonarias asociadas para pulir su imagen
pública usando otra forma de evasión de impuestos: las “donaciones”, que sirven
para exaltar su propia importancia.
Los trabajadores pagan impuestos desproporcionados
en educación, salud, servicios públicos y sociales y subsidios a los
multimillonarios.
Los multimillonarios en la industria armamentista y
los conglomerados de seguridad y mercenarios reciben más de $700 mil millones
de dólares del presupuesto federal, mientras que más de 100 millones de
trabajadores estadounidenses carecen de atención sanitaria adecuada y sus hijos
asisten a escuelas en edificios deteriorados.
Trabajadores y jefes: tasas de mortalidad
Los multimillonarios y sus familias disfrutan de
una vida más larga y saludable que los trabajadores. No necesitan ni de seguros
médicos ni de hospitales públicos. Un CEO vive un promedio de diez años más que
un trabajador y disfruta de veinte años más de condiciones de vida saludable.
La atención médica privada provee los tratamientos
más avanzados y seguros, incluyendo los medicamentos más efectivos, lo que
permite que los multimillonarios y su familia vivan más y en mejores
condiciones. La calidad del servicio médico en general, y la alta capacitación
de los profesionales a cargo presentan un agudo contraste con el servicio
médico disponible para el resto de la población. Esta situación crea un apartheid,
o sistema segregado, en la atención médica en EE.UU.
Los trabajadores son tratados y maltratados por el
sistema de salud: Reciben tratamiento médico inadecuado y, a menudo, inepto;
atención superficial de parte de asistentes médicos sin experiencia y terminan
siendo víctimas de una extendida práctica de exceso de medicación con
narcóticos y otros medicamentos altamente adictivos. La medicación excesiva
recetada por “profesionales” incompetentes ha contribuido de manera
significativa a la muerte precoz de trabajadores, ha incrementado los casos de
sobredosis de opiáceos, discapacidad causada por adicciones y el descenso en la
pobreza, que muchas veces trae consigo la pérdida del hogar. Estas prácticas
irresponsables han creado ganancias multimillonarias adicionales a las empresas
aseguradoras de élite, las cuales pueden suspender las pensiones y las
responsabilidades de los seguros médicos cuando los trabajadores lesionados,
enfermos, discapacitados o adictos salen del sistema o mueren.
La reducción de la expectativa de vida de los
trabajadores y miembros de su familia es un motivo de celebración para Wall
Street y la prensa financiera. Más de 560.000 trabajadores murieron por el uso
de opiáceos entre 1999 y 2015, lo que contribuyó a bajar la expectativa de vida
de los asalariados y redujo las responsabilidades para pagar pensiones tanto de
Wall Street como del Seguro Social (Social Security).
Las desigualdades son acumulativas y afectan a
varias generaciones y sectores sociales.
Las familias de los multimillonarios, hijos y
nietos, heredan miles de millones. Tienen acceso privilegiado a las escuelas y
a las clínicas más prestigiosas; y convenientemente se enamoran de personas
igualmente privilegiadas y bien conectadas con las que unen fortunas y forman
imperios financieros aún más grandes. Su riqueza les permite comprar una
cobertura de prensa favorable, incluso servil, y les garantiza acceso a los
abogados y contadores más influyentes para encubrir estafas y evasión
impositiva.
Los multimillonarios contratan a innovadores y managers
de maquilas -con diplomas en negocios (MBA)- para que inventen nuevas maneras
de recortar los salarios, incrementar la productividad y asegurarse de que las
desigualdades se profundicen aún más. Los multimillonarios no tienen que ser ni
los más brillantes ni los más innovadores, puesto que ellos pueden simplemente
comprar en el “libre mercado” ese talento y descartarlo a su antojo.
Los multimillonarios compran a otros o se unen a
otros, formando directorios entrelazados (interlocking directorates [2] ). Bancos,
tecnología de la información, fábricas, almacenamiento, alimentos, artefactos,
laboratorios farmacéuticos y hospitales están directamente relacionados con las
élites políticas que se deslizan por las puertas rotatorias para reunirse con
el FMI, el Banco Mundial, el Tesoro de EE.UU., los bancos de Wall Street y los
prestigiosos bufetes de abogados.
Consecuencias de las desigualdades
En primer lugar, los multimillonarios y sus
asociados políticos, legales y corporativos ejercen un dominio sobre los
partidos políticos. Designan a los líderes y a todo aquel que desempeñe un
puesto clave asegurándose que los presupuestos y las medidas políticas
incrementarán sus ganancias, erosionarán los beneficios sociales de las masas y
debilitarán el poder político de las organizaciones populares.
En segundo lugar, se traslada el peso de la crisis
económica sobre los hombros de los trabajadores: los echan y los vuelven a
contratar a tiempo parcial, como mano de obra temporal. Los rescates con dinero
público, aportado por los pagan impuestos, son subsidios que los
multimillonarios reciben gracias a la doctrina que sostiene que los bancos de
Wall Street son demasiado grandes para fracasar y los trabajadores son
demasiado débiles para defender su salario, trabajo y estándar de vida.
Los multimillonarios compran a las élites
políticas, que a su vez designan a las autoridades del Banco Mundial y del FMI
que tienen la tarea de establecer políticas que congelen o reduzcan los salarios,
recorten las obligaciones de las corporaciones y de la salud pública y aumenten
las ganancias privatizando empresas públicas y facilitando el traslado de las
corporaciones a países con salarios e impuestos más bajos.
Como resultado, los trabajadores -que reciben pago
por hora o por mes- están menos organizados y tienen menos influencia; trabajan
más por menos dinero, sufren mayor inseguridad laboral y más lesiones -físicas
y mentales- en el lugar de trabajo, caen en el deterioro y la discapacidad, salen
del sistema, mueren anticipadamente y más pobres y, en el proceso, proveen
ganancias inimaginables para la clase multimillonaria. Incluso las adicciones y
la muerte son fuente de ganancia -como puede atestiguar la familia Sackler,
fabricante de Oxycontin [3] .
Los multimillonarios y sus acólitos políticos
sostienen que una agudización del sistema impositivo regresivo incrementaría
inversiones y puestos de trabajo. Los datos dicen otra cosa. El grueso de las
ganancias repatriadas se usan para comprar acciones de la propia cartera con el
fin de incrementar las ganancias de sus inversores; no se invierten en la
economía productiva. Los conglomerados entienden que menos impuestos y más
ganancias es igual a más compras de empresas (más concentración) y mayor migración
hacia países con salarios más bajos. En realidad, los impuestos son menos de la
mitad de lo que dice la tasa y son un factor principal en la agudización de la
concentración de riqueza y poder -ambos causa y efecto a la vez.
Las élites corporativas, los multimillonarios del
complejo Silicon Valley-Wall Street están relativamente satisfechos de que sus
preciosas desigualdades sean garantizadas y expandidas con los presidentes
Demócratas y Republicanos, mientras continúan los “buenos tiempos”.
Lejos de la élite multimillonaria, los capitalistas
locales también claman por mayor inversión pública en infraestructura para
expandir la economía interna, menos impuestos para aumentar las ganancias y más
subsidios estatales para incrementar la capacitación de la fuerza de trabajo
mientras se reducen los fondos para salud y educación pública. No son
conscientes de la contradicción que esto involucra.
Dicho de otra manera, la clase capitalista como un
todo, la nacional y la internacional, persiguen las mismas políticas
regresivas, promoviendo la desigualdad en su lucha por incrementar su parte en
las ganancias.
Ciento cincuenta millones de contribuyentes
asalariados han sido excluidos de las decisiones socio-políticas que influyen
directamente en su salario, empleo, tasas de impuestos y representación
política.
Ellos entienden o por los menos tienen la vivencia
de cómo funciona el sistema de clases. La mayoría de los trabajadores conocen
las injusticias derivadas de los falsos “tratados de libre comercio” y del
sistema impositivo regresivo que abruman a la mayoría de los trabajadores.
Sin embargo, la desesperación y hostilidad del
trabajador se enfoca directamente contra los “inmigrantes” y contra los
“liberales” que han apoyado la importación de mano de obra barata y poco
calificada con el disfraz de “libertad”. Esta imagen “políticamente correcta”
de la mano de obra importada sirve para encubrir una política que ha servido
para abaratar los salarios, beneficios y condiciones de vida del trabajador de
EE.UU, ya sea en la tecnología, construcción o sector productivo. Los
conservadores adinerados, por otra parte, se oponen a la inmigración con el
disfraz de “ley y orden” y para bajar el gasto social -a pesar del hecho de que
todos ellos usan los servicios de niñeras, tutores, enfermeras, doctores y
jardineros. Sus sirvientes pueden también ser deportados si fuera conveniente.
Los temas planteados a favor o en contra de los
inmigrantes eluden la causa de origen de la explotación económica y la
degradación social de la clase trabajadora: la alianza entre la clase
multimillonaria y la élite política.
Para revertir las prácticas impositivas de carácter
regresivo y la evasión de impuestos, los bajos salarios y el incremento de las
tasas de mortalidad causado por narcóticos y otras causas que se pueden
prevenir -que redundan en ganancias para las compañías aseguradoras y la
industria farmacéutica- es necesario forjar alianzas que conecten a los
trabajadores, pensionados, estudiantes, discapacitados, ciudadanos desalojados,
deudores, subempleados e inmigrantes como una fuerza política unificada.
¡Es más fácil decirlo que hacerlo, pero al menos
hay que intentarlo! Absolutamente todo está en juego: vida, salud y felicidad.
Notas de
la traductora:
[1] Medicaid es un programa que provee servicios
médicos a las personas de recursos limitados. Cofinanciado por el gobierno
federal y los gobiernos estatales, es administrado por cada estado, el que
tiene amplio poder de decisión para determinar quién puede acceder al programa.
[2] Intelocking directorate se refiere a la
relación entre miembros de directorios de diferentes corporaciones en la que la
misma persona forma parte de varios directorios. La conexión cobra mayor
relevancia cuando los productos de las empresas involucradas se supone que
deben competir en el mismo mercado, pero, por conflicto de intereses no lo
hacen y, por tanto, no cumplen con las leyes federales antimonopólicas, como la
ley Clayton, que prohíbe específicamente la existencia de directorios
entrelazados.
[3] Oxycontin: analgésico opiáceo de acción
prolongada.
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