06/10/2017
| Michael Lowy
Este título parece una provocación: ¿no había dicho
Gorz en 1980 su Adiós al marxismo? Ésta parece ser la opinión de muchos de sus
partidarios o adversarios. En cambio, también está el punto de vista de un
observador inteligente, distante pero no carente de simpatía, Alain Touraine,
en 1993: “André Gorz es el más verdaderamente marxista de todos los pensadores
europeos y también − ¿habría que decir: pero también?− el más imaginativo y el
más activamente antidoctrinario. Con él, el marxismo tiene la fuerza liberadora
que tenía el propio Marx, cuando criticaba el jacobinismo francés o la derecha
hegeliana”1. El filósofo Arno Münster, eminente gorziano, constata tanto su distancia
como su vinculación persistente con el marxismo: “a pesar del escepticismo que
muestra sobre el concepto central de la sociología marxista, después de la
publicación de Adiós al proletariado Gorz continúa razonando y pensando en el
marco de la mayor parte de los otros conceptos clave de la teoría marxista, con
la perspectiva de operar una síntesis entre la ecología política y una crítica
de la economía política expurgada de sus dogmas”2. En fin, Françoise Gollain,
otra gorziana importante, resume así su trayectoria: “Contra la tradición
marxista dominante y numerosos escritos del propio Marx, por una parte, y
contra una ecología mantenedora del statu quo, por otra, quiso inspirarse en el
Marx humanista, antiproductivista y libertario, pensador del advenimiento de
una sociedad de la asociación” 3. ¿Cuál es la conclusión?
Sin ninguna duda, el Gorz de los años 1960 o 70 se
situaba en el campo del marxismo; un marxismo existencialista, cercano a
Sartre, que había proclamado en Cuestiones de método: “el marxismo es el
horizonte insuperable de nuestro tiempo”. En 1968-1970, Gorz tiende hacia un
izquierdismo tercermundista que, según su biógrafo Willy Gianinazzi, “se
prodría aproximar en Francia a las posiciones neotrotskystas de la Juventud
Comunista Revolucionaria (JCR)” de Daniel Bensaïd4. Durante los años 1970, está
también cerca de un gran marxista heterodoxo, Herbert Marcuse, con quien
mantendrá un diálogo constante. ¿Pero, con Adiós al proletariado (1980), no
cortó de forma definitiva con todas las ideas marxistas? El principal
interesado puede darnos la respuesta pertinente a esta pregunta. Esto es lo que
dice en una entrevista con Marc Robert, publicado en Ecorev en 2005: “El Adiós
no era en absoluto una crítica del comunismo, todo lo contrario. Estaba hablando
de los maoístas, de su culto primitivista de un proletariado mítico (…). Es
también una crítica acerba de la social-democratización del capitalismo a la
que se reducía el marxismo vulgar, y de la glorificación del trabajo
asalariado” 5.
Ciertamente, al rechazar la centralidad de la lucha
de clases, y el papel emancipador del proletariado, Gorz se alejaba de dos
tesis fundamentales del marxismo −y no sólo en su forma maoísta o
social-demócrata-. En el libro de 1980, intentó sustituir a la clase obrera por
la “no-clase de los no-trabajadores”. Era una hipótesis muy arriesgada, que
parece abandonar después, sin por ello volver al proletariado. Llega a decir
incluso, en una entrevista con interlocutores brasileños en 2005, que “trabajo
y capital son en lo fundamental cómplices por su antagonismo, en la medida en
que ‘ganar dinero’ es su objetivo determinante”. Parece reducir aquí el punto
de vista de los trabajadores al sindicalismo corporativista más limitado6. Sin
embargo, en 1983, en Los Caminos del Paraíso, había desarrollado una visión
mucho más matizada de este antagonismo: “Por el hecho de reducir todo a
categorías económicas, el capitalismo es un antihumanismo (…) Las
reivindicaciones obreras más fundamentales y más radicales han sido combates contra
la lógica económica, contra la concepción utilitaria, mercantilista,
cuantitativista del trabajo y de la riqueza” 7. Curiosamente, en el mismo texto
de 2005 se encuentra la idea, que me parece esencial, de la convergencia entre
quienes tienen y quienes no tienen un trabajo: la estrategia de dominación del
capital, escribe, consiste en “impedir que trabajadores y parados se unan para
exigir otro reparto del trabajo y de la riqueza socialmente producida” 8.
En todo caso, resulta evidente que la apropiación
que hace Gorz del marxismo es selectiva. Si se puede hablar de un marxismo de
Gorz −o si se prefiere, de una adhesión al pensamiento de Marx y de algunos
marxistas heterodoxos, de Marcuse y Jean-Marie Vincent a Robert Kurz−, es sobre
todo por dos cuestiones −esenciales, eso sí− que están en el centro de su
compromiso ecológico, o retomando el término utilizado por Françoise Gollain,
ecosocialista: el anticapitalismo, y la alternativa comunista como civilización
del tiempo libre. Intentemos analizar estos dos momentos, refiriéndonos
principalmente al libro Ecologica, que reúne textos de diferentes períodos y
constituye una especie de testamento político-teórico de André Gorz.
El anticapitalismo
Como observa con toda razón Willy Gianinazzi, la
crítica marxiana del capital “es irremplazable para Gorz: no dejará de apoyarse
en ella” 9. Esta crítica gorziana del modo de producción capitalista, lejos de
suavizarse, parece radicalizarse cada vez más a partir de 1980, sobre todo en
relación con su reflexión sobre la ecología. Por ejemplo, en la entrevista con
Marc Robert antes citada, señala: “Para que la ecología tenga toda su carga
crítica y ética debe comprender que las devastaciones de la Tierra, la
destrucción de las bases naturales de la vida, son las consecuencias de un modo
de producción, y que este modo de producción exige la maximización de los
rendimientos y el recurso a técnicas que violan los equilibrios biológicos”. Y
a la inversa: la ecología política, con su teoría crítica de las necesidades,
“conduce a su vez a profundizar y a radicalizar aún más la crítica del
capitalismo” 10.
En su análisis crítico de los desgastes ecológicos
del capitalismo, se refiere directamente a algunos pasajes del Capital. Por
ejemplo, en la entrevista con los brasileños de Unisinos (2005), afirma: “Desde
el punto de vista ecológico, la aceleración de la rotación del capital lleva a
excluir todo lo que hace disminuir en lo inmediato la ganancia. La continua
expansión de la producción industrial supone por un tanto un expolio acelerado
de los recursos naturales. La necesidad de expansión ilimitada del capital le
lleva a intentar abolir la naturaleza y los recursos naturales para
sustituirlos por productos fabricados, vendidos con ganancia (…) Lo que Marx
escribía hace ya ciento cuarenta años en el primer libro del Capital tiene una
asombrosa actualidad”. Sigue el célebre pasaje del Capital donde Marx constata
que “cada progreso de la agricultura capitalista es un progreso no sólo en el
arte de explotar al trabajador, sino también en el arte de expoliar el suelo;
cada progreso en el arte de aumentar su fertilidad por un tiempo es un progreso
en la ruina de sus recursos duraderos de fertilidad” 11.
Curiosamente, se encuentran pocas críticas de Marx
a los límites de la reflexión ecológica de Marx. No hace suyos los ataques de
muchos ecologistas (Alain Lipietz, entre otros) contra el supuesto
“prometeismo” de Marx. El debate, que ha ocupado mucho a los eco-marxistas
americanos, desde los años 1980 hasta hoy, sobre los avances y las contradicciones
de Marx y Engels sobre la cuestión de la relación con la naturaleza, no parecen
interesarle. Aparentemente, no conoce los trabajos de James O’Connor y de Joel
Kovel, redactores de la revista Capitalism, Nature and Sozialism, o, en los
años 2000, de John Bellamy Foster y Paul Burkett, de la Monthly Review.
La crítica del capitalismo y la urgencia de salir
de este sistema destructivo cobran una nueva dimensión con el cambio climático.
En uno de sus últimos escritos, destinado también a Ecorev, “La salida del
capitalismo ya ha comenzado” (2007), Gorz insiste:“La cuestión de la salida del
capitalismo nunca ha sido más actual. Se plantea en unos té rminos y con una
urgencia de una nueva radicalidad”.
Rechazando las ilusiones de la ecología social-liberal
en un capitalismo verde, se alinea con una versión resueltamente
anticapitalista del decrecimiento y plantea la necesidad, a la luz de la crisis
climática, de un cambio civilizatorio radical: “Es imposible evitar una
catástrofe climática sin romper radicalmente con los métodos y la lógica
económica que se vienen llevando desde hace ciento cincuenta años. (…) El
decrecimiento es un imperativo de supervivencia. Pero supone otra economía,
otro estilo de vida, otra civilización, otras relaciones sociales12.
Pero hay otro aspecto del análisis gorziano en el
que se acerca a algunos escritos de Marx: el optimismo tecnológico. Por
ejemplo, en el Capital I, Marx afirma: “La socialización del trabajo y la
centralización de sus competencias materiales llegan a un punto donde no pueden
mantenerse ya en su envoltorio capitalista. Este envoltorio estalla en pedazos.
Le ha llegado el momento a la propiedad capitalista (…) La producción
capitalista engendra en sí misma su propia negación, con la fatalidad que
preside las metamorfosis de la naturaleza” 13. Personalmente, como
“eco-marxista”, cuestiono este tipo de razonamiento… No sólo porque las
“fatalidades” no existen en la historia social, sino también porque el
capitalismo no es sólo un “envoltorio”: determina la naturaleza misma de la
producción y de las fuerzas productivas.
Ahora bien, Gorz retoma el argumento de Marx, bajo
una forma modificada, a la luz de los cambios tecnológicos contemporáneos (la
informática, internet, etc.). Parece convencido de que, gracias al software
libre, “la propiedad privada de los medios de producción y por tanto el
monopolio de la oferta se vuelven progresivamente imposibles. (…) Se trata de
una ruptura que mina al capitalismo por su base”; o incluso que “el propio
capitalismo, sin quererlo, trabaja en su propia extinción, desarrollando las
herramientas de una especie de artesanado high tech” 14. En resumen, como
constata Willy Gianinazzi, el software libre ha alimentado “las esperanzas más
utópicas, incluso infundadas, de Gorz”15. Françoise Gollain se distancia
también de este optimismo tecnológico, constatando con agudeza su afinidad con
algunos análisis de Marx: “El aserto de que el propio capitalismo, sin
quererlo, trabaja en su propia extinción (…) lleva la marca innegable de la concepción
marxiana del papel revolucionario de la evolución de la estructura de la
producción” 16.
Por suerte, Gorz escapa a la trampa de este
fatalismo optimista, es decir la creencia en una autodestrucciónn del
capitalismo −creencia compartida, en gran medida, por Robert Kurz y los
teóricos de la crítica del valor− gracias a su humanismo marxista sartriano,
alérgico a los determinismos y sediento de libertad. Por ejemplo, en
Metamorfosis del trabajo (1988) renuncia claramente a todo automatismo de este
género: “No seremos liberados por un determinismo materal y a nuestras
espaldas. El potencial de liberación que un proceso contiene sólo se actualiza
si los hombres se apoderan de él para hacerse libres” 17.
La otra corrección aportada por Gorz, como observa
F.Gollain, es la toma de conciencia de la ambivalencia estructural de las
nuevas tecnologías, como la microelectrónica, que puede servir tanto para la
hipercentralización como para la autogestión18. Sin sumarse a la tecnofobia de
algunos ecologistas, Gorz piensa que “el socialismo no vale mucho más que el
capitalismo si no cambia de herramientas”. En la entrevista con Marc Robert
retoma esa formulación ya presente en Ecología y Política (edición de 1978), y
la explica así (refiriéndose una vez más a los Grundrisse): si la clase obrera
se apoderase de los medios de producción del capitalismo sin cambiarlos
radicalmente, “acabaría por reproducir (como se hizo en los países
sovietizados) el mismo sistema de dominación” −y podría añadirse: el mismo
sistema de destrucción del medio ambiente19.
El comunismo, civilización del tiempo libre
Gorz no sólo debe a Marx su crítica del
capitalismo, sino también su concepción de este otro modo de producción, de
esta otra civilización que propugna: el socialismo. Esto es lo que escribe en
Adiós al proletariado, su libro aparentemente más alejado del marxismo: “Sólo
el socialismo −es decir: sólo una manera de producir desligada del imperativo
de la ganancia máxima, gestionada en interés de todos y por todos los que
concurren− sólo el socialismo puede permitirse el lujo de buscar la mayor
satisfacción al menos coste posible. Sólo él puede romper con la lógica de la
máxima ganancia, del máximo derroche, de la máxima producción y el máximo
consumo, y sustituirlos por el buen sentido económico: el máximo de
satisfacción con el mínimo de gasto (…). La utilización del término socialismo
es además impropia. Habría que hablar mejor de comunismo”. Y continúa algunas
líneas más adelante: “La misma idea (…) de que la búsqueda de ‘más’ y ‘mejor’
pueda ceder ante la búsqueda de valores extraeconómicos y no mercantiles, esta
idea es extraña a la sociedad capitalista. Es, en cambio, esencial al
comunismo” 20.
Lo que significa, traducido en términos ecológicos:
sólo el socialismo/comunismo puede superar el productivismo y el consumismo que
llevan a la destrucción del medio natural. Bien entendido que el comunismo del
que habla Gorz no es el de los países del pretendido “socialismo real”, sino
una especie de eco-comunismo de un tipo nuevo.
El significado humano y ecológico del comunismo es
una civilización del tiempo libre. Se refiere aquí a un célebre texto de Marx,
en el volumen III del Capital: “El reino de la libertad comienza allí donde
acaba el trabajo determinado por la necesidad y los fines exteriores: por la
naturaleza misma de las cosas, está fuera de la esfera de la producción
material (…). La libertad en este ámbito sólo puede consistir en esto: el ser
humano socializado (vergesellschafte Mensch), los productores asociados,
regulan racionalmente este metabolismo (Stoffwechsel) con la naturaleza,
sometiéndolo a su control colectivo, en lugar de ser dominados por él como si
fuera un poder ciego; lo hacen con los esfuerzos más reducidos posibles, en las
condiciones más dignas de su naturaleza humana y las más adecuadas a esta
naturaleza. Más allá de este reino comienza el desarrollo de las potencias del
ser humano, que es en sí mismo su propio fin, que es el verdadero reino de la
libertad, pero que sólo puede prosperar apoyándose en este reino de la
necesidad. La reducción de la jornada de trabajo es la condición fundamental”
21.
Gorz traduce este enfoque en términos ecológicos,
en varios de estos escritos; por ejemplo, en un artículo de 1992 en la revista
Actuel Marx: “El sentido fundamental de una política eco-social (…) es
restablecer políticamente la correlación entre menos trabajo y menos consumo,
por una parte, y más autonomía y más seguridad existenciales, por otra, para
cada cual. Se trata, dicho de otra manera, de garantizar institucionalmente a
los individuos que una reducción general de la duración de trabajo abrirá a
todos (…) una vida más libre, más tranquila y más rica” 22.
Se suele referir también a un pasaje de los
Grundrisse, donde Marx proclama: “El libre desarrollo de las individualidades y
(…) la reducción a un mínimo del trabajo necesario de la sociedad (se vuelven
el objetivo de la producción), a lo que corresponde entonces el desarrollo
artístico, científico, etc., de los individuos (…). La medida de la riqueza ya
no es entonces la duración del trabajo, sino el tiempo libre” 23. Comentando
este pasaje y otros semejantes de los Grundrisse, Gorz escribe en un texto de
2001: “Considerar el desarrollo de las facultades humanas como creación de
riqueza supone ya abandonar una concepción mercantil-utilitaria-economista de
la riqueza. Tomar el desarrollo humano como un fin en sí mismo, que vale por
sí, independientemente de su utilidad económica inmediata” 24.
Esta ruptura con la concepción capitalista de la
riqueza es, para Gorz, un paso esencial hacia una nueva civilización ecológica,
más allá del productivismo y del consumismo. En un ensayo significativamente
titulado “Construir la civilización del tiempo liberado” (1993) aboga por “una
sociedad donde la riqueza se medirá por el tiempo liberado de trabajo, por el
tiempo disponible para las actividades que llevan su sentido y su fin en sí
mismas y se confunden con la realización de la vida” 25. Este argumento está
inspirado directamente por los escritos de Marx aunque, también ahí, Gorz le da
una dimensión nueva, socio-ecológica, que no está necesariamente presente en el
autor de los Grundrisse.
En la antes señalada cita del Capital III, Marx
hace referencia a los “productores asociados, regulan racionalmente este
metabolismo con la naturaleza, sometiéndolo a su control colectivo”, donde se
sugiere la idea de la planificación socialista de la esfera del trabajo
necesario. El concepto de planificación no suele estar presente en los escritos
de Gorz, que parece identificarla con la planificación centralizada burocrática
de la Unión Soviética estaliniana; pero aparece, formulada en términos
explícitamente marxianos, en Adiós al proletariado; es además un pasaje
repetido en Ecologica: “La esfera de la necesidad, y por tanto del tiempo de trabajo
socialmente necesario, sólo puede ser reducido al mínimo por medio de una
coordinación y una regulación tan eficaces como sean posibles de los flujos y
de los stocks: es decir, por una planificación multiplicada (articolata) (…).
La única función de un Estado comunista es gestionar la esfera de la necesidad
(que es también la de las necesidades socializadas) de tal manera que no deje
de encogerse y de volver disponibles espacios crecientes de autonomía” 26.
Para concluir: ¿era Gorz marxista? Si se considera
que existen, según la hermosa formulación de André Tosel, “mil marxismos”, ¿no
se podría pensar en un “marxismo gorziano”? Yo no lo creo. Para comenzar, el
propio Gorz no se reconocería en tal definición, después de 1980. Me parece más
justo y apropiado hablar de una presencia del marxismo en su pensamiento. Un
pensamiento que se podría caracterizar como un socialismo ecológico −o, según
los gorzianos Amo Münster y G. Gollain, un ecosocialismo− que se inspira en
Marx y en algunos marxistas heterodoxos en su crítica de la sociedad
(capitalista) existente, y en su formulación de un proyecto de sociedad
(socialista) alternativa. Como lo sugiere el título de este artículo, hay
marxismo en Gorz, y su obra, una de las más importantes en la ecología crítica
del siglo 20, no es comprensible sin esta dimensión.
NOTAS
1. Citado por Willy Gianinazzi, André Gorz, une
vie, París, La Decouverte, 2017, p. 250.
2. Arno Münster, André Gorz ou le socialisme
difficile, París, Lignes, 2008, pp. 44-45.
3. Françoise Gollain, André Gorz, pour une pensée
de l’écosocialisme, Le passager clandestin, serie "Les précurseurs de la
décroissance", 2014, p. 10.
4. W.Gianinazzi, op.cit. p. 129.
5. André Gorz, Ecologica, Paris, Galilée, 2008,
p.18;
6. En Ecologica, p. 133.
7. A.Gorz, Les Chemins du paradis. L’agonie du
capital, París, Galilée, 1983, p. 101.
8. En Ecologica, p. 143.
9. W.Gianinazzi, André Gorz, p. 216.
10. Ecologica, p. 15.
11. Ecologica, pp. 137-139. Dicho sea de paso, este
texto es importante como denuncia, por parte de Marx, del progreso capitalista
como "progreso destructivo".
12. Ecologica, p. 29.
13. Marx, Le Capital, trad. Joseph Roy, París,
Editions Sociales, 1969, tomo I, pp. 566-567.
14. Ecologica, pp. 39, 116.
15. W.Gianinazzi, André Gorz, p. 319.
16. F.Gollain, André Gorz, pp. 51-52.
17. A.Gorz, Métamorphoses du travail, quête de
sens. Critique de la raison économique, París, Galilée, 1988, pp. 225-226.
18. F.Gollain, André Gorz, p. 49.
19. A.Gorz, Ecologica, p. 17. Resulta sorprendente
que en esta entrevista con Marc Robert, que es sin duda uno de los textos más
importantes del último Gorz, la clase obrera reaparece como sujeto de la
transformación social...
20. Ecologica, pp.98-100.
21. Citado de Karl Marx, Morceaux Choisis, trad.
Henri Lefebvre y Norbert Gutermann, París, Gallimard, 1934, pp. 234-235.
Traducción ligeramente corregida por nosotros, ver Marx, Engels, Werke, vol.
25, Berlín, Dietz Verlag, 1968, p.828.
22. Ecologica, pp. 66-67.
23. Marx, Grundrisse des Kritik der politischen ökonomie,
Berlín, Dietz Verlag, 1953, p.596. Traducción en francés por el propio Gorz,
cf. W.Gianinazzi, André Gorz, pp. 104-105.
24. A.Gorz, "Richesse, travail et revenu
garanti", 2001, citado por W.Gianinazzi, Op.cit. p.305;
25. A.Gorz, "Bâtir la civilisation du temps
liberé" (1993), citado por W.Gianinazzi, Op.cit. p.299.
26. Ecologica, pp. 104-105.
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