Investig’Action
12-10-2017
Traducido
del francés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos
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Las
últimas elecciones alemanas confirman los síntomas manifiestamente incurables
que minan a la socialdemocracia en toda Europa. Prácticamente en todos los
países, sea cual sea su sistema electoral o su participación en el gobierno,
los partidos socialdemocracia han perdido en estos últimos años a una parte
importante de su electorado. Este retroceso viene de antiguo, pero se acentuó
tras la crisis financiera de 2008. El declive es catastrófico en algunos
países, como Francia, los Países Bajos y Grecia donde apenas han logrado que se
les sume el 6 % del electorado. En Reino Unido el Partido Laborista es la
excepción que confirma la regla, en correlación con su historia radical
(volveremos sobre ello).
El declive de la socialdemocracia corre parejo con
el ascenso de los partidos antisistema, tanto radicales de izquierda como de
derecha. Por lo tanto, es posible preguntarse por qué en el contexto actual de
recesión económica y de política de austeridad brutal estos partidos obtienen
tan buenos resultados y la socialdemocracia no. ¿Por qué sus mensajes ya no
tienen éxito, por qué ya no logran seducir al electorado? Miremos atrás para
responder a estas preguntas.
La época dorada
La época dorada de la socialdemocracia se sitúa en
el periodo que siguió a la Segunda Guerra Mundial. El fascismo estaba vencido,
la (extrema)derecha muy desacreditada y el movimiento obrero más fuerte que
nunca. Las élites estaban dispuestas a hacer muchas concesiones por miedo al
comunismo. Según palabras de Philippe Mouraux, ministro de Estado y político
del Partido Socialista (PS): “¿Por qué obtuvimos unos progresos sociales tan
grandes en el periodo de postguerra? Porque los comunistas aterrorizaban a la
burguesía” (1). Y se podían hacer muchas concesiones porque la económica
mejoraba a toda velocidad.
En esas condiciones es en las que
se elaboró el Estado de bienestar. En su condición de cogestores de este
progreso social los socialdemócratas pudieron contar con la benevolencia de un
amplio sector de la población . E término cogestor es adecuado porque los
socialdemócratas no preconizaban modificaciones radicales del sistema
capitalista, sino que se contentaban con redistribuir “el botín”.
Sin embargo, la redistribución social de la
postguerra y la construcción del Estado de bienestar no eran del gusto de las
élites, que veían como su parte de riqueza disminuía rápidamente, lo que estaba
lejos de convenirles (véase gráfico más abajo) (2). La oligarquía hizo lo
imposible para revertir la tendencia. Consagró decenas de millones de dólares a
think tanks encargados de elaborar una ideología convincente como
alternativa al Estado de bienestar.
Posteriormente esta ideología se denominará
“neoliberalismo”. Se trataba de una política socioeconómica caracterizada por
menos impuestos sobre el capital, restricciones de las prestaciones sociales,
reducción del gasto público, privatización, desregulación y libre comercio. La
condición de esta política neoliberal era neutralizar a los guardianes del
Estado de bienestar: los sindicatos.
Era una ideología poderosa, pero en los años de
postguerra las relaciones de fuerza no eran suficientemente favorables para que
se pudiera implantar. La situación cambió con la grave crisis económica de
1973. El fuerte paro durante un largo periodo de tiempo provocó un
debilitamiento de los sindicatos. Las idas neoliberales, marginales tras la
Segunda Guerra Mundial, se propagaron con éxito. La caída del Muro de Berlín en
1989 impulsó la ofensiva ideológica. Poco a poco las ideas asociales del
neoliberalismo ganaron ascendiente en la opinión pública. Simultáneamente el
movimiento obrero se inclinó cada vez más a la defensiva.
La capitulación
En vez de resistir y de recuperarse
ideológicamente, la socialdemocracia capituló. Después de refunfuñar un poco al
principio, acabó abrazando la doctrina TINA, [siglas en inglés de] “no hay
alternativa al neoliberalismo”, lo que quería decir desregulación,
liberalización financiera, privatización, impuestos reducidos sobre el capital,
ataque al poder adquisitivo, deterioro de las condiciones laborales y recortes
en seguridad social y sanidad. Blair se entusiasmó con la “tercera Vía”,
Schröder optó resueltamente por un régimen salarial débil y en Escandinavia los
socialdemócratas apostaron por la flexibilidad del empleo.
No ha habido resistencia frente a la ofensiva
neoliberal sino una cogestión, una especie de neoliberalismo “light”. Los
socialdemócratas no eligieron movilizar masivamente contra esta política
asocial sino que quisieron tener la mayor cantidad de puestos posibles en los
gobiernos. “En vez de desafiar al sistema se convirtieron en un elemento activo
de él”, afirma Chantal Mouffe (3). Los principios y la lucha por los logros
sociales tuvieron que recular para obtener algunas carteras ministeriales.
Los programas de los partidos apenas diferían ya de
los de sus adversarios políticos. Ya no tenían ninguna sustancia original que
aportar en el debate político. Paralelamente, los partidos consideraban que
para ganar las elecciones tenían que tener como objetivo el centro y no la base
tradicional o las capas populares desfavorecidas. Consideraban erróneamente que
la base electoral tradicional ya no iría a ninguna parte. Sea como fuere, con
la carrera por el centro el desarme ideológico fue completo. Margaret Thatcher
consideraba que “su mayor obra” era la capitulación y el desarme ideológico de
los socialdemócratas, encarnados en el “Nuevo Laborismo” de Tony Blair (4).
Y luego está también la Unión Europea. El continuo
desmantelamiento del Estado de bienestar se afianza ahí en las instituciones
gracias a las supuestas normas de convergencia, al Pacto de Estabilidad y
Crecimiento, al Pacto Euro Plus, etc. En ella los Estados nacionales han
perdido gran parte de su soberanía y han cedido una parte de su política
socioeconómica a tecnócratas no electos. En cada ocasión los socialdemócratas,
pero también los verdes, han consentido alegremente esta transferencia de poder
y esta puesta bajo tutela neoliberal.
El precio que hay que pagar
La política neoliberal, ya sea en versión “light” o
no, ha provocado un caos financiero y casi diez años de estancamiento en
Europa. Hay que destacar que Portugal, que rompió con las recetas neoliberales,
registra buenas cifras macroeconómicas (5).
En el plano económico el enfoque neoliberal ha
desembocado en un campo de ruinas. Pero es sobre todo en el campo social donde
las consecuencias han sido palpables. En estos diez últimos años dos terceras
partes de la población de los países ricos han visto disminuir o estancarse sus
salarios. En el peor de los casos esto podría reproducirse para tres cuartas
partes de esta población (6). Los ingresos más débiles han sido los más
duramente afectados (7). El abismo entre ricos y pobres ha aumentado
enormemente. Actualmente casi una cuarta parte de la población europea corre el
riesgo de vivir en la pobreza, mientras que un 1 % de los europeos más ricos
posee una tercera parte de todas las riquezas (8).
La regresión social no se debe a una falta de
medios o de riqueza, sino a una voluntad política. Cada vez más personas se dan
cuenta de ello. Ya no se sienten representadas por los partidos políticos
tradicionales y buscan alternativas. Por supuesto, este suele ser el caso de
los partidarios de la socialdemocracia porque en ella es mayor la diferencia
entre el programa de los partidos y la práctica. Cada vez se considera más a
estos partidos parte del sistema que se considera responsable de su regresión
social y, por consiguiente, están perdiendo la confianza. Así, por ejemplo,
solo queda una tercera parte de alemanes que piense que el SPD busca la
justicia social (9). No es sorprendente que acudan a otra parte.
La primera respuesta al debilitamiento del
movimiento obrero y a la capitulación de la socialdemocracia vino en la década
de 1980 con Margaret Thatcher. El sociólogo Stuart Hall calificó su política de
“populismo autoritario” (10). Thatcher estaba muy adelantada a su tiempo. Ha
sido necesario esperar a la crisis financiera para ver una verdadera avalancha
de populismo autoritario en Europa con figuras como De Wever en Bélgica, Marine
Le Pen en Francia, Geert Wildersen los Países Bajos, Beppe Grillo en Italia,
Viktor Orban en Hungría, Jaroslaw Kaczynski en Polonia y actualmente también
Alexander Gauland en Alemania.
Afortunadamente, también hay respuestas en el otro
extremo del espectro político: Mélenchon en Francia, Corbyn en Gran Bretaña,
Syriza en Grecia, Podemos en España, el PS en los Países Bajos, die Linke en
Alemania, el PTB en nuestro país [Bélgica]. De un modo u otro logran mantener
un flanco de izquierda.
¿Inevitable?
¿Es inevitable el declive de la socialdemocracia?
Jeremy Corbyn en Gran Bretaña demuestra que no lo es en absoluto. Su mensaje es
radical, rompe con la Tercera Vía y parte de los problemas reales de la gente.
Su ejemplo demuestra que la mayoría de los partidos socialdemócratas carecen
actualmente de herramientas para ofrecer una respuesta al electorado
descontento. Evidentemente, cada partido debe decidir por sí mismo cómo
afrontar los retos del momento. Basándonos en el diagnóstico anterior, vamos a
esbozar algunos elementos posibles de respuesta.
1. Invertir en el futuro
Hay que acabar con la política de austeridad. Esto
implica un programa de inversión a gran escala así como el aumento del poder
adquisitivo. No tiene absolutamente nada de radical, sino que es una ruptura
con casi cuarenta años de política neoliberal y diametralmente opuesta a la
ortodoxia de la Unión Europea. Incluso un ministro tan azul como Reynders*
aboga estos días por un plan de recuperación (11). No falta dinero para este
plan. El año pasado no menos de 221.000 millones de “excedente de dinero” se
transfirieron a Panamá, a las Islas Caimán, a Bermudas y otros lugares exóticos
(12). Solo con una décima parte de esta cantidad se podrían hacer ya muchas
cosas.
2. Un contraescenario positivo y ofensivo
Un estudio reciente demuestra que la generación del
milenio vuelve la espalda a la política porque los partidos políticos no
ofrecen proyectos estimulantes que den esperanza y merezcan implicarse en ellos
(13). Una postura defensiva no seduce; osar soñar o innovar, sí. No faltan
ideas: semana laboral de 30 horas, gravar a los millonarios, atención sanitaria
gratuita, aumentar por encima del umbral de pobreza todos los subsidios,
ciudades que no afecten al clima, ensayos prácticos, nacionalización de
sectores clave como la energía o la banca… (14).
3. Movilización y organización de la base
La historia nos enseña que los principales logros
sociales (derecho al voto, supresión del trabajo infantil, jornada de ocho
horas, pensiones pagadas …) se han conseguido gracias a la calle y a menudo en
contra del propio parlamento. Hoy los partidos se han transformado demasiado en
máquinas electorales que consideran a los ciudadanos electores pasivos a los
que por encima de todo se intenta llegar a través de una enorme publicidad y de
los medios de comunicación. La misión esencial de un partido que quiere llegar
a una amplia base social no debe tener por objetivo los electores, sino la
lucha social, sobre el terreno y en los barrios, y más precisamente ayudando a
la gente a organizarse. Mélenchon, Corbyn y Sanders dan buen ejemplo en ello.
Es, además, lo que les distingue de los populistas. El populismo consiste en
movilizar o sensibilizar a la base sin organizarla ni formarla.
4. Antisistema
El pecado original de la socialdemocracia es
establecer en su cúspide a una élite de políticos profesionales que adquiere
privilegios y se integra en el sistema establecido. Es la mejor manera de dejar
que los principios se disuelvan y de ganarse la enemistad de la base. Quien no
vive como piensa no tardará en pensar como vive, es una regla de oro. La
cultura del self-service que ha emergido en los últimos meses demuestra
lo tenaz y fatal que es este defecto de construcción.
5. ¿Cogobernar o cambiar el sistema?
En sus inicios la socialdemocracia tenía por
objetivo unas modificaciones fundamentales de la sociedad. Pero con bastante
rapidez las socialdemocracias olvidaron esta ambición y se limitaron a
codirigir el régimen social. Es lo que hicieron tanto durante la época
keynesianna (décadas de 1950-1970) como después, durante el periodo liberal.
Renunciaban así a su misión original y al hacerlo se volvieron casi superfluas.
Hoy nos enfrentamos a unos retos gigantescos, como la mejora cualitativa del
Estado de bienestar y la crisis climática. No va a ser suficiente hacer realpolitik.
Es necesario un cambio de paradigma, que solo puede tener éxito modificando el
sistema social, económico y político. El socialismo debe volver a la orden del
día.
Bibliografía:
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Vittori D., ‘Is social democracy facing extinction
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Notas:
(1) Knack, 17 de octubre de 2007, p. 48.
(2) Thomas Piketty: ‘Le Capital au XXIe siècle’,
Seuil, 2013
(3) Citado en: Beschorner T., ‘Linke
Heldengeschichte dringend gesucht’, http://www.spiegel.de/politik/deutschland/sozialdemokratie-in-der-krise-gastbeitrag-thomas-beschorner-a-1129338.html.
(4) McSmith A., Chu B., Garner R., ‘Margaret
Thatcher’s legacy: Spilt milk, New Labour, and the Big Bang – she changed everything’,
The Independent, 8 de abril de 2013, http://www.independent.co.uk/news/uk/politics/margaret-thatchers-legacy-spilt-milk-new-labour-and-the-big-bang-she-changed-everything-8564541.html.
(5) Dewitte D., ‘Portugal: einde van
besparingspolitiek leidde tot economisch mirakel’, http://nl.express.live/2017/09/05/portugal-economie/.;
Wise P., ‘Costa confounds critics as Portuguese economy holds course’,
Financial Times, 3 de enero de 2017, p. 2; http://www.ft.com/content/25564e84-c775-11e6-9043-7e34c07b46ef;
Owen J., ‘No alternative to austerity? That lie has now been nailed’, http://www.theguardian.com/commentisfree/2017/aug/24/austerity-lie-deep-cuts-economy-portugal-socialist.
(6) McKinsey Global Institute, ‘Poorer than their
parents? Flat or falling incomes in Advanced economies’, julio de 2016, http://www.mckinsey.com/global-themes/employment-and-growth/poorer-than-their-parents-a-new-perspective-on-income-inequality,
p. ix.
(7) Financial Times, Special Report, The World
2017, 17 de enero de 2017, p. 3; http://im.ft-static.com/content/images/233744ee-db90-11e6-86ac-f253db7791c6.pdf.
(9) Schlamp H., ‘Faymann, Gabriel, Hollande – der
Niedergang der Genossen’, http://www.spiegel.de/politik/ausland/sozialdemokraten-in-europa-niedergang-der-genossen-a-1091486.html.
(10) Coatesy T., ‘Stuart Hall, Thatcherism and
Marxism Today’, https://tendancecoatesy.wordpress.com/2013/06/21/stuart-hall-thatcherism-and-marxism-today/.
* Se refiere a Didier J.L. Reynders, un político
belga perteneciente al Movimiento Reformador. Fue vice primer ministro y
ministro de Finanzas y Reformas Institucionales en el gobierno de Van Rompuy,
que asumió el cargo el 30 diciembre de 2008. (N. de la t.)
(11) En el Journal de Radio één afirmó que “se
imponen unas reformas urgentes” debido a “la gran cantidad de pobres en
Europa”. Según él, “se necesita una política de reactivación, así como más
inversiones”, 25 de septiembre de 2017, 9h.
(12) De Standaard, 14 de julio de 2017.
(13) Vermeersch W., ‘Hoe kijken jongeren vandaag
naar politiek?’, http://www.knack.be/nieuws/belgie/hoe-kijken-jongeren-vandaag-naar-politiek/article-opinion-755129.html.
(14) Véase por ejemplo: P. Mertens : “La taxe des
millionnaires et sept autres idées brillantes pour changer la société” http://solidaire.org/articles/la-taxe-des-millionnaires-et-sept-autres-idees-brillantes-pour-changer-la-societe-la;
Decreus T. et Callewaert C., ‘Dit is morgen’, Berchem, 2016.
Traducido del neerlandaés [al francés] por Anne de
Meert para Investig’Action.
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