CTXT
30-11-2017
Diversos
estudios revelan el avance del proceso concentrador de la riqueza. Un hecho
que no sería posible sin los paraísos fiscales, uno de los principales
responsables de la extrema desigualdad
|
A pesar de las
continuas proclamas en defensa de la patria con las que se llenan la boca
nuestros gobernantes y colonizan los medios de comunicación, las reiteradas
filtraciones como los papeles de Panamá o los recientes papeles del Paraíso
confirman lo que ya sabíamos: las élites sólo declaran a la hacienda pública
una parte de sus ingresos y su riqueza. A través de los paraísos/guaridas
fiscales, la ingeniería contable, los recovecos legales, los precios de
transferencia sistemáticamente aplicados por las empresas transnacionales…han
encontrado numerosas fisuras (grietas, más bien) para ocultar o disimular una
proporción sustancial de sus fortunas. Un dato puede servir para conocer la
dimensión de esta lacra: la comisión de investigación del Parlamento europeo
sobre los papeles de Panamá, ha calculado que la UE pierde anualmente un billón
de euros de recaudación tributaria por culpa de la evasión y elusión fiscal.
Por esa razón, son
muy bienvenidos los trabajos centrados en ofrecer información sobre la
privilegiada posición económica de las élites. Mucho se ha escrito y se ha
hablado en estos años sobre la desigualdad, la pobreza, la precariedad y la
exclusión social –ante la sangrante evidencia, imposible de ocultar, de su
aumento--, pero poco sobre la acumulación de renta y riqueza por parte de una
minoría de la población. No tanto por el evidente déficit de información al
respecto –espacios opacos, donde se mueven cantidades ingentes de dinero y
activos financieros--, como por el escaso interés, asimismo evidente, de
quienes podrían disponer de esa información para poner negro sobre blanco los
enormes e injustificados privilegios que los poderosos han disfrutado y han
visto crecer durante la crisis. En unos años en los que buena parte de la
ciudadanía tiene que hacer enormes esfuerzos para llegar a fin de mes, o
simplemente no llega, cuando los salarios de muchos trabajadores han
experimentado un desplome histórico y cuando el derecho (los derechos humanos,
recogidos en las cartas constitucionales) a la vivienda, a un empleo decente o
a la salud están siendo continuamente vulnerados.
Por esa razón, hay
que felicitarse de que haya visto la luz un nuevo informe publicado por el
Credit Suisse Research Institute, el Global Wealth Report, que lleva por título
Where are we ten years after the crisis? (¿Dónde estamos diez años
después de la crisis?. como siempre, el estudio se acompaña de una base de
datos, Global Wealth Databook, referida a la desigualdad en la
distribución de la riqueza.
Con las reservas
que antes hemos señalado, los datos de este informe (y de los anteriores) revelan
un proceso concentrador de la riqueza que sigue avanzando. Un hecho que no
sería posible sin los paraísos fiscales, uno de los principales responsables de
la extrema desigualdad en la concentración de la riqueza, ya que permiten
esconder el dinero y evadir impuestos. De hecho, todos los estudios muestran
que nunca ha habido tanto dinero en paraísos fiscales como ahora. Esto supone
que las estadísticas sobre desigualdad subestiman de manera considerable el
verdadero grado de concentración de la riqueza, ya que no incluyen el dinero
oculto en estas jurisdicciones opacas o paraísos fiscales. A pesar de ello, es
interesante ver, con la cautela que merece, algunos datos sobre la desigualdad
en España, Alemania y Europa, referidos al ecuador de 2017.
En el Estado
español, el 10% de la población adulta concentraba el 57,8% de la riqueza
total; el 5% atesoraba el 42,9% y el 1% reunía el 25,1%. Sólo 428.000 personas
disponían de una riqueza superior al millón de dólares; y las 17 más ricas
tenían cada una de ellas más de 1.000 millones de dólares. El índice de Gini
–un indicador sintético habitualmente empleado para medir la desigualdad, que
puede tomar registros comprendidos entre 0 (igualdad total) y 100 (inequidad
extrema)-- alcanzó el valor de 65,7, duplicando los registros que ese indicador
arroja cuando se mide el ingreso; en otras palabras, la concentración de los
patrimonios es muy superior a la de la renta (que también es alta y ha
crecido).
Las asimetrías en
Alemania (la historia de éxito y el modelo a seguir, según el discurso
dominante) son todavía más pronunciadas. El top 10% de la población adulta
concentraba el 65,2% de la riqueza, el 5% disponía del 53,6% y el 1% capturaba
el 32,3%. Algo más de dos millones de personas disponen de una fortuna superior
al millón de dólares, mientras que un centenar de ellas alcanzaba los mil
millones. El valor del índice de Gini era de 79,6, también muy superior al del
ingreso.
Los datos para el
conjunto de Europa todavía son más extremos. Los porcentajes detentados por el
10%, 5% y 1% de la población adulta eran, respectivamente, del 69,1%, 55% y
31,8%. Poco más de 10 millones de personas tenían una riqueza superior al
millón de dólares y 468.000 acreditaban más de 1.000 millones. El índice de
Gini en este caso (82,9) superaba los registros de España y Alemania.
El panorama que
nos devuelve el informe, y que respalda la información estadística disponible,
resulta inquietante y revelador. Sin paliativos, las élites están reforzando
sus privilegios: los ricos son cada vez más ricos. Sin pretender una relación
exhaustiva de los factores, diversos y complejos, que explican ese proceso,
cabe señalar algunos de los que nos parecen más destacados: el negocio de las
privatizaciones y la mercantilización de los servicios públicos, las
retribuciones extravagantes y extraordinariamente elevadas de los equipos
directivos, la evasión fiscal y la ingeniería contable practicada por las
grandes corporaciones con el único objetivo de eludir impuestos, el aumento del
valor de los activos financieros y la reaparición de las burbujas, los
subsidios y ayudas otorgados por las administraciones públicas a las empresas,
los rescates a los grandes bancos y la política monetaria del Banco Central
Europeo, que alimenta de recursos a la industria financiera y a las grandes
empresas.
La concentración
de renta y riqueza, además de injusta –pues se ven recompensados los que
estuvieron en el origen del crack financiero-- es un cáncer para la economía,
cáncer que urge erradicar. No sólo porque penaliza el consumo y la inversión
productiva (las élites promueven, sobre todo, el consumo de bienes y servicios
de lujo y la inversión financiera), sino porque, haciendo valer su privilegiado
estatus, acumulan influencia y poder. El resultado es de sobra conocido: la
captura (perversión y contaminación) de las instituciones y de las agendas
públicas, que, cada vez más, están a su servicio, demostrando otra vez cómo el
aumento de la desigualdad está directamente interrelacionado con el secuestro
de los procesos democráticos por parte de las élites.
Salir de la crisis
implica, necesariamente, romper con esas estructuras oligopólicas que parasitan
la economía y están en el origen de la inequidad extrema. Prohibir los paraísos
fiscales, desmonopolizar las estructuras empresariales, desfinanciarizar la
economía, aumentar la presión fiscal sobre las grandes fortunas y patrimonios,
limitar las retribuciones de los equipos directivos de las firmas y obligar a
las empresas transnacionales a que declaren sus beneficios donde los generan.
Este es el camino.
Miguel
Urbán, @MIGUELURBAN y Fernando Luengo, @FLUENGOE. Coordinador y miembro de
la Secretaría de Europa de Podemos respectivamente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario