Publicado
por Francisco Umpiérrez Sánchez en
11:04
Primera reflexión. No encuentro en la realidad ningún objeto al que llamar número o
llamar 1 o llamar 2. Luego afirmo que el número es un objeto creado por la
mente. Si afino más, diré que el número es obra del concepto o una criatura
creada por el concepto. Pero cuando me tropiezo con el concepto, debo
preguntarme si el número es el objeto del concepto o el contenido del concepto.
Si considerara en principio que el número es objeto del concepto, tendría
expresiones como “el 2 es un número par”, “el 3 es la suma de 2 más 1” y
expresiones análogas. Pero aquí las expresiones “par” o “sumar” serían
expresiones conceptuales que irían después de que hubiera nacido el número, al
menos en su sentido lógico teórico. Y si considerara el número como contenido
conceptual, tendría expresiones como “eso que está ahí es el 2”, “aquello es el
3”. Pero “está ahí” y “aquello” son expresiones indeterminadas bajo el punto de
vista de la sensibilidad y del concepto. Y si sencillamente llamara uno al
signo escrito 1, llamara dos al signo escrito 2 y así sucesivamente,
sería un movimiento tautológico. Por lo tanto, llegando de este modo al
concepto de número o en el movimiento del concepto de número no tengo manera de
asirme a algo seguro o nítido.
Segunda reflexión. Así que me moveré por otro camino. Adoptaré un punto de vista
práctico, aunque este punto de vista suponga la existencia previa de los
números. No me dará el origen de los números, pero si me aportará algunas
nociones distintas sobre el número. Juan le dice a su hijo Pedro: Vete a la
despensa y dime cuántas cebollas hay. Pedro va a la despensa y le grita a su
padre: “Seis cebollas”. Aquí el número está vinculado a la pregunta
“cuánto” y a la acción “contar”. Surge ahora la necesidad de distinguir
entre las acciones prácticas y las acciones teóricas. Llamaré acción práctica a
aquella acción realizada por el sujeto que modifica el objeto; y llamaré acción
teórica a aquella acción realizada por el sujeto que no modifica el objeto. Así
en cortar cebollas, cocinar cebollas y comer cebollas, la cebolla sufre una
modificación en su existencia: cebolla cortada, cebolla cocinada y cebolla
comida. Mientras que al nombrarla y al contarla, la cebolla no experimenta
ninguna modificación en su existencia. Aunque si sufre una modificación en su
ser: la cebolla de ser un objeto práctico se ha transformado en las acciones de
nombrar y contar en un objeto contemplativo. Porque todos aquellos objetos que
no modifican su existencia por medio de determinadas acciones, diremos que se
encuentran en la modalidad de ser objeto contemplativo. Para el pintor también
la cebolla adopta esta modalidad del ser. Luego los números están vinculadas a
una acción teórica: contar. Y en las acciones teóricas, al menos en la de
nombrar y contar, el objeto sobre el que recae la acción modifica su modalidad
de ser: del modo de ser práctico al modo de ser contemplativo.
Tercera reflexión. Doy un paso más. He establecido, al distinguir entre acciones
prácticas y acciones teóricas, dos modalidades de los objetos: objetos
prácticos y objetos teóricos. Y esta distinción no supone una distinción en el
plano de la existencia, sino en el plano de la modalidad del ser. Pero si
reflexiono, me percato que bajo el punto de vista de la existencia tengo dos
clases de objetos en el mundo: los objetos dotados de cuerpo y los objetos que
solo tienen una existencia sígnica. Tengo por una parte la cebolla y por la
otra tengo el signo lingüístico “cebolla”. Tengo la cebolla existiendo de dos
modos: como cebolla y como signo. Mientras que la cebolla además de ser un
objeto contemplativo es un objeto práctico, puesto que puedo cortarla,
cocinarla y comérmela, con el signo lingüístico “cebolla” no puede hacer nada
práctico, solo puedo usarlo para nombrar y como medio para recordar. Con el
signo lingüístico solo puedo realizar operaciones intelectuales. En el seno del
propio mundo, desde que empezó a germinar el lenguaje, me encuentro casi desde
el principio con la diferencia epistemológica entre actos
prácticos y actos teóricos. Y desde ese entonces también me encuentro con la
diferencia ontológica entre objetos corporales y objetos sígnicos. En el mundo
de los animales, pensemos en el mundo de los cercopitecos, ya existe esa
diferencia ontológica y epistemológica, aunque en ese mundo no se haya
consolidado todavía la función nominativa de los signos lingüísticos sino la
función de señal. En la historia de los signos la función de señal fue anterior
a la función nominativa.
Cuarta reflexión. Abro otro frente. En El Capital, Karl Marx se expresa en los
siguientes términos: “En la consideración de los valores de uso se presupone
siempre su determinación cuantitativa, como una docena de relojes, una vara de
tela, una tonelada de hierro, etcétera”. Todo objeto o cosa es un conjunto de
determinaciones, y entre ellas se encuentra la determinación cuantitativa. Y
tendré que distinguir entre la determinación cuantitativa de las cosas, que es
una determinación objetiva, y la expresión de esa determinación mediante
números. Así encuentro la clase de relación existente entre cantidad y número:
la de expresión. Y, en consecuencia, afirmo que los números sirven para
expresar la cantidad. Por lo tanto, en la realidad no encuentro números,
pero si encuentro en las cosas su determinación cuantitativa.
Quinta reflexión. Sigo pensando en cómo surgieron los números. La forma de escribir los
egipcios los números me da una pista. Usan rayitas o palos o líneas verticales.
Pensemos ahora en un desarrollo incipiente de los números. Imaginemos que para
representar el 1 usaban una línea vertical, para representar el 2 usaban dos
líneas verticales, y para representar el 3 usaban tres líneas
verticales. Pensemos que se escribían pero no que se nombraban. Y desde que se
nombraran, se dio un paso decisivo en el desarrollo semiótico de aquel entonces.
Si a una línea vertical la llamaron uno, si a dos líneas verticales la llamaron
dos, y si a tres líneas verticales la llamaron tres, ocurrió que le pusieron
nombre a un símbolo y no a una cosa. Cuando llamo “bisonte” a determinado
animal, pongo en correlación a un objeto, en este caso un animal, y a un signo.
Pero con el nombre de los números no ocurre lo mismo, en este caso correlaciono
un símbolo, una línea vertical, con un signo lingüístico: uno. Si bien con las
palabras en su función nominativa inicio la creación de un mundo al lado de
otro mundo, empieza el momento en que los signos lingüísticos comienzan a
separarse de la percepción y a unirse a la representación, con el caso de los
nombres numéricos se crea un tercer mundo: un mundo donde los signos lingüísticos
se separan completamente del primer mundo y crean un mundo relativamente
independiente, o un mundo donde los signos lingüísticos se relacionan con
símbolos. Después llegará el momento donde los símbolos que representan el
cuánto –las líneas verticales– dejarán de ser necesarios y se sustituirán por
sus nombres: uno, dos, tres,… Y por último llegará el momento donde estos
nombres adquieran su propia representación escrita, su propio grafo: 1, 2,3…
Sexta reflexión. El momento conceptual fundamental en el desarrollo de los número debió
ser la creación del uno, que en su forma inicial debemos considerarlo una línea
vertical. Y cuando observamos tres líneas verticales, estamos observando un
uno, seguido de otro uno y seguido de otro uno. Es el momento en que a los
individuos se consideraban como uno. Es el momento de considerar que cada
individuo es uno. Llega la afirmación conceptual: el individuo es uno. Y llega
de forma práctica, porque debemos suponer que dicho concepto todavía no ha sido
formulado. Ahora el uno se presenta como el contenido del concepto y no como el
objeto del concepto. El número como objeto del concepto debe ser considerado
como una etapa superior en el desarrollo conceptual de los números. Pero la
concepción del individuo como uno presupone la concepción del individuo como
unidad. Y aquí el concepto de unidad se opone al concepto del individuo como
totalidad de determinaciones o partes. La concepción del individuo como unidad
supone la abstracción del resto de las determinaciones que constituyen la
totalidad del individuo. Y al igual que el dinero surgió en un momento
determinado del desarrollo del mundo mercantil sin que los hombres tuvieran una
representación adecuada de su naturaleza, lo mismo ocurrió con los números.
Séptima reflexión. He llegado a través de las anteriores reflexiones a una afirmación
conceptual: el individuo es uno. La concepción del individuo como uno supone
que todos los individuos de una misma clase son uno. Luego la concepción del
individuo como uno supone la abstracción de las diferencias entre los
individuos de una misma clase. Pero sucede además que la concepción del
individuo como uno supone que todos los individuos independientemente de la
clase a la que pertenecen son uno. Luego la concepción del individuo como uno
supone la abstracción de las diferencias entre clases, especies y géneros. Por
lo tanto, la concepción del individuo como uno supone una de las cotas de
abstracción más altas a las que llego el ser humano en su evolución histórica,
un grado de abstracción parecida al de objeto.
Octava reflexión. Pienso ahora en cómo surgió la necesidad de contar. Pienso primero en
la época en que los seres humanos empezaron a almacenar alimentos. Pero medito un
poco más y creo que debió surgir en la época de la distribución sin que el
almacenamiento tuviera aún mucho desarrollo. Pienso en los seres humanos
cazadores. Pienso en las lanzas. Pienso en la distribución de los instrumentos
de caza. Pienso en que cada miembro adulto de la tribu tenía una lanza. A cada
individuo de la clase cazador pertenecía un individuo de la clase lanzas.
Incluso las lanzas tenían la forma de línea vertical. Hay cierta proximidad en
la figura entre el instrumento de caza y los primeros símbolos numéricos. Creo
igualmente que las partes del cuerpo de los animales y de los propios seres
humanos empezaron a fijarse perceptiva y representacionalmente antes de que
alcanzaran su expresión numérica. Pienso en las cuatro patas de los bisontes,
por ejemplo, o en los dos brazos y dos piernas de los seres humanos.
Novena reflexión. Marx en su obra La ideología alemana destaca cuatro momentos o
aspectos en el surgimiento de la vida humana o en el inicio de la historia
humana: la producción de los medios de subsistencia, la producción de los
instrumentos de trabajo, la procreación y el lenguaje. Creo que los tres
primeros aspectos están bajo el punto de vista práctico de determinados
cuantitativamente y que tenían su reflejo en la conciencia. Y creo, en
consecuencia, que dentro del aspecto del lenguaje hay que incluir desde el
inicio una clase específica del lenguaje: los símbolos y los signos numéricos.
Conclusión. El estudio de la naturaleza de los números no compete en exclusividad
a las matemáticas. La elaboración de los fundamentos de la matemática presupone
la existencia de los números y no puede dar cuenta del origen y de otras
determinaciones de los números. Creo que el estudio de los números, de acuerdo
con las reflexiones aquí presentadas, competen a la antropología, a la
filosofía, a la psicología y, como no puede ser de otro modo, a la propia
matemática. Cada una de las reflexiones aquí presentadas puede tener más
desarrollo y ser completadas en un mayor número de aspectos. También podrían
formularse otras reflexiones que aumentara el número de puntos de vista. Pero
en lo que a mí respecta las considero suficientes para aclarar unos mínimos
presupuestos con el objetivo de analizar la naturaleza de los números.
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