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By Posesodegerasa, astillasderealidad.blogspot.com
El efecto
Dunning-Kruger puede resumirse en una frase: cuanto menos sabemos, más creemos
saber. Es un sesgo cognitivo según el cual, las personas con menos habilidades,
capacidades y conocimientos tienden a sobrestimar esas mismas habilidad,
capacidades y conocimientos.
Como resultado,
suelen convertirse en ultracrepidianos;
gente que opina sobre todo lo que escucha sin tener idea, pero pensando que
sabe mucho más que los demás.
El problema es que las víctimas del efecto Dunning-Kruger
no se limitan a dar una opinión ni a sugerir sino que intentan imponer sus
ideas, como si fueran verdades absolutas, haciendo pasar a los demás por
incompetentes o completos ignorantes, cuando en realidad no es así.
Obviamente, lidiar con estas personas no es fácil
porque suelen tener un pensamiento muy rígido.
El delincuente
que intentó volverse invisible con zumo de limón
A mediados de
1990 se produjo en la ciudad de Pittsburgh un hecho que podríamos catalogar,
cuanto menos, de sorprendente.
Un hombre de 44
años atracó dos bancos en pleno día, sin ningún tipo de máscara para cubrir su
rostro y proteger su identidad. Obviamente, aquella aventura delictiva tuvo una
vida muy corta ya que el hombre fue detenido rápidamente.
Cuando lo
apresaron, McArthur Wheeler, que así se llamaba, confesó que se había aplicado
zumo de limón en la cara ya que este le haría invisible ante las cámaras.
"¡Pero si me puse zumo de limón!", fue su asombrada respuesta cuando
lo arrestaron.
Más tarde se conoció que la idea del zumo fue una
sugerencia de dos amigos de Wheeler, quienes bromearon sobre el hecho de que
atracarían un banco usando esa técnica para que no los reconocieran. Wheeler
puso a prueba la idea aplicándose zumo en su cara y sacándose una fotografía,
en la cual no apareció su rostro.
Es probable que se debiera a un mal encuadre, pero
aquella "prueba" fue definitiva para Wheeler, quien decidió llevar
adelante su plan "genial".
La historia
llegó a oídos del profesor de Psicología social de la Universidad de Cornell,
David Dunning, quien no podía dar crédito a lo que había sucedido.
Aquello le llevó
a preguntarse: ¿Es posible que mi propia incompetencia me impida ver esa
incompetencia?
Ni corto ni
perezoso, puso manos a la obra, junto a su colega Justin Kruger. Lo que
hallaron en la serie de experimentos que realizaron los dejaron aún más
sorprendidos.
El estudio que dio origen al
efecto Dunning-Kruger
En una serie de
cuatro experimentos, estos psicólogos analizaron la competencia de las personas
en el ámbito de la gramática, el razonamiento lógico y el humor.
A los
participantes les pidieron que estimaran su grado de competencia en cada uno de
esos campos. A continuación, debían realizar una serie de test dirigidos a
evaluar su competencia real.
Entonces los
investigadores notaron que cuanto mayor era la incompetencia de la persona,
menos consciente era de ella. Paradójicamente, las personas más competentes y
capaces solían infravalorar sus competencias y conocimientos.
Así surgió el
efecto Dunning-Kruger.
Estos psicólogos
concluyeron además que las personas incompetentes en cierta área del conocimiento:
- Son incapaces de detectar y reconocer su
incompetencia.
- No suelen
reconocer la competencia del resto de las personas.
La buena noticia
es que este efecto se diluye a medida que la persona incrementa su nivel de
competencia ya que también se vuelve más consciente de sus limitaciones.
¿Por qué cuanto
menos sabemos, más creemos saber?
El problema de
esta percepción irreal se debe a que para hacer algo bien, debemos tener al
menos un mínimo de habilidades y competencias que nos permitan estimar con
cierto grado de exactitud cuál será nuestro desempeño en la tarea.
Por ejemplo, una persona puede pensar que canta
estupendamente porque no tiene ni idea de música y no conoce todas las
habilidades necesarias para controlar adecuadamente el tono y timbre de la voz
y llevar el ritmo.
Eso hará que diga que "canta como los
ángeles", cuando en realidad tiene una voz espantosa.
Lo mismo ocurre
con la ortografía, si no conocemos las reglas ortográficas, no podremos saber
dónde nos equivocamos y, por ende, no seremos conscientes de nuestras
limitaciones, lo cual nos llevará a pensar que no cometemos errores
ortográficos.
De hecho, el
efecto Dunning-Kruger se puede apreciar en todas las áreas de la vida. Un
estudio realizado en la Universidad de Wellington reveló que el 80% de los
conductores se califican a sí mismos por encima de la media, lo cual,
obviamente, es estadísticamente imposible.
Este sesgo
cognitivo también se aprecia en el ámbito de la Psicología.
Tal es el caso
de las personas que afirman que "mi mejor psicólogo soy yo mismo",
simplemente porque desconocen por completo cómo les puede ayudar este
profesional y la complejidad que encierran las técnicas psicológicas.
En práctica, creemos que sabemos todo lo que es
necesario saber. Y eso nos convierte en personas sesgadas que se cierran al
conocimiento y emiten opiniones como si fueran verdades absolutas.
¿Cómo minimizar
el efecto Dunning-Kruger, por nuestro propio bien?
Todos cometemos
errores por falta de cálculo, conocimientos y previsión. La historia está
repleta de errores épicos, como el de la emblemática Torre de Pisa, que comenzó
a inclinarse incluso antes de que terminara la construcción.
Hace tan solo
unos años, el gobierno francés gastó 15.000 millones de euros en una flota de
2.000 trenes nuevos, para después descubrir que eran demasiado anchos para
1.200 de sus estaciones, lo cual les llevó a invertir aún más para acondicionar
esas estaciones.
En nuestro día a día también podemos cometer
errores por falta de experiencia y por sobreestimar nuestras capacidades.
Los errores no son negativos y no debemos huir de
ellos sino que podemos convertirlos en herramientas de aprendizaje, pero
tampoco es necesario tropezar continuamente con la misma piedra ya que llega un
punto en que resulta frustrante.
De hecho,
debemos mantenernos atentos a este sesgo cognitivo porque la incompetencia y la
falta de autocrítica no solo hará que lleguemos a conclusiones equivocadas sino
que también nos impulsará a tomar malas decisiones que terminen dañándonos.
Esto significa
que, en algunos casos, la responsabilidad por los "fracasos o
errores" que experimentamos a lo largo de la vida no recae en los demás ni
es culpa de la mala suerte sino que depende de nuestra deficiente
autoevaluación.
Para minimizar el efecto Dunning-Kruger y no
convertirnos en esa persona que opina sobre todo sin tener idea de nada, lo más
importante es aplicar estas sencillas reglas:
- Sé consciente
al menos de la existencia de este sesgo cognitivo.
- Deja siempre
un espacio para la duda, para formas diferentes de pensar y hacer las cosas.
- Opina siempre
desde el respeto a los demás. Por muy seguro que estés de tu opinión, no
intentes imponerla.
Debemos recordar
que nadie es experto en todas las materias de conocimiento y ámbitos de la
vida, todos tenemos carencias e ignoramos muchas cosas. Por tanto, lo mejor es
enfrentar la vida desde la humildad y con la actitud del aprendiz.
¿Cómo lidiar con las personas
que no reconocen su incompetencia o desconocimiento?
Las personas que
opinan de manera tajante sobre todo sin tener idea y que subestiman a los
demás, suelen generar un gran malestar.
Nuestra primera
reacción suele ser irritarnos o enfadarnos.
Es perfectamente
comprensible, pero no servirá de nada.
En su lugar
debemos aprender a mantener la calma.
Recuerda que
solo puede afectarte aquello a lo que le das poder, lo que consideras
significativo. Y sin duda, la opinión de una persona que no es experta en la
materia y ni siquiera sabe de lo que habla, no debería ser significativa.
Si no deseas que
la conversación vaya más allá, simplemente dile: "He escuchado tu opinión.
Gracias", y zanja el asunto.
Si realmente te
interesa que esa persona salga de su estado de desconocimiento y sea más
consciente de sus limitaciones, lo único que puedes hacer es ayudarle a
desarrollar sus habilidades en esa área.
Evita frases como "no sabes de lo que
hablas" o "no tienes ni idea" porque de esta forma solo lograrás
que esa persona se sienta atacada, asuma una actitud defensiva y se cierre a
tus propuestas. En su lugar, plantea una nueva perspectiva.
Puedes decir: "ya te he escuchado, ahora
imagina que las cosas no fueran exactamente así". El objetivo es lograr
que esa persona se abra a opiniones y formas de hacer diferentes.
También puedes
recalcar la idea de que todos somos inexpertos o incluso profundos
desconocedores en algunos campos, no es algo negativo sino una increíble
oportunidad para seguir aprendiendo y crecer como personas.
(Fuente: El rincón de la psicología; visto en https://es.sott.net/)
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