Escribe: Milcíades Ruiz
Agrupaciones de izquierda vienen reclamando una
nueva constitución de la república que reemplace a la vigente constitución
espuria impuesta fraudulentamente por el fujimorismo desde 1993. Cuando
Fujimori accedió al poder en 1990, lo hizo bajo la Constitución de 1979 pero,
el sistema democrático de ese entonces era un estorbo para su ideología
japonesa de gobernar arbitrariamente e implantar las recetas del
neoliberalismo. Como sabemos, en 1992 planeó con su asesor Montesinos,
disolver el Congreso y convocar a una asamblea constituyente para obtener una
Constitución que le permitiera gobernar a su modo autoritario.
Montesinos se encargó de capturar y manejar el
Jurado Nacional de Elecciones para asegurar una mayoría suficiente para sus
propósitos, comprando incluso votos de otros partidos políticos y así nació
la Constitución que nos rige actualmente. Los gobiernos sucesivos han
mantenido vigente esa constitución antidemocrática aun sabiendo que era
espuria y hecha para un gobierno malvado y corrupto, bajo la jefatura de
quien ha sido condenado como autor mediato de crímenes de lesa humanidad.
Estando ahora el fujimorismo gobernando el país tampoco permitirá que se
cambie la Constitución al amparo de la cual han accedido al poder. En sus
miras está controlar el poder judicial, el Ministerio Público y el Tribunal
Constitucional, Jurado Nacional de Elecciones y toda barrera que estorbe su
totalitarismo.
Como se recordará, la izquierda peruana en su
mejor momento histórico, participó en la aprobación de la Constitución de
1979. Ahora la izquierda no está en similares condiciones como para sacar una
carta magna mejor que la de aquella época. Entonces, ¿No sería más
conveniente reclamar la vuelta a la constitución de 1979, para lo cual no se
necesita otra Asamblea Constituyente de resultados incógnitos?
Al lanzar la consigna de una nueva constitución
habría que ver si hay condiciones para este propósito y bajo qué estrategia
enarbolamos esta bandera. Si ese es el blanco al que apuntamos, deberíamos
tener la certeza de su posibilidad en este momento político. ¿Cuán preparados
estamos para dar esta pelea? Si eso fuera factible, tenemos que preguntarnos:
¿Cuál es la alternativa de Constitución que proponemos? ¿Tenemos modelo
propio? ¿La Constitución que proponemos responde al contexto histórico
actual? ¿Es que pensamos en una Constitución ideal pero fuera de foco?
¿Cuáles sería los ejes estructurales de una nueva república? ¿Lo hemos
discutido?
Enarbolar una consigna sin tener definida la
estrategia quizá no sea lo más recomendable. Y en el mejor de los casos,
suponiendo que todo nos sale a pedir de boca y se convoca a una asamblea
constituyente, ¿Se han puesto a pensar quienes serían los miembros de esta y
con qué mentalidad aprobarían la nueva constitución? Todo hace suponer que la
composición de la asamblea constituyente sería similar a la composición del
actual Parlamento, con representantes cuestionados por sus vilezas,
corrupción, incapacidad, etc.
El asunto es que todo está amarrado para obtener
parlamentarios de la calidad que estamos sufriendo. La estructura jurídica
del sistema político nacional está condicionada para que el pueblo no acceda
al poder. La ley de partidos políticos, la ley electoral, la administración
electoral y el ordenamiento electoral en su conjunto es adverso a la
participación de la izquierda. Entonces, de convocarse a una asamblea
constituyente con la actual legislación fraudulenta, lo que se obtendría como
resultado será constituyentes corruptos de derecha aprobando una constitución
de corruptela y de derecha macartista.
Por consiguiente, tendríamos que cambiar la mira
de nuestra estrategia apuntando primero al régimen electoral que es la clave
para una genuina o desvirtuada democracia y es el que pone barreras a la
participación de la izquierda. Si nos concentramos en luchar para derribar el
régimen electoral de la corrupción entonces tendríamos mejores posibilidades
de acceder al poder por la vía electoral. No tendríamos que entrar en
componendas ni aceptar condiciones onerosas de los dueños del vientre de
alquiler para poder participar en las elecciones. Nueva Constitución sí, pero
primero, y antes que todo, que se cambie el régimen electoral.
Para ello se necesita crear condiciones de
rebeldía contra un régimen electoral injusto, enarbolando banderas que
respondan a situaciones como las siguientes: ¿Hay justicia electoral? ¿Puede
haber democracia con un régimen electoral antidemocrático? ¿Los peruanos
ancestrales, tienen derecho a tener representantes en el Parlamento? ¿Deben
los parlamentarios ser representativos de un sector social? ¿Este debe ser
requisito indispensable para postular a parlamentario, gobernador regional y
alcaldes? ¿Es democráticamente válido, la auto designación de candidato
presidencial tan solo por haber fundado un movimiento político?
Sea como fuere, necesitamos imperiosamente en la
izquierda, líderes y militantes capaces de formular propuestas sólidas, coherentes
y de buena calidad cognoscitiva, factibles de ser sustentadas exitosamente y
eficaces para la lucha popular. Es necesario asumir la tarea de preparar
jóvenes valores, nuevas promociones de futuros políticos de izquierda. Salvo
mejor parecer.
Enero 2018
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SIGLO XXI - QUINTO LUSTRO - "Un nuevo orden emerge de la desintegración del capitalismo que irá reemplazando la célula económica (familia) por una nueva matriz reproductiva (comunas) que cumplirá funciones defensivas, judiciales, productivas y administrativas."
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